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jueves, 12 de marzo de 2020

Se hace tarde y anochece. Cardenal Robert Sarah




La crisis de fe en amplios sectores de la Iglesia, y el patente declive moral de Occidente, han movido al cardenal Robert Sarah en repetidas ocasiones a elevar su voz de pastor y hombre de fe para dar un toque de atención a quien quiera escucharle.

Éste es el tercero de los libros que publica  con esa finalidad: tres llamadas fuertes a las conciencias de creyentes y no creyentes. El primero fue Dios o nada, en 2015. Le siguió en 2016 La fuerza del silencio.

Nacido en Guinea Conakry en 1945, la profunda piedad de unos misioneros franceses dejó una huella imborrable en su vida. Tras muchas penurias y dificultades, fue ordenado sacerdote en 1969, y arzobispo diez años después. Sufrió la persecución del régimen marxista de Sekou Touré. 

En 2001 Juan Pablo II le llamó a Roma, y desde entonces ha ocupado cargos de responsabilidad en la Iglesia católica. En la actualidad es Prefecto de la Congregación del Culto Divino y de los Sacramentos.

Con ocasión de la presentación de este libro, el cardenal Sarah ha concedido numerosas entrevistas, intentando aportar luz en momentos a su juicio de gran oscuridad. No le importa ir contracorriente. Alude con frecuencia a la presión mediática, movida por intereses financieros, que silencia o desprestigia a las voces disidentes.

Selecciono algunas de las ideas que me han parecido más sugerentes, tanto del libro como de algunas de sus entrevistas con los medios. Desde luego recomiendo la lectura íntegra y pausada del libro. Ayuda a pensar.


Quédate con nosotros

Ya desde el título Sarah nos da a conocer su intención: una llamada a orientar nuestra mente a lo fundamental, que es Dios. Es la frase que los discípulos de Emaús dirigen a Jesús: “Quédate con nosotros, que se hace tarde y anoche.”

Han abandonado Jerusalén, desanimados tras la cruel muerte de su Maestro, y regresan abatidos y sin esperanza a su pueblo. Pero por el camino Jesús les sale al encuentro. No le reconocen al principio, porque es Jesús glorioso. Pero algo cautivador perciben en Él, y cuando se despide, le suplican: “Quédate con nosotros, pues está cayendo la tarde y se termina el día.” Anochece, resta con noi. (Lc 24, 29). Tu presencia y tu palabra nos devuelve la esperanza.

Es la oración que en este tiempo deberíamos pronunciar todos: no nos dejes, porque cae la noche sobre el mundo, y tu Presencia es la única capaz de iluminar y dar esperanza a nuestros corazones.


Diagnóstico, pronóstico y remedio

A preguntas de Nicolas Diat, ensayista y editor, que se limita a intentar que el libro no se convierta en un largo monólogo, el cardenal Sarah hilvana una reflexión sobre la salud de dos enfermos: Occidente y la Iglesia. Ambos sumidos en una crisis grave e interrelacionada.

Occidente ha abandonado a Dios. Se empeña en construir una sociedad en la que Dios no tenga lugar. El pronóstico es terrible, porque sin Dios el amor y la solidaridad, que están en la raíz de nuestra civilización, no son sostenibles largo tiempo. Europa camina hacia el abismo, sin identidad, despreciada por otras religiones que la acabarán invadiendo y borrarán todo lo bueno que hemos construido durante siglos. El remedio es volver a poner a Dios en el centro de la vida personal y social.

Paralelamente examina la situación de la Iglesia, sumergida en una crisis en estrecha relación con la de Occidente. Y con un diagnóstico similar: la ausencia de Dios, el desprecio de la liturgia y de los sacramentos, que son la Presencia de Dios entre nosotros.

La Iglesia no morirá, porque tiene promesas de vida eterna y siempre quedará un resto, por pequeño que sea, que transmitirá la herencia recibida. Pero lo que conocemos como Occidente cristiano  desaparecerá si no corrige su rumbo, porque a ninguna civilización se le ha prometida vida eterna.




El cristianismo no es una ideología

La Iglesia –afirma el cardenal Sarah- atraviesa un Viernes Santo. Ese día muchos discípulos abandonaron a Jesús y le traicionaron. Judas le traicionó porque aspiraba a un Cristo ocupado en la política. Así andan hechizados muchos sacerdotes y obispos –afirma Sarah- metidos en cuestiones terrenales. Olvidan que sin Cristo la caridad no será nunca sólida, que Cristo es la única luz capaz de iluminar el mundo. Olvidan que existe el pecado original, y que el hombre no es bueno por naturaleza: necesita la ayuda divina.

