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jueves, 21 de enero de 2021

Eduardo Ortiz, médico amigo



Eduardo Ortiz de Landázuri. El médico amigo. Esteban López-Escobar y Pedro Lozano. Ed.Rialp

 

Biografía de un médico de reconocido prestigio humano y profesional, que ha dejado una huella imborrable en miles de pacientes y profesionales de la medicina de España.  

 

Tras sus primeros años de ejercicio de la medicina en Madrid, junto al profesor Jiménez Díaz, ganó la cátedra en la universidad de Granada. Allí conoció el Opus Dei, gracias a un joven licenciado que entró a colaborar en su cátedra, que era miembro del Opus Dei.

 

En 1952 asistió a un curso de retiro en Molinoviejo, un centro de actividades de formación cristiana que dirige el Opus Dei en Ortigosa del Monte (Segovia). Se sintió impactado por el estribillo que repetía con frecuencia el sacerdote en las prédicas, don Ignacio Orbegozo: “Y tú, ¿qué haces?”

 

Su asombro fue mayor cuando descubrió que lo que se le estaba proponiendo era nada menos que ser santo, a él, que era un cristiano corriente, trabajador como tantos, casado y con hijos. Se encontró de frente con la llamada universal a la santidad en medio del mundo, que el Opus Dei tiene por encargo del cielo recordar a todos. A su regreso a Granada pidió ser admitido en el Opus Dei.

 

Ortiz de Landázuri respondió generosamente a san Josemaría, cuando éste le planteó si estaría dispuesto a trasladarse a Pamplona para poner en marcha, en la incipiente Universidad de Navarra, la Clínica Universitaria y la Facultad de Medicina. Era empezar de cero, dejando una cómoda y prestigiosa posición, y una consulta médica floreciente.  

 

Sufrió en sus carnes el clima de oposición y recelos hacia el Estudio General de Navarra, generado por el ambiente estatalista de la España de los años 50 y 60. Pero supo superarlo con una gran capacidad de trabajo y sentido sobrenatural. En su trabajo lo principal eran los pacientes, y se desvivía por cada uno.

 

Su fama como médico se extendió por toda España: atendió a cerca de quinientos mil pacientes, y dejó en todos una huella imborrable por su cariño, reciedumbre y generosidad. Fallecido en 1985, en 1998 se introdujo su Causa de Canonización. En 2013 se inició también el proceso de canonización de su mujer, Laurita Busca, farmacéutica. Juntos fundaron una familia cristiana alegre y numerosa.

 

El libro está escrito con agilidad y un contenido rico en anécdotas de la vida cotidiana, que arrojan luz sobre un modelo de conducta imitable por cualquier persona corriente que desee hacer el bien a los demás con su trabajo profesional. Muy recomendable para profesionales de la medicina y la salud.






 

lunes, 11 de enero de 2021

El Opus Dei en el Madrid en los años treinta

 




Madrid en los años treinta. Ambiente social, político, cultural y religioso. Revista Studia et Documenta, vol 3. 2009. Julio Montero y Javier Cervera.

 

Studia et Documenta es la revista que el Instituto Histórico san Josemaría Escrivá comenzó a publicar en el año 2007. Acoge, desde una perspectiva multidisciplinar, estudios de diferentes investigadores interesados en la historia del catolicismo contemporáneo, y especialmente en la figura de san Josemaría y el desarrollo del Opus Dei.


El conjunto de investigaciones acerca del contexto en que vivió el fundador y los primeros pasos de esa nueva institución de la Iglesia católica constituye un mosaico interesantísimo, tanto desde el punto de vista histórico como sociológico. Por otra parte, para entender mejor el mensaje y las obras de san Josemaría es preciso conocer de cerca las circunstancias de la situación social y política de la época, el ambiente eclesiástico, o las formas en que se manifestaba la práctica cristiana por parte de los fieles.


Este interesante y conciso artículo, escrito por los profesores Montero y Cervera, describe el ambiente en Madrid en los años de la fundación del Opus Dei. Eran momentos en los que el anticlericalismo constituía uno de los puntos clave de los programas republicanos, enfrentados a los partidos monárquicos desde que en 1868 se estableció el sufragio universal.  


Ese anticlericalismo programático de los republicanos fue asumido también por los socialistas, que poco a poco habían ido recogiendo al electorado republicano desde que en 1903 Pablo Iglesias fundara el PSOE.


La vida política fue radicalizándose desde comienzos del siglo XX,  y especialmente desde 1917, y la equivalencia izquierdismo-anticlericalismo se traducía en acciones diarias y “espontáneas” contra el clero. Espontáneas, o más bien alimentadas por mentiras y fabulociones en los barrios extremos o desde la prensa republicana. Por ejemplo, en 1931, ante la quema de más de cien conventos en toda España, el diario El Liberal aseguraba que los frailes habían incendiado los conventos para desprestigiar al gobierno.


Una circunstancia que suele citarse poco al explicar los antecedentes de la guerra civil, y que recoge el artículo, es el intento de insurrección que en 1934 protagonizaron en Madrid las Juventudes Socialistas, que se habían organizado militarmente y tenían contactos con oficiales del ejército y de las fuerzas del orden público.


Largo Caballero tenía previsto el control de los puntos neurálgicos de la capital y de las Cortes. El intento fracasó por decisiones tácticas equivocadas, pero a partir de ese momento la tensión y los enfrentamientos se generalizaron. 



Este estudio abre el Volumen 5 de la colección Studia et Documenta, dedicado a analizar la situación del Opus Dei en el Madrid de los años treinta. Otro de los ensayos es un apunte biográfico sobre Luis Gordon, joven empresario que fue uno de los primeros miembros del Opus Dei y falleció prematuramente.


 Interesante también el ensayo de Santiago Casas, que da cuenta de las clases de ética para periodistas que impartió san Josemaría durante el curso 1940-1941 en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid. 


Buena parte de los volúmenes de esta interesante colección son descargables gratuitamente.

