lunes, 25 de enero de 2021

Ocio y vida intelectual

 


El ocio y la vida intelectual. Josep Pieper

 

Joseph Pieper (1904-1997) es uno de los filósofos más importantes del pasado siglo. Firmemente asentado en la tradición católica y en la filosofía de Tomás de Aquino, reflexiona sobre el momento actual, y lo pone en contraste con riquezas que proceden del manantial seguro de la Revelación y de la idea cristiana del hombre. Lo hace con un lenguaje razonado, no exento de serenidad y belleza, al que se podría aplicar aquella máxima de Confucio: “escritor es aquel a quien la forma supera al contenido.”

 

Sus ensayos sobre cuestiones de antropología son una delicia para el pensamiento, que invitan a la reflexión desde la mirada atenta a nuestra forma actual de vivir. ¿Es correcto lo que hacemos y cómo lo hacemos? ¿No nos estaremos perdiendo algo?

 

Pieper reflexiona sobre el utilitarismo, un mal de nuestro tiempo que consiste en pensar que sólo vale la pena dedicarse a buscar “lo práctico”, y que desprecia lo que aparentemente “no sirve para nada”. En ese marco, el trabajo intelectual, la filosofía, las humanidades, han quedado muy mal paradas, en la categoría de lo “no práctico”. 


Esa mentalidad "práctica" ha eclipsado también el sentido del ocio y su origen festivo. El ocio, dice, es mucho más que carencia de esfuerzo. Es precisamente lo contrario al esfuerzo, que son dos modos de estar en el mundo necesarios. El ocio surge de la fiesta, y es uno de los fundamentos de nuestra cultura. Cuando le sabemos  dar su significado pleno, resulta profundamente humano y enriquecedor de la personalidad. 

 

Pero en una cultura sólo interesada por buscar “lo práctico”, que no considera prioritaria la búsqueda de la verdad, el hombre queda materializado y a merced de las ideologías, incapaz de razonar ante las demagogias, que no han cesado de crecer desde la Revolución francesa.  Porque la filosofía no consiste sólo en buscar la verdad, sino también en comunicarla. Esto es lo grave de nuestra cultura actual: que muchos se hayan habituado a hablar sin comunicar la verdad, sino su interés. Y quien habla sin comunicar expresamente la verdad está manifestando que no respeta al otro como persona humana.

 

Un mal de nuestra época es también el desinterés por los valores heredados. El desprecio hacia lo antiguo por el mero hecho de ser antiguo. Es un error grave: la humanidad avanza precisamente porque tiene sentido de la historia, y sólo sobre el conocimiento de lo mejor del pensamiento pasado se puede construir el progreso. Ya los antiguos lo sabían: “el respeto a la tradición se debe a que en ella está guardado el testimonio acerca del verdadero ser del hombre y del mundo.”

 

Ese utilitarismo de nuestra generación, dice Pieper, procede de una concepción aburguesada de la vida. El aburguesamiento consiste en un embotamiento de la mente, que al percibir sólo lo inmediato material como realidad compacta y definitiva, imposibilita la capacidad de trascender a las verdades que están más allá de lo material. El burgués lo encuentra todo evidente: “lo que se puede contar y pesar, todo lo demás son palabras que se lleva el viento”, viene a decir. El burgués ya no es capaz de asombro.

 

       Pero el asombro es un elemento crucial de la vida. Como la alegría y el deseo de saber, el asombro es la disposición necesaria para descubrir lo nuevo. Lo que suscita asombro también produce alegría. Sin esa capacidad de asombro, la vida se aplana, amuerma y entristece. Pierde fuerza y capacidad de volar alto.

 

Hay una reveladora frase de Fichte: “la filosofía que se elige depende de la clase de hombre que se es.” Pero quizá a esta frase se le podría dar la vuelta: hay que tener mucho cuidado con la filosofía que uno sigue, porque determinará su modo de vida, su ser como persona. Y puede acabar convirtiéndole en un sujeto lamentable.