Algunos reniegan de la capacidad de enseñar de la Iglesia, y limitan su misión a la de escuchar lamentos. Claro que una madre escucha a sus hijos, pero su papel primordial es el de enseñar, orientar y dirigir, porque conoce el camino que hay que seguir. La Iglesia es madre, pero es también maestra.

Con el pretexto de abrirse al mundo, algunos adoptan ideologías actuales, para parecer a los ojos del mundo “modernos”. Pero  es el mundo el que debe abrirse a Dios, fuente de nuestra existencia.


Recuperar el sentido del pecado

Dios es misericordioso, pero ese no puede ser el único aspecto de la doctrina que enseña la Iglesia. Para que Dios pueda ejercer su misericordia es preciso que antes nos reconozcamos pecadores, y que volvamos a Él, como regresó el hijo pródigo de la parábola de Jesús: primero reconoce su pecado, y sólo entonces puede caminar de regreso al Padre, confiado en su misericordia. 

Hay una visión falsa de la pastoral, que presenta a un Dios misericordioso que no exige nada. Pero no existe un padre que no exija nada a sus hijos. Dios, como buen padre, es exigente, porque ambiciona grandes cosas para nosotros: “Sed santos, porque Yo soy santo.”


Enseñar la doctrina que salva

El abandono de la fe en grandes sectores no es solo culpa del materialismo. Los sacerdotes deben reconocer la responsabilidad principal de ese derrumbe: porque no han enseñado la doctrina cristiana, sino lo que les gustaba, porque han menospreciado el sacramento de la confesión, porque han celebrado la Misa sin respetar las rúbricas... Han banalizado los sacramentos.


El luminoso misterio de la liturgia

La crisis de la liturgia, ha afirmado Benedicto XVI, ha provocado la crisis de la Iglesia. Algunos han querido “humanizar” la misa, reduciéndola a un espectáculo.  Pero la misa es un misterio que está más allá de nuestra comprensión.

Es preciso rendir justicia al misterio que rodea nuestra relación con Dios. Cuando el sacerdote celebra la Misa, o da la absolución en la confesión, capta el significado de las palabras, pero no puede comprender el misterio que estas palabras producen. Y eso es preciso mostrarlo al pueblo: Dios, que nos quiere tanto, está a la vez más allá de nuestra comprensión. Hemos de acercarnos a Él con la humildad de quien entiende que tanto amor nos sobrepasa.


Tecnología y silencio, comunicación y evangelización

Dios se manifiesta en el silencio, pero hoy el gran enemigo de nuestro silencio interior son los medios tecnológicos. Sin silencio ni siquiera la razón es capaz de desarrollarse.

Por ejemplo, sugiere Sarah, habría que instituir un gran ayuno mediático durante la cuaresma, que es un tiempo de silencio y oración. ¿Seríamos capaces de liberarnos durante 40 días de nuestras cadenas digitales?

La evangelización, antes que comunicación, es testimonio. Se lleva a cabo con el cuerpo, el cansancio y el sufrimiento. Los sacrificios de Cristo son nuestro modelo. Podemos hacer buen uso de la teconología, pero eso requiere mucha humildad, cualidad necesaria en periodistas y comunicadores.

Para introducirse en el misterio de la liturgia cristiana hay que comenzar por salir de las tablets y los móviles, de la incapacidad de vivir en silencio. No se trata de hacer que las misas sean más amenas. Lo importante no es si me aburro o no en Misa, sino si asisto o no. 

Lo importante en la liturgia no es el aspecto afectivo, ni siquiera entenderla, sino vivirla, porque Dios está allí. Dios es presencia real oculta en el Sagrario y en la Misa. Esa Presencia eucarística es insustituible por ninguna tecnología. Lo decisivo es experimentar Su Presencia.


Publicidad versus Felicidad

La publicidad alimenta una búsqueda ilusoria de la felicidad en el consumo y el confort, en el dinero y el lujo. Es una trampa que se convierte en esclavitud, fuente de envidias y de odios. Habría que limitarla como medida de salud pública.

Dios es humilde, es pobre. Cuando la búsqueda desordenada de confort penetra en el cristiano, se aburguesa, y el clero además se burocratiza.


Celibato apostólico

Destruir el celibato sería destruir una de las riquezas más grandes de la Iglesia. El sacerdote está llamado a ser Cristo mismo, pobre, humilde y célibe como Él.

Hay un proyecto estructurado de destrucción de la Iglesia mediante la decapitación de su cabeza: cardenales, obispos, sacerdotes… Ese proyecto presenta el celibato como algo imposible, contra-natura, para destruir el sacerdocio.


Persecución de la Iglesia y lo cristiano

Tampoco Jesucristo fue aceptado, porque murió en la Cruz. “Si a Mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros.”

No debemos escandalizarnos si vamos contracorriente. T.S. Eliot decía que “en el mundo de los fugitivos, el que toma la dirección opuesta será considerado un desertor.”