 

 

jueves, 31 de diciembre de 2020

Opus Dei: estructura y misión

 


Opus Dei: Estructura y misión. Su realidad eclesiológica. Pedro Rodríguez. Ed. Cristiandad.

 

Exposición profunda y detallada de la realidad eclesiológica de la prelatura del Opus Dei, desde el análisis de la estructura fundamental de la Iglesia.

 

Con su estilo riguroso y certero, propio del gran teólogo que es Pedro Rodrígez, el libro resulta luminoso y asequible para un público no especializado que desee conocer mejor la realidad institucional del Opus Dei y su ensamblaje como prelatura en el seno de la Iglesia católica.

 

Resalto varias ideas al hilo de la lectura, que no intentan ni mucho menos resumir el rico contenido del texto.

 

Transformar a las personas para transformar el mundo

 

El fin de la Iglesia es transformar a las personas, y esa es también la finalidad de todo el trabajo apostólico del Opus Dei en servicio de la Iglesia: transformar a cada persona para transformar el mundo. Sólo personas transformadas serán capaces de transformar eficazmente la sociedad. Si queremos cambiar la sociedad, evitar la corrupción,… hay que comenzar por eliminar las corrupciones propias. 

A eso tiende toda la formación cristiana que ofrece el Opus Dei: ayudar a cada persona a ser coherente con el mensaje de Jesucristo y a buscar la unión con Dios mediante la oración y los sacramentos.


Flickr Opus Dei

Entrega plena en medio del mundo

 

En la Iglesia histórica apenas hay precedentes de instituciones de entrega radical que no sean formas de vida consagrada. Pero esa experiencia histórica no puede convertirse en categoría teológica. El mensaje y la vida del Opus Dei muestran que es posible la entrega radical en medio del mundo, santificando las realidades profesionales, familiares y sociales.

 

El Opus Dei no pide (a las personas que conectan con el mensaje o reciben la vocación a incorporarse) que dediquen a la santidad (su fin y tarea) un determinado tiempo o energías, sino la totalidad de vida, porque sólo la vida entera, como totalidad, es una magnitud adecuada a la santidad como fin.



Cristianos corrientes, sin añadidos

 

Si el Opus Dei debe recordar que la santidad en la vida ordinaria es posible (es más, es necesaria: “Sed santos, porque Yo soy santo”, dice el Señor) es importante que su dimensión institucional, su estructura eclesial, responda a esas condiciones ordinarias, sin superestructuras añadidas, pues de otro modo perdería fuerza su mensaje. 


Sólo una institución organizada como la Iglesia en su estructura interna (fieles-sagrado ministerio) es adecuada para recordar a todos que deben ser santos precisamente como simples fieles.

 

 

Flickr Opus Dei

Una sencilla reflexión sobre el espíritu del Opus Dei, y las características de la dedicación a la Obra de los fieles según sus circunstancias, puede encontrarse también en la reciente carta pastoral de su prelado, monseñor Fernando Ocáriz.

 


martes, 10 de noviembre de 2020

 

Dios y audacia. Mi juventud junto a San Josemaría.  

Julián Herranz. Ed Rialp




    Recuerdos llenos de viveza de los 22 años que el autor convivió con san Josemaría, fundador del Opus Dei, trabajando en la sede central de la prelatura en Roma. 


    Nacido en Baena (Córdoba, España) en 1930, solicitó la admisión en el Opus Dei mientras realizaba los estudios de Medicina. Poco después de concluirlos se trasladó a Roma, realizó los estudios teológicos en el Seminario Internacional de la prelatura y se doctoró en Derecho Canónico. 


    Ordenado sacerdote en 1955, en 1960 fue llamado por la Santa Sede para colaborar como experto en el Concilio Vaticano II y en la posterior reforma legislativa. San Juan Pablo II le ordenó obispo en 1991, y fue creado cardenal en 2003.


    En este libro, el cardenal Herranz rememora sus años jóvenes, en los que conoció a san Josemaría, y la enseñanza viva y práctica que aprendió junto a él, especialmente durante sus trabajos de colaboración estrecha en la sede central del Opus Dei en Roma. 


    Entre otras tareas, Herranz recibió el encargo de poner en marcha las Oficinas de Información del Opus Dei en todos los países donde la Obra comenzaba a desarrollar su labor evangelizadora, para que periodistas y profesionales de la comunicación tuvieran acceso ágil y transparente a las actividades de la prelatura. Fue uno de los aspectos en los que san Josemaría manifestó visión de futuro y actuó como pionero. 


    La narración es una secuencia de anécdotas personales, que iluminan de cerca aspectos del modo de ser y la viva personalidad de san Josemaría: su comprensión paternal hacia las deficiencias de sus jóvenes colaboradores, el entrañable clima de confianza que sabía inspirar,  su alegría y buen humor, su prudencia en el gobierno, su amor a la libertad, su perdón y comprensión hacia quienes difundían errores sobre la Iglesia o el Opus Dei,... 


    Define a san Josemaría como un hombre enamorado de Dios, a quien debe "mi encuentro personal con Cristo, y la vocación a seguirlo sin condiciones. Él fue el instrumento de Dios para hacerme feliz."

    

    Al recoger frases escuchadas personalmente, de su predicación o de encuentros cercanos en ambiente familiar, es fácil hacerse cargo del hondo sentido de misión que transmitía san Josemaría de manera amable, viva, constante, impregnada de ese espíritu peculiar que Dios ha querido para el Opus Dei. Abierto a todo tipo de personas, como expresa este comentario de una predicación del fndador que recoge Herranz: 

    "Id a la oveja que se ha ido o a la que se quiere perder. ¡Ve Tú mismo detrás de ellos! Buen Pastor, Jesús, cargados sobre tus hombros... ¡que se reproduzca aquella figura amabilísima de las catacumbas!