Josef Pieper

Tomás de Aquino puso el dedo en la llaga al distinguir entre dos tipos de saberes. Hay un saber teórico, cuyo fin es la verdad. Y hay un saber práctico, que tiene por fin la acción. No debemos despreciar el primero, porque sin verdad, que es la guía segura de nuestro destino, el hombre se vuelve prisionero de sus caprichos o de los caprichos de otros más fuertes que él. 

 

En el ámbito de la enseñanza ese utilitarismo, para el que no cuentan los saberes teóricos, ni los bienes inmateriales, acaba revolviéndose contra la libertad académica, que consiste precisamente en estar libre de cualquier fin utilitario. Cuando la ciencia se convierte en pura organización para servir a intereses del poder, la libertad académica desaparece.

 

Señala Pieper que la capacidad de decisión es –entre otras cosas- lo que nos distingue de los animales. Lo más importante de la decisión es que el conocimiento de la realidad sea transformado en resolución de obrar. Todo un reto para el lector contemporáneo, que, mediante la lectura serena de este libro, descubra que hay estilos de vida que bien merecen una decisión para cambiarlos. Nunca es tarde.

 

jueves, 21 de enero de 2021

Eduardo Ortiz, médico amigo



Eduardo Ortiz de Landázuri. El médico amigo. Esteban López-Escobar y Pedro Lozano. Ed.Rialp

 

Biografía de un médico de reconocido prestigio humano y profesional, que ha dejado una huella imborrable en miles de pacientes y profesionales de la medicina de España.  

 

Tras sus primeros años de ejercicio de la medicina en Madrid, junto al profesor Jiménez Díaz, ganó la cátedra en la universidad de Granada. Allí conoció el Opus Dei, gracias a un joven licenciado que entró a colaborar en su cátedra, que era miembro del Opus Dei.

 

En 1952 asistió a un curso de retiro en Molinoviejo, un centro de actividades de formación cristiana que dirige el Opus Dei en Ortigosa del Monte (Segovia). Se sintió impactado por el estribillo que repetía con frecuencia el sacerdote en las prédicas, don Ignacio Orbegozo: “Y tú, ¿qué haces?”

 

Su asombro fue mayor cuando descubrió que lo que se le estaba proponiendo era nada menos que ser santo, a él, que era un cristiano corriente, trabajador como tantos, casado y con hijos. Se encontró de frente con la llamada universal a la santidad en medio del mundo, que el Opus Dei tiene por encargo del cielo recordar a todos. A su regreso a Granada pidió ser admitido en el Opus Dei.

 

Ortiz de Landázuri respondió generosamente a san Josemaría, cuando éste le planteó si estaría dispuesto a trasladarse a Pamplona para poner en marcha, en la incipiente Universidad de Navarra, la Clínica Universitaria y la Facultad de Medicina. Era empezar de cero, dejando una cómoda y prestigiosa posición, y una consulta médica floreciente.  

 

Sufrió en sus carnes el clima de oposición y recelos hacia el Estudio General de Navarra, generado por el ambiente estatalista de la España de los años 50 y 60. Pero supo superarlo con una gran capacidad de trabajo y sentido sobrenatural. En su trabajo lo principal eran los pacientes, y se desvivía por cada uno.

 

Su fama como médico se extendió por toda España: atendió a cerca de quinientos mil pacientes, y dejó en todos una huella imborrable por su cariño, reciedumbre y generosidad. Fallecido en 1985, en 1998 se introdujo su Causa de Canonización. En 2013 se inició también el proceso de canonización de su mujer, Laurita Busca, farmacéutica. Juntos fundaron una familia cristiana alegre y numerosa.

 

El libro está escrito con agilidad y un contenido rico en anécdotas de la vida cotidiana, que arrojan luz sobre un modelo de conducta imitable por cualquier persona corriente que desee hacer el bien a los demás con su trabajo profesional. Muy recomendable para profesionales de la medicina y la salud.






 

miércoles, 20 de enero de 2021

La aventura de la Reconquista

 



La gran aventura del reino de Asturias. Así empezó la Reconquista. José Javier Esparza. Ed. La esfera de los libros  

 

Relato histórico de los 200 años que transcurrieron desde que un puñado de rebeldes cristianos, en Covadonga, un pequeño reducto astur en Cangas de Onís, en el norte de la península ibérica, se enfrentara al imperio musulmán y consiguieran formar un reino independiente.