Escándalos en la Iglesia

El mal ejemplo de Judas no debe llevarnos a rechazar a todos los apóstoles. Jesucristo ha confiado su Iglesia a hombres sencillos y débiles, para demostrar que es Él quien actúa en medio de ellos.


Identidad europea

Europa está cegada por la disolución de su identidad, que le ha hecho orgullosa, irreligiosa y atea. La ruptura con Dios traerá graves consecuencias espirituales, morales y psicológicas. Se percibe una tremenda regresión en los valores. Lo feo se ha convertido en bello y lo inmoral en progreso.

La Comisión Europea, afirma Sarah, sólo piensa en la construcción de un mercado libre al servicio de los grandes poderes financieros. No protege a los pueblos ni a sus identidades, sólo protege a los bancos.

En un reciente viaje a Polonia, el cardenal Sarah decía a los polacos: defended vuestra identidad: sois polacos católicos, y sólo después europeos. No sacrifiquéis las dos primeras identidades en el altar de una Europa tecnócrata y apátrida.

Dios ha dado una misión a Europa, que acogió el cristianismo, y desde aquí ha evangelizado el mundo. En Guinea Conakry, por ejemplo, los colonos franceses hicieron una colonización constructiva. Aportaron tradiciones ennoblecidas por el cristianismo, la noción de dignidad de la persona, de derechos humanos, y unos valores que para los africanos fueron liberadores. Llevaron un idioma maravilloso. Y la fe en el Dios verdadero.

Pero si Europa desaparece, sumida en la apostasía, y con ella desaparecen los valores del viejo continente, el islam invadirá el mundo, y nuestra cultura, antropología y moral desaparecerán, cambiarán radicalmente. Porque además ahora hay nuevos colonizadores occidentales que expanden valores falsos y delictivos.


Odio a Dios, común al materialismo capitalista y al marxista

En 1978 el disidente ruso Solzhenitsyn, que había sufrido el terror de los gulags del comunismo soviético, pronunció una conferencia en Harvard alertando a Occidente de su decadencia: la sociedad occidental ya no puede ser modelo para la transformación de Rusia, les decía, porque está agotada espiritualmente. Europa no tiene nada de atractivo para el pueblo ruso, que ha sufrido por décadas las consecuencias del odio a la fe del marxismo.

Para el sistema filosófico marxista aplicado por Lenin y Stalin, la principal fuerza motriz era el odio a Dios, más fundamental que sus pretensiones políticas o económicas. El ateísmo militante es el pivote central de todo comunismo. El empeño en construir un mundo en el que Dios no tenga cabida.

Es el engaño de Satanás cuando tienta a Jesús. Ningún reino de este mundo es el Reino de Dios, ninguno puede pretender instaurar la justicia para siempre, la paz definitiva, el bienestar para todos. El reino humano permanece humano, como explica Josep Ratzinger en Jesús de Nazaret. ”El que afirme que puede edificar el mundo según el engaño de Satanás, hace caer el mundo en sus manos.”

Decenas de millones cristianos ortodoxos (obispos, sacerdotes, religiosos y laicos) fueron encarcelados, torturados y asesinados por no renunciar a su fe. Se prohibió a los laicos el acceso a la Iglesia y educar en la fe a sus hijos. Dios estaba prohibido y perseguido.

Para un pueblo que ha pasado por eso, el materialismo consumista y ateo de Occidente, tan parecido en el fondo al materialismo marxista, no tiene nada de atractivo.

Es clarificador, afirma Sarah, el absurdo odio de ciertas élites de Occidente hacia la Iglesia ortodoxa rusa, una Iglesia de santos y mártires.


Migraciones y globalización

El papa Francisco ha manifestado que la gestión de las políticas migratorias debe ser respetuosa tanto con los acogidos como con los que acogen. 

Dios nunca ha querido los desarraigos. Es una falsa exégesis utilizar la palabra de Dios para valorizar la migración. Cada uno de nosotros ha de vivir en su país, arraigar y crecer en su cultura. Más vale ayudarles a crecer en su cultura que animarles a venir a una Europa en plena decadencia, afirma Sarah.

Hay que preocuparse de los que dejan su tierra. Pero ¿por qué la dejan? Porque poderosos sin fe, para los que sólo cuenta el poder y el dinero, han desestabilizado esas naciones. Eso plantea enormes dificultades, pero lo que la Iglesia tiene que hacer es devolver a los hombres la capacidad de mirar a Cristo. Esa es su gran misión divina.

La globalización pretende separar al hombre de sus raíces, de su religión, su cultura y su historia. Y convierte al hombre en apátrida sin país ni tierra.

