miércoles, 21 de marzo de 2018

El caso de Cristo




El caso de Cristo: una película hondamente humana


    En 1980  un periodista del Chicago Tribune, Lee Strobel, emprendió  una cruzada personal para intentar demostrar que Jesucristo era una figura mitificada y el cristianismo una impostura.


    Ateo convencido, la religión en general, y el cristianismo en particular, le parecían propios de una etapa del pensamiento humano felizmente superada. Mera superstición. Por eso no pudo comprender que su mujer, Leslie, una persona inteligente a la que amaba y con la que siempre se había entendido a la perfección, un buen día le hablase de Jesús y de su deseo de abrazar la fe cristiana.


    Lee Strobel no estaba dispuesto a permitir que “ese tal Jesús” se interpusiese en su matrimonio. Pensó que alguien había engañado a su mujer, que le estaban robando su corazón. En vano se esforzó Leslie por hacerle entender que su amor, lejos de disminuir, salía reforzado.


    Strobel se propuso demostrar a su mujer la sinrazón del cristianismo. Se dedicó a hacer lo que todo buen periodista: investigar, contrastar fuentes y confrontarlas. ¿Quién era Jesús? ¿Qué podemos saber de Él? ¿Realmente hizo milagros? ¿Qué pruebas tenemos?


    Y sobre todo, ¿qué pruebas hay de que resucitara? ¿Por qué tantos miles de millones de personas lo han creído, entre ellas algunas de las mejores cabezas de la humanidad, hasta el punto de renunciar a la vida antes que a su fe en Jesús?


    Durante meses dedicó buena parte de su tiempo a entrevistarse con los mejores científicos. Historiadores,  arqueólogos, especialistas en Sagrada Escritura y en lenguas orientales, expertos en estilos literarios, juristas. ¿Son creíbles los relatos del Evangelio? ¿Qué datos históricos avalan lo que allí se cuenta?




    Entrevistó a expertos en medicina forense. ¿Realmente murió Jesús? ¿No podría haber sobrevivido al castigo de flagelación y crucifixión, y por tanto ser un mito su resurrección? ¿En qué consistió realmente su Pasión?


    Lo que descubría le iba llenando  de asombro. Datos científicos  daban más y más credibilidad al Evangelio.  Era tal el torrente de evidencias, que llegó a la conclusión de que hacía falta más fe para seguir siendo ateo que para aceptar a Jesús y su doctrina. Saltaron por los aires sus prejuicios.



    Dio el paso definitivo al leer un pasaje del Evangelio de san Juan: “Mas a todos los que le recibieron (…) les dio potestad de llegar a ser hijos de Dios” (Jn 1, 2). Y se dio cuenta de que no se trataba de adherirse a una idea: el cristianismo consiste esencialmente en aceptar y acoger a una Persona.


    Y contra todo pronóstico Lee Strobel se convirtió al cristianismo. Decidió publicar sus investigaciones en un libro que ha arrasado en ventas: “El caso de Cristo. Una investigación exhaustiva”. En ese libro está basada la película, que tiene también el acierto de mostrar una síntesis clara de argumentos y evidencias.








    No nos tiene acostumbrados la industria del cine a películas en las que los protagonistas se plantean la pregunta sobre Dios. Mas bien nos suele mostrar personajes fríos, descreídos, autosuficientes, que viven como si Dios no existiera. Gente intrascendente, en el sentido pleno de la palabra: que vive como si todo se acabara con la muerte.


    Pero la vida real no es así. Dios está presente en la vida de las personas. Podemos actuar como si Dios no existiese, pero sabemos que tarde o temprano nos va a salir al encuentro. Qué pena dejarlo para el final. Y sobre todo, cuánto nos perdemos por el camino.


    Hay conversiones. La gente reza,  habla con Dios.  Le busca, indaga con su inteligencia en tantas huellas que Dios nos ha dejado para que le encontremos, porque la fe es razonable.  El caso real del periodista Lee Strobel nos muestra que una de esas huellas, quizá la más importante, es la del amor. Un cariño humano, imagen del amor divino, bien alejado del estereotipo  histérico o fanático con que Hollywood a veces falsea lo cristiano.