 

A ese puñado de rebeldes astures, a los que no consiguió doblegar el ejército islámico, debemos la permanencia de la civilización cristiana en España. Animados por su victoria, los cristianos que aún conservaban sus tierras en zonas montañosas vieron que era posible defenderlas.

 

Así comenzó la Reconquista. Una aventura iniciada en el año 722, con la batalla de Covadonga, y que lentamente consiguió extenderse hasta llegar al río Duero doscientos años después, dando lugar al reino de León.  

 

Una empresa titánica, muy bien narrada, que el autor describe con rigor histórico y amenidad, situando en su contexto a personajes como el Beato de Liébana, monje del monasterio de santo Toribio, junto a los Picos de Europa, famoso por obras como su Comentario al Apocalipsis de san Juan (siglo VIII).


 

Esparza desmonta prejuicios despectivos que en los últimos años se han arrojado sobre esa fase esencial de la historia de España. Unos prejuicios que suelen provenir de personas que no saben situar los hechos en el contexto y en la mentalidad de sus protagonistas, para los que la fe, y la cultura surgida en torno a la religión, tenían un valor que ahora parece a muchos inusitado.   


Basílica erigida en el real sitio de Covadonga


 

viernes, 15 de enero de 2021

Comunicación institucional

 




ComunicAcción. José Luis Carrascosa

 

José Luis Carrascosa, por desgracia ya fallecido en accidente de tráfico, era asesor de comunicación y experto en información económica y mercadotecnia. Resumió en este libro su experiencia sobre la comunicación de las instituciones, una de las ciencias más impactadas por las transformaciones que ha supuesto el paso de la sociedad industrial a la sociedad de la información.

 

Carrascosa construye desde una necesaria concepción humanista de la comunicación, ya que comunicar es el acto humano por excelencia, en el que deben estar presentes el respeto a la verdad y a cada persona. Ese respeto, imprescindible en las tareas de información y comunicación, requiere una reflexión ética, sobre la que aporta algunas pistas interesantes.

 

Anoto alguna de sus ideas y al hilo añado alguna reflexión personal.


foto IESE

 

Comunicar requiere escuchar

 

Comunicar es sobre todo escuchar, señala Carrascosa. Escuchar está en la base de una comunicación que debe hacerse en orden ascendente:

 

-1º, escuchar (comunicación global)

-2º, posicionamiento (comunicación interna y marketing)

-3º, estrategia (comunicación-gestión)

-4º, respuesta (comunicación corporativa)

 

Comunicar significa comprometer la palabra y respetar al otro, escucharle, porque no se trata de una acción unidireccional. La acción de comunicar es un pacto entre dos: si no hay escucha atenta y disposición de dar respuesta no hacemos comunicación, sino monólogo.  

 

En comunicación no todo es hablar. El exceso de palabrería estorba: “Ese que habla tanto debe estar vacío, los cántaros huecos son los que más suenan” (R.Tagore). Una buena reflexión aplicable a muchos personajes públicos.



 

Veracidad y respeto al otro

 

Comunicar es decir lo que se hace y hacer lo que se dice. No cabe el engaño en la verdadera comunicación, ni la ocultación o el falseamiento de datos.

 

Deberían los políticos, y muchos periodistas, reflexionar sobre estas implicaciones éticas de la comunicación. Convivir con la mentira, acostumbrarse a usarla como instrumento de “trabajo”, supone hacer un daño quizá irreversible al conjunto social, porque la mentira genera desconfianza, y no se puede convivir sin confianza. Generar confianza requiere la disposición habitual de decir la verdad.

 

Creatividad

 

Respecto a la preparación de los mensajes, hay un trabajo previo que suele pasarse por alto: primero es preciso identificar y definir la audiencia a la que se dirige el mensaje. Además, el estilo del mensaje no debe introducir más cuestiones que las que se desea comunicar. El deseo de sorprender con cuestiones ajenas para captar la atención suele ser contraproducente.

