Manejar bien esa maravillosa herramienta de información y comunicación que es la red requiere aprendizaje.
Una buena educación, especialmente en la edad temprana, desde niños, garantiza formar personas capaces de sacar provecho de las inmensas oportunidades que ofrece la red, que saben navegar evitando esos escollos que provocan verdaderos naufragios en la maduración personal y en el logro de una vida feliz.
Porque las cifras de adicciones insanas van en aumento, y causan estragos: pérdidas de la capacidad de atención, fracaso escolar, incomunicación en la familia, autismo digital, acceso precoz a la pornografía...
Es un tema que afecta a padres de familia y educadores, pero también a muchos adultos, especialmente a los profesionales más expuestos a un uso continuado de la tecnología, como es el caso de periodistas y comunicadores.
De eso hablamos con Borja Lleó, de Interaxion Group, en uno de los habituales encuentros con periodistas en la Fundación COSO. Y estas fueron algunas de las conclusiones:
1. Hay que hablar con los hijos, desde muy pequeños, sobre el buen uso de la tecnología digital. Dialogar, razonar lo que es bueno y lo que no.
2. Autocontrol de los padres. El ejemplo es el mejor educador. Saber desconectar, crear espacios de serenidad, sin pantallas, en los que la familia se mira a los ojos y habla y conversa sobre cómo ha sido su día, sin interrupciones.
3. Descubrir los ideales que queremos para nuestros hijos, y mantener el rumbo. Lo que hacen los demás no es la referencia.
4. No aislarse para usar las pantallas. Trabajar con puertas abiertas, jugar juntos: evitar el aislamiento familiar.
5. Descubrir la oportunidad que hay detrás de cada conflicto ante requerimientos inoportunos de los hijos (edad para usar móvil, horarios de videojuegos...). Ceder es más fácil pero les hará a la larga más infelices.
6. Ayudar a experimentar la satisfacción que produce una atención continuada, tanto en el trabajo como en la atención a los demás. Porque la atención es como un deporte: se puede entrenar. Con entrenamiento será cada vez más profunda. Es con la atención en el trabajo donde mejor se realizan nuestros ideales, donde maduramos como personas. Dos plataformas muy recomendables sobre estas cuestiones: Empantallados y Commensensemedia. Muy recomendable también este manual sobre el Tsunami digital.
Conversaciones con monseñor Escrivá de Balaguer. Edición crítico-histórica. José Luis Illanes y Alfredo Méndiz. Ed. Rialp
Este volumen pertenece a la serie de ediciones
crítico-históricas que el Instituto Histórico San Josemaría Escrivá de Balaguer
viene preparando, con meticuloso rigor y amplio aparato documental, de las Obras
Completas del fundador del Opus Dei.
Conversaciones... recoge una serie de entrevistas que san
Josemaría concedió a periodistas de diversos medios de comunicación entre 1966
y 1968. Aunque responde a numerosas cuestiones, su finalidad primordial era
explicar a un público amplio el espíritu y el apostolado del Opus Dei.
Desde la primera edición, junto a las entrevistas se
incluyó el texto de la homilía “Amar al mundo apasionadamente”, pronunciada en
el campus de la Universidad de Navarra en 1967.
Encuentro en la Universidad de Navarra
Enamorado del periodismo
El fundador del Opus Dei estaba convencido de la
importancia de los medios de comunicación. Si desde 1928 supo que debía dedicar
su vida a facilitar a todo tipo de personas el encuentro con Cristo, entendió
que para comunicar a Cristo era preciso también cultivar el apostolado de la
inteligencia. Acrecentó su aprecio a la universidad, al estudio y la
investigación, y a cuanto ayudase a mejorar la competencia de los profesionales
de la comunicación.