Dios no nos quiere uniformes.  Ha querido un mundo plural, una naturaleza multiforme, unas diferencias enriquecedoras entre los hombres. Si el planeta fuera un océano sin fronteras sería una pesadilla. Las naciones son grandes familias en las que los hombres echan raíces y establecen vínculos. No somos meros agentes económicos o consumidores.

Asistimos a una invasión programada, dirigida y admitida por los gobernantes de Occidente, cuyos entresijos clandestinos conocen perfectamente los servicios de información de los países europeos.

La única solución es el desarrollo de África, y no actitudes como el pacto de Marrakech, que se han negado a firmar países con sentido común como Italia o Polonia. Es una irresponsabilidad de los gobiernos acoger personas sin ofrecer garantías de una vida digna: techo, trabajo, vida familiar y religiosa estable.


Libertad y felicidad

Poderes mediáticos y financieros difunden en Occidente una noción falsa de libertad, vacía de contenido, y en su nombre una nueva moral que nos está convirtiendo en sus esclavos. En la nueva moral el mal se presenta como bien, y la verdad se sacrifica en el altar de la falsa libertad, que es la nueva idolatría de occidente.

Se podría decir que Occidente camina hacia la civilización del caos de los deseos satisfechos, del disfrute de placeres precarios que son incapaces de dar la felicidad. Lo reflejan datos como el terrible número de suicidios de adolescentes en Europa, o el enorme consumo de antidepresivos.

Eso es impensable en África, en las pequeñas comunidades donde se respetan las leyes de la naturaleza y en los que Dios sigue siendo el fundamento de la vida. En esas comunidades no hay marginados, ni el dinero tiene más importancia que la calidad de las relaciones humanas y de la relación con Dios. Allí los pobres son felices: se saben acompañados, unidos por vínculos firmes.

La libertad auténtica conduce a la virtud y al heroísmo. La falsa libertad que difunden los poderes mediáticos y financieros de occidente conduce al vacío, crea ciudadanos incapaces de sacrificarse ni comprometerse por la auténtica libertad, a la que desprecian.

Pero la verdadera libertad, la única que conduce a la felicidad, es la que reconoce que el hombre está herido por el pecado original, y que el ejercicio de la libertad pasa por apartarse del pecado.

El hombre no es naturalmente bueno, como pretenden hacernos creer. Tiene la triste capacidad de escoger el mal y hacerse daño a sí mismo y a los demás. Una triste capacidad que puede llevar al suicidio de sociedades enteras cuando no se tiene en cuenta. Esa es la verdad que la Iglesia debe repetir incansablemente, si quiere ser leal a su misión.


El remedio: cristianos fieles a Jesucristo

Nuestra misión no consiste en salvar a un mundo que muere. A ninguna civilización se le ha prometido vida eterna. Nuestra misión es vivir fielmente la fe recibida de Cristo. Así salvaremos la herencia de siglos, aunque seamos pocos, y la transmitiremos íntegra a las futuras generaciones.

No se trata de ganar elecciones ni de influir en opiniones. Se trata de vivir el Evangelio de modo concreto. La fe es como el fuego: para poder transmitirla tiene que arder. Hemos de cuidar ese fuego sagrado, para que sea nuestro calor y nuestra luz en medio del invierno de Occidente. 

Cuando un fuego ilumina una noche fría, los hombres poco a poco se acercan a él: fuera hace mucho frío y mucha oscuridad. Esa debe ser nuestra esperanza.


Rasgos de la misión de los Papas recientes

El cardenal Sarah muestra su plena sintonía con los papas recientes. 

De san Pablo VI resalta su que coraje de defender a contracorriente la vida y el amor verdadero en la encíclica Humanae Vitae. 

De san Juan Pablo II, que supo iluminar la verdadera visión de la persona uniendo la fe y la razón en una poderosa antropología. 

De Benedicto XVI, su capacidad de enseñar la fe con una profundidad sin igual. 

Y de Francisco, su esfuerzo por salvar el humanismo cristiano, y su condena de la explotación económica del hombre.

Algunos han querido ver una supuesta oposición entre los planteamientos del cardenal africano y las enseñanzas del papa Francisco, pero no hay tal. Un examen de los textos íntegros de Francisco permite ver que con palabras similares se refiere a los mismos temas, aunque con frecuencia los medios “mediatizan” sus palabras para resaltar sólo unos acentos, silenciando otros. A lo largo del libro, y en todas sus declaraciones, Sarah manifiesta esa plena unión y lealtad al magisterio del papa Francisco.


Unidad y fraternidad en el seno de la Iglesia

La experiencia de la fe es personal, y es también comunitaria. La Iglesia es familia. El cardenal Sarah glosa el relato de Hemingway, El viejo y el mar.