    El caso de Cristo es una película de buena factura, dirigida por Jon Gunn, con actores creíbles, y buen guión de Brian Bird. Pero sobre todo  tiene el valor de que cuenta un hecho real, sucedido a personas reales. No es apologética. Es sencillamente "lo que está pasando".


    Buen trabajo de Dreams Factory al traer a España este tipo de películas  que, en lugar violencia, zafiedad o trepidante nadería, aportan valor al público, haciéndole aflorar los mejores y más humanos sentimientos. 






viernes, 16 de marzo de 2018

Conversaciones con monseñor Escrivá de Balaguer. Edición crítico-histórica



Conversaciones con monseñor Escrivá de 
Balaguer. Edición crítico-histórica. 


José Luis Illanes y Alfredo Méndiz. Ed. Rialp

Este volumen pertenece a la serie de ediciones crítico-históricas que el Instituto Histórico San Josemaría Escrivá de Balaguer viene preparando, con meticuloso rigor y amplio aparato documental, de las Obras Completas del fundador del Opus Dei.


Conversaciones... recoge una serie de entrevistas que san Josemaría concedió a periodistas de diversos medios de comunicación entre 1966 y 1968. Aunque responde a numerosas cuestiones, su finalidad primordial era explicar a un público amplio el espíritu y el apostolado del Opus Dei.


Desde la primera edición, junto a las entrevistas se incluyó el texto de la homilía “Amar al mundo apasionadamente”, pronunciada en el campus de la Universidad de Navarra en 1967.



Encuentro en la Universidad de Navarra



Enamorado del periodismo

El fundador del Opus Dei estaba convencido de la importancia de los medios de comunicación. Si desde 1928 supo que debía dedicar su vida a facilitar a todo tipo de personas el encuentro con Cristo, entendió que para comunicar a Cristo era preciso también cultivar el apostolado de la inteligencia. Acrecentó su aprecio a la universidad, al estudio y la investigación, y a cuanto ayudase a mejorar la competencia de los profesionales de la comunicación.


Este aprecio al periodismo y a los periodistas, que hunde sus raíces en el mismo núcleo de su misión fundacional (dar a conocer la Verdad, encarnada en Cristo), se manifestó de muchos modos a lo largo de su vida. En 1941 fue profesor de Ética en la Escuela de Periodismo de Madrid. Animó a muchos jóvenes con cualidades a orientar sus estudios hacia los medios y la creación audiovisual, porque era consciente de la importancia de esas profesiones para la convivencia y una opinión pública sana. En 1958 promovió en la Universidad de Navarra la Escuela de Periodismo, la primera en España con rango universitario.

Facultad de Comunicación Universidad de Navarra


Un rasgo de su personalidad explica también su cercanía al periodismo: su capacidad de empatía con las personas,  sus dotes de comunicador, que quedan patentes en  abundantes documentos audiovisuales y escritos que recogen parte de su amplísima actividad pastoral.






Dar a conocer la verdad

Desde sus comienzos, el Opus Dei tuvo que sufrir incomprensiones y calumnias hacia su labor apostólica. Aunque la respuesta de san Josemaría durante muchos años fue “callar, rezar, vivir, sonreír” (y esto por serios motivos, muy bien explicados en el libro) a partir de 1963 cambió de criterio. Vio que era momento de hablar para hacerse entender mejor. Lo requería la extensión universal que había alcanzado la Obra, y la creciente atención de la prensa internacional a los temas católicos y al propio Opus Dei. Era preciso dar a conocer la verdad.


Lo requería también el desarrollo del Concilio Vaticano II, que acababa de asumir como fruto más preciado el núcleo del mensaje del OpusDei: la llamada universal a la santidad, y junto a ella el papel de los laicos en la Iglesia, llamados a tomar conciencia de la dignidad de su condición cristiana y del sentido de su vocación y misión en el mundo que de ahí se derivan. Eran ideas (luces recibidas de Dios) por las que años atrás algunos habían acusado de hereje al fundador.


Además, el Concilio había abierto el cauce jurídico definitivo para el Opus Dei con la figura de las prelaturas personales, prevista en el Decreto Presbyterorum Ordinis, aprobado en diciembre de 1965. Un cauce que se ajusta precisamente a la naturaleza de la Obra, y que le permiten reafirmar su realidad secular.