 

Una sugerencia interesante para la creatividad es la recomendación de atreverse a poner por escrito las ideas: “Escribir sobre algo es a veces el primer paso para lograr que ocurra”, decía Lee Iacoca. La mente se activa en ese proceso de redacción, y lo que al comienzo eran solo ideas difusas, en el esfuerzo por identificarlas y expresarlas con palabras acaban por convertirse en ideas prácticas y operativas.

 

Comunicación como servicio público

 

El marketing y la comunicación -señala Carrascosa- consisten en facilitar que la gente pueda dirigirse a la empresa o institución con la pregunta: “¿qué has hecho últimamente por mí?”

 

No se trata de mostrar lo buenos que son nuestros productos, sino lo necesarios y útiles que son para cada uno de los posibles clientes: mostrar que lo que interesa a la empresa, a la institución, es atender las necesidades de la gente, y no colocarles productos.

 

Se trata de satisfacer la demanda, y por tanto hay que poner el esfuerzo en adecuar la oferta a lo que el público solicita, y no al revés.

 

Comunicación interna

 

En la comunicación institucional es prioritaria la comunicación interna. Es importante en toda organización compartir metas, “pensar juntos”, que es además una forma de superar la inteligencia media del conjunto.

 

Es sabido que en las empresas son pocos los que llegan a emplear el 100% de su energía en el trabajo: la mayoría se queda en el 25%. Una de las razones es la falta de motivación, que en parte suele estar causada por una deficiente comunicación interna.

 

Toda empresa debe idear sistemas para que se puedan compartir noticias, proyectos, informaciones de interés para los trabajadores, etc.

 

Una de las formas más atractivas de llegar al sentimiento de “pertenencia” a la empresa es conectar con las familias: concursos infantiles, fiestas familiares, celebrar los nacimientos, excursiones para plantar árboles, fiesta de Navidad con algunos detalles para los niños…

 

Parte necesaria de la comunicación interna es dedicar tiempo a escuchar a los empleados, acoger sus ideas, que puedan hablar con libertad sobre lo que piensan que no está bien planteado en la empresa... Hay que retomar esa conversación periódicamente para recoger el feed-back.

 

El arte de comunicar, más que una técnica o aptitud, es una disposición que hay que cultivar, hasta que se convierta en hábito.  No consiste tanto en hacer planes, como en convencer a quienes deben participar en ellos de la necesidad de hacerlos.




 

Desarrollar el músculo informativo de la empresa

 

Un obejtivo importante del trabajo de todo director de comunicación debe ser desarrollar el músculo comunicativo de la empresa. El mejor comunicador de los intereses de la empresa es la gente de la propia organización, directivos y empleados.

 

Es un error mantener a los propios trabajadores y directivos al margen de la comunicación, aunque sea con la buena intención de no distraerles de sus ocupaciones profesionales. La empresa comunica con todo, y la mejor imagen la dan sus propios empleados.

  

Derecho ciudadano a la información

 

Respecto a la relación con los medios informativos, señala que la comunicación institucional ha de entenderse como un valor añadido al trabajo del periodista. El derecho a callar y el derecho a investigar se armonizan cuando se entiende que el derecho a la información no reside ni en la empresa ni en el periodista, sino en el público, en los ciudadanos.

 

La necesaria reflexión ética

 

Carrascosa apunta situaciones frecuentes que demandan una reflexión ética, tanto de los medios y los periodistas como de las empresas y sus directores de comunicación:

 

-hay noticias verosímiles, pero que sin embargo no son veraces; se cae penosamente en una ambigüedad informativa consciente…

 

-hay nuevas formas de soborno que requieren una conducta ética recta y firme: compra-venta de información, complicidad soterrada…

 

-cuando el jefe exige torcer o manipular la noticia, o no deja tiempo para contrastar la información, ¿cómo defenderse?

 

-redactar para llamar la atención de quien no se interesa nunca por nada…

 

-hay una conducta que empaña mucho el prestigio de los medios: lo que Carrascosa denomina la calumnia judicializada: el chantaje en forma de campañas de prensa. Existe la verdad, luego está “lo que se dice”, y está lo que el periodista logra comprobar por sí mismo que sucede. Hay que distinguir claramente cada cosa al informar, y no hacerlo es un comportamiento injusto e inmoral.

