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jueves, 15 de marzo de 2018

Días de espera en guerra


Días de espera en guerra. San Josemaría en Barcelona, otoño de 1937
Jordi Miralbell. Ed. Palabra





Relato detallado y cuajado de tensión dramática de los días que el fundador del Opus Dei, acompañado por varios jóvenes miembros de la Obra, pasó refugiado en Barcelona, procedente de Madrid y Valencia, a la espera de conectar con los guías que les condujeran a Francia y desde allí a la zona de España en que no había persecución religiosa.


Desde el comienzo de la guerra, debido a la furia anticristiana desatada en la España dominada por comunistas y anarquistas, san Josemaría estuvo en peligro de muerte y hubo de buscar refugio en varios lugares de Madrid. Baste recordar, para hacerse idea del peligro, que de los 2.000 sacerdotes que había en Madrid, 700 fueron asesinados en los primeros meses de la guerra. 


También tuvieron que esconderse los demás miembros de la Obra, que en esos momentos eran apenas 25 varones y 5 mujeres, como tantos católicos a quienes se perseguía por el mero hecho de ser católico. Sólo mantuvo cierta libertad de movimientos IsidoroZorzano, un joven ingeniero de ferrocarriles que tenía nacionalidad argentina: un brazalete con la bandera de su país le daba ciertas garantías, y ese hecho resultó providencial porque pudo hacer de enlace para mantener la comunicación entre todos y ayudar en las necesarias gestiones de supervivencia.




La imposibilidad de realizar en la zona republicana el trabajo apostólico para el que Dios le llamaba, y el riesgo para las vidas de todos, que se mantenía más de un año después de iniciada la guerra, movió al fundador a intentar el paso a la otra zona a través de los Pirineos. Contó con la ayuda decisiva, además de Isidoro,  de uno de los primeros de la Obra: Juan Jiménez Vargas,  un joven médico de 23 años, audaz y valiente, que en los primeros días de la guerra se salvó providencialmente de ser fusilado.




El plan era audaz: consistía en viajar desde Madrid a Valencia, recoger en la capital del Turia a dos jóvenes de la Obra, Pedro Casciaro y Paco Botella, movilizados en el ejército republicano, y continuar viaje hasta Barcelona. En la ciudad condal  intentarían conectar con alguna red de contrabandistas que ayudaban a pasar a Francia a fugitivos.



Todos los componentes de la expedición tomaron notas de esos días en pequeños diarios, y don Josemaría, que tenía sentido histórico y conciencia de estar en los comienzos de una gran empresa sobrenatural, les enseñó a guardar cuanto pudiera servir para reconstruir aquella aventura: billetes de tranvía, recibos, salvoconductos, cartas en clave recibidas… Dos de ellos –Pedro Casciaro y Miguel Fisac- eran además arquitectos, y acompañaron sus notas de numeroso dibujos descriptivos. 


Gracias a ese material, y a entrevistas con testigos, el periodista Jordi Miralbell ha podido reconstruir con inusitado detalle, casi al minuto, la vida, llena de peligros y peripecias, de esos días, que abarcan desde el 10 de octubre hasta el 19 de noviembre de 1937. Es un relato vivo y realista, de gran valor histórico, en el que es posible sumergirse y contemplar casi en directo la vida de sus protagonistas,  cómo afrontaron cada uno de ellos las duras circunstancias de la guerra, y cómo era la vida en su entorno.




Llama la atención, junto a la valentía y audacia de esos jóvenes que saben que se están jugando la vida, su sentido sobrenatural, es decir, su conciencia de que están en manos de Dios, y que están cumpliendo una misión sobrenatural por encargo divino: hacer el Opus Dei junto al fundador. Saben que cuentan con la ayuda del Cielo, y que tienen el poder de la oración (que no descuidan) y la protección de los ángeles custodios, que se les hace patente en múltiples ocasiones. Esa conciencia les da una enorme paz, hasta el punto de no perder el sentido del humor ni el optimismo, ni en medio de intensos bombardeos, ni atravesando controles policiales con documentación falsa.  



Destaca la figura de Juan Jiménez Vargas, el joven médico, que una y otra vez expone su vida por don Josemaría y por los de la Obra. Su viaje desde Barcelona a Daimiel para rescatar a Miguel Fisac, que llevaba un año escondido en una buhardilla en casa de sus padres, es un episodio de película, que resalta su valentía, decisión y fortaleza. Don Josemaría, que entonces tenía 35 años,  confía en este joven de 23, que transmite audacia y seguridad a todos.