    Sabía sacar punta sobrenatural a situaciones normales de la vida, enseñando así a "elevar el punto de mira" a quienes tenía cerca. Una muestra:  cuando Julián Herranz tuvo que llevar unos días un parche en el ojo a consecuencia de la operación de un pequeño quiste, comentó con sentido del humor: 

    "¿Qué tal está mi pirata? Hazle caso al médico y no leas mucho. Mira, hijo mío, qué poca cosa somos: nos tapan un ojo y perdemos el relieve de las cosas. Eso les pasa a las almas que pierden la visión sobrenatural. Tú... no seas nunca un pirata de la vida interior."


    Destaca también el amor a la libertad, el respeto a las opiniones de los demás aunque difieran de la propia, un tema en que el fundador, y quienes colaboraban con él en las oficinas de información, tuvo que emplearse a fondo para hacerlo entender. Era necesario  explicar y defender la libertad de los miembros de la Obra en opciones temporales, aspecto esencial para el Opus Dei y no siempre entendido por mentalidades de partido único.  


    Un aspecto muy unido al amor a la libertad, como un corolario, es la independencia política de las personas del Opus Dei. San Josemaría lo explicaba una y otra vez: 

    "Parece que no comprenden que la Obra, que el Señor en su bondad infinita ha querido poner sobre mis hombros, tiene exclusivamente fines religiosos y espirituales: y en todo lo que no sea eso, en lo temporal, cada socio decide su conducta libérrimamente según los dictados de su conciencia, con completa libertad –insisto- y con responsabilidad personal. No soy cabeza de nada político: soy sacerdote de Cristo, y basta. Por eso hay un pluralismo evidente en el modo de pensar y obrar de todos los hijos míos de los cinco continentes, sin que ninguno tenga que sujetarse ni al más mínimo consejo en sus asuntos profesionales, sociales, políticos, económicos, etc."


    En otro momento recoge Herranz: 

    "Para los problemas humanos siempre hay muchas soluciones diversas: varias son igualmente válidas; y otras que lo son más o que lo son menos; pero muchas que no son malas. ¿Por qué vamos a obligar a seguir una determinada? ¡No hay dogmas humanos: no os lo creáis!"


    Y también:

    "Convenceos que en las cosas humanas hay muchas maneras, muchas maneras dignas, muchas maneras buenas -unas más buenas, otras menos buenas, según la simpatía o la forma de cabeza de cada uno- pero que dentro de todo esto nosotros tenemos que defender, como una manifestación de nuestro espíritu, la libertad personal y una cosa democrática. 

¿Hablo de política? No. Hablo de cosas doctrinales. Luego aquí no hay tiranía y yo no tolero tiranos. Querría que cogierais muy bien este criterio: en ninguna cosa terrena hay un camino solo, porque esto sería dogmático. En las cosas terrenas no hay dogmas. Se dice en mi tierra que por todos los caminos se va a Roma... ¡Libertad en las cosas temporales! ¡No hay un sólo camino! 

Y después os tengo que decir que conozco bastante gente que piensa que la realidad de un país de un momento exige sólo una determinada solución temporal, y sin embargo yo conozco entre ellos gente maravillosa. Ahora, yo no estoy de acuerdo con ellos, a no ser que esto sea por muy poco tiempo, como cuando se enyesa una pierna o un brazo. Esto ya es teoría mía, pero es común y es clara.


   

El cardenal Herranz con el papa Francisco


    La lectura resulta agradable y se hace corta, y en algún momento trae a la memoria secuencias de la película de Roland Joffe "There be dragons". 


    La calidad del autor y de su estilo literario convierten el libro en una estimulante fuente de historias inspiradoras para la vida. En este enlace se puede leer una selección de frases del libro.  

lunes, 24 de agosto de 2020

Cristianos en la sociedad del siglo XXI

 


 

    

    Paula Hermida acaba de publicar un sugerente libro que recoge su diálogo con monseñor Fernando Ocáriz, prelado del Opus Dei. Elegido tercer sucesor de san Josemaría en 2017, Fernando Ocáriz es físico y teólogo, consultor de diversas Congregaciones Pontificias, entre otras la de la Doctrina de la Fe, y miembro de la Academia Pontifica de Teología.

 

    Paula Hermida es filósofa y teóloga, especialista en antropología. Trabaja como asesora editorial. Está casada y es madre de ocho hijos. Es lógico que una mujer con ese perfil, intelectual inquieta, con sentido práctico y realista y habituada a hacerse preguntas sobre los retos de nuestro mundo, no se conforme con respuestas genéricas o superficiales. Plantea cuestiones presentes en el debate público de modo incisivo y directo, que deja ver que han sido largamente pensadas.  

 

    Hermida ha conseguido así un diálogo diáfano, agudo y penetrante, en el que entrevistadora y entrevistado abren su mente y su corazón ante los retos que la actualidad plantea al mundo y a la Iglesia, y dentro de la Iglesia al Opus Dei. El resultado es un valioso conjunto de luces para entender mejor la actualidad y lo que esta puede estar reclamando de la conducta de un cristiano corriente.

 

    Acelerados cambios sociales, precipitados por la tecnología, han impactado en núcleos esenciales de nuestras vidas, sobre cuyo sentido había amplios acuerdos hasta no hace mucho. El trabajo, devenido en precario o ausente tantas veces. La familia, unida por lazos que parecen debilitarse por momentos. El extraño dilema entre economía y salud, que debemos resolver si queremos una sociedad más solidaria y humana. La perspectiva trascendente, olvidada en un mundo tan ajetreado que no deja hueco a Dios, pero añora el silencio y la meditación…

 

    Ante el prelado de una institución de la Iglesia católica como el Opus Dei, cuya finalidad es extender el encuentro con Dios en el trabajo y en las circunstancias de la vida ordinaria, ese acelerado cambio social, que afecta precisamente a los ámbitos en los que discurre la vida de las personas corrientes, surge la pregunta necesaria: ¿se puede santificar un trabajo precario o inexistente, una relación familiar difícil y dolorosa? ¿Cómo hacer presente a Dios en una sociedad de ritmo estresante y agresivamente competitivo, entre gente cada vez más diversa y polarizada?