 

Malas respuestas a estas cuestiones y a otras similares está en la base de la crisis de credibilidad de los medios informativos.




 

Comunicación de crisis

 

La mejor garantía para la comunicación de crisis es una buena gestión cotidiana de la comunicación. Ser una fuente conocida y bien identificada por los canales de información es un punto de partida inmejorable para la gestión de la crisis cuando suceda.

 

Función social de la empresa

 

No está de más recordar que toda empresa tiene una función social, y lo hace Carrascosa, que además de buen comunicador conocía los entresijos de la economía. Hoy, desde algunas ideologías estatalistas se considera sospechosa cualquier iniciativa empresarial de los ciudadanos. Pero una sociedad crece sana y fuerte sólo cuando la función del Estado se limita a fomentar, facilitar y proteger la libre iniciativa y emprendimiento de sus ciudadanos.

 

Las empresas no son otra cosa que el resultado de la actitud emprendedora de los ciudadanos, una actitud que genera riqueza para toda la nación. Es una obviedad que sin embargo no captan algunas mentes intoxicadas por ideologías que fomentan la apatía ciudadana.

 

El Estado tiene una función subsidiaria: la de atender necesidades sociales que la iniciativa de sus ciudadanos no alcance a cubrir. Donde ese principio de subsidiariedad se confunde, y el Estado se apropia de esferas de la actividad donde no es necesaria su presencia, la iniciativa ciudadana se paraliza y con ella se empobrece y colapsa la sociedad entera.

 

Las empresas, y todas las organizaciones, incluidas las que carecen de ánimo de lucro, tienen una función social. Su responsabilidad es asegurar que se producen los bienes y servicios que la sociedad necesita. Al mismo tiempo deben reclamar el reconocimiento y la compensación, no exclusivamente monetaria, que la sociedad les debe por ello.  

 

Esa función social de la empresa se concreta en asegurar que el proceso de cobertura de necesidades y de intercambios se lleven a cabo en la forma más eficaz posible. Es una experiencia constatada que esa eficacia decae precisamente en los regímenes estatalistas, en los que no se incentiva la iniciativa ni se premia el emprendimiento. (No lo resalta Carrascosa, pero lo añado porque viene a cuento.)

 

Cuando una empresa no aporta un valor añadido, sencillamente es rechazada por el mercado y desaparece.  Con un Estado inoperante, se puede añadir, es más difícil. ¿Qué resultado obtendríamos al aplicar estos principios de comunicación institucional a los gobiernos y organismos oficiales, que tantas veces confunden la comunicación con propaganda no respaldada por la verdad de los hechos?

 

La comunicación sincera, la buena fe, la transparencia, constituyen también un invalorable “fondo de comercio” de las instituciones, y el mayor beneficio neto distribuible, en una verdadera sociedad de la comunicación como la que tenemos.

 

El mayor éxito en comunicación consiste, precisamente, en lograr ser lo que se desea parecer. Es una de las razones por las que el director de comunicación debe estar en los órganos de gobierno de mayor nivel de la empresa. No es su trabajo construir una imagen cara al exterior, sino ayudar a construir la realidad de la empresa para que llegue a ser lo que quiere mostrar que es.


Sobre la función social de la empresa me parece interesante esta conferencia en el IESE de monseñor Fernando Ocáriz.

 

 

 

 

miércoles, 13 de enero de 2021

Episodios Nacionales

 


Episodios Nacionales. Benito Pérez Galdós. Ed. Aguilar, 1971 (Obras completas)

 

Este clásico de la literatura española consiste en un conjunto de cuarenta y seis novelas históricas, que Benito Pérez Galdós comenzó a escribir en 1872, con el episodio Trafalgar, y culminó en 1912, con el dedicado a Cánovas. Tenía en proyecto varios episodios más, que abarcarían hasta Alfonso XIII, pero no llegó a concluirlos.