Este aprecio al periodismo y a los periodistas, que hunde
sus raíces en el mismo núcleo de su misión fundacional (dar a conocer
la Verdad, encarnada en Cristo), se manifestó de muchos modos a lo largo de su vida. En 1941 fue profesor
de Ética en la Escuela de Periodismo de Madrid. Animó a muchos jóvenes con
cualidades a orientar sus estudios hacia los medios y la creación audiovisual,
porque era consciente de la importancia de esas profesiones para la convivencia y una opinión pública sana. En 1958 promovió en la Universidad de Navarra la Escuela de Periodismo, la
primera en España con rango universitario.
Facultad de Comunicación Universidad de Navarra
Un rasgo de su personalidad explica también su cercanía
al periodismo: su capacidad de empatía con las personas,sus dotes de comunicador, que quedan patentes
en abundantes documentos audiovisuales y
escritos que recogen parte de su amplísima actividad pastoral.
Dar a conocer la verdad
Desde sus comienzos, el Opus Dei tuvo que sufrir
incomprensiones y calumnias hacia su labor apostólica. Aunque la respuesta de
san Josemaría durante muchos años fue “callar, rezar, vivir, sonreír” (y esto
por serios motivos, muy bien explicados en el libro) a partir de 1963 cambió de
criterio. Vio que era momento de hablar para hacerse entender mejor. Lo requería
la extensión universal que había alcanzado la Obra, y la creciente atención de
la prensa internacional a los temas católicos y al propio Opus Dei. Era preciso
dar a conocer la verdad.
Lo requería también el desarrollo del Concilio Vaticano II,
que acababa de asumir como fruto más preciado el núcleo del mensaje del OpusDei: la llamada universal a la santidad, y junto a ella el papel de los laicos en la Iglesia,
llamados a tomar conciencia de la dignidad de su condición cristiana y del
sentido de su vocación y misión en el mundo que de ahí se derivan. Eran ideas
(luces recibidas de Dios) por las que años atrás algunos habían acusado de hereje al fundador.
Además, el Concilio había abierto el cauce jurídico
definitivo para el Opus Dei con la figura de las prelaturas personales, prevista
en el Decreto Presbyterorum Ordinis, aprobado en diciembre de 1965. Un cauce
que se ajusta precisamente a la naturaleza de la Obra, y que le permiten
reafirmar su realidad secular.
Por todos estos motivos san Josemaría comenzó a impulsar la
publicación de estudios que mostraran sin polémicas el espíritu del Opus Dei.
Promovió también la creación de Oficinas de Información, para atender a
periodistas y a cuantos desearan conocer mejor el Opus Dei. Y se prestó a
conceder entrevistas a los medios.
El formato entrevista
La entrevista no era formato del agrado de san Josemaría,
subraya Illanes, que trabajó muchos años junto a él. Su carácter fuertemente
comunicativo y su don de lenguas resaltaban en el diálogo persona a persona y
en grupos más o menos numerosos.Pero en
la entrevista se sentía encajonado, sin libertad para expresar con
espontaneidad y precisión su pensamiento.
Pero accedió a concederlas, por la razón fundamental de
que deseaba llegar a la opinión pública con
una explicación autorizada de la realidad del Opus Dei. Esa es la principal de
las claves de lectura de Conversaciones: el Opus Dei y el modo en que su
fundador da razón de su naturaleza, su espíritu y su actividad.
Cinco meses después de concluido el Concilio concedió la
primera de las entrevistas, a Guilleme-Brulon. Fue publicada el 16 de mayo de
1966 en Le Figaro (Paris). Siguieron en meses sucesivos otras a The New York
Times, L´Osservatore della Domenica, Time, Gaceta Universitaria, Palabra, Telva
y Mundo Cristiano.
Carácter espiritual del Opus Dei y libertad de sus miembros
Junto a la naturaleza exclusivamente espiritual y
apostólica del Opus Dei, y como consecuencia necesaria, una de las líneas de
fondo en que insiste san Josemaría es la libertad de los fieles del Opus Dei en
todas las cuestiones temporales.
Resalta que las dificultades para entender esa libertad
pueden provenir bien de actitudes totalitarias (que excluyen cualquier posición
que no sea la propia), o bien del pensamiento naturalista (que no concibe que
puedan existir finalidades sobre-naturales, trascendentes, espirituales y
apostólicas, y por tanto interpreta torcidamente, como cobertura de fines
insospechados, la afirmación de motivos espirituales).