 

    Cuando el libro ya estaba listo para la imprenta estalló la pandemia del COVID-19, y ante esa nueva e inquietante situación Hermida amplió sus interrogantes. Las respuestas de monseñor Ocáriz ofrecen una luz y un bálsamo necesarios, que dan al libro una actualidad aún mayor.

 

    La pandemia, con el confinamiento de medio planeta, nos ha hecho vivir momentos sobrecogedores, como aquellas imágenes de la plaza de san Pedro vacía y oscura, con el papa Francisco solo, junto al Cristo Crucificado. Solo, pero acompañado en silencio conmovido por millones de personas en los cinco continentes. 


                       El Papa ante la imagen del Cristo en san Pedro Semana Santa 2020

 

    Sorprende, en ese contexto de inquietud e incertidumbre en el que aún estamos envueltos, la amable serenidad de las respuestas de monseñor Ocáriz. Con sobria precisión -no sobra ni una coma en sus respuestas, va al grano sin perderse en razonamientos ni digresiones- el prelado nos muestra con sencillez una visión sabia de los problemas actuales, y ofrece pautas que la situación quizá reclama de los cristianos de a pié.

 

    En sus palabras destaca la centralidad de Cristo y su amor por los hombres. Mirar a Cristo es descubrir que lo importante en toda situación es la persona, cada persona, y su destino. Aprender de Cristo es enfocar la vida con un sentido de misión, de servicio, con “actitud de agrandar el corazón para que entren las necesidades y sufrimientos de los demás, pero no de manera abstracta” sino comenzando por el cuidado de los que tenemos cerca. La historia se construye con las pequeñas acciones de cada uno en su entorno.

 

    Momentos como los actuales, en los que se percibe con claridad que somos vulnerables, invitan a pensar en el sentido de la vida. “¿En qué estoy empleando esa vida que se me va de las manos?” Esa es la gran pregunta que deberíamos hacernos, dice Ocáriz. Que para un cristiano significa “¿A qué me llama Dios?” Porque para cada uno Dios tiene un plan en el que colaborar.

 

    Paula Hermida plantea también las preguntas que cualquier periodista desearía formular acerca del Opus Dei y su evolución actual. Conservar la fe recibida, dice Ocáriz, no te convierte en ultraconservador, como progresar en la misión de extender la luz de Cristo no te convierte en progresista. Esos clichés no nos dejan ver la realidad.

 

    La esencia del espíritu del Opus Dei es encontrar a Dios en la vida ordinaria. Ese es el núcleo del mensaje que san Josemaría, por inspiración divina, predicó desde 1928, y que el papa Francisco ha querido recoger en su encíclica Gaudete et exultate. La esencia no cambia, cambian las circunstancias, los retos que en cada momento cultural e histórico es preciso afrontar, y eso requiere capacidad de adaptación. La fidelidad a lo esencial lleva consigo adaptación a las circunstancias, porque la fidelidad debe ser inteligente y creativa, para que pueda responder a las necesidades de cada momento y hacer así más efectiva la transmisión del Evangelio en la cambiante vida ordinaria.


El Papa Francisco con el prelado del Opus Dei
                                           El papa Francisco con el prelado del Opus Dei

 

    Dos palabras son claves para la vida cristiana, afirma el prelado: amor y libertad, condición para el seguimiento cercano de Cristo. Dios nos ha creado libres, porque nos ha destinado al amor y no se puede amar sin libertad. Pero son conceptos cuya comprensión ha cambiado la cultura actual, y es preciso devolverles su significado original. Como recordaba Benedicto XVI: “es preciso fortalecer el aprecio por una libertad no arbitraria, sino humanizada por el reconocimiento del bien que le precede.”

 

    Muy sugerentes sus palabras sobre la amistad y el perdón, la reconciliación, el diálogo y la tolerancia, elementos necesarios para la construcción de la convivencia. Cuando el diálogo es difícil, señala, es importante restaurar la relación de confianza. Por eso es importante la amistad, el testimonio personal cercano que hace amable la verdad, a la vez que se aprende de los valores de los demás.

 

    Recordando a san Josemaría, señala que “la felicidad del Cielo es para los que saben ser felices en la tierra”. Algunos piensan equivocadamente que “lo cristiano” consiste en sufrir en esta vida y limitarse a esperar que las cosas sean mejor en la otra. Pero el Cielo no es un premio lejano que nada tiene que ver con la vida actual. Vivir santamente la vida ordinaria es tener ya el cielo en la tierra. Y la misión del cristiano es que su vida se convierta en un oasis de paz y alegría, que consuele y haga más llevaderos los sufrimientos o preocupaciones de quienes tiene cerca. 


Encuentro del prelado con jóvenes en Kenya 


    Un libro para leer despacio, y de vez en cuando volver sobre lo leído, porque en cada repaso apreciamos matices nuevos. Sus ideas y orientaciones, llenas de sentido común y cristiano, permiten entender mejor problemas con los que a diario nos encontramos, y vislumbrar que todos tenemos a nuestro alcance medios para contribuir a mejorar el mundo.


Publicado originalmente en Levante-EMV

 

 

 

 

viernes, 7 de agosto de 2020

Historia de la Iglesia en Valencia

Historia de la Iglesia en Valencia. Vicente Castell Maiques

    

Cripta de san Vicente Mártir

    Riguroso trabajo de investigación histórica del canónigo de la catedral de Valencia y doctor en teología Vicente Castell. Contextualiza los hitos más significativos de la historia del cristianismo en la capital del Turia. La lectura resulta amena e instructiva.

    Todo bautizado debería conocer cómo ha llegado hasta él la fe cristiana. Para los nacidos en el reino de Valencia, tierra que muy pronto acogió la semilla cristiana, este libro ayuda a conocer y amar las vidas de tantos miles de hombres y mujeres, la mayor parte desconocidos para nosotros pero no para Dios, que con su vida cristiana ejemplar lograron construir una sociedad más humana.  