El anciano pescador se hace a la mar en solitario. Pesca un pez tan enorme  que no puede subirlo a bordo. A duras penas logra atarlo a un costado de la barca, e intenta remolcarlo a puerto. Pero los tiburones descubren la presa y la acometen. Cuando el anciano llega a puerto, contempla desolado que sólo queda la espina de su enorme pez. No ha tenido quien le ayudara a ponerlo a salvo de los tiburones.

Hoy –dice Sarah- el mar está infestado de tiburones que pretenden devorar nuestros valores cristianos y nuestra esperanza. Ir solos es exponerse a perder el gran tesoro de la fe.

Tenemos que apoyarnos mutuamente en la fe, caminar como una comunidad unida alrededor de Cristo. “Porque donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos.” Es de esa Presencia de Cristo de donde podemos sacar nuestra fuerza.  Resta con noi!

Son conceptos que el cardenal africano reitera una y otra vez, que a alguno pueden parecer alarmistas. Pero que manifiestan su convencimiento de que es preciso un giro urgente del rumbo para evitar el precipicio.

Sus palabras son similares a las que de un modo u otro nos dirigen el papa Francisco y los papas recientes. Cada cual debe sacar sus consecuencias.

Es sugerente también esta conferencia de Sarah, con sacerdotes en Ávila







miércoles, 13 de marzo de 2019

Rebelión en la granja


Rebelión en la granja. George Orwell (1903-1950)



Hay autores que saben mirar a su alrededor con ojos libres, y extraen una predicción sabia del futuro al observar con sentido común la evolución de los acontecimientos y las políticas de los gobernantes. George Orwell ha sido  uno de los más preclaros en tiempos recientes. Tanto Rebelión en la granja, escrita en 1945,  como 1984, publicada en 1949, son dos avisos a sus coetáneos, y a la posteridad, para que sean conscientes de lo que se les viene encima si se dejan embaucar por la retórica ideológica.


G. Orwell nació en la India, en el seno de una acomodada familia de funcionarios británicos. Estudió en Eton, pero renunció a un futuro cómodo porque le disgustaba e inquietaba el papel de Inglaterra en el Imperio británico. Se hizo socialista. A los 35 años, en 1938, vino a España para luchar en la guerracivil en el bando republicano. Y como tantos jóvenes que lucharon junto a los comunistas contra las tropas de Franco, se convirtió en un acérrimo anticomunista. Como escribe Charles van Doren,  al igual que otros, sintió que los comunistas habían traicionado la revolución española, y nunca se lo perdonó, ni a ellos ni a la Unión Soviética, de la que procedían principalmente.”

                                               George Orwell

Rebelión en la Granja es una de las mejores fábulas políticas que se han escrito. Orwell vuelca en ella su experiencia en la guerra civil española, su ilusión inicial y su pronto desengaño. Los animales se rebelan contra el granjero. Quieren gobernar por ellos mismos, al grito de “todos los animales son iguales”. La frase queda  grabada a la vista de todos, como expresión de la nueva revolución que traerá la igualdad y la felicidad soñadas para siempre.


Pero enseguida los cerdos, al parecer más inteligentes, empiezan a ser los que toman las decisiones, mientras a los demás les toca trabajar y obedecer. Hasta que una buena mañana los animales descubren, perplejos, que alguien ha completado la frase bandera de la revolución: “…pero algunos son más iguales que otros.


La distorsión del lenguaje ha caracterizado a todas las tiranías de nuestro tiempo. Y las sigue caracterizando. Esa retórica sentenciosa de los cerdos es la retórica de los políticos y manipuladores de la historia y la cultura.


Orwell la trata magistralmente también en otro de sus libros premonitorios: 1984.  Publicado en 1949, anticipa el control tiránico, sutil y omnipotente, del Gran Hermano, que vigila permanentemente para que nadie disienta –¡¡ni de pensamiento!!- de la ideología oficial.





El Gran Hermano impone su neolengua, en la que las palabras se emplean para mentir, y no para decir la verdad. Y como el poder tiránico del Gran Hermano no entiende de bromas ni está dispuesto a veleidades, crea un cuerpo de policía especial, la Policía del Pensamiento para controlar hasta las palabras que empleamos (¡¡ay del que las pronuncie!!). Y, por supuesto, hasta el sexo: una fuerza y un poder demasiado importante como para dejarlo en manos de personas libres. El Gran Hermano mete también ahí sus pezuñas.


Orwell vió venir ese encarcelamiento de las libertades, y nos advirtió con tiempo. Son tiempos de no dejarse embaucar, y para ello fortalecer el sentido crítico ante lo que nos intentan vender los embaucadores de turno. Y resistir a ciertas censuras. Si queremos vivir en libertad, claro.

P/D: vean por ejemplo esto









martes, 12 de junio de 2018

El precio a pagar.