 

Los Episodios Nacionales constituyen un valioso retrato de la vida española entre 1805 y 1880. Entorno a personajes reales que fueron protagonistas de la historia española, Galdós da vida a otros de ficción que le sirven para recrear usos y costumbres populares del momento. Toma pié de los hitos más importantes acaecidos en España durante el siglo XIX, pero pone el foco sobre todo en el modo de vivir, pensar y actuar de las gentes. El resultado es una crónica de tono cercano y costumbrista, más que un tratado de rigor histórico.

 

Galdós, nominado al premio Nóbel de literatura en 1912, domina con maestría el lenguaje. Aprovecha su  habilidad como escritor para ponerla al servicio de sus ideas políticas, aun a costa de deformar o caricaturizar la realidad cuando le conviene. Emplea profusamente la ironía y la exageración para dejar en ridículo a personajes que encarnan ideas distintas a las suyas. 


En ese estilo caricaturesco con frecuencia no sale bien parado el clero, ni los seguidores de partidos distintos al suyo, como los carlistas. Carga las tintas en lo que llama despectivamente la España tradicional, cuyos personajes dibuja siempre como fanáticos e intransigentes. Y enfrente sitúa a personajes amables, atentos y caritativos, que por supuesto pertenecen siempre a la España futura, que es la de su partido liberal.  

  

Se percibe en sus escritos la evolución de su pensamiento político. Sus inicios fueron liberales, y se vinculó al Partido Progresista de Sagasta, con el que fue elegido diputado en 1886. Más tarde pasó al Partido Republicano, y finalmente en 1910 participó con Pablo Iglesias, fundador del PSOE, en la Conjunción Republicano-Socialista.

 

Esa trayectoria queda reflejada en los Episodios, con cierto sesgo anticlerical creciente. Es un sesgo que siempre acompañó al partido republicano, y fue heredado después por el partido socialista. Junto al sesgo anticlerical, crece en sus relatos el pesimismo y la tendencia a reflejar ambientes sórdidos.

 

En sus últimos años Galdós abandonó la política desencantado, y se sumó al pesimismo respecto a España de muchos intelectuales de finales del XIX y principios del XX. El estado de ánimo que le provocaba los políticos españoles se refleja en estas líneas de su último Episodio Nacional, dedicado a la época de Cánovas:

 

Los dos partidos que se han concordado para turnar pacíficamente en el poder, son dos manadas de hombres que no aspiran más que a pastar en el presupuesto. Carecen de ideales, ningún fin elevado les mueve, no mejorarán en lo más mínimo las condiciones de vida de esta infeliz raza pobrísima y analfabeta. Pasarán unos tras otros dejando todo como hoy se halla, y llevarán a España a un estado de consunción que de fijo ha de acabar en muerte. No acometerán ni el problema religioso, ni el económico, ni el educativo; no harán más que burocracia pura, caciquismo, estéril trabajo de recomendaciones, favores a los amigotes, legislar sin ninguna eficacia práctica, y adelante con los farolitos...”

 

Contrasta ese tono amargo con el que empleaba en los Episodios de la primera época, épico y esperanzado. Por ejemplo, en Bailén, publicado en 1873:

 

Bien puede decirse que la estrategia, y la fuerza y la táctica, que son cosas humanas, no pueden ni podrán nunca nada contra el entusiasmo, que es divino.”

 

       Los Episodios Nacionales de Galdós, aunque desiguales, constituyen una pieza imprescindible para acercarse a la historia de la literatura española. Al menos alguno de ellos, como Trafalgar o La batalla de los Arapiles, parecen de lectura obligada. Se puede aprender mucho de la riqueza de su vocabulario, y además en buena parte son de lectura fácil y entretenida.

 

Pérez Galdós con 51 años, retrato de Sorolla



       Me ha sorprendido gratamente encontrar en el texto de los Episodios frases que solía emplear en sus escritos y en su predicación oral san Josemaría, lo que quizá  indica que debió leerlos en su juventud. Es sabido que el fundador del Opus Dei era aficionado a la lectura desde niño. Tenía dotes como narrador por su graciosa expresividad: entretenía a sus hermanas pequeñas contándoles cuentos. La claridad de sus escritos y de su predicación oral, que ha sido resaltada por especialistas, se fue labrando sin duda gracias a lacalidad de sus lecturas infantiles.