Procesión de san Vicente Mártir, patrón de Valencia


    
A través de quienes nos han precedido surcan el tiempo las raíces de nuestra fe hasta llegar a su fuente originaria: aquellos cristianos de primera hora (marinos, comerciantes, pescadores, soldados…) a quienes las circunstancias les condujeron hasta aquí y trajeron con ellos la semilla del Evangelio, aprendida de los discípulos de los Apóstoles, que a su vez  la habían recibido del mismo Jesucristo, Dios encarnado.

    Conocer nuestra historia es una manifestación de agradecimiento a la Providencia por  el legado recibido, y también de agradecimiento a quienes con su vida –heroica en tantos casos- hicieron posible que el legado no se desvirtuase. 

    La Iglesia está compuesta por hombres y mujeres frágiles y vulnerables, por pecadores. "Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador", dijo san Pedro a Jesús. Pero sobre esa vulnerabilidad ha querido su Fundador edificar su Iglesia, de la que Él Cabeza. Y a esa familia de hombres y mujeres pecadores y vulnerables ha prometido su asistencia hasta el fin de los tiempos. 

    Asomarse a la historia de la Iglesia es asomarse a la acción de Dios entre nosotros. Una acción divina que se manifiesta, entre otras cosas, en que, aun en los momentos de mayor crisis, nunca han faltado hombres y mujeres de vida santa que, aún sabiéndose pecadores, se han mantenido fieles y han dedicado su vida a embellecer el mundo con la savia del Evangelio y el mandamiento del amor.

    Acercarnos a la verdad histórica nos permite también conocer los errores de personajes poco ejemplares, que con su actuación incoherente han desvirtuado la verdad evangélica. Hay que conocer esos hechos lamentables para no caer en los mismos errores.

    Como en todo grupo humano, en los cristianos hay errores y pecados, y la Iglesia es la primera en reconocerlo. Pero es de justicia ponerlos en su contexto, sin juzgar desde la mentalidad actual, que es un error que el buen historiador no comete. 

    Con frecuencia se lanzan versiones falseadas de acontecimientos  en los que intervinieron cristianos, o se juzgan perversamente sus intenciones, con la única finalidad de desacreditar la enseñanza del Evangelio. Se miente sobre la Iglesia para alejar a la gente de ella. Se ha hecho desde antiguo.

    Ya lo hacía en el siglo II el filósofo griego Celso, preocupado por el creciente grupo de seguidores de Cristo que se negaban a reconocer las divinidades de cada nación. Los cristianos adoraban a un Dios que no era nacional, sino universal. Eso a Celso le parecía peligrosamente  revolucionario,  porque ponía en cuestión el sistema mundial establecido: cada nación tiene su dios, y no es buen ciudadano -decía- quien no adora y ofrece sacrificios al dios de su nación: sea César, el Emperador, Zeus, Zaratrusta o Júpiter. 


Emperadores romanos divinizados

    Para conservar el sistema establecido era preciso denigrar y desacreditar ante el pueblo a esos "peligrosos" cristianos, que se negaban a adorar a dioses falsos. Eso suponía una amenza para el sistema dominante. 

    No es muy distinto ahora el origen de algunos ataques contra la Iglesia o sus instituciones: un cristiano coherente se resiste a adorar a los dioses del sistema actual: el Mercado, la Crápula, el Placer... En el fondo, como ha dicho el filósofo Alejandro Llano, "El diablo es conservador", y teme la revolución cristiana.

    Por eso no debería extrañarnos que a lo largo de la historia algunos hayan arrojado en el camino de la Iglesia "leyendas negras", que actúan como  la cizaña que “el  enemigo” siembra en el campo de trigo bueno de Dios.

    Es penosa también la falta de sentido crítico de no pocos cristianos, que dan por ciertas esas mentiras, o verdades a medias, sin tomarse la molestia de acudir a fuentes fidedignas. 

    Eso es este trabajo de Vicente Castell: una fuente a la que acudir para conocer el verdadero rostro de la Iglesia, libre de las mentiras con que han intentado ocultarlo. Y comprobar que a pesar de los errores y pecados de sus fieles, y de las falseades y calumnias de sus enemigos, la Iglesia permanece bella y resplandeciente, porque es de Dios. La historia real es la mejor apología del catolicismo.

    Muy oportuna la frase de Gregorio Mayans, el erudito historiador de Oliva: “Si hoi entablasse yo mis estudios, me aplicaría de propósito a la Historia Eclesiástica para servir a Dios y a la su Iglesia.


Anoto varias fechas significativas extraídas del libro, con algún comentario personal:


Valencia romana. La espina del circo atravesaba la actual iglesia de san Juan del Hospital


138 a. C.: fundación de Valencia por los romanos, sobre una fortaleza ibérica anterior.

Los primeros cristianos debieron llegar por los puertos mediterráneos. Hay un silencio de fuentes durante los 3 primeros siglos de la era cristiana.

250 d.C.: bajo el emperador Decio, el número de cristianos en el mundo era de unos 3 millones. A principios del siglo IV eran 6 millones. Ese aumento llevó a cierta relajación de costumbres, no entre los fieles sino sobre todo entre entre algunos clérigos y jerarquía.

304/305 d.C.: martirio del diácono san Vicente, bajo la persecución del emperador Diocleciano. Fue traído prisionero desde Zaragoza, probablemente porque en Valencia había menos cristianos que en Zaragoza y sería más fácil la ejecución. Su sepulcro en Valencia dio aliento a la primitiva comunidad cristiana valentina y atrajo peregrinos de otros lugares.



                       Cárcel y cripta de san Vicente, en el corazón de Valencia


El martirio de san Vicente es el primer testimonio textual histórico que no permite dudar de la presencia cristiana en Valencia. El establecimiento de la jerarquía, con el primer obispo valenciano, debió tener lugar en el siglo V.

409 d.C.: entran en la península ibérica vándalos, suevos y alanos.

