miércoles, 6 de agosto de 2014

Álvaro del Portillo en Valencia





       El sucesor del fundador del Opus Dei será beatificado el 27 de septiembre en Madrid, en una ceremonia presidida por el cardenal Angelo Amato, prefecto de las Causas de los Santos. Acompañó a San Josemaría en sus viajes a Valencia en numerosas ocasiones, y también aquí dejó una huella imborrable.


La biografía de Álvaro del Portillo está íntimamente unida a la del fundador del Opus Dei, desde que le conoció en 1935 siendo un joven estudiante de Ingeniería de Caminos. Pronto se convirtió para el fundador en un firme apoyo, y le acompañó en los primeros viajes de expansión de la labor apostólica del Opus Dei a diversas ciudades españolas. Valencia fue la primera de ellas, y el fundador la visitó por primera vez en abril de 1936.  



El ingeniero Álvaro del Portillo junto a San Josemaría en los Viveros. 
Valencia, 1939



Se conservan numerosas cartas que Álvaro escribió en 1937 desde la Legación de Honduras en Madrid, donde estaba refugiado, a las personas del Opus Dei que se encontraban en Valencia. A pesar de las circunstancias, las cartas rebosan buen humor, optimismo, sentido sobrenatural y gran afán de almas. Les anima a mantenerse unidos, a vivir la comunión de los santos y a cuidar las cosas pequeñas en esos tiempos duros y peligrosos, para cumplir la voluntad de Dios. “Es el único procedimiento de poder hacer algo, estar muy unidos entre nosotros y todos al abuelo [san Josemaría] y a los buenos amigos que éste tiene: D. Manuel {el Señor], su Madre [la Virgen]…”

En julio de 1937 escribe de nuevo a los de Valencia, desde su refugio, con el lenguaje enmascarado para eludir la censura de guerra: “Por las noches, cuando los demás están aún levantados, el abuelo [san Josemaría] y yo, tumbados en los colchones extendidos, charlamos sobre todas estas cosas de familia [el Opus Dei]. Verdaderamente que las circunstancias dificultan el desarrollo del negocio [del apostolado]. Todo serán inconvenientes. La cuestión económica, la falta de personal: todo. Sin embargo, y a pesar de sus años, el abuelo no se deja llevar nunca del pesimismo. La falta de pesetas le tiene –nos tiene a todos- sin cuidado. Todo está en que se trabaje con mucho cariño; esto y la mucha fe en el éxito todo lo vence. Esto dice el pobre viejo. Pero lo que siente mucho –sentimiento compatible con la que esperanza que le anima- es la falta de personal. Contando con todos los de la familia, hay muy pocos, ¡qué no será, por lo tanto, si aun de esos pocos, alguno muere o queda inútil para el negocio!...

En octubre de 1937 la madre de Álvaro, doña Clementina, de nacionalidad mexicana, pudo embarcar con sus hijos más pequeños en el puerto de Valencia rumbo a Marsella.  Su marido y padre de Álvaro, don Ramón, acababa de fallecer en Madrid, después de meses de cárcel y vejaciones.


Entre 1939 y 1992 Álvaro estuvo en Valencia al menos en 12 ocasiones, la mayor parte de ellos acompañando a san Josemaría.

Del 7 al 13 de junio de 1939 viaja desde Olot, donde estaba destinado, para asistir a un retiro espiritual que predicó san Josemaría en el Colegio Mayor san Juan de Ribera,de Burjasot. Fue un viaje penoso, de varios días, pues las carreteras y ferrocarriles estaban en ruinas a consecuencia de la guerra civil. 

Desde Burjasot (Valencia), el 6 de junio, le había escrito san Josemaría estas letras: «Saxum!: esperan mucho de ti tu Padre del Cielo (Dios) y tu Padre de latierra y del Cielo (yo)», haciendo referencia a la filiación espiritual de los fieles de la Obra respecto al fundador.