Sorprende también conocer el sufrimiento interno de san Josemaría, que se debate entre la necesidad de huir a la zona nacional para poder realizar su trabajo apostólico con libertad, y la pena de abandonar a los que quedan en la zona roja, expuestos a peligros y penurias. Lucha por controlar su zozobra interior, y no pierde el tiempo: se ocupa de formar a los miembros de la Obra, les enseña a no estar ociosos (cuando parecería tan disculpable en esas circunstancias) y atiende sacerdotalmente a numerosas personas con las que entran en relación. Impresionan sus numerosos desplazamientos  por la ciudad, incluso hasta poblaciones cercanas, para estar con unos y otros a pesar del peligro a que se exponía (por ejemplo veía semanalmente a su entrañable amigo Pou de Foxá, sacerdote también refugiado). Las largas caminatas que se vio obligado a realizar servían también como entrenamiento para la dura travesía de los Pirineos que les aguardaba. 



Por la narración desfila también un buen número de personajes con los que los protagonistas se relacionaron. Hombres y mujeres atrapados en la vorágine de la guerra y sufriendo sus consecuencias. Muchos se comportan con heroicidad y coherencia cristiana, sin darse importancia. Otros intentan justificar su postura alegando pérdida de fe, como el magistrado Galbe, a pesar de todo un hombre de corazón que no dudó en comprometer su seguridad por ayudar a su amigo Josemaría.   


Cada año Andorra celebra el Aplec de san Josemaría, en recuerdo de aquella aventura y en homenaje a cuantos, en un sentido y en otro de la frontera, han alcanzado la libertad por aquellos caminos que nunca debieron cerrarse. 




lunes, 12 de marzo de 2018

Ebele Okoye, Premio Harambee, en Valencia



Harambee-Valencia ha acogido en el Día Internacional de la Mujer 2018 a la farmacéutica nigeriana Ebele Okoye. 


Ebele está al frente de diversos proyectos educativos para la mujer en Nsukka, Ibadán, Lagos y otros lugares de Nigeria. Forma parte del Consejo de Administración de la ONG Sociedad de Cooperación Educativa de la Junta de Mujeres  (http://womensboard.org.ng), y ha desarrollado entre otros el Programa AMAD.




AMAD busca el  Desarrollo y Liderazgo de la mujer en tres frentes:

-niñas que no pueden ir a la escuela -por falta de recursos o por tener que cuidar de sus hermanos mientras sus madres se ganan la vida- a las que se dota de elementos básicos necesarios para su desarrollo, como alfabetización e higiene;




-jóvenes adolescentes  que han quedado descolgadas del sistema educativo; mediante un sistema de atención muy personalizado se les  proporciona autoestima y se les capacita para que puedan encontrar un oficio;





-estudiantes universitarias, formándolas para que sean capaces de formar a otras mujeres y liderar la contribución de la mujer nigeriana al desarrollo nacional.






Desde 2008, gracias al Programa AMAD, han cursado Formación Profesional 230 chicas, han realizado el programa de liderazgo 270 universitarias, y estas a su vez han capacitado en habilidades empresariales y técnicas a más de 1.000 mujeres. El impacto de estas mujeres en sus respectivas comunidades es muy positivo: sólo en la región de Iroto han beneficiado a más de 4.000 mujeres y niños.




Podrían parecer cifras pequeñas, comparado con los 180 millones de habitantes del país. Pero siempre las grandes revoluciones, esas que están llamadas a consolidarse, se han producido gracias al trabajo constante y tenaz, a veces tan pequeño que pasa inadvertido, de personas con mirada magnánima y temple generoso y audaz. En Nigeria, y en muchos países del África Subsahariana, hay muchas buenas personas como Ebele deseosas de transformar sus países, que merecen nuestra ayuda.




El trabajo de Ebele, que ha venido a España a recibir el Premio Harambee a la Igualdad y Promoción de la Mujer Africana, ha suscitado el interés de los medios, como la emisora de radio COPE,  los diarios Las Provincias y La Vanguardia,  el digital esdiario , 20 minutos o las agencias de noticias Europa Press y AVAN, de la archidiócesis de Valencia








También la revista del Colegio Oficial de Farmacéuticos se ha hecho eco, manifestando el deseo de farmacéuticos para colaborar con proyectos sanitarios de Harambee.





