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viernes, 26 de agosto de 2016

La persecución de los jesuitas en el siglo XVIII

Un peligro para el Estado. La persecución de los jesuitas en el siglo XVIII.  Philip Trower. Ed Palabra 





Relato novelado, con personajes reales y de ficción, que narra los acontecimientos que rodearon la expulsión de los jesuitas de España y la posterior supresión de la Compañía de Jesús por Clemente XIV en 1767. Las intrigas de los ilustrados y pro-franceses en la Corte del rey Carlos III para lograr que éste aprobara la expulsión,  los logros sociales en las reducciones jesuíticas del Paraguay, el ambiente y cultura de la España del momento,…  se describen con verosimilitud y se juzgan con sentido cristiano.


Carlos III era un  monarca absolutista ilustrado, y como tal no veía con buenos ojos la autonomía de que gozaban las reducciones paraguayas, que seguían las ideas políticas de Francisco Suárez y la escuela teológica de Salamanca. Frente a los monarcas absolutos, Suárez afirmaba que el poder es circunstancial, ya que proviene por intermediación del pueblo, que puede darlo o retirarlo. Pero los gobernantes que quieren ampliar su control sobre la sociedad nunca han visto bien a quien les recuerda que su poder no es absoluto. 


Cuando los jesuitas  se negaron a abandonar las Reducciones del Paraguay para que Portugal tomara posesión, y hubo que apresarlos por las armas, en represalia Carlos III obligó a Clemente XIV a abolir la Compañía de Jesús. Los totalitarios tienden a tratar a los enemigos del gobierno como enemigos del Estado.


Como ha señalado Austen Ivereigh, el borbón Carlos III era un fruto de la Ilustración: imponía su ideología desde arriba, coaccionando la realidad para hacer encajar su idea sin pensar en las consecuencias para las personas. Su actuación provocó el hundimiento económico en la zona y el resentimiento de los territorios americanos, que rompieron sus vínculos de afecto y lealtad a España y poco después (1810) se independizaron.



A propósito de esos intentos de poder totalitario sobre el pueblo, el Papa Francisco ha dicho: “Lo peor que puede ocurrirle a un ser humano es dejarse arrastrar por las “luces” de la razón. Nuestra misión es, por el contrario, descubrir las semillas de la Palabra en la humanidad”.


jueves, 29 de noviembre de 2012

Cristianismo y laicidad (y II)



Cristianismo y laicidad (y II)
 
Historia y actualidad de una relación compleja.  Ed. Rialp 
Martin Rhonheimer


Occidente debe profundizar en sus orígenes cristianos si quiere estar a salvo.


         Me ha parecido especialmente significativa una de las conclusiones de este brillante libro de Ronheimer: el sistema democrático tal y como lo conocemos en los países de Occidente debe profundizar en su origen cristiano, si quiere estar a salvo de corrientes político-culturales o religiones integristas, como el islam, que desde Mahoma se comprende a sí misma como fuerza política, religiosa y militar simultáneamente, y tienen en su raíz una concepción dominadora del mundo.



        Frente a esa concepción integrista y totalitaria, sólo el cristianismo –y especialmente la Iglesia católica- aporta el reconocimiento de la separación entre religión y política, al introducir en la historia y en la sociedad la norma esencial: hay que dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.


                Si se observa la historia con imparcialidad, se descubre que -aunque esa norma no siempre se haya interpretado correctamente- los recursos que hicieron posible el Estado moderno proceden de la cultura compartida en Europa, fraguada durante siglos gracias a la tradición cristiana. No hay más que observar la situación socio-política en países ajenos a la cultura europea para concluir que el verdadero aliado del Estado laico es la Iglesia católica.


          El auténtico enemigo del Estado laico es un tipo de cultura, como la islámica, que se conciba a sí misma como un proyecto unitario político-religioso, que haga depender las instituciones legales y políticas de un “libro sagrado” interpretado por juristas-teólogos sin legitimación democrática. La Iglesia nunca ha defendido un proyecto de este estilo, que contradice su misma esencia.


          Por eso, para desarrollar el Estado laico y fortalecer y defender con éxito su secularidad, Rhonheimer apunta la necesidad de redescubrir sus raíces cristianas. Nuestro moderno mundo secular es un fruto maduro de la corriente civilizadora que introdujo el cristianismo en la historia. Sólo desde ese convencimiento podremos ofrecerlo con seguridad al mundo multicultural, y lograr que se convierta en patrimonio global de la humanidad.


          Ronheimer busca la comprensión y el entendimiento mutuos, que ayuden a superar o reducir a lo indispensable las tensiones. Aporta para ello razones y reflexiones que cualquier inteligencia libre de prejuicios estará en condiciones de escuchar y ponderar. Sin duda este libro ayudará a reflexionar a cuantos desean construir pacíficamente una sociedad más libre y más justa.