Por todos estos motivos san Josemaría comenzó a impulsar la publicación de estudios que mostraran sin polémicas el espíritu del Opus Dei. Promovió también la creación de Oficinas de Información, para atender a periodistas y a cuantos desearan conocer mejor el Opus Dei. Y se prestó a conceder entrevistas a los medios.



El formato entrevista 

La entrevista no era formato del agrado de san Josemaría, subraya Illanes, que trabajó muchos años junto a él. Su carácter fuertemente comunicativo y su don de lenguas resaltaban en el diálogo persona a persona y en grupos más o menos numerosos.  Pero en la entrevista se sentía encajonado, sin libertad para expresar con espontaneidad y precisión su pensamiento.


Pero accedió a concederlas, por la razón fundamental de que deseaba llegar  a la opinión pública con una explicación autorizada de la realidad del Opus Dei. Esa es la principal de las claves de lectura de Conversaciones: el Opus Dei y el modo en que su fundador da razón de su naturaleza, su espíritu y su actividad.


Cinco meses después de concluido el Concilio concedió la primera de las entrevistas, a Guilleme-Brulon. Fue publicada el 16 de mayo de 1966 en Le Figaro (Paris). Siguieron en meses sucesivos otras a The New York TimesL´Osservatore della Domenica, Time, Gaceta Universitaria, Palabra, Telva y Mundo Cristiano.




Carácter espiritual del Opus Dei y libertad de sus miembros

Junto a la naturaleza exclusivamente espiritual y apostólica del Opus Dei, y como consecuencia necesaria, una de las líneas de fondo en que insiste san Josemaría es la libertad de los fieles del Opus Dei en todas las cuestiones temporales.


Resalta que las dificultades para entender esa libertad pueden provenir bien de actitudes totalitarias (que excluyen cualquier posición que no sea la propia), o bien del pensamiento naturalista (que no concibe que puedan existir finalidades sobre-naturales, trascendentes, espirituales y apostólicas, y por tanto interpreta torcidamente, como cobertura de fines insospechados, la afirmación de motivos espirituales).


San Josemaría es tajante al afirmar la libertad de que gozan los fieles de la Obra, porque sabe que en esto la Obra se juega su esencia: sus miembros no tienen en común ni ideología, ni mentalidad, ni interés temporal. Y por eso referirse al Opus Dei cuando se habla de cuestiones temporales es injusto y próximo a la calumnia.


Defiende que ser católico no significa formar grupo, ni siquiera en lo cultural e ideológico, tampoco en lo político. Esta convicción -que vivió y enseñó a vivir- fue también motivo de incomprensiones en el seno de la Iglesia, por parte de quienes eran partidarios de que los católicos se unieran en un único partido.


Es significativo que las incomprensiones hacia el Opus Dei, en la España de los años 40 del siglo XX, fueran difundidas precisamente por personas con mentalidad de monopolio o de partido único: algunos religiosos jesuitas y algunos representantes de Falange. Tuvo que intervenir para cortar esas incomprensiones el obispo de Madrid, Leopoldo Eijo y Garay, buen conocedor de san Josemaría y de la Obra.



Don de lenguas

A pesar del “encajonamiento” al que se siente sometido con el formato de entrevista, se percibe en el texto el don de lenguas, la claridad con que expresa una realidad que tiene viva en su mente y en su corazón: el Opus Dei. Por eso Conversaciones, afirma Illanes, es un texto no condicionado por el momento histórico, y muy útil para un adecuado conocimiento del Opus Dei.


Illanes en la presentación de Conversaciones




Illanes subraya también la armonía y proporción en los temas que se reflejan en el conjunto de entrevistas, que no son un mero conglomerado de asuntos dispersos, sino que obedecen a un interés expreso del entrevistado en subrayar los rasgos decisivos en la proporción   conveniente. 


Es significativo, por ejemplo, que en el 40% de las respuestas habla del trabajo (“noble fatiga creadora de los hombres… uno de los más altos valores humanos”), punto central del mensaje del Opus Dei.