En un encuentro informativo con periodistas celebrado en la Oficina de Comunicación del Opus Dei en Valencia, explicó que acude con otras mujeres universitarias a los poblados para ayudar a las mujeres,  animar a las niñas a que no dejen de acudir a la escuela y superen el miedo ante los múltiples problemas de seguridad a los que tienen que enfrentarse, desde grupos terroristas como el de Boko Haram a riesgos de secuestros, violaciones y robos.




Ebele y las mujeres que le acompañan enfrentan con naturalidad y valentía esos riesgos para llegar a las aldeas y poblados. Y además tienen que vencer muchas otras resistencias, como la oposición  de los maridos que con frecuencia, por celos o por concepciones ancestrales, prohíben a  sus mujeres e hijas beneficiarse de estos programas.




En el Encuentro Solidario con voluntarios y amigos de Harambee-Valencia celebrado en el Mirador de Comedias, Ebele cautivó con su sencillez y su sonrisa. Habló de su trabajo sin darse importancia, como lo más natural del mundo, cuando a la vista de todos quedaba patente que cada día pone en riesgo su seguridad personal y su futuro por llevar esperanza a mujeres que sin ella tendrían un horizonte vital cerrado.





Ebele Okoye es prototipo de esas mujeres africanas a las que Harambee desea ayudar. Africanas y africanos que aman su tierra y no se resignan a situaciones de miseria y corrupción, que promueven iniciativas prácticas (educativas, asistenciales y sanitarias)  para mejorar las condiciones de vida en su entorno y hacer de África un continente esperanzado. 















miércoles, 8 de marzo de 2017

Harambee: Salvad los valores africanos



No es fácil encontrarse con una profesora de filosofía política que hable con la precisión de conceptos y libertad de mente con que lo hace Antoinette KankindiNacida en Congo, lleva 15 años dando clases de Ética y Filosofía Política en la Strathmore University of Nairobi, en Kenya, y formando a mujeres para que lideren la promoción de la mujer en el ámbito rural y en los suburbios de las grandes ciudades. 

La profesora Kankindi sabe salirse del manido y vacío discurso que impera en las democracias liberales occidentales, y pone el dedo en la llaga de los verdaderos problemas de África. Problemas en buena parte generados y mantenidos por esas mismas democracias,  que hicieron estragos durante el colonialismo y ahora los siguen perpetrando quizá a mayor escala, imponiendo ideologías que se oponen frontalmente a valores sagrados de África.

Familia, solidaridad y hospitalidad –señala Kankindi- son tres  de los pilares del alma africana. A la familia en que nacemos se lo debemos todo: vida, cuidados, educación.  Sin  familia no somos nadie, nos despersonalizamos, nos convertimos en un número para la fría estadística  de los políticos. El modelo que ofrece Occidente está destrozando la familia en África (y en Occidente, claro).



El alma africana es solidaria. Cada pueblo es una familia de familias, y cada cual sabe que en la desgracia los demás le ayudarán sin necesidad de pedirlo. Esa solidaridad es el mejor seguro. Occidente exporta un modelo competitivo e insolidario, en el que cada cual pugna por lo suyo contra los demás.

África es hospitalaria. Las puertas de sus casas siempre han estado abiertas al forastero. A los huéspedes se les ofrece  lo mejor. Occidente exporta un individualismo desconfiado, que cierra puertas. En Occidente ya no vemos otra cosa en el visitante que negocio: turismo.

Antoinette Kankindi lucha por preservar y potenciar esos valores, de los que Europa debería aprender. “¿Puede un europeo aprender algo de África?”, le pregunta un doctorando en la Universidad Católica de Valencia.   “Un europeo piensa que no tiene nada que aprender de África. Pero un europeo humanista, sí. Puede aprender por ejemplo la inutilidad del consumismo”, es la sabia respuesta de Kankindi.



"Una mujer que vive en el campo en África no necesita que le envíen zapatos para sus hijos. Lo que necesita es que le enseñen que con sus habilidades puede emprender un pequeño negocio, y con él pagará el sustento y el colegio de toda la familia". Esa formación para el emprendimiento  permite desarrollar una economía más sostenible, por que las familias permanecen en su habitat natural, y así cuidan la naturaleza. Y se evitan la tragedia de la emigración hacia las grandes ciudades, cuyos suburbios son bolsas de miseria, llenas de peligros sobre todo para la mujer.  

Con los escasos recursos de que dispone, la profesora Kankindi ha desarrollado con éxito su iniciativa  African Women Leadership, y ahora la desea ampliar para que más mujeres africanas se beneficien. Por eso ha recibido el Premio Harambee 2017 a la Igualdad y Promoción de la Mujer Africana: cien mujeres como ella cambiarían el mundo.





lunes, 27 de febrero de 2017

Encontrar a Dios en la vida ordinaria



Les dejo este simpático programa @encuentrosTVM de TV Mediterráneo  de Valencia, que se  emitió el pasado sábado. Con motivo de la elección del nuevo prelado del Opus Dei, monseñor Fernando Ocáriz, varios miembros del Opus Dei nos cuentan cómo viven la fe cristiana en su vida ordinaria.




miércoles, 10 de agosto de 2016

San Vicente Ferrer, científico



San Vicente Ferrer, científico
José María Desantes Guanter. Ed. Del Senia al Segura. Valencia



Sugerente estudio del profesor José María Desantes sobre un aspecto poco conocido del “valenciano por excelencia”, “el santo de la calle del Mar”:  la talla intelectual de san Vicente Ferrer, y la categoría científica de su obra.


José María DesantesGuanter (Valencia 1924-Madrid 2004) fue el  primer Catedrático de “Derecho de la Información”  de España. Ejerció tanto la abogacía como la docencia, y formó en Ética y Derecho a la Información  a numerosas promociones de periodistas.  Asesor de organismos públicos y privados relacionados con el periodismo en Europa y América hispana, fue asesor de la Fundación COSO para el Desarrollo de la Comunicación y la Sociedad, con sede en Valencia (providencialmente en la misma calle del Mar) y miembro de la Real Academia de Cultura Valenciana.


El profesor Desantes, llevado por el inagotable deseo de saber propio de los buenos intelectuales, descubre en la vida y escritos de su paisano san Vicente una cimentada formación científica. Sus hagiógrafos, incluso los que obraban de buena fe, han resaltado o exagerado tanto su fama de milagrero, su labor de catequesis (ciertamente enorme), o sus intervenciones en la vida política de la Corona de Aragón y de la Iglesia, que nos han legado un perfil pobre de este gran santo, que –en opinión de Desantes- merecería el título de doctor de la Iglesia.


San Vicente Ferrer adquirió a lo largo de su vida un bagaje de ciencia y temple humano que supo poner en juego al servicio de la fe, ante la gran crisis moral de los siglos XIII y XIV. Hijo de notario, creció en un ambiente intelectual elevado, al igual que su hermano, Bonifacio Ferrer, quien después de ejercer su profesión civil y enviudar ingresó en la Cartuja y llegó a ser General de la Orden de san Bruno. Ambos  dominaban las ciencias jurídicas, con un agudo sentido de la justicia que en el caso de Vicente aflora tanto cuando habla de la Sagrada Escritura como de litigios éticos y morales.


El bagaje de Vicente procede de unos estudios bien cimentados, y de un continuo esfuerzo mental para llegar a entender lo que estudia. Esfuerzo que le sirvió también para hacerse entender,  tanto de la gente sencilla (la bona gent)  como de los hombres más cultos. Buscaba el lenguaje y las analogías científicas más adecuadas a sus oyentes. No improvisaba al hablar. Sus palabras eran fruto de una reflexión previa que interiorizaba el saber, y de la cuidada formación que incrementó aún más a partir de los 17 años, cuando ingresó en la Orden de predicadores, dedicada fundamentalmente al estudio. 


           En el convento de Santo Domingo de Valencia se dedicó con tesón durante años a conocer los principales saberes de su tiempo. Y alcanzó el profundo conocimiento que se precisa para explicar la armonía entre fe y ciencia como algo bien razonado y experimentado. Y con esa expresividad que brilla en sus sermones,  que tanto cautivaba a sus oyentes.




      San Vicente Ferrer fue catedrático en la Universidad de Lérida (la más antigua e importante entonces de la Corona de Aragón) y profesor en el Studium Generale,  embrión de la Universidad de Valencia, que comenzó sus pasos en la Capilla del Santo Cáliz de la catedral de Valencia.  Tuvo una visión magnánima y avanzada de la docencia. Afirmaba que el maestro debe aprender de sus discípulos, y que debe estar atento a los problemas culturales del momento para hacerlos comprender a los demás. Gracias a su impulso se fundó esta universidad en 1410. 