415 d.C.: entran los visigodos (Ataúlfo) y se establecen en Tolosa y la Aquitania. Los visigodos se funden con los nativos.

476 d.C.: cae el imperio romano. De hecho ya había un reino visigodo en Tolosa, constituído de derecho con el rey Eurico en el 466 d.C.

568 d.C: el rey Leovigildo impone a los católicos de Valencia obispos arrianos.

589 d.C: conversión al catolicismo del rey Recaredo, de  su corte y de todos los obispos arrianos, en el primer concilio de Toledo: es la fecha más trascendental para la historia del catolicismo español.

711 d.C.: invasión árabe de España tras la batalla de Guadalete.

713 d.C.: Valencia queda incorporada al islam. La mayoría de los cristianos fueron obligados a  convertirse. Quedó una minoría mozárabe, cada vez menor. 



1094 d.C.: El Cid Campeador conquista Valencia.

1102 d.C.: cae de nuevo Valencia en poder musulmán.

1180 d.C.: martirio de Bernardo, María y Gracia, hijos del emir de Carlet, que se habían convertido al catolicismo al pasar por el monasterio cisterciense de Poblet (Tarragona) fundado poco antes, en 1151.

1230 d.C. aprox: martirio (probablemente en la actual plaza de la Reina) del sacerdote Juan de Perusa y del hermano Pedro de Saxoferrato, franciscanos; habían venido del reino de Aragón para anunciar la fe cristiana a los musulmanes.

9-X-1238: el Rey don Jaime conquista Valencia y se celebra la primera misa en la ciudad tras la reconquista, en uno de los laterales de lo que hoy es la catedral de Valencia. Fue construida en los siglos XIII y XIV, sobre los restos de un antiguo templo romano que más tarde fue catedral visigótica y que los musulmanes habían convertido en mezquita.

catedral de Valencia

El número de mozárabes era muy escaso en el reino. La repoblación por catalanes y aragoneses fue lenta, y comenzaron ocupando las poblaciones del norte abandonadas por los musulmanes. En 1270 el número de habitantes del reino era de unos 130.000, de los cuales apenas 30.000 mozárabes y el resto árabes. Hasta finales del siglo XV los cristianos valencianos no fueron mayoría. Hacia 1483 el reino contaba con unos  300.000 habitantes, mitad cristianos y mitad musulmanes. Sólo a finales del XVI, cuando se llegó a los 500.000 habitantes los cristianos superaron a los musulmanes. En 1609 tuvo lugar la expulsión de 130.000 moriscos, tras fracasar los intentos de integración social.  Era obispo san Juan de Ribera. Hubo también motivos de seguridad  nacional, por la connivencia de poblados musulmanes con piratas y corsarios turcos que asaltaban y sembraban el terror en pueblos de las costas valencianas.

1238: el rey don Jaime hace donación de una mezquita y su terreno adyacente a los caballeros hospitalarios de la Orden de san Juan de Jerusalén que le acompañaron en la conquista de Valencia. Se erige una capilla dedicada a su patrono, san Juan Bautista, se establece un hospital, y se comienza a edificar la actual iglesia de san Juan del Hospital. 


capilla del Rey don Jaime, en la iglesia de san Juan del Hospital

Ya en 1243 el clero de san Juan salía con cruz alzada, por cuya observancia se le concedió el privilegio de preceder a las demás parroquias de la ciudad en las procesiones. En la capilla de la Purísima de esta iglesia estuvo radicada la parroquia castrense. Y en 1645 se estableció la fundación del Oratorio, para difundir la Comunión frecuente, el culto a la Eucaristía y la oración mental. En el siglo XVIII la iglesia de san Juan del Hospital tenía 12 sacerdotes beneficiados de la orden de san Juan de Jerusalén, sin territorio de parroquia, y este clero precedía a todas las parroquias de la ciudad en las procesiones. Con la desamortización de las órdenes militares en 1850, la iglesia fue abandonada y destinada a otros usos, sufriendo diversos saqueos e incendios que la dejaron en estado de ruina y estuvo a punto de ser derribada. Un decreto de 1943 la preservó del derribo, aunque no de convertirse en cine de barrio durante varios años. En 1966 el obispo de la diócesis pidió a sacerdotes del Opus Dei que se hicieran cargo de restaurarla para devolverla al culto. Hoy es una de las iglesias más bellas de Valencia, aunque aún prosiguen los trabajos de recuperación de las huellas históricas en el conjunto monumental. 

1348: año de la peste negra, que produjo una grave  crisis económica y una relajación de la disciplina de religiosos y clero. De los 640 dominicos que había en el reino de Aragón quedaron 130. En Valencia se sufrió un fuerte debilitamiento de la vida religiosa a lo largo del siglo XIV. Además de la peste se sufrieron las consecuencias de la guerra de los Cien Años y del gran cisma de Occidente. Muchos religiosos, dedicados a los estudios y la investigación, se apartaron lentamente de la evangelización directa del pueblo. La crisis afectó especialmente a los dominicos, que por su prestigio habían penetrado en la curia pontificia y en la corte y vivían en situación de privilegio.

1350: nace san Vicente Ferrer (+1419), de padres oriundos de Gerona. Tenía una amplia cultura y un influjo carismático en el pueblo.


San Vicent Ferrer, el santo de la calle del Mar

1347/1380 Santa Catalina de Siena.

1372: se celebra en Valencia la primera procesión del Corpus Christi, la Festa Grossa o Fiesta Mayor del Cap y Casal.

Solemne Procesión del Corpus


1378: es elegido Urbano VI por presiones y amenazas del populacho romano. Comienza el cisma de Occidente, que dura hasta 1429.

s. XV: esplendor demográfico, económico y cultural de Valencia, unido a un profundo hundimiento espiritual. Es el siglo de Luis Vives, Ausias March, Joanot Martorell y Micer Mascó.


Luis Vives, humanista valenciano

1414: se funda la Cofradía de Nuestra Señora de los Desamparados.