Álvaro rememoraba años después ese viaje en una reunión familiar: “Pude conseguir un permiso y marché a Valencia, donde estaba nuestro Padre. No había facilidades de comunicación; estaban los puentes destrozados por la guerra; lo mismo los ferrocarriles. Para ir desde donde estaba –en Olot, provincia de Gerona- a Valencia, empleé cuarenta y ocho horas. Utilicé el método del auto-stop: conseguía que se parase un camión que me llevaba hasta un sitio donde la carretera se interrumpía; después seguía andando hasta llegar de nuevo a otra carretera y allí cogía otro medio de locomoción… Total que tardé cuarenta y ocho horas, en las cuales no dormí. Lllegué muy cansado, y el Padre al verme me dijo: tú, lo que has de hacer es acostarte. Yo le dije: Padre, si está usted predicando un curso de retiro; déjeme asistir porque desde hace muchos meses no lo hago. El Padre me contestó: bueno, haz lo que quieras. Y entré en una meditación. (…) En cuanto apagaron la luz y empezó nuestro Padre a hablar, comencé a roncar de una manera tremenda con gran indignación de todos los que escuchaban a nuestro Fundador (…) Mis ronquidos no molestaban a nuestro Padre.” (cfr. “Álvaro del Portillo”, Javier Medina, Ed. Rialp)



El 5 de septiembre hizo un nuevo viaje, que se prolongó   hasta el día 20. Junto a san Josemaría, puso en marcha los primeros pasos de la formación cristiana de jóvenes profesionales y universitarios que acudían a lo que fue embrión de la  residencia de estudiantes Samaniego, en un pisito tan pequeño que le llamaron El Cubil. Meses después pudo trasladarse a  un viejo caserón casi en ruinas en la misma  calle Samaniego. Allí estuvo el primer centro del Opus Dei en Valencia, hasta que en 1950 pudo inaugurarse el Colegio MayorUniversitario de la Alameda.


Los viajes a Valencia, ahora desde Madrid, se sucedieron sin descanso en los meses siguiente. En 1940, del 4 al 6 de enero, del 6 al 8 de abril, del 18 al 20 de julio… Hay que tener en cuenta que, para aprovechar las horas del día, solían viajar de noche, en aquellos trenes desesperadamente lentos e incómodos de la época. En el trayecto aprovechaba para estudiar, y al regresar iba directamente de la estación a las clases en la universidad.

Durante los días 4 al 12 diciembre de 1940 realizó un viaje de estudios con sus compañeros de la Escuela de Ingenieros, que tuvo por destino Valencia y Alicante.  El diario que los estudiantes acostumbraban a redactar en la residencia  de la calle Samaniego deja constancia esos días de la simpatía y afecto que inspiraba la amable personalidad de Álvaro. Hoy llega Álvaro con todos los de su promoción que hacen un viaje de prácticas por Valencia y Alicante. Durante su estancia en ésta residirá en casa. Hoy no come en casa pues ha salido con los compañeros. Por la tarde lo podremos abrazar ya”.

Vino también del 26 al 28 de marzo de 1943, y regresó el 20 de abril de ese año  para realizar exámenes de licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad Literaria.

Trasladado a Roma junto al fundador en 1946, regresó a Valencia en 1972, acompañando a san Josemaría durante su viaje de catequesis por la península ibérica. Estuvieron entre el 14 y el 20 de noviembre en la casa de retiros y convivencias La Lloma, en Rafelbunyol. La escritora Ana Sastre lo recuerdo en este pasaje de su libro "Un tiempo de caminar"

En La Lloma estuvo también junto a san Josemaría del 2 al 8 de enero de 1975, en las que serían las últimas navidades del fundador del Opus Dei.



En La Lloma, Rafelbunyol, en 1972, durante un encuentro del fundador del Opus Dei con   jóvenes valencianos.



Fallecido el fundador, Álvaro del Portillo regresó a Valencia en mayo de 1978. Realizó su último viaje a nuestra ciudad en enero de 1992, para asistir al funeral de su buen amigo monseñor Miguel Roca Cabanellas, arzobispo de Valencia. Muchos recuerdan su actitud recogida y piadosa rezando de rodillas ante los restos de don Miguel, en el palacio episcopal de Valencia. Se alojó durante esos días en el Colegio Mayor Universitario Albalat, donde mantuvo coloquios con profesores y estudiantes de las universidades valencianas. 