 

He anotado algunas de esas frases o expresiones que Josemaría Escrivá empleó con frecuencia, que bien podrían ser herencia de la lectura de Galdós. O quizá sencillamente sean frases castizas, que emplearon ambos porque ya pertenecían al acervo popular español


En cualquier caso, las dejo aquí, para quien desee profundizar en el sentido de esas expresiones. Creo recordar que había alguna coincidencia más, pero no llegué a tomar nota. 

 

-Mendizábal, (3.25; 898): “Señor de Calpena, usted pitará!”  (por triunfará, tendrá éxito). San Josemaría usaba esa expresión para referirse a personas que dan pasos decididos y bien orientados en su compromiso personal.

 

-Mendizábal, (2.20; 896): “Religioso de verdad, sin aspavientos.” San Josemaría era amigo de la sencillez en todas las facetas de la vida, y usaba la expresión “sin aspavientos” especialmente para referirse al modo de vivir la piedad cristiana, que debía ser interior, recia, sin manifestaciones externas aparatosas. Lo aplicaba también al modo de cumplir el deber, sin hacerlo valer y sin ostentación.

 

-Zumalacárregui, (28.266; 874): “los pobres ojalateros” (Galdós se refiere a los carlistas). San Josemaría señalaba el peligro de excusarse con circunstancias externas pasada o futuras (“ojalá hubiera pasado esto o lo otro”) para no asumir la responsabilidad del presente. Solía llamarlo mística ojalatera.

 

-Zumalacárregui (26.250; 874): “Una raza que al inclinarse para caer en tierra, ya está pensando en cómo levantarse.” El fundador del Opus Dei solía referirse a la lucha interior diciendo que el peligro no está en caer (somos humanos y cometemos errores) sino en no querer levantarse cuando uno ha caído.

 

-Los Apostólicos, 18.184; 620: “Como aquí no hay cumplimientos, que es palabra compuesta de cumplo y miento…” Así prevenía san Josemaría del peligro de conformarse  con un cumplimiento anodino y rutinario, sin el brío propio del amor, que requiere compromiso y energía. Esto, para quien sabe que Dios le espera en el cumplimiento amoroso de sus deberes ordinarios, es grave, porque está falto de amor. Un cumplmiento anodino bien puede acabar sigificando "cumplo y miento." Lo explicaba muchas veces el sucesor de san Josemaría al frente del Opus Dei, el beato Álvaro del Portillo

 

-Cádiz, 3.32: “Yo gozo extraordinariamente al ver frente a mí los caracteres altivos (…); gusto de ver bullir la sangre impetuosa del que no quiere ser domado ni … “ (En otra pasaje hay un diálogo en el que alguien se dirige a un joven: “Veo bullir en ti la sangre de tu padre…”) Josemaría Escrivá, en alguna ocasión, hablando en la intimidad con fieles del Opus Dei, les decía: ¿Sabéis por qué os quiero tanto? Porque veo bullir en vosotros la sangre de Cristo.

 

-El Grande Oriente, (21.370): “Aparta, Señor, de mí lo que me apartó de Ti” (Inscripción grabada en una antigua casa en la calle de la Cabeza, de Madrid). San Josemaría solía usarlo en presente, como oración personal: “Aparta, Señor de mí lo que me aparte de Ti.” Tenía en su habitación unos azulejos con esas palabras, para traerlas con frecuencia a su mente.

 

-El Grande Oriente, (15.325): “La amaba en globo, con sus defectos, conociéndolos y aceptándolos…” El santo de lo ordinario, como llamaba san Juan Pablo II a san Josemaría, insistía en que la caridad consiste en querer a los demás como son, con sus defectos, aunque precisamente porque les queremos les debemos ayudar con paciencia y cariño a superarse.

 

-El Grande Oriente, (4.4.242): “No puedo ni valgo nada.” San Josemaría repetía esa frase con esas palabras en su oración personal: se veía falto de todo mérito y por eso lo fiaba todo a su condición de hijo de Dios, que es quien obra en cada uno y de quien nos vienen todos los bienes.