El precio a pagar. Joseph Fadelle. Ed. Rialp









"Huí de Irak por mi conversión al cristianismo", es el significativo subtítulo de este apasionante relato de una historia real, protagonizada por el heredero de una aristocrática familia chií, emparentada con Jomeini, en el Irak de Sadam Hussein.



Durante el servicio militar, Joseph (por entonces Mohamed) coincide con un cristiano, al que mira con superioridad y desprecio. No entiende que un irakí pueda no ser musulmán. Considera una debilidad despreciable que la Biblia enseñe que hay que amar a los enemigos. Y se propone convertirlo a la fe de Mahoma. 



Ante su sorpresa, cuando intenta que le hable de su fe, el cristiano elude la conversación. En un país islámico hay terror entre los cristianos ante la posible acusación de enseñar el cristianismo a un musulmán, "delito" que se paga con la pena de muerte. 



Ante su insistencia, el cristiano le responde con una propuesta singular: si quiere que le hable de Jesucristo y de sus enseñanzas, primero debe empezar por leerse el Corán



Mohamed, ofendido de que alguien dude de su conocimiento del Corán, pero deseoso de iniciar cuanto antes al diálogo que busca, acepta el reto y comienza a leer el libro de Mahoma con calma y sentido crítico, como le ha recomendado el cristiano. 


Perplejo, descubre que hay demasiadas cosas que le chirrían: incitación a la violencia y al odio, coacción de la libertad, desprecio a la mujer... en las que nunca había pensado. Acude a imanes de prestigio en busca de explicaciones, pero no haya respuestas. Y su fe entra en crisis. 


El día en que  por fin su compañero cristiano acepta dejarle un Evangelio, ha ocurrido algo singular: es la primera vez en su vida que Mohamed recuerda un sueño, el que ha tenido esa misma noche. Un sueño que acude como un golpe de luz a su mente cuando por fin abre al azar el Evangelio y lee: "Yo soy el Pan de Vida...". 


Esas palabras son justo la llave que abre el sentido de su sueño. Y nace una aspiración profunda en su alma: Alguien le está llamando hacia la Verdad, y debe buscarle. La obligación de seguir a la Verdad, para una persona coherente, es más fuerte que todos los vínculos y ataduras que lo impidan.


Pero para el islam religión y vida social se identifican. Cortar con la religión familiar es romper los vínculos con los suyos, prepararse a sufrir y a morir, no solo socialmente, sino también físicamente, a manos de su propia familia: el musulmán que abandona su fe debe morir, ordena el Corán


La eliminación de los apóstatas es norma de conducta practicada desde la aparición del islam, incluso por encima del afecto que une a los miembros de una misma familia. Mohammed tendrá ocasión de experimentar esa ley inhumana.  

Cuando su familia descubre sus dudas de fe, se desata una inaudita violencia que le lleva a la tortura y a la cárcel, primero, y más tarde a un intento de asesinato a manos de sus propios hermanos, del que salvó la vida milagrosamente.

La decisión de convertirse requiere heroísmo. Lo requiere incluso la decisión previa de conocer mejor el cristianismo:  antes de su conversión,  Mohammed lleva consigo el Evangelio, pero oculto debajo de la camisa, atado a la cintura, para que nadie le descubra. Lo lee a escondidas, porque sabe que se la juega. 

Su amigo militar cristiano desaparece un día. No vuelve a saber de él. Y comienza un peregrinaje en busca de alguien que le explique la fe cristiana, de una iglesia que le abra sus puertas. Pero los cristianos recelan, temerosos de que sea un engaño para denunciarles. 

La historia es de sufrimiento, pero en este caso acaba bien. Es tremendo comprobar la asfixiante falta de libertad de los cristianos en países de mayoría islámica. La única opción para ser bautizado es huir del país. Bautizarse allí es disponerse a morir, y a que sufra toda la comunidad cristiana de acogida, comenzando por quienes le hayan explicado la fe de primera mano. 

Una lectura muy recomendable, que invita a agradecer la libertad de religión que disfrutamos en países de raíz cristiana, y a trabajar para seguir creando ámbitos de libertad, convivencia y respeto a las conciencias en todo el mundo. 







viernes, 16 de marzo de 2018

Conversaciones con monseñor Escrivá de Balaguer. Edición crítico-histórica



Conversaciones con monseñor Escrivá de 
Balaguer. Edición crítico-histórica. 


José Luis Illanes y Alfredo Méndiz. Ed. Rialp

Este volumen pertenece a la serie de ediciones crítico-históricas que el Instituto Histórico San Josemaría Escrivá de Balaguer viene preparando, con meticuloso rigor y amplio aparato documental, de las Obras Completas del fundador del Opus Dei.