                       En el Colegio Mayor Universitario Albalat, de Valencia, en 1992.
 


Conoció y trató estrechamente a  los obispos de Valencia: Marcelino Olaechea, José María García Lahiguera,  Miguel Roca y Agustín García Gasco. Éste  últimos dejó escrito un testimonio en el que entre otras cosas decía: “Recuerdo con especial admiración su actitud serena y su deseo de perdón ante la campaña de calumnias que algunos suscitaron en torno a la beatificación del Fundador del Opus Dei”. 



Durante el tiempo que estuvo al frente del Opus Dei como Prelado (1975-1994) recibió a numerosas familias valencianas, que  acudían a visitarle a Roma. Todos recuerdan con alegría y agradecimiento su amable y paternal acogida, y sus consejos llenos de optimismo y visión sobrenatural. Siempre animaba, con una sonrisa que desarmaba, a “arrimar el hombro” para servir mejor a la sociedad con el trabajo profesional de cada uno, sabiendo descubrir las necesidades de los demás, y ayudando a promover iniciativas educativas y asistenciales para mejorar las condiciones de vida, especialmente en los países más necesitados


Durante las jornadas de su próxima beatificación, y como agradecimiento a Álvaro del Portillo,  se reunirán en Madrid representantes de cuarenta de esas iniciativas sociales. Una de ellas es Harambee, que realiza proyectos de desarrollo y promoción en diversos países de África, y en los últimos años viene desarrollando también una creciente actividad en Valencia.












lunes, 28 de julio de 2014

Álvaro del Portillo, un ejemplo cercano


Impresiona comprobar el cariño que Álvaro del Portillo despierta en gentes de los cinco continentes. Su figura amable y cercana invita a imitarle en su generosa entrega a los demás. Y, ahora que puede hacerlo desde el cielo, invita también a pedirle ayuda en las necesidades espirituales y materiales.

De eso acaba de hablar el Prelado del Opus Dei en Guatemala. Aquí dejo un corto video en el que explica el sentido de la próxima beatificación:







domingo, 6 de abril de 2014

Álvaro del Portillo, maestro de vida cristiana




 


            El periodista y escritor Salvador Bernal ha estado en Valencia para dar una conferencia sobre la beatificación de Álvaro del Portillo en su centenario. El acto se celebró en la parroquia de san Josemaría, y fue seguida con gran interés por centenares de personas que llenaron la nave del templo.



          Bernal es autor de dos libros biográficos sobre el futuro beato. En su intervención, destacó la humanidad y el don de gentes del sucesor de san Josemaría Escrivá al frente del Opus Dei: lo considera un hombre bueno, "en el buen sentido de la palabra, bueno”, que decía de sí mismo Antonio Machado. Fue un hombre de gran corazón, pendiente de los demás, profundamente agradecido. “Adivinaba tus problemas, y se adelantaba a resolverlos sin hacerlo valer.”


            Precisó que esa bondad no se confunde con la bondadosidad: desde su trato personal con Álvaro del Portillo, refirió detalles de su vida que manifiestan una especial reciedumbre, con enfermedades desde la infancia y hasta el final de sus días.


       Esa fortaleza se manifestó, a juicio de Bernal, no sólo al conllevar problemas físicos, sino, sobre todo, ante las graves dificultades que vivió, junto al fundador del Opus Dei, en los años cuarenta en España, y luego en Roma, hasta conseguir la deseada solución jurídica. “Los santos se manifiestan en su entereza ante las dificultades”.