Aparecen también con frecuencia, en proporción armónica, otros aspectos necesarios para captar la espiritualidad de la Obra: la Iglesia como comunidad viva y familiar; la valoración positiva del mundo y de las realidades terrenas, lugares de encuentro con Dios; la igualdad y complementariedad varón-mujer y su reflejo en la familia y la sociedad (“no en vano los creó Dios hombre y mujer…”); su visión del papel de los intelectuales, cuya labor creativa debe hacer presente en la sociedad la luz del espíritu cristiano...



Llevar la verdad a la opinión pública


San Josemaría era un hombre profundamente convencido de la fuerza de la verdad, y enamorado de la libertad. Alguno de sus alumnos de 1941 recordaba haberle oído explicar -con fuerza inusitada en esos años, apenas acabada la guerra civil- que periodismo es lo que se escribe desde la libertad y desde la responsabilidad personal. Y que sin libertad no hay periodismo, sino propaganda.



Homilía en el campus de la Universidad de Navarra. 1967


A partir de 1968 san Josemaría decidió llegar al gran público mediante la publicación de algunas de sus homilías y meditaciones. La homilía que pronunció en otoño de 1967 en el campus de la Universidad de Navarra, ante miles de personas, demostró que muchísimas personas deseaban seguirle. Esa homilía, que puede definirse como paradigmática de su mensaje, se incluyó junto a las entrevistas desde la primera edición de Conversaciones. Puede escucharse con la voz de san Josemaría en este audio.



  



Conversaciones Con: por periodistas para periodistas

Es significativo que la presentación de esta edición de Conversaciones en Madrid corriera a cargo de un nutrido grupo de profesionales del periodismo, de reconocido prestigio y muy diferentes ideologías, que manifestaron con su presencia el agradecimiento a un legado que sigue vivo.




Ese acto dio origen a un innovador foro permanente de periodistas, Conversaciones.con.  Otros similares habían surgido ya años antes entre profesionales de la información en diversas partes del mundo, como la Fundación Coso, en Valencia. 

Periodistas conscientes de su responsabilidad en la vertebración de una sociedad civil viva, que se reúnen para reflexionar sobre cómo mejorar su trabajo. 

Ver también esta reseña de la presentación de Conversaciones... en Valencia.





jueves, 15 de marzo de 2018

Días de espera en guerra


Días de espera en guerra. San Josemaría en Barcelona, otoño de 1937
Jordi Miralbell. Ed. Palabra





Relato detallado y cuajado de tensión dramática de los días que el fundador del Opus Dei, acompañado por varios jóvenes miembros de la Obra, pasó refugiado en Barcelona, procedente de Madrid y Valencia, a la espera de conectar con los guías que les condujeran a Francia y desde allí a la zona de España en que no había persecución religiosa.


Desde el comienzo de la guerra, debido a la furia anticristiana desatada en la España dominada por comunistas y anarquistas, san Josemaría estuvo en peligro de muerte y hubo de buscar refugio en varios lugares de Madrid. Baste recordar, para hacerse idea del peligro, que de los 2.000 sacerdotes que había en Madrid, 700 fueron asesinados en los primeros meses de la guerra. 


También tuvieron que esconderse los demás miembros de la Obra, que en esos momentos eran apenas 25 varones y 5 mujeres, como tantos católicos a quienes se perseguía por el mero hecho de ser católico. Sólo mantuvo cierta libertad de movimientos IsidoroZorzano, un joven ingeniero de ferrocarriles que tenía nacionalidad argentina: un brazalete con la bandera de su país le daba ciertas garantías, y ese hecho resultó providencial porque pudo hacer de enlace para mantener la comunicación entre todos y ayudar en las necesarias gestiones de supervivencia.




La imposibilidad de realizar en la zona republicana el trabajo apostólico para el que Dios le llamaba, y el riesgo para las vidas de todos, que se mantenía más de un año después de iniciada la guerra, movió al fundador a intentar el paso a la otra zona a través de los Pirineos. Contó con la ayuda decisiva, además de Isidoro,  de uno de los primeros de la Obra: Juan Jiménez Vargas,  un joven médico de 23 años, audaz y valiente, que en los primeros días de la guerra se salvó providencialmente de ser fusilado.