San Josemaría es tajante al afirmar la libertad de que gozan los fieles de la Obra, porque sabe que en esto la Obra
se juega su esencia: sus miembros no tienen en común ni ideología,
ni mentalidad, ni interés temporal. Y por eso referirse al Opus Dei cuando se
habla de cuestiones temporales es injusto y próximo a la calumnia.
Defiende que ser católico no significa formar grupo, ni
siquiera en lo cultural e ideológico, tampoco en lo político. Esta convicción
-que vivió y enseñó a vivir- fue también motivo de incomprensiones en el seno
de la Iglesia, por parte de quienes eran partidarios de que los católicos se
unieran en un único partido.
Es significativo que las incomprensiones hacia el Opus
Dei, en la España de los años 40 del siglo XX, fueran difundidas precisamente
por personas con mentalidad de monopolio o de partido único: algunos religiosos
jesuitas y algunos representantes de Falange. Tuvo que intervenir para cortar
esas incomprensiones el obispo de Madrid, Leopoldo Eijo y Garay, buen conocedor
de san Josemaría y de la Obra.
Don de lenguas
A pesar del “encajonamiento” al que se siente sometido
con el formato de entrevista, se percibe en el texto el don de lenguas, la
claridad con que expresa una realidad que tiene viva en su mente y en su
corazón: el Opus Dei. Por eso Conversaciones, afirma Illanes, es un texto no condicionado por el
momento histórico, y muy útil para un adecuado conocimiento del Opus Dei.
Illanes en la presentación de Conversaciones
Illanes subraya también la armonía y proporción en los temas
que se reflejan en el conjunto de entrevistas, que no son un mero conglomerado
de asuntos dispersos, sino que obedecen a un interés expreso del entrevistado
en subrayar los rasgos decisivos en la proporciónconveniente.
Es significativo, por ejemplo, que en el 40% de las
respuestas habla del trabajo (“noble fatiga creadora de los hombres… uno de los
más altos valores humanos”), punto central del mensaje del Opus Dei.
Aparecen también con frecuencia, en proporción armónica,
otros aspectos necesarios para captar la espiritualidad de la Obra: la Iglesia
como comunidad viva y familiar; la valoración positiva del mundo y de las realidades
terrenas, lugares de encuentro con Dios; la igualdad y complementariedad
varón-mujer y su reflejo en la familia y la sociedad (“no en vano los creó Dios
hombre y mujer…”); su visión del papel de los intelectuales, cuya labor
creativa debe hacer presente en la sociedad la luz del espíritu cristiano...
Llevar la verdad a la opinión pública
San Josemaría era un hombre profundamente convencido de
la fuerza de la verdad, y enamorado de la libertad. Alguno de sus alumnos de
1941 recordaba haberle oído explicar -con fuerza inusitada en esos años, apenas
acabada la guerra civil- que periodismo es lo que se escribe desde la libertad
y desde la responsabilidad personal. Y que sin libertad no hay periodismo, sino
propaganda.
Homilía en el campus de la Universidad de Navarra. 1967
A partir de 1968 san Josemaría decidió llegar al gran público mediante la publicación de algunas de sus homilías y
meditaciones. La homilía que pronunció en otoño de 1967 en el campus de la
Universidad de Navarra, ante miles de personas, demostró que muchísimas
personas deseaban seguirle. Esa homilía, que puede definirse como paradigmática
de su mensaje, se incluyó junto a las entrevistas desde la primera edición de
Conversaciones. Puede escucharse con la voz de san Josemaría en este audio.
Conversaciones Con: por periodistas para periodistas
Es significativo que la presentación de esta edición de
Conversaciones en Madrid corriera a cargo de un nutrido grupo de profesionales del
periodismo, de reconocido prestigio y muy diferentes ideologías, que
manifestaron con su presencia el agradecimiento a un legado que sigue vivo.
Ese acto dio origen a un innovador foro permanente de periodistas, Conversaciones.con. Otros similares habían surgido ya años antes entre profesionales de la información en diversas partes del
mundo, como la Fundación Coso, en Valencia. Periodistas conscientes de su responsabilidad en la vertebración de una
sociedad civil viva, que se reúnen para reflexionar sobre cómo
mejorar su trabajo. Ver también esta reseña de la presentación de Conversaciones... en Valencia.
Unas palabras sensatas de la filóloga y escritora Elvira Roca sobre el trabajo de la mujer y el espíritu de colaboración y compañerismo con el que se construye la armonía social y familiar. De las pocas ideas lúcidas y constructivas que he oido estos días en los medios, en torno al Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Denotan un pensamiento libre, no encadenado por lo políticamente correcto. Y tremendamente humano y esperanzado.
Abogado y escritor, premio Goncourt en 1936, Maxence van der Meersch describe en esta bien trazada novela la vida de un médico de buena familia en la Francia de comienzos del siglo XX. Salen al paso, con agilidad y realismo, los dilemas humanos, científicos, éticos y religiosos que se plantean en esos años en la vida de los médicos y de la sociedad en que viven.
Egoísmo y miserias humanas, lacras sociales debidas a vicios extendidos, falta de condiciones salubres, ignorancia de medidas profilácticas, ambición y visión crematística de la profesión, fallos por ignorancia o malas prácticas médicas, miedo a asumir responsabilidades, corporativismo, vacío y frialdad cuando falta la visión trascendente del ser humano... son algunos de los dilemas a los que el médico, entonces como ahora, debe saber enfrentarse.
Son cuestiones bien planteadas en el libro, que invitan a una reflexión ética de plena actualidad, y que el autor sabe enfrentar con sano criterio, destacando los valores humanos de los buenos médicos. Resalta también algunos consejos médicos (limpieza, dieta sana...) que iban descubriéndose en esa época, y el arduo trabajo de investigación y "prueba-error" que se esconde detrás de los avances científicos.
Late también la preocupación por los sistemas políticos vigentes, alejados tantas veces de las necesidades reales de las personas a pesar de declaraciones fatuas tipo "gobierno del pueblo por y para el pueblo", de las que se llenan la boca los políticos, que pueden acabar convirtiendo el sistema de sufragio universal propio de la democracia en un instrumento de sujeción en manos de minorías poderosas.
"Las pobres masas -afirma Van der Meersch en boca de uno de sus personajes- rehúyen instintivamente el esfuerzo, y van detrás de quienes les predican las cosas fáciles y placenteras, de quienes les envenenan para explotarlas. Haría falta que estuvieran representadas por las selecciones de todas las clases, por los mejores del mundo laboral, no por los más perezosos o los más demagogos. Habría que dar con un sistema de catalogar a los hombres por su valor moral, reconociéndolo por signos exteriores: su familia, su calidad profesional, su altruismo..."
Y en el fondo, como sustrato, la pregunta sobre Dios y el descubrimiento del amor: "Jamás deberían los hombres odiarse: hay poco tiempo para amar. Y este es el gran misterio del amor: lo inexplicable es que uno quiera perderse por otro, y perdiendo gane." Y es que Dios, por el amor, se adentra en el hombre. "Carísimos: amémonos los unos a los otros, porque el amor proviene de Dios... El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor."
"Los amores del hombre se cifran en el amor a sí mismo o en el amor a Dios. Sólo esos dos amores existen." El protagonista recapacita sobre el egoísmo en que se ha desenvuelto su vida: ese ídolo del egoísmo "al que tantos sacrifican todo lo bueno que podían hacer y tener."
Es el gran descubrimiento del bien, que convierte la vida en una existencia lograda: "Uno de los mayores goces que el hombre puede experimentar es encontrar en su pasado el recuerdo de un gesto surgido del fondo de sí mismo, realizado sin proponérselo, sin haberlo querido, un gesto de pura bondad, que le impele a creer en el bien. Y más allá del bien, lo sepamos o no, está la presencia de Dios." Van der Meersch, ateo y de familia librepensadora, se convirtió al catolicismo en 1936. Cuerpos y almas fue escrita poco después, en 1943, y se deja ver el sentido sobrenatural del autor, lleno de humanidad. Hacia le final aflora su reflexión sobre el "no cansarse de actuar bien", que debería regir el obrar humano: "¡Cuán afortunados los que alcanzan el bien y la verdad por los caminos de la justicia, del cumplimiento del deber, del sacrificio, de le entrega de sí mismo! Un cruel destino debe ser para el hombre no haber podido entrever la faz de la verdad sino a la trágica luz de una mala acción irreparable, que le hace ver por contraste el bien que podía haber hecho y despreció."
Esta obra le valió el Gran Premio de la Academia Francesa. Un gran libro, como lo atestiguan también sus numerosas ediciones internacionales. Recomendable para médicos y alumnos de medicina y enfermería. Y para los amantes de la lectura en general.
El hombre
que salvó mi alma. Una historia sobre el poder de la amistad
Tony Hendra. Ed.Maeva,
2004. 293 pags.
Nacido en
Inglaterra y graduado en Cambridge, Tony
Hendra ha trabajado como periodista, escritor y guionista de series de humor. Alcanzó éxito
en Estado Unidos, donde ha transcurrido la mayor parte de su carrera, con programas
satíricos y polémicas colaboraciones en numerosos medios.
Fue guionista
de la innovadora serie de la BBC Spiting Image, dedicada a la crítica social y política,
posteriormente imitada en numerosos países.
Hendra describe
el trabajo que le llevó a la fama como el de un “cínico, escéptico, exhumanista,
del club de los mundanos, para quien nada es sagrado”, dedicado a la sátira, un género “cruel e
injusto”.
Tony Hendra
En este
libro Tony Hendra nos descubre su íntima historia personal. Adolescencia atolondrada, ideales de juventud,
ilusiones y desengaños, rencillas, éxitos y fracasos profesionales y amorosos…
No escribe
por exhibicionismo, sino para rendir homenaje al amigo que iluminó su vida: el
sacerdote benedictino Joseph Warrilow, que le ofreció el refugio seguro de su
paternal amistad. La paz que experimentó
en su juventud tras una charla apacible, en la que abrió su alma en confesión, le marcó para siempre.
Tony Hendra narra
con la soltura de un buen guionista y la
viveza de lo experimentado. Habla de la vida, no de teorías. Mantiene la
frescura del relato con un agradable sentido del humor, y a veces con la desgarrada
heterodoxia del satírico, que no se
corta llamando a las cosas por su nombre.
Hendra
retrata el itinerario de quienes viven rodeados de ambición e increencia. Sin
resortes interiores, resulta fácil pasar de la ambición desorbitada de fama y
poder al vértigo de las drogas, el sexo y el alcohol. Lo que viene después de
esos espejismos de felicidad es lógico: la depresión, el
vacío existencial, la desesperación.
La sátira, un periodismo
que hace daño
Al mirar
atrás, hace autocrítica de su modo de entender
el periodismo, cuando se sentía “con una
misión tan elevada (redimir el mundo mediante la sátira y liberarlo de todos
los malvados), que se consideraba libre de obedecer las normas por las que vive
la gente vulgar”, de atacar por escrito
y personalmente a otra gente sin importarle el daño que cause. Se siente tan
por encima del “insignificante sistema moral de los otros mortales, que se permite
cometer transgresiones impunemente”, tratando a los demás y sus familias con
desprecio y falta de humanidad. Él era puro, los demás corruptos.
Es interesante
su diálogo sobre los efectos colaterales de la sátira: quien parodia puede
convertirse en alguien tan cruel o hipócrita como sus caricaturas.
“Me he
entrenado en denigrar reflexivamente a gente con la que no estoy de acuerdo, o
que desprecio, o de cuyas motivaciones recelo. Sin tener en cuenta el efecto
que ello pueda ejercer en mi propio estado moral.”
Ha
visto actuar así a muchos editores,
periodistas, escritores, personajes del
cine y la televisión. “Piensan que el recelo y el escepticismo son obligaciones
profesionales, moralmente neutras. Pero ni el recelo, ni el escepticismo, ni el
desprecio son neutros.” Hacen daño al que los ejerce. No son virtudes. Son
vicios, hábitos de conducta nocivos para la propia personalidad, que acaban
enfermando a quien los practica.
Tiene
palabras duras, probablemente exageradas, para los de su oficio: “nunca he
conocido a un cómico que no fuera infeliz, vengativo, chalado, poco digno de
confianza y mal bicho…”
Reconoce sus
errores con sencillez, sin intentar justificarse. Rencillas y rupturas. O falta de idoneidad para tareas que quiso
emprender: “El espíritu cómico es una cualidad misteriosa que no se aprende (…)
Una cualidad misteriosa que reconoces al instante cuando el actor sale a
escena, incluso antes de que abra la boca, antes de que haga nada.”
Resalta la
importancia de no perder el contacto con tu público, sobre todo en el
periodismo de humor. Cuando regresa a Inglaterra tras años en USA, “una
generación había nacido en mi ausencia, y tenían innumerables recuerdos de
cosas grandes y pequeñas que yo no podía pulsar a nivel de reflejo para
hacerles reír.”
Tony Hendra siembra
el relato de agudos comentarios, con el
espíritu de observación de un buen humorista: en la Inglaterra de finales de
los 50 “había ya señales del nuevo sistema que te haría necesitar cosas que no
necesitas, pudieras pagarlas o no.” “Hay dos tipos de gente en el mundo:
quienes dividen el mundo en dos clases de gente y quienes no lo hacen…”
Juzga las
personas y los sucesos con un sano sentido común, propio de quien está de
vuelta de “experiencias liberadoras”. La vida le ha enseñado que en realidad
han sido experiencias cruelmente erróneas. El padre Joe tenía razón. También en que siempre se está a tiempo de
volver.
Fr Joseph Warrilow
Egoísmo, el
peor pecado
“Has
cometido un pecado de egoísmo”, le había dicho la primera vez el padre Joe. Años
más tarde, Hendra entiende por fin que su mayor pecado no han sido las drogas,
ni el alcohol, ni la promiscuidad, ni las sátiras odiosas… sino la falta de
amor en su vida.
“El infierno
es estar solo para siempre, sin amar ni ser amado”, encerrado en él por
egoísmo, para toda la eternidad. Es no
tener más que esperanzas en uno mismo, amarse únicamente a uno mismo. “Es una
prisión sin puertas”, cuyos muros son las posesiones de las que no se sabe
vivir desprendido. “Cuantas más posesiones, más difícil es salir de la
prisión”.
Descubriendo el amor
En cambio,
“la paz es la certeza de que nunca estás solo”. Y el amor, la alegría en la
existencia del otro. “Cuando se descubre ese amor del otro se superan las meras
sensaciones y se empieza a descubrir el amor verdadero, que libera de la
prisión del yo, de lo que yo quiero, de lo que yo necesito.”
Y la
presencia esencial es la del Otro, a quien se ama. Esa presencia da un sentido
nuevo a la vida y al trabajo, que puede convertirse en oración. (Esto lo explicaba
muy bien san Josemaría: cualquier trabajo honesto puede ser convertido en oración, en ocasión de
encuentro con Dios, y por tanto de alegría y paz.)
La Iglesia
Hendra mira
a la Iglesia con cierta heterodoxia, pero con cariño, libre de prejuicios
frecuentes entre los de su profesión.
Rememora con
humor agradecido las clases de catecismo que recibió siendo niño. Las monjas
“usaban para inculcarnos la Fe tormentos dignos de la Inquisición, pero eficaces. ‘¿Por qué te creó Dios? Dios
me creó para conocerle, amarle y servirle en este mundo y ser feliz con Él para
siempre en el siguiente.’ En esta catequesis hay conceptos y supuestos que
pueden superar a un chico de 6 años, pero medio siglo después todavía puede
recitarlos dormido”.