Nuestra Señora de los Desamparados y los santos Inocentes

1429: Primer Borja obispo de Valencia, aunque nunca estuvo presente. Durante 80 años se suceden obispos de la misma familia, siempre ausentes de la sede. Esa ausencia fue trágica, porque cundió el mal ejemplo entre párrocos y beneficiados, que llegaron a alquilar sus prebendas.

1437: es traído el Santo Cáliz desde san Juan de la Peña (Huesca)

Capilla del Santo Cáliz, en la catedral de Valencia


1474: se imprimen Les trobes en lahors de la Verge María, primera obra literaria impresa en España, con la mayor parte de los poemas en valenciano

1478: los Reyes Católicos establecen la Inquisición, con jurisdicción independiente de los obispos y sometida a la corona. La anterior inquisición procedía del siglo XIII y tuvo una actividad muy escasa.

1480: nace el Venerable Agnesio, que fue beneficiado de la catedral. Describe con crudeza la lamentable situación del clero, y pone en guardia a Sto Tomás de Villanueva (1544), animándole en su labor de reconstrucción de la diócesis. La clase sacerdotal estaba muy desacreditada porque abundaban los casos de baja moral.

S XVI: decadencia y burocratización del clero: pingües beneficios (diezmos y primicias, rentas…) permitían una existencia acomodada. Tenían escasa formación, no predicaban, algunos alardeaban de dotes declamatorias nada  convincentes. Abundaban pendencias y moral relajada, se unían a revueltas, como en el caso de las Germanías. Es una época de absentismo clerical que se extiende hasta el Concilio de Trento: los obispos abandonan las diócesis, los canónigos las catedrales, los sacerdotes las parroquias y los religiosos los conventos. La parte más sana fue el pueblo. 

1510: nace en Gandía san Francisco de Borja.

Palacio Ducal de Gandía


1519: Carlos I aprueba las Germanías, organización armada de los gremios contra los corsarios turcos.

1520: guerra de las Germanías. Tuvo su origen en la lucha de los gremios contra los musulmanes y los nobles que les protegían porque cultivaban sus tierras. Los gremios estaban hartos de las devastadoras  razias turcas apoyadas por los musulmanes que vivían en el reino de Valencia. Cesa la guerra en 1523.

1525: graves sucesos en la sierra de Espadán, donde se hicieron fuertes grupos armados de moriscos que asolaron durante meses las aldeas cristianas de la zona. Sucedió también en Benaguacil.

1544: toma posesión Sto Tomás de Villanueva, el obispo santo que precisaba la renovación de la diócesis. Visitó todas las parroquias, impuso la obligación de residir a los párrocos y de vestir el traje talar. Les prohibió dedicarse a negocios e impuso penas graves a las inmoralidades. Prohibió celebrar a sacerdotes sin licencia y puso freno a la venta de indulgencias.

1545/1563: concilio de Trento

1568: toma posesión como obispo de Valencia san Juan de Ribera, el santo Patriarca. Continúa la reforma y aplica las directrices del concilio de Trento, consiguiendo una profunda renovación del clero. Hombre de estudio y gobierno y buen pastor, se distinguió por su profundo amor a la Eucaristía. A él se debe en buena parte la larga tradición de sacerdotes valencianos sabios y piadosos, que tienen la Santa Misa en el centro de sus vidas y la celebran con profunda devoción.  Estableció disposiciones para dignificar el culto divino; por ejemplo que nadie se acercase al sacerdote durante la celebración de la Santa Misa.


Colegio del Patriarca

Iglesia del Patriarca san Juan de Ribera

San Juan de Ribera se estrelló en los intentos de evangelización de los moriscos, y pudo comprobar que los pocos que se convertían solían fingir. Lejos de integrarse, la comunidad musulmana soñaba con volver a dominar políticamente la situación del país, y sus costumbres provocaban continuas tensiones sociales. Cuando llegó a evidenciarse el entendimiento de los moriscos con los piratas  musulmanes que devastaban las costas, los reyes de España temieron seriamente por la seguridad del Reino si los moros se alzaban en armas ayudados por los turcos.

1609: Felipe II  decreta la expulsión de todos los moriscos que no se hubiesen convertido, con la aprobación de San Juan de Ribera. La expulsión supuso un gran alivio para la tranquilidad ciudadana y para la recuperación de costumbres cristianas. Pero también supuso un grave descenso de población y un hundimiento económico, que no se recuperó hasta finales de siglo. Hasta 1750 Valencia no volvió a tener el mismo número de habitantes.

1647: peste bubónica, muere el 25% de la población.

1650/1700 depresión económica, bandolerismo y segunda guerra de las Germanías, por enfrentamiento entre señores y vasallos que se negaban a pagar tributos.

1707: el 25 de abril Felipe V, borbón, derrota al archiduque Carlos de Austria en la batalla de Almansa. Valencia, que había apoyado al archiduque, pierde sus fueros. Para tener dominada la capital se construye la Ciudadela en un extremo de la muralla, junto al río Turia (fue derribada en 1901).

Derribo de la Ciudadela de Valencia en 1901


1713: fin de la guerra de Sucesión con el tratado de Utrecht. Se instaura en España el absolutismo centralizado, que acelera el proceso de pérdida del valenciano como lengua, llegando a finales del siglo XVIII a su extinción casi total. Como en el resto de la sociedad, en la Iglesia decae el uso del valenciano. La castellanización avanza progresivamente durante más de dos siglos, favorecida por el centralismo político, por la comercialización del libro y por la repoblación con gentes de otras tierras tras la expulsión de los moriscos. No fueron los clérigos regulares quienes introdujeron el castellano, como falsamente se ha dicho.

1767: expulsión de los jesuitas de España.

1773: el Papa extingue la Compañía de Jesús. En 1814 fueron restaurados y regresan.

1790: fundación del seminario diocesano. Desde 1550 existían diversas fundaciones de colegios mayores para la formación de sacerdotes (de la Presentación, de la Asunción…)

1793: revueltas contra los franceses de la ciudad, porque no querían acoger a sus compatriotas que huían de la revolución francesa.

1808: guerra de la Independencia contra los franceses y en defensa de la religión: fue un levantamiento popular.

1812: cae Valencia en manos de los franceses. Aunque el arzobispo de Valencia, Company, les era hostil, ofreció su colaboración a cambio de que se frenara el saqueo de Valencia, que se garantizara el culto en los templos y que no se establecieran logias masónicas. Lo consiguió en parte, pero no pudo evitar que muchos sacerdotes abandonaran las parroquias y se alistaran en la guerrilla.

1813: el gobierno afrancesado suprime las órdenes religiosas. Con la expulsión de los frailes se extendió el pillaje de los conventos abandonados, con graves pérdidas. Se produjeron numerosas secularizaciones, sobre todo de regulares, que llevaron una vida poco ejemplar y produjeron escándalos en las parroquias.

1820: pronunciamiento del liberal Riego. El nuevo capitán general, masón, ejecuta a su antecesor, el general Elio. Se establece el Trienio liberal. Comienza la Desamortización de bienes eclesiásticos, que fue en realidad un verdadero expolio y supuso la ruina de gran parte del patrimonio artístico-religioso valenciano.  Desaparecen entre otros los monasterios de Santa María de Valldigna, cisterciense; Santa María de la Murta, de los Jerónimos; san Miguel de los Reyes, San Vicente de la Roqueta y Santa Mónica.

Bastantes clérigos participaron con entusiasmo en la vida política del Trienio liberal. Muchos fueron diputados, se afiliaron a sectas secretas y a los comuneros. Bastantes fueron considerados masones, y aparecieron en listas del Archivo Secreto Vaticano.

1823: restauración absolutista.

1833: muere Fernando VII. Primera guerra carlista, de Carlos de Borbón contra Isabel II, hija de Fernando VII.

1835/1848: trece años de sede episcopal vacante. En la vida política se impone el liberalismo anticlerical.

1840: se cierra el seminario.

1868: revolución “Gloriosa”, que destrona a Isabel II. En Valencia se forma una Junta presidida por Peris y Valero, que siguiendo la política de Madrid ordena la demolición de templos y la expulsión de los jesuitas. En diversas ciudades de España se cometen graves atropellos: robos sacrílegos, fusilamientos de imágenes, vejaciones a eclesiásticos.

1873: Primera República. Movimiento cantonalista republicano en Valencia y Alcoy.

A lo largo del siglo XIX se produce un lento y progresivo descrédito del clero, especialmente en los ambientes intelectuales: abundaban los clérigos mediocres, sin formación teológica, cuyos sermones, en lugar de edificar, escandalizaban o provocaban hilaridad, porque carecían de doctrina y estaban cargados de política o de retórica vacía, con dramatismo declamatorio y excesos verbales. Desconocían la predicación encaminada a instruir al pueblo en las verdades de la fe y en la corrección de costumbres. Se produjo el alejamiento del sacramento de la confesión, por el mal ejemplo del clero o la imprudencia en materia moral. Abundaba la suciedad y el abandono en las iglesias. El clero no cumplía las rúbricas en las celebraciones litúrgicas…

1876: se aprueba la presencia legal de otras religiones.

1882: los liberales comienzan la lucha con el catecismo católico en la escuela.

1885: obra social y movimiento obrero del padre Vicent, jesuita. Encíclica Rerum Novarum de León XIII.

1902: Alfonso XIII. El blasquismo valenciano, cargado de anticlericalismo,  continúa su ascensión y su influjo en las masas populares.

1903: san Pío X comienza la renovación pastoral y litúrgica.

1931: Segunda República. Alfonso XIII se exilia. Asaltos e incendios de templos y conventos por parte de las masas, dirigidas por masones. Se suprime la dotación económica del clero y culto, que en realidad era una restitución simbólica por los bienes sustraídos a la Iglesia durante las desamortizaciones, y un reconocimiento del Estado a la actuación benéfica y social de la Iglesia en favor del pueblo español.

16 de febrero de 1936: victoria de las izquierdas en las elecciones. La convivencia pacífica se hace muy difícil, pues se incita a la destrucción y venganza sobre todo lo que significara derecha o tuviera contenido religioso. Se producen incendios, saqueos y expulsión de sacerdotes de las parroquias.

20 de abril de 1936: aunque no se cita en el libro, menciono el primer viaje de san Josemaría Escrivá a Valencia. Había fundado el Opus Dei en 1928 ("un querer de Dios para el mundo", explicaba) y se entrevista con monseñor Lauzarica con vistas a comenzar su labor apostólica en nuestra tierra.


san Josemaría Escrivá con el beato Álvaro del Portillo en los Viveros

18 de julio de 1936: guerra civil. El autor analiza las causas de la persecución religiosa durante la guerra civil. Aporta datos para concluir que el comunismo y sus adláteres ideológicos y sindicales desencadenaron la más cruel persecución religiosa que ha conocido la historia de España. Casi todas las víctimas fueron torturadas y asesinadas fundamentalmente por motivos religiosos, porque eran sacerdotes o sencillamente católicos coherentes. No es de recibo, añade,  tratar de explicar la persecución religiosa como mero resentimiento social contra el clero: las razones políticas o sociales, como las venganzas, quedaron relegadas a segundo plano. Además, los sacerdotes valencianos y la mayor parte de los católicos asesinados eran tan pobres como sus propios asesinos. El odio contra la religión católica, hábilmente instigado y azuzado por algunos dirigentes, es lo que movió a asesinar a gente tan del pueblo como sus asesinos. Miles alcanzaron así la palma del martirio.

Una vez más "la sangre de los mártires fue semilla de cristianos."

san Juan Pablo II venera el Santo Cáliz en la catedral de Valencia

 

En 1982 san Juan Pablo II ordena sacerdotes en la Alameda de Valencia