            Álvaro del Portillo fue una importante personalidad de la vida eclesiástica en la segunda mitad del siglo XX. Entre otras manifestaciones, tuvo un papel decisivo en el Concilio Vaticano II. Juan XXIII le nombró consultor y presidente de una de las comisiones preparatorias de la futura asamblea ecuménica, sobre el papel de los laicos en la Iglesia. Fue luego secretario de la que estudió los problemas del sacerdocio en aquel tiempo y redactó el decreto Presbyterorum ordinis, aprobado el 7 de diciembre de 1965 con sólo cuatro votos en contra.


        Pablo VI, aparte de confirmarle en sus cargos, le nombró consultor de la comisión para la revisión del Código de Derecho Canónico. En 1966, le designaría consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y luego Juez del Tribunal para las causas de competencia de ese Dicasterio.


       Se comprende la inmensa alegría con que –unido a san Josemaría‑ acogió las enseñanzas del Concilio Vaticano II. Agradecía al Espíritu Santo ese impulso vivificante para la fidelidad y expansión de la Iglesia en el siglo XX.


La paternidad espiritual, encarnada por nuestro queridísimo Fundador de modo inigualable, pasó a este pobre hombre que ahora es vuestro Padre. Verdaderamente cor nostrum dilatatum est (II Cor. VI, 11): mi corazón se dilató para quereros, a todos, a cada una y a cada uno, con cariño de padre y de madre, como nuestro Padre había pedido para sus sucesores.
(Salvador Bernal, Recuerdo de Álvaro del Portillo. Ed. Rialp, p. 157).
Juan Pablo II saludo a Álvaro del Portillo en la plaza de San Pedro


        También Juan Pablo II le manifestó un especial cariño: acudió a rezar a la capilla ardiente de don Álvaro del Portillo el día de su fallecimiento, 23 de marzo de 1994. 


            La causa de beatificación se abrió en marzo de 2004, poco antes del tránsito al cielo de Juan Pablo II. Cumplidos los diversos trámites y estudios, Benedicto XVI declaró el 28 de junio de 2012 que constaban las virtudes heroicas y la fama de santidad del Siervo de Dios Álvaro del Portillo. Apenas un año después, el 5 de julio de 2013, el papa Francisco reconoció un milagro obtenido por su intercesión. Esta coincidencia de los tres pontífices del siglo XXI confirma que Álvaro del Portillo fue un hombre bueno y fiel, maestro de vida cristiana, que sirvió heroicamente a la Iglesia y a las almas.

            Respondiendo a una de las preguntas de los asistentes, acerca de la intercesión de los santos, Bernal contó que en el trato personal Álvaro del Portillo era una persona daba paz: sabía conjugar el trabajo intenso con la serenidad. “A su lado se trabajaba mucho, pero con paz. Por eso ahora son muchos los que acuden a él para pedir la paz: en el mundo, en la propia familia, o ante las contradicciones.”

Salvador Bernal, periodista y autor de dos biografías de Álvaro del Portillo


            Salvador Bernal, editor de la agencia de colaboraciones Aceprensa,  asistió  también a uno de los habituales encuentros de periodistas en la oficina de comunicación del Opus Dei en Valencia. Desde su experiencia en el periodismo de análisis, aportó interesantes ideas sobre la crisis de los medios, en la que apuntó también una importante crisis de pensamiento,  y la misión del periodista de acercar la realidad al ciudadano. Refiriéndose a algunas de sus  experiencias profesionales, resaltó otra de las cualidades patentes en Álvaro del Portillo: su profundo respeto a la libertad personal, a la que siempre añadía una llamada a la responsabilidad.  


            En el encuentro se trató también de la comunicación en la Iglesia. Bernal comentó el alcance mediático de los gestos del papa Francisco. “Para recordar la importancia del sacramento de la Penitencia, Juan Pablo II se hizo fotografiar confesando en san Pedro. Ahora el papa Francisco ha logrado un impacto de alcance con la fotografía en la que él mismo está confesándose: un gesto muy suyo, insólito en la historia del papado. En una imagen se dice todo: si el mismo papa, que es tan bueno, se confiesa, todos lo necesitamos. El gesto es un hecho que autentifica la palabra.” 


             Esta es la foto de Francisco que ha impresionado al mundo: