viernes, 15 de enero de 2021

Comunicación institucional

 




ComunicAcción. José Luis Carrascosa

 

José Luis Carrascosa, por desgracia ya fallecido en accidente de tráfico, era asesor de comunicación y experto en información económica y mercadotecnia. Resumió en este libro su experiencia sobre la comunicación de las instituciones, una de las ciencias más impactadas por las transformaciones que ha supuesto el paso de la sociedad industrial a la sociedad de la información.

 

Carrascosa construye desde una necesaria concepción humanista de la comunicación, ya que comunicar es el acto humano por excelencia, en el que deben estar presentes el respeto a la verdad y a cada persona. Ese respeto, imprescindible en las tareas de información y comunicación, requiere una reflexión ética, sobre la que aporta algunas pistas interesantes.

 

Anoto alguna de sus ideas y al hilo añado alguna reflexión personal.


foto IESE

 

Comunicar requiere escuchar

 

Comunicar es sobre todo escuchar, señala Carrascosa. Escuchar está en la base de una comunicación que debe hacerse en orden ascendente:

 

-1º, escuchar (comunicación global)

-2º, posicionamiento (comunicación interna y marketing)

-3º, estrategia (comunicación-gestión)

-4º, respuesta (comunicación corporativa)

 

Comunicar significa comprometer la palabra y respetar al otro, escucharle, porque no se trata de una acción unidireccional. La acción de comunicar es un pacto entre dos: si no hay escucha atenta y disposición de dar respuesta no hacemos comunicación, sino monólogo.  

 

En comunicación no todo es hablar. El exceso de palabrería estorba: “Ese que habla tanto debe estar vacío, los cántaros huecos son los que más suenan” (R.Tagore). Una buena reflexión aplicable a muchos personajes públicos.



 

Veracidad y respeto al otro

 

Comunicar es decir lo que se hace y hacer lo que se dice. No cabe el engaño en la verdadera comunicación, ni la ocultación o el falseamiento de datos.

 

Deberían los políticos, y muchos periodistas, reflexionar sobre estas implicaciones éticas de la comunicación. Convivir con la mentira, acostumbrarse a usarla como instrumento de “trabajo”, supone hacer un daño quizá irreversible al conjunto social, porque la mentira genera desconfianza, y no se puede convivir sin confianza. Generar confianza requiere la disposición habitual de decir la verdad.

 

Creatividad

 

Respecto a la preparación de los mensajes, hay un trabajo previo que suele pasarse por alto: primero es preciso identificar y definir la audiencia a la que se dirige el mensaje. Además, el estilo del mensaje no debe introducir más cuestiones que las que se desea comunicar. El deseo de sorprender con cuestiones ajenas para captar la atención suele ser contraproducente.

 

Una sugerencia interesante para la creatividad es la recomendación de atreverse a poner por escrito las ideas: “Escribir sobre algo es a veces el primer paso para lograr que ocurra”, decía Lee Iacoca. La mente se activa en ese proceso de redacción, y lo que al comienzo eran solo ideas difusas, en el esfuerzo por identificarlas y expresarlas con palabras acaban por convertirse en ideas prácticas y operativas.

 

Comunicación como servicio público

 

El marketing y la comunicación -señala Carrascosa- consisten en facilitar que la gente pueda dirigirse a la empresa o institución con la pregunta: “¿qué has hecho últimamente por mí?”

 

No se trata de mostrar lo buenos que son nuestros productos, sino lo necesarios y útiles que son para cada uno de los posibles clientes: mostrar que lo que interesa a la empresa, a la institución, es atender las necesidades de la gente, y no colocarles productos.

 

Se trata de satisfacer la demanda, y por tanto hay que poner el esfuerzo en adecuar la oferta a lo que el público solicita, y no al revés.

 

Comunicación interna

 

En la comunicación institucional es prioritaria la comunicación interna. Es importante en toda organización compartir metas, “pensar juntos”, que es además una forma de superar la inteligencia media del conjunto.

 

Es sabido que en las empresas son pocos los que llegan a emplear el 100% de su energía en el trabajo: la mayoría se queda en el 25%. Una de las razones es la falta de motivación, que en parte suele estar causada por una deficiente comunicación interna.

 

Toda empresa debe idear sistemas para que se puedan compartir noticias, proyectos, informaciones de interés para los trabajadores, etc.

 

Una de las formas más atractivas de llegar al sentimiento de “pertenencia” a la empresa es conectar con las familias: concursos infantiles, fiestas familiares, celebrar los nacimientos, excursiones para plantar árboles, fiesta de Navidad con algunos detalles para los niños…

 

Parte necesaria de la comunicación interna es dedicar tiempo a escuchar a los empleados, acoger sus ideas, que puedan hablar con libertad sobre lo que piensan que no está bien planteado en la empresa... Hay que retomar esa conversación periódicamente para recoger el feed-back.

 

El arte de comunicar, más que una técnica o aptitud, es una disposición que hay que cultivar, hasta que se convierta en hábito.  No consiste tanto en hacer planes, como en convencer a quienes deben participar en ellos de la necesidad de hacerlos.




 

Desarrollar el músculo informativo de la empresa

 

Un obejtivo importante del trabajo de todo director de comunicación debe ser desarrollar el músculo comunicativo de la empresa. El mejor comunicador de los intereses de la empresa es la gente de la propia organización, directivos y empleados.

 

Es un error mantener a los propios trabajadores y directivos al margen de la comunicación, aunque sea con la buena intención de no distraerles de sus ocupaciones profesionales. La empresa comunica con todo, y la mejor imagen la dan sus propios empleados.

  

Derecho ciudadano a la información

 

Respecto a la relación con los medios informativos, señala que la comunicación institucional ha de entenderse como un valor añadido al trabajo del periodista. El derecho a callar y el derecho a investigar se armonizan cuando se entiende que el derecho a la información no reside ni en la empresa ni en el periodista, sino en el público, en los ciudadanos.

 

La necesaria reflexión ética

 

Carrascosa apunta situaciones frecuentes que demandan una reflexión ética, tanto de los medios y los periodistas como de las empresas y sus directores de comunicación:

 

-hay noticias verosímiles, pero que sin embargo no son veraces; se cae penosamente en una ambigüedad informativa consciente…

 

-hay nuevas formas de soborno que requieren una conducta ética recta y firme: compra-venta de información, complicidad soterrada…

 

-cuando el jefe exige torcer o manipular la noticia, o no deja tiempo para contrastar la información, ¿cómo defenderse?

 

-redactar para llamar la atención de quien no se interesa nunca por nada…

 

-hay una conducta que empaña mucho el prestigio de los medios: lo que Carrascosa denomina la calumnia judicializada: el chantaje en forma de campañas de prensa. Existe la verdad, luego está “lo que se dice”, y está lo que el periodista logra comprobar por sí mismo que sucede. Hay que distinguir claramente cada cosa al informar, y no hacerlo es un comportamiento injusto e inmoral.

 

Malas respuestas a estas cuestiones y a otras similares está en la base de la crisis de credibilidad de los medios informativos.




 

Comunicación de crisis

 

La mejor garantía para la comunicación de crisis es una buena gestión cotidiana de la comunicación. Ