martes, 25 de septiembre de 2018

Memorias de Vernon Walters



Misiones discretas. Vernon A. Walters. Ed. Planeta




Vernon A. Walters es un ejemplo de cómo el dominio de los idiomas abre puertas en la vida. Sin estudios universitarios, pero con una buena educación adquirida en un colegio católico, su niñez transcurrió entre Estados Unidos, Inglaterra  y Francia, acompañando a sus padres, por lo que desde muy temprano hablaba con fluidez varias lenguas. Llegó a dominar ocho idiomas.

Recién alistado en el ejército, su habilidad como traductor le valió ser llamado al servicio del Estado Mayor del general Clark, que comandaba el desembarco aliado en el norte de África. La cercanía a mandos militares fue para él una escuela de las virtudes del mando y el sentido de la disciplina, imprescindibles en la vida militar, pero necesarios también en la sociedad civil. Hoy son cualidades que relacionamos sobre todo con el liderazgo empresarial.

Vernon Walters comenzó la guerra como traductor de prisioneros y enlace entre fuerzas aliadas, y llegó a ser intérprete de cinco presidentes de los Estados Unidos. Asistió en primera fila a los hechos más sobresalientes de la guerra fría, a veces como protagonista.  Alcanzó el grado de teniente general, y fue subdirector de la CIA y embajador de su país en Alemania.





Cuando ya mayor le preguntaban por qué seguía en activo, daba esta razón: “Tengo la íntima convicción de que mi país es la única garantía que tiene la libertad para perdurar en el mundo.”  Era consciente de la dura lucha que se estaba desarrollando entre diferentes conceptos de la vida y de la dignidad humana, y que el objetivo era cambiar la mentalidad de la sociedad occidental para que abandonara los valores cristianos. "No podemos perder esta lucha por culpa de nuestra inacción o por un excesivo sentido de culpabilidad nacido de nuestras deficiencias."

Es significativa su referencia al encuentro que mantuvieron el almirante Carrero Blanco y el presidente Nixon: "Carrero Blanco dijo a Nixon que los comunistas procuraban debilitar la voluntad y decisión de defensa de Occidente, utilizando a este fin las libertades democráticas. El Che Guevara había dicho con toda claridad: "Hay que dar mala conciencia a los burgueses." Los comunistas seguían un plan deliberado de socavar todos los valores del mundo cristiano, cubriéndolos de ridículo, antes que atacarlos directamente. Con la explotación de los estupefacientes y de la pornografía, reforzaban su ataque a la sociedad burguesa."

 El libro es ameno y aleccionador. He subrayado algunas ideas relacionadas con el liderazgo que Walters parece querer subrayar,  fruto de experiencias –no siempre positivas- vividas en primera persona.

1)   La primera es evidente: los idiomas abren puertas, profesional y humanamente. Sin idiomas su vida hubiera sido muy distinta, y casi con seguridad más alicorta.

2)   Dar cuenta una vez cumplida la misión. Siendo ayudante del general Clark, éste le encargó que hiciera llegar una carta de un niño a un guerrillero aliado. Después de muchas gestiones, consiguió entregarla a un equipo que iba a lanzar víveres en paracaídas a los guerrilleros, y le aseguraron que incluirían la carta. Y se quedó ya tranquilo con esa promesa. Al cabo de un tiempo, el general le preguntó si ya se había entregado aquella carta, y como no pudo asegurarlo (“Dije que se hiciera”, le contestó) el general dijo: “O sea, no lo sabe. Cuando le digo que quiero que se haga algo, encárguese de que se haga. Compruebe que se ha hecho. Y cuando esté convencido de que realmente se ha hecho, vuelva a comprobar, para ver si se ha hecho bien, y a continuación, me comunica que se ha hecho.”

3)   Estar con los subordinados en los momentos duros, sin justificar la ausencia por el grado.

4)   En los momentos difíciles es una falta de dotes de mando no dirigir unas palabras de ánimo a los subordinados deseando buena suerte, y limitarse a presenciar en silencio su partida hacia el trance.

5)   No decir nunca que no al superior, aunque ampare cierto derecho y lo pida por favor.

6)   No pedir medios al superior para alcanzar el objetivo que manda: hacer uso de la iniciativa e ingeniarse los medios.

7)   Es una mezquindad no facilitar trámites de alojamiento o transporte al viajero que está de paso.

8) Walters resalta la importancia de la virtud humana de la valentía. Para los tormentosos años que esperan a nuestro país -escribe- "necesitaremos sobre todo valor; no sólo valor físico, sino verdadero valor. El verdadero valor navega contracorriente. Comienza en el momento en que todos los demás han claudicado o han dejado de luchar. Jamás consiste en dejarse arrastrar por la corriente de lo que hacen los demás. El verdadero valor es, a menudo, solitario. Rezo para que en nuestra singladura nos acompañe la Fe que ilumina el camino, ya que oscura es la senda de la nación que avanza sin Fe; el Entusiasmo que nos ha hecho grandes y que será causa de que seamos la fuerza del bien en el mundo; y por fin, el Valor, que es la más grande de las virtudes humanas, por cuanto garantiza las otras." 

viernes, 21 de septiembre de 2018

Un guionista en Hollywood. William Goldman


Las aventuras de un guionista en Hollywood.
William Goldman. Ed. Plot



William Goldman ha sido guionista de películas memorables como “Dos hombres y un destino” (Óscar al mejor guión en 1969), “Con la muerte en los talones”, “Maraton Man” o “Todos los hombres del Presidente” (Óscar a la mejor adaptación en 1976).  

Publicado por primera vez en 1983, este libro narra sus experiencias en el singular mundo interior de la meca del cine, un mundo muy diferente del que vemos en la pantalla. Van desfilando por sus páginas personajes míticos de Hollywood  (empresarios, directores, artistas, músicos, guionistas…) con los que tuvo oportunidad de relacionarse profesionalmente.


Con un estilo desenfadado y divertido, nos permite contemplar en primera fila la vida real de los famosos, y también los intríngulis de la producción cinematográfica. Desmitifica no pocos aspectos de Hollywood, entre otros los aires filosóficos que se dan muchos cineastas de renombre.

       El libro es una buena y divertida introducción al mundo del cine.  

miércoles, 19 de septiembre de 2018

La vida nueva de Pedrito de Andía: una gran novela sobre la adolescencia




La vida nueva de Pedrito de Andía. Rafael Sánchez Mazas


Hay lecturas que dejan poso en el alma: buenos sentimientos, deseos de ser mejor persona, de hacer el bien.  Es lo que consigue a mi juicio esta novela de Sánchez Mazas, publicada en 1951. La leí hace años, como muchos jóvenes españoles, y el encuentro casual con una ficha que tomé entonces me mueve a esta reseña.

Dirigida a un público joven, su protagonista es un adolescente que atraviesa el turbulento cambio que le llevará de la infancia a la edad madura.  El ambiente en que transcurre es la España de 1923,  bien distinto al que se encuentran los jóvenes de nuestros días. Pero la crisis es la misma. Y los medios para atravesarla son también muy similares.

Desde entonces han mejorado mucho los conocimientos de sicología, en los que todo padre y educador debe estar al día para encauzar con acierto a los jóvenes. Pero no deberíamos despreciar la sabiduría contenida en los consejos de nuestros abuelos, padres de familia y educadores que quizá no estudiaron sicología pero conocían el alma humana como nadie y tenían experiencia de la vida.

***

La novela refleja  el ambiente en que crecían los jóvenes de la época, habitualmente más cristiano que el actual. Los razonamientos incluyen la perspectiva cristiana, sobrenatural, sin la que es imposible entender plenamente a la persona, ni por lo tanto ayudarla cabalmente. Tratar de educar sin esa perspectiva es dejar cojo y sin un fundamento clave el edificio de la personalidad. Si somos hijos de Dios, ¿cómo vamos a prescindir de Él a la hora de educar? ¿No hay que educar de acuerdo con lo que somos?

***

La ficha se refiere al sentido del dolor. El adolescente sufre mucho, todo le molesta; amores y desamores, encuentros y rupturas,  miedo al futuro…  Le duele sobre todo no entenderse a sí mismo ni encontrar sentido a las cosas. Pedrito de Andía acude a su confesor, un buen sacerdote que le conoce bien, y le abre su alma.

Así lo cuenta, en un párrafo largo pero enjundioso:

“Otra vez le saqué la conversación de lo requetemal que me había ido todo el verano en tantísimas cosas. Él me contestó que tampoco exagerara y me pusiese a hacer el mártir y que Dios Nuestro Señor siempre prueba a los que habrán de ser más buenos, porque en lo que se crece para mejores cosas es en el dolor, y sin dolor, dijo, no se nace ni se renace a nada y mucho menos a la vida eterna, ni se sacan frutos ningunos, ni se hacen trabajos ni luchas nobles, como tampoco sin estrujar la uva se hace el vino, ni sin moler el grano el pan.

Me insistió en que si yo quería vivir sobre la tierra como hombre de verdad me tendría que hacer a sufrir como hombre y que, si se quitaran las penas de este mundo, se le quitaría toda la belleza y toda la nobleza y toda la poesía, porque sin penas no hay héroes, ni poetas, ni santos, ni habría san Agustín, ni san Ignacio, ni san Francisco, ni san Pablo, ni David, que tanto llevaron todos esos; ni tampoco César, ni Ulises, ni Aquiles, ni Eneas, ni siquiera el pobre Don Quijote de la Triste Figura, y que no era hombre alto el que no crecía en el dolor, que es la bienaventuranza de las bienaventuranzas, porque casi todas se podrían resumir en una: Bienaventurados los que sufren.


Ármate, Pedrito –me dijo al final- , a precio de dolor, de punta en blanco, para entrar como caballero en una vida nueva. Que sea ésa tu vida nueva y la tomes con alegría.”

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Encontrar sentido al dolor, valorar el esfuerzo, no contentarse con una vida materialista ni mediocre, afán de superación, ideales nobles para hacer el bien en el mundo a manos llenas… Ahí es nada.

Ojalá esta lectura siguiera llegando a muchos jóvenes de nuestros días y fuera capaz de despertarles del sopor en que suelen encontrarse. 

Por cierto, veo que los ejemplares de segunda mano se venden a buen precio en Amazon…

De temática similar, más actual, esta novela de Alejandro D'Avernia: Blanca como la nieve, roja como la sangre.



martes, 18 de septiembre de 2018

Tiempos modernos

Tiempos modernos. La historia del siglo XX desde 1917 hasta nuestros días. Paul Johnson. Ed. Vergara


 

Es necesario conocer la historia, con toda la objetividad posible, para no repetir los errores que cometieron nuestros antepasados. Conocer no sólo los hechos, sino también las ideas que dominaban en los ambientes culturales y de poder.

 

Paul Johnson hace en este ensayo un equilibrado análisis de los hechos más relevantes que acontecieron en el siglo XX, un siglo torturado por dos guerras mundiales, las más cruentas de la humanidad, y por regímenes totalitarios de larga duración, como los comunistas  que se establecieron en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y en la China de Mao,  y el más efímero de la  Alemania nazi. 

 

El libro no se limita a describir los hechos. Analiza sobre todo las ideas del poder dominante. Como refiere en el primer capítulo, la historia de los tiempos modernos es en gran parte la historia del momento en que se colmó el enorme vacío dejado por la religión, a raíz de las corrientes de pensamiento propagadas por el ateísmo y la Ilustración en los siglos precedentes, especialmente desde el siglo XVIII. 

 

Marx sustituyó la dinámica religiosa por el interés económico. Freud por el impulso sexual. Nietzche predicó la muerte de Dios, y tuvo que escribir en 1886 que el hecho de que la creencia en Dios "ya no fuera defendible" comenzaba a proyectar sus primeras sombras sobre Europa. Como afirmó san Juan Pablo II en su viaje a Colombia de 1986, "el vacío de la religión vienen a llenarlo las sectas, los mesianismos políticos secularizados, el consumismo que produce hastío e indiferencia, o el pansexualismo pagano."

 

Nietzche acertó al predecir que Dios pronto sería sustituído por la Voluntad de Poder. Aparecería un nuevo tipo de mesías, con un ansia ingobernable de controlar a la humanidad, libre de las inhibiciones que provocaba la religión, y libre por tanto para sojuzgar a la población a su antojo. No tendría que rendir cuentas ante nadie, con tal de que todas las riendas del poder las mantuviera en su mano, y no hubiera nadie más fuerte que él. 

 

Es el tipo de mesías que se convertiría en estadista pistolero, una figura que comenzó a aparecer en Europa y Asia, encarnado en personajes siniestros como Lenin, Stalin, Mao o Hitler. Todos ellos unidos por su ateísmo. 

 

El libro aporta una visión sugerente de la historia reciente, se mantiene bastante alejado de determinados estereotipos e ideas "políticamente correctas" que , al tergiversar la realidad, nos impiden conocerla y evitar errores pasados.

 



 


miércoles, 8 de agosto de 2018

Eugénie Grandet. Honoré de Balzac


Belleza y mundo interior

En su novela “EugénieGrandet”, el escritor francés Honoré de Balzac describe la extraña belleza que parece emanar de las personas de buen corazón.


Balzac se refiere en concreto a la mujer, en la que parece más propio hablar de belleza. En las mujeres de corazón cristiano -que significa de corazón que se sabe llamado a amar a Dios y a los demás, y no a las riquezas- ha visto un algo que parece serenar su rostro y toda su presencia.

Así describe el atractivo de Eugénie, protagonista de su novela:

“Eugénie pertenecía a ese tipo de muchachas de constitución fuerte (…) cuya belleza parece vulgar. Pero si sus formas no se asemejaban a las de la Venus de Milo, las ennoblecía esa suavidad del sentimiento cristiano que purifica a la mujer y le comunica una distinción desconocida por los escultores antiguos (…)

El pintor que busca aquí abajo un tipo con la celestial pureza de María, que exige a la naturaleza femenina esos ojos modestamente orgullosos adivinados por Rafael, esas líneas vírgenes debidas a menudo a los azares de la concepción, pero que sólo una vida cristiana y púdica pueden conservar o hacer adquirir; ese pintor (…) hubiese encontrado de repente en el rostro de Eugénie la nobleza innata que se ignora a sí misma, hubiese descubierto un mundo de amor bajo aquella frente serena…”



Ese mundo de amor interior, que percibe Balzac, es el propio de las personas que saben “estarse a solas con el Amado”, como diría san Juan de La Cruz, para sentirse amadas por Él. Y, allí, "aprender del Amado a amar", a amar a todas las personas porque son amadas por Dios.

Todo artista busca en su obra un “toque divino”, y se emplea a fondo para lograrlo. Pero hay un “quid divinum” -en expresión de san Josemaría- que sólo puede generar un mundo interior rico, el mundo interior de quien se sabe hijo de Dios y amado por Él.



martes, 7 de agosto de 2018

Huid del escepticismo




Huid del escepticismo. Una   educación liberal como si la verdad contara para algo

Christoffer Derrick. Ed. Encuentro

Discípulo de C.S. Lewis, el intelectual y escritor inglés  Christoffer Derrick nos ofrece en este magnífico ensayo una reflexión crítica en torno a la educación tal y como se está planteando en muchos países de nuestro entorno. Una educación dominada por una intelligentsia que, contra lo que sería su razón de ser, niega la posibilidad de saber la verdad de las cosas. Con sentido del humor británico, Derrick señala las contradicciones en que cae el sistema educativo, víctima del escepticismo.

Derrick, tras constatar que en nuestros días  buena parte de escritores y profesores se muestran escépticos, parece descubrir un “interés” personal directo en ese escepticismo. Si la tarea profesional del intelectual es ir a la caza de la verdad, negar la posibilidad de alcanzarla –que  eso significa ser escéptico- sería una forma de dilatar sin fin su aparente e infructuoso trabajo.

El intelectual que sucumbe a la tentación del escepticismo quiere gozar  del placer de la búsqueda intelectual, pero se muestra reticente a asumir el producto final lógico de esa búsqueda, que es el conocimiento de la realidad. Parece como si inconscientemente tomara medidas para esterilizar anticipadamente su búsqueda, adoptando teorías relativistas o escépticas. Así el juego puede continuar eternamente, “como el juego de los amantes sin el estorbo del embarazo y el parto del niño”.

La versión política de esa tendencia escéptica de la intelligentsia es apostar por las tendencias más “progresistas”, por los cambios más “revolucionarios”, ya  que en cuanto suponen replanteamientos más vertiginosos parecen reclamar el protagonismo de la “intelectualidad”. En cambio su papel no sería tan relevante si se tratara de conservar valores adquiridos. De manera que mostrarse escéptico no dejaría de ser hoy una forma de vedettismo.

No debemos sucumbir a esa supuesta celebridad de ciertos intelectuales escépticos, señala Derrick: “El hecho de tener un cerebro de primer orden no es una garantía de integridad total, de total objetividad y total neutralidad ante los hechos.”

Derrick muestra el absurdo de planteamientos filosóficos que niegan por principio nuestra capacidad de conocer la realidad: “No puedo demostrar que los patos son patos, y que los cerdos son distintos de los patos. Una prueba así no es necesaria y mucho menos posible. Las cuestiones de ese género no son de orden filosófico; requieren la presencia o ausencia de una salud mental básica que haga posible la filosofía o cualquier otra actividad coherente.” 

Y concluye con estilo chestertoniano: “En la base de algunas filosofías no hay sino un problema de  salud mental…”

La postura del escéptico total es completamente absurda. Por eso, tales escépticos no existen en realidad: un hombre que dudase de todo, tendría que dudar también de que duda de todo; tendría que dudar hasta de su propia existencia, lo que no le permitiría dudar…






Entre las razones por las que está tan extendido el escepticismo entre los intelectuales, indica las siguientes:

1º, porque es fascinante ese juego de demostrar que no es lo que es; lo malo de ese juego es que se realice ante jóvenes que lo toman en serio;

2º, porque la duda, cuidadosamente racionalizada, alimentada y sostenida, es un magnífico mecanismo de defensa contra la pesada realidad, demasiado grave y molesta; y

3º, porque la postura  escéptica da cierto protagonismo. "Existe esa impresión vaga, pero persuasiva, de que expresar dudas es un signo de modestia y de democracia, mientras que se considera dogmática y dictatorial demostrar certidumbre."

Pero hay otra razón de más peso: y es que la presencia de la verdad compromete.

Hay, desde luego, personas que pretenden que es imposible conocer la verdad, pero es porque reconocer que la verdad existe les llevaría a sentirse obligados moralmente. Es menos comprometido negarla. Es lo que hizo Poncio Pilatos, cuando preguntó “¿Qué es la verdad?”, en presencia de la Verdad misma. Decía no saberlo, pero acto seguido condenó a muerte a un Hombre cuya inocencia él mismo había proclamado. Ser escéptico no es una actitud inocua…

Derrick concluye su ensayo con dos advertencias útiles para desarrollar una mente sana y cultivada:

1ª, “Guardaos, amigos, de los filósofos que os digan que el hombre no puede conocer la verdad. Esa postura solo puede conducir al hombre a la perdición.”

Y 2ª, confianza en la luz de la revelación cristiana, que ilumina (pero no frena) el camino de la razón. “La fe cristiana no se fundamenta en la razón, sino en la palabra de Dios: pero es bueno y conveniente saber que la razón está de nuestra parte y no contra nosotros, como ciertos filósofos quieren hacernos creer…”

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La propuesta de Derrick es lo que denomina educación liberal, en la que se estimule a la persona a desarrollarse de la manera más completa posible: leer mucho, pero no cualquier cosa, sino lo bien informado y sensible; apreciar el arte; entender algo de la historia del mundo y sus problemas. 

Una persona así tendrá muchas simpatías y espíritu tolerante, y sabrá dar a las cuestiones públicas o políticas salidas distintas a las del simple prejuicio o interés particular, esos prejuicios que difunden con ahínco digno de mejor causa algunos hombres públicos. 

Una persona educada con ese espíritu liberal, apunta Derrick, tendrá cierta facilidad en las difíciles artes de leer, pensar y escribir -tan relacionadas, y tan escasas en nuestros estudiantes hoy-, y será alguien con quien valga la pena conversar, porque dispondrá de esos recursos interiores que admiramos en un espíritu cultivado. Y tendrá valores propios que aportar al conjunto social.

Todo un reto para los verdaderos educadores.




martes, 12 de junio de 2018

El precio a pagar.

El precio a pagar. Joseph Fadelle. Ed. Rialp









"Huí de Irak por mi conversión al cristianismo", es el significativo subtítulo de este apasionante relato de una historia real, protagonizada por el heredero de una aristocrática familia chií, emparentada con Jomeini, en el Irak de Sadam Hussein.



Durante el servicio militar, Joseph (por entonces Mohamed) coincide con un cristiano, al que mira con superioridad y desprecio. No entiende que un irakí pueda no ser musulmán. Considera una debilidad despreciable que la Biblia enseñe que hay que amar a los enemigos. Y se propone convertirlo a la fe de Mahoma. 



Ante su sorpresa, cuando intenta que le hable de su fe, el cristiano elude la conversación. En un país islámico hay terror entre los cristianos ante la posible acusación de enseñar el cristianismo a un musulmán, "delito" que se paga con la pena de muerte. 



Ante su insistencia, el cristiano le responde con una propuesta singular: si quiere que le hable de Jesucristo y de sus enseñanzas, primero debe empezar por leerse el Corán



Mohamed, ofendido de que alguien dude de su conocimiento del Corán, pero deseoso de iniciar cuanto antes al diálogo que busca, acepta el reto y comienza a leer el libro de Mahoma con calma y sentido crítico, como le ha recomendado el cristiano. 


Perplejo, descubre que hay demasiadas cosas que le chirrían: incitación a la violencia y al odio, coacción de la libertad, desprecio a la mujer... en las que nunca había pensado. Acude a imanes de prestigio en busca de explicaciones, pero no haya respuestas. Y su fe entra en crisis. 


El día en que  por fin su compañero cristiano acepta dejarle un Evangelio, ha ocurrido algo singular: es la primera vez en su vida que Mohamed recuerda un sueño, el que ha tenido esa misma noche. Un sueño que acude como un golpe de luz a su mente cuando por fin abre al azar el Evangelio y lee: "Yo soy el Pan de Vida...". 


Esas palabras son justo la llave que abre el sentido de su sueño. Y nace una aspiración profunda en su alma: Alguien le está llamando hacia la Verdad, y debe buscarle. La obligación de seguir a la Verdad, para una persona coherente, es más fuerte que todos los vínculos y ataduras que lo impidan.


Pero para el islam religión y vida social se identifican. Cortar con la religión familiar es romper los vínculos con los suyos, prepararse a sufrir y a morir, no solo socialmente, sino también físicamente, a manos de su propia familia: el musulmán que abandona su fe debe morir, ordena el Corán


La eliminación de los apóstatas es norma de conducta practicada desde la aparición del islam, incluso por encima del afecto que une a los miembros de una misma familia. Mohammed tendrá ocasión de experimentar esa ley inhumana.  

Cuando su familia descubre sus dudas de fe, se desata una inaudita violencia que le lleva a la tortura y a la cárcel, primero, y más tarde a un intento de asesinato a manos de sus propios hermanos, del que salvó la vida milagrosamente.

La decisión de convertirse requiere heroísmo. Lo requiere incluso la decisión previa de conocer mejor el cristianismo:  antes de su conversión,  Mohammed lleva consigo el Evangelio, pero oculto debajo de la camisa, atado a la cintura, para que nadie le descubra. Lo lee a escondidas, porque sabe que se la juega. 

Su amigo militar cristiano desaparece un día. No vuelve a saber de él. Y comienza un peregrinaje en busca de alguien que le explique la fe cristiana, de una iglesia que le abra sus puertas. Pero los cristianos recelan, temerosos de que sea un engaño para denunciarles. 

La historia es de sufrimiento, pero en este caso acaba bien. Es tremendo comprobar la asfixiante falta de libertad de los cristianos en países de mayoría islámica. La única opción para ser bautizado es huir del país. Bautizarse allí es disponerse a morir, y a que sufra toda la comunidad cristiana de acogida, comenzando por quienes le hayan explicado la fe de primera mano. 

Una lectura muy recomendable, que invita a agradecer la libertad de religión que disfrutamos en países de raíz cristiana, y a trabajar para seguir creando ámbitos de libertad, convivencia y respeto a las conciencias en todo el mundo.