Incide en un
comentario frecuente en artistas y personas sensibles, incluso alejadas de la
fe, acerca del estropicio que falsas interpretaciones del Concilio Vaticano II
causaron a la bella liturgia católica.
En su
juventud, Tony Hendra se siente deslumbrado
por la hermosura de la liturgia. El canto gregoriano “era la música del
espíritu a la busca de paz, no de alivio emocional; expresaba la avidez del
alma…”Era el polo opuesto al hedonismo y la sensiblería.
Cuando
decenios después acude de nuevo al templo, algo chirría. El latín ha sido mal traducido
a un lenguaje vulgar, aburrido e inexpresivo. Y “el guión universal de la
liturgia se ha dejado al arbitrio de cada cura, dejando al descubierto los egos
de cada cual. La augusta música milenaria había sido sustituida por una
colección de himnos en la estela de John Denver…”
Pero Hendra
sabe distinguir lo esencial de lo accesorio. La Iglesia, como aquella comunidad
benedictina de Quarr, es “un ente inconmesurablemente mayor que la suma de sus
partes.” No son ciertas las caricaturas de la Iglesia. Al fin y al cabo, concluye,
“la Edad de la Fe (la Edad Media) pudo no haber sido perfecta, pero esos siglos
benignos habían sido mucho más civilizados que el actual”.
Elogio de la
confesión
En los peores
momentos, el recuerdo del padre Joe, en su convento de Quarr, en la isla de
Wight, era su faro seguro. Sentía su
paternal amistad, aun cuando hubieran pasado años de desconexión. ¿Cuál era el
secreto de esa amistad fiel?
Algo en él
inspiraba confianza. Padres y educadores deberían tomar nota. Tras su primera
confesión con el padre Warrilow, se
asombra porque “…no había cuestionado nada de lo dicho por mí; no me había
pedido repetir ni clarificar, ni preguntado si me había dejado algo importante
en el tintero. Parecía suponer que yo decía la verdad (…) Eso era ya admirable:
ninguna persona con autoridad había dejado
de cuestionar directa o indirectamente lo que yo decía. La vida del
adolescente está dominada por interrogatorios acusadores (…) Supe que acababa
de conocer a un hombre que no tendría ninguna de las reacciones que yo había aprendido
a esperar...”
El padre Joe
“jamás decía algo malo (de nadie...), lo que aumentaba tu confianza en él. Cualquiera que culpa a la otra
parte en tus narices, también te culpará a ti delante de los otros.”
“Hablaba de Dios, pero muy de tanto en tanto,
y siempre en relación con la palabra amor (no como lejana autoridad que hiciera
temblar). Hablaba de Dios como “Él”, y ese Él era bondadoso, generoso,
creativo, músico, artista e ingeniero y arquitecto del genio. Un Él que vivía
plenamente su alegría y la tuya, que nunca te dejaba aunque resultara
fuertemente herido, que te daba regalos y oportunidades… que te daba deberes,
pero no te abandonaba si no los cumplías.” Ese otro dios que caricaturizan es
un prejuicio, ajeno a la verdad católica sobre Dios.
El padre Joseph Warrilow falleció de avanzada edad en 1998,
cuando ya Tony Hendra tenía en proyecto escribir sobre él, para contar al
mundo el inapreciable don, “la paz que
Dios, a través de un hombre santo, puede llevar a un alma con el Sacramento dela Confesión”.
Pienso que
este estupendo libro es también un homenaje a todos los sacerdotes que, por ser
hombres de oración y amigos de Dios, han ofrecido consuelo, amistad y consejo, y el tesoro de la confesión, a cuantos lo buscan.
Puede verse aquí a Tony Hendra contando su historia. Termina de manera significativa: con
el himno Salve Regina. Vino a sus labios cuando asimiló el fallecimiento de su fiel
amigo. Ella es el verdadero faro siempre
encendido para volver a puerto seguro.