Desantes disecciona con el rigor la obra de san Vicente, y va descubriendo manifestaciones de que era un hombre que creía en la Ciencia, en la importancia de la razón, del pensamiento libre y equilibrado, y del estudio, camino natural para alcanzar la verdad.


Como experto en teoría de la comunicación, el profesor Desantes se detiene también en las dotes de comunicador de san Vicente. Y concluye que fue sin duda un gran comunicador de la Ciencia, que ocupa un papel singular en la  historia de la comunicación, en una época en la que los medios de comunicación eran escasos y elementales. Se sirvió de dos de los principales: el libro y el sermón. Era buen escritor en lengua latina (la lengua vehicular del momento), y reconocido por su ciencia entre los principales personajes del momento. Reyes y Papas conocían y admiraban sus cualidades.


San Vicente siempre tuvo claro lo  fundamental en la comunicación: que la verdad es el elemento constitutivo del mensaje. Contra el engreimiento elitista propio de los hombres de la Ilustración, que afirmaban que “la verdad debiera quedarse entre nosotros, los académicos”, san Vicente decía que “justa cosa es que yo sirva los frutos de mi huerto abundantemente”: es justo y laudable comunicar los bienes que es capaz de atesorar el pensamiento. La comunicación es justicia, diálogo, intercambio, “la virtud por la cual las personas buenas saben conversar con las otras sin engañarlas, ni escandalizarlas, ni irritarlas”.


     Con sus palabras buscaba unir, no separar. Una característica propia del buen político. Lo ha descrito magistralmente el literato Azorín, en "Valencia": "Y siempre San Vicente, en sus infatigables actuaciones en España y en el resto de Europa, ha tenido la norma de todos los grandes políticos: sumar y no restar. Atraer gente a una causa, y no repudiarla. Ha trabajado siempre por la unión y la concordia. Ya luchando contra el cisma de la Iglesia, ya salvando a España en la conferencia de Caspe."


San Vicente es un hombre de diálogo, forma que emplea  también en sus sermones, siguiendo ese concepto tan valenciano que llama raonar (razonar) al castellano dialogar. Adelantándose a nuestro tiempo, que acaba de descubrir que “no hay comunidad sin comunicación”, o que “no hay democracia sin periodismo”, san Vicente defiende que es injusticia tener ciencia y guardarla para sí en vez de enseñarla. Transmitir ciencia es un deber informativo, no  una limosna. Y reconoce el derecho a la información, un derecho de todos. “El mensaje científico no puede callarse por la prohibición arbitraria de los Príncipes”: una prevención en toda regla contra la censura civil.



Aparición de la Virgen María a san Vicente Ferrer
Óleo de Vicente Inglés en la catedral de Valencia



       





lunes, 20 de junio de 2016

Los primeros contactos de Rafael Calvo Serer y San Josemaría



Studia et Documenta es una revista especializada que desde 2007 publica el Instituto Histórico San Josemaría Escrivá. Recoge trabajos de investigación de científicos interesados en la vida de san Josemaría y el desarrollo del Opus Dei.

En su número 6, Studia et Documenta recoge un interesante trabajo del profesor Onésimo Díaz sobre un conocido intelectual valenciano, Rafael Calvo Serer, uno de los primeros fieles del Opus Dei. Fue catedrático de Historia y promotor de numerosas iniciativas culturales. Quizá su faceta más recordada sea la de su militancia política como opositor al régimen de Franco, que le costó el cierre del diario Madrid, del que era Presidente, y el exilio. 

Onésimo Díaz es autor de diversas obras entorno a la figura y trayectoria de Rafael Calvo. Destaca entre ellas la editada por Rialp: Rafael Calvo Serer: la búsqueda de la libertadEn el presente estudio (Los primeros contactos de Rafael Calvo Serer con san Josemaría 1936-1940) centra su trabajo de investigación en cómo era Calvo Serer cuando conoció a san Josemaría y antes de vincularse al Opus Dei, en abril de 1936, y la repercusión en su vida de ese encuentro.


En esa fecha Calvo Serer (nacido en 1916) era un joven estudiante universitario de caracter, que había forjado en el seno de una familia cristiana y en el Colegio Mayor del Beato Juan de Ribera de Burjasot. Tenía sus propias opiniones culturales y políticas, y participaba en la vida asociativa sindical universitaria: era Presidente de los universitarios católicos de Valencia. 