El plan era audaz: consistía en viajar desde Madrid a Valencia, recoger en la capital del Turia a dos jóvenes de la Obra, Pedro Casciaro y Paco Botella, movilizados en el ejército republicano, y continuar viaje hasta Barcelona. En la ciudad condal  intentarían conectar con alguna red de contrabandistas que ayudaban a pasar a Francia a fugitivos.



Todos los componentes de la expedición tomaron notas de esos días en pequeños diarios, y don Josemaría, que tenía sentido histórico y conciencia de estar en los comienzos de una gran empresa sobrenatural, les enseñó a guardar cuanto pudiera servir para reconstruir aquella aventura: billetes de tranvía, recibos, salvoconductos, cartas en clave recibidas… Dos de ellos –Pedro Casciaro y Miguel Fisac- eran además arquitectos, y acompañaron sus notas de numeroso dibujos descriptivos. 


Gracias a ese material, y a entrevistas con testigos, el periodista Jordi Miralbell ha podido reconstruir con inusitado detalle, casi al minuto, la vida, llena de peligros y peripecias, de esos días, que abarcan desde el 10 de octubre hasta el 19 de noviembre de 1937. Es un relato vivo y realista, de gran valor histórico, en el que es posible sumergirse y contemplar casi en directo la vida de sus protagonistas,  cómo afrontaron cada uno de ellos las duras circunstancias de la guerra, y cómo era la vida en su entorno.




Llama la atención, junto a la valentía y audacia de esos jóvenes que saben que se están jugando la vida, su sentido sobrenatural, es decir, su conciencia de que están en manos de Dios, y que están cumpliendo una misión sobrenatural por encargo divino: hacer el Opus Dei junto al fundador. Saben que cuentan con la ayuda del Cielo, y que tienen el poder de la oración (que no descuidan) y la protección de los ángeles custodios, que se les hace patente en múltiples ocasiones. Esa conciencia les da una enorme paz, hasta el punto de no perder el sentido del humor ni el optimismo, ni en medio de intensos bombardeos, ni atravesando controles policiales con documentación falsa.  



Destaca la figura de Juan Jiménez Vargas, el joven médico, que una y otra vez expone su vida por don Josemaría y por los de la Obra. Su viaje desde Barcelona a Daimiel para rescatar a Miguel Fisac, que llevaba un año escondido en una buhardilla en casa de sus padres, es un episodio de película, que resalta su valentía, decisión y fortaleza. Don Josemaría, que entonces tenía 35 años,  confía en este joven de 23, que transmite audacia y seguridad a todos.




Sorprende también conocer el sufrimiento interno de san Josemaría, que se debate entre la necesidad de huir a la zona nacional para poder realizar su trabajo apostólico con libertad, y la pena de abandonar a los que quedan en la zona roja, expuestos a peligros y penurias. Lucha por controlar su zozobra interior, y no pierde el tiempo: se ocupa de formar a los miembros de la Obra, les enseña a no estar ociosos (cuando parecería tan disculpable en esas circunstancias) y atiende sacerdotalmente a numerosas personas con las que entran en relación. Impresionan sus numerosos desplazamientos  por la ciudad, incluso hasta poblaciones cercanas, para estar con unos y otros a pesar del peligro a que se exponía (por ejemplo veía semanalmente a su entrañable amigo Pou de Foxá, sacerdote también refugiado). Las largas caminatas que se vio obligado a realizar servían también como entrenamiento para la dura travesía de los Pirineos que les aguardaba. 



Por la narración desfila también un buen número de personajes con los que los protagonistas se relacionaron. Hombres y mujeres atrapados en la vorágine de la guerra y sufriendo sus consecuencias. Muchos se comportan con heroicidad y coherencia cristiana, sin darse importancia. Otros intentan justificar su postura alegando pérdida de fe, como el magistrado Galbe, a pesar de todo un hombre de corazón que no dudó en comprometer su seguridad por ayudar a su amigo Josemaría.   


Cada año Andorra celebra el Aplec de san Josemaría, en recuerdo de aquella aventura y en homenaje a cuantos, en un sentido y en otro de la frontera, han alcanzado la libertad por aquellos caminos que nunca debieron cerrarse.