Conversaciones... recoge una serie de entrevistas que san Josemaría concedió a periodistas de diversos medios de comunicación entre 1966 y 1968. Aunque responde a numerosas cuestiones, su finalidad primordial era explicar a un público amplio el espíritu y el apostolado del Opus Dei.


Desde la primera edición, junto a las entrevistas se incluyó el texto de la homilía “Amar al mundo apasionadamente”, pronunciada en el campus de la Universidad de Navarra en 1967.



Encuentro en la Universidad de Navarra



Enamorado del periodismo

El fundador del Opus Dei estaba convencido de la importancia de los medios de comunicación. Si desde 1928 supo que debía dedicar su vida a facilitar a todo tipo de personas el encuentro con Cristo, entendió que para comunicar a Cristo era preciso también cultivar el apostolado de la inteligencia. Acrecentó su aprecio a la universidad, al estudio y la investigación, y a cuanto ayudase a mejorar la competencia de los profesionales de la comunicación.


Este aprecio al periodismo y a los periodistas, que hunde sus raíces en el mismo núcleo de su misión fundacional (dar a conocer la Verdad, encarnada en Cristo), se manifestó de muchos modos a lo largo de su vida. En 1941 fue profesor de Ética en la Escuela de Periodismo de Madrid. Animó a muchos jóvenes con cualidades a orientar sus estudios hacia los medios y la creación audiovisual, porque era consciente de la importancia de esas profesiones para la convivencia y una opinión pública sana. En 1958 promovió en la Universidad de Navarra la Escuela de Periodismo, la primera en España con rango universitario.

Facultad de Comunicación Universidad de Navarra


Un rasgo de su personalidad explica también su cercanía al periodismo: su capacidad de empatía con las personas,  sus dotes de comunicador, que quedan patentes en  abundantes documentos audiovisuales y escritos que recogen parte de su amplísima actividad pastoral.






Dar a conocer la verdad

Desde sus comienzos, el Opus Dei tuvo que sufrir incomprensiones y calumnias hacia su labor apostólica. Aunque la respuesta de san Josemaría durante muchos años fue “callar, rezar, vivir, sonreír” (y esto por serios motivos, muy bien explicados en el libro) a partir de 1963 cambió de criterio. Vio que era momento de hablar para hacerse entender mejor. Lo requería la extensión universal que había alcanzado la Obra, y la creciente atención de la prensa internacional a los temas católicos y al propio Opus Dei. Era preciso dar a conocer la verdad.


Lo requería también el desarrollo del Concilio Vaticano II, que acababa de asumir como fruto más preciado el núcleo del mensaje del OpusDei: la llamada universal a la santidad, y junto a ella el papel de los laicos en la Iglesia, llamados a tomar conciencia de la dignidad de su condición cristiana y del sentido de su vocación y misión en el mundo que de ahí se derivan. Eran ideas (luces recibidas de Dios) por las que años atrás algunos habían acusado de hereje al fundador.


Además, el Concilio había abierto el cauce jurídico definitivo para el Opus Dei con la figura de las prelaturas personales, prevista en el Decreto Presbyterorum Ordinis, aprobado en diciembre de 1965. Un cauce que se ajusta precisamente a la naturaleza de la Obra, y que le permiten reafirmar su realidad secular.


Por todos estos motivos san Josemaría comenzó a impulsar la publicación de estudios que mostraran sin polémicas el espíritu del Opus Dei. Promovió también la creación de Oficinas de Información, para atender a periodistas y a cuantos desearan conocer mejor el Opus Dei. Y se prestó a conceder entrevistas a los medios.



El formato entrevista 

La entrevista no era formato del agrado de san Josemaría, subraya Illanes, que trabajó muchos años junto a él. Su carácter fuertemente comunicativo y su don de lenguas resaltaban en el diálogo persona a persona y en grupos más o menos numerosos.  Pero en la entrevista se sentía encajonado, sin libertad para expresar con espontaneidad y precisión su pensamiento.


Pero accedió a concederlas, por la razón fundamental de que deseaba llegar  a la opinión pública con una explicación autorizada de la realidad del Opus Dei. Esa es la principal de las claves de lectura de Conversaciones: el Opus Dei y el modo en que su fundador da razón de su naturaleza, su espíritu y su actividad.


Cinco meses después de concluido el Concilio concedió la primera de las entrevistas, a Guilleme-Brulon. Fue publicada el 16 de mayo de 1966 en Le Figaro (Paris). Siguieron en meses sucesivos otras a The New York TimesL´Osservatore della Domenica, Time, Gaceta Universitaria, Palabra, Telva y Mundo Cristiano.