En su encuentro con el fundador del Opus Dei, el 12 de abril de 1936,  encontró el tono de afecto y exigencia espiritual característicos de san Josemaría. Le cautivaron la esperanza y sentido sobrenatural con que le dio a conocer la Obra. Era un tono que se elevaba por encima de los debates que angustiaban a la sociedad del momento, y fijaba su atención en la acción de Dios en el mundo y en cada persona. Una acción divina que pedía respuesta, y supuso para el joven Calvo Serer un descubrimiento impactante: la importancia del trabajo bien hecho como camino de santidad. Un acicate para estudiar aún con más ahínco para llegar a ser un buen profesional y crecer día a día en su vida cristiana. 

El trabajo, breve y de agradable lectura, aporta una buena base documental, con referencias a numerosos testigos de esos años. Pone de manifiesto tanto la estrecha relación de caracter espiritual con san Josemaría, como la libertad de pensamiento y pluralismo en las opciones políticas  que siempre fomentó san Josemaría como nota distintiva del Opus Dei.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Harambee por África

                                                  
            Harambee es un precioso proyecto internacional de ayuda a África, que promueve iniciativas educativas y sanitarias para mejorar las condiciones de vida en ese continente, especialmente las relacionadas con la igualdad y promoción de la mujer africana.  Si se educa a la mujer, África saldrá adelante y progresará.




Entre las actividades para recoger fondos en Valencia, se organiza cada año una cena benéfica. La del año pasado (2015) se destinó al Centro Rural Ilomba, en la selva de Costa de Marfil. Con los donativos recogidos, se ha logrado cubrir buena parte de los salarios del médico y de dos auxiliares de clínica que trabajan en el dispensario de Ilomba. Además, se ha adquirido  un gran lote de medicinas de primera necesidad, y se ha cubierto el gasto de carburante de todo el año para los desplazamientos del equipo médico al dispensario y los  poblados de alrededor. Es impresionante lo mucho que en África se puede conseguir con muy poco dinero, cuando se administra bien.  



                       
            


Y estos son los objetivos de la cena de este año 2016:  


                          

Para la Escuela de Formación Profesional  en Hostelería Yaraní, en Abidjan (Costa de Marfil): 20 becas,  de 300 € cada una. Incluye la formación, media pensión, ingredientes para los cursos y material pedagógico. El objetivo de Yaraní es capacitar laboralmente a chicas jóvenes y mujeres de ambientes desfavorecidos (de población desplazada del interior del país hacia la capital, inmigrantes, desescolarizadas, etc.) dándoles estudios primarios y una formación profesional sólida -en las áreas de Hostelería y Sanitaria- que les posibilite el acceso a un trabajo profesional seguro y estable.


                        


Para el Centro Rural Ilomba, en Bingerville: 20 becas, de 150 € cada una, para que 20 niñas puedan acudir a la escuela. Cada beca cubre las clases de formación (80€), el material didáctico (20€), y  el transporte de cada alumna desde su poblado hasta la escuela (50€). Ilomba proporciona formación escolar y sanitaria a mujeres jóvenes que por falta de recursos no pueden estudiar. Es un instrumento eficaz de lucha contra la pobreza, que fomenta la promoción de la mujer y sus posibilidades de inserción laboral en una zona muy desfavorecida, una de las más pobres de Costa de Marfil.
            
                               


Para el Centro Escolar Etimoé, en Cocody: 20 becas,  de 200€ cada una. Comprende el material escolar para un año y buena parte de la escolaridad. 

 Etimoé es una escuela en un barrio muy desfavorecido de Abidjan, Cocody, que se propone paliar el analfabetismo y proporcionar una educación de calidad a niños de todas condiciones sociales, etnias y religiones. El objetivo es llegar en 2015 a los 1.200 alumnos, hasta ahora expuestos al abandono y al fracaso escolar. 

                                   

Sin ayuda, muchos niños y niñas perderán la oportunidad de romper el círculo de la pobreza para optar por soluciones aparentemente más fáciles, como el robo, el enrolamiento en las milicias armadas, la prostitución, etc. Muchos de estos niños están traumatizados por la guerra o han visto en la violencia una manera de progresar fácil y rápidamente.

                                  

África espera nuestra generosidad. Y nos proponemos que un año más la encuentre.