 

-El Equipaje del rey José, (1.18.183): “…hasta que no ahorquen al último Papa con las tripas del último fraile, no habrá paz…” 

    En alguno de sus encuentros con un auditorio numeroso San Josemaría usó esa expresión en tono simpático, poniéndola en boca de un anticlerical, “Decía un anticlerical (quizá estaba pensando en este texto de Galdós): yo ahorcaría al último cura con las tripas del último obispo…” para añadir con gracia a continuación: “Pues ¡qué mal gusto,no?! Yo os diré un modo mejor de acabar con los curas: ¡venid todos, todos, a confesar!… ¡Y acabaremos todos los sacerdotes muertos de tanto trabajo!¡A confesar, así nos mataréis a todos!”

    San Josemaría coincide con Galdós en señalar los defectos del clericalismo. Se declaraba anticlerical, y hacía con frecuencia en su catequesis una defensa del "anticlericalismo bueno", por supuesto muy distinto del radical y violento, o del que pretende restringir la libertad religiosa. 

    En su predicación prevenía a laicos y sacerdotes contra el clericalismo, un modo de actuar de algunos clérigos que pretende inmiscuirse en las libres decisiones de los fieles laicos en cuestiones temporales. Y señalaba que también es clericalismo la conducta de algunos fieles que  reducen su condición de cristianos a la participación en actividades eclesiásticas, y en cambio se inhiben de participar con madurez en la vida pública bajo su responsabilidad personal. O actúan haciendo valer su condición de católicos, en lugar de hacerlo como un ciudadano más, que ejerce sus derechos y cumple con sus obligaciones de ciudadano.

 

-La batalla de Arapiles, (cap.27.243): “Es lo que yo llamo un ave doméstica. No, señor Araceli, no pidáis a la gallina que vuele como el águila. Le hablaréis el lenguaje de la pasión y os contestará cacareando en su corral.”

    En Camino, nº 7, san Josemaría usa una expresión que recuerda este texto:

             “No tengas espíritu pueblerino. —Agranda tu corazón, hasta que sea universal, "católico". No vueles como un ave de corral, cuando puedes subir como las águilas.

 

Post scriptum:

Me ha alegrado esta noticia sobre la presentación de la edición comentada de Camino, publicada por el Centro en la Biblioteca para la Edición de Clásicos Españoles. El investigador Fidel Sebastián confirma el eco galdosiano en los escritos de san Josemaría Escrivá, y dice entre otras cosas: 

¿Qué estilo tiene el lenguaje de Camino?

San Josemaría habla de las cosas más santas, como hablan Santa Teresa o San Juan de la Cruz o un Fray Luis de Granada, pero con un lenguaje absolutamente civil, que al que más se parece es al de Galdós. Si miráis la cantidad de citas que traigo de Galdós: este término, esta expresión, este giro. El estilo lingüístico de san Josemaría es muy de los escritores del realismo y naturalismo de esa época, y de los poetas que estaban más de moda como Gabriel y Galán, que era muy popular. Era lo que la gente, en los casinos, recitaba. Y eso es muy simpático. Varias expresiones de Camino se entienden mejor si vemos cómo las usa Galdós en su contexto. Es la gracia de contextualizar el léxico. También en esto se diferencia mucho de la edición de Pedro Rodríguez, que lógicamente no atiende este aspecto filológico porque no lo pretendía.

En mi opinión, san Josemaría habla la lengua de Galdós. La que hablaba la gente culta que quería ser natural. Habla con el lenguaje de la gente corriente. San Josemaría era, fundamentalmente, universitario. Su formación intelectual, era universitaria, pasó por el seminario, fue un cura excelente, era la adquirida de su paso por la facultad de derecho. Con una imagen galdosiana, su lenguaje se puede decir que es la llaneza. La llaneza galdosiana. Y con este tipo de léxico, al mismo tiempo, tiene la fuerza de un Fray Luis de Granada. Cuando trata de conmover, conmueve como el que más. San Josemaría conmovía a los públicos.