Carácter espiritual del Opus Dei y libertad de sus miembros

Junto a la naturaleza exclusivamente espiritual y apostólica del Opus Dei, y como consecuencia necesaria, una de las líneas de fondo en que insiste san Josemaría es la libertad de los fieles del Opus Dei en todas las cuestiones temporales.


Resalta que las dificultades para entender esa libertad pueden provenir bien de actitudes totalitarias (que excluyen cualquier posición que no sea la propia), o bien del pensamiento naturalista (que no concibe que puedan existir finalidades sobre-naturales, trascendentes, espirituales y apostólicas, y por tanto interpreta torcidamente, como cobertura de fines insospechados, la afirmación de motivos espirituales).


San Josemaría es tajante al afirmar la libertad de que gozan los fieles de la Obra, porque sabe que en esto la Obra se juega su esencia: sus miembros no tienen en común ni ideología, ni mentalidad, ni interés temporal. Y por eso referirse al Opus Dei cuando se habla de cuestiones temporales es injusto y próximo a la calumnia.


Defiende que ser católico no significa formar grupo, ni siquiera en lo cultural e ideológico, tampoco en lo político. Esta convicción -que vivió y enseñó a vivir- fue también motivo de incomprensiones en el seno de la Iglesia, por parte de quienes eran partidarios de que los católicos se unieran en un único partido.


Es significativo que las incomprensiones hacia el Opus Dei, en la España de los años 40 del siglo XX, fueran difundidas precisamente por personas con mentalidad de monopolio o de partido único: algunos religiosos jesuitas y algunos representantes de Falange. Tuvo que intervenir para cortar esas incomprensiones el obispo de Madrid, Leopoldo Eijo y Garay, buen conocedor de san Josemaría y de la Obra.



Don de lenguas

A pesar del “encajonamiento” al que se siente sometido con el formato de entrevista, se percibe en el texto el don de lenguas, la claridad con que expresa una realidad que tiene viva en su mente y en su corazón: el Opus Dei. Por eso Conversaciones, afirma Illanes, es un texto no condicionado por el momento histórico, y muy útil para un adecuado conocimiento del Opus Dei.


Illanes en la presentación de Conversaciones




Illanes subraya también la armonía y proporción en los temas que se reflejan en el conjunto de entrevistas, que no son un mero conglomerado de asuntos dispersos, sino que obedecen a un interés expreso del entrevistado en subrayar los rasgos decisivos en la proporción   conveniente. 


Es significativo, por ejemplo, que en el 40% de las respuestas habla del trabajo (“noble fatiga creadora de los hombres… uno de los más altos valores humanos”), punto central del mensaje del Opus Dei.


Aparecen también con frecuencia, en proporción armónica, otros aspectos necesarios para captar la espiritualidad de la Obra: la Iglesia como comunidad viva y familiar; la valoración positiva del mundo y de las realidades terrenas, lugares de encuentro con Dios; la igualdad y complementariedad varón-mujer y su reflejo en la familia y la sociedad (“no en vano los creó Dios hombre y mujer…”); su visión del papel de los intelectuales, cuya labor creativa debe hacer presente en la sociedad la luz del espíritu cristiano...



Llevar la verdad a la opinión pública


San Josemaría era un hombre profundamente convencido de la fuerza de la verdad, y enamorado de la libertad. Alguno de sus alumnos de 1941 recordaba haberle oído explicar -con fuerza inusitada en esos años, apenas acabada la guerra civil- que periodismo es lo que se escribe desde la libertad y desde la responsabilidad personal. Y que sin libertad no hay periodismo, sino propaganda.



Homilía en el campus de la Universidad de Navarra. 1967


A partir de 1968 san Josemaría decidió llegar al gran público mediante la publicación de algunas de sus homilías y meditaciones. La homilía que pronunció en otoño de 1967 en el campus de la Universidad de Navarra, ante miles de personas, demostró que muchísimas personas deseaban seguirle. Esa homilía, que puede definirse como paradigmática de su mensaje, se incluyó junto a las entrevistas desde la primera edición de Conversaciones. Puede escucharse con la voz de san Josemaría en este audio.



  



Conversaciones Con: por periodistas para periodistas

Es significativo que la presentación de esta edición de Conversaciones en Madrid corriera a cargo de un nutrido grupo de profesionales del periodismo, de reconocido prestigio y muy diferentes ideologías, que manifestaron con su presencia el agradecimiento a un legado que sigue vivo.




Ese acto dio origen a un innovador foro permanente de periodistas, Conversaciones.con.  Otros similares habían surgido ya años antes entre profesionales de la información en diversas partes del mundo, como la Fundación Coso, en Valencia. 

Periodistas conscientes de su responsabilidad en la vertebración de una sociedad civil viva, que se reúnen para reflexionar sobre cómo mejorar su trabajo. 

Ver también esta reseña de la presentación de Conversaciones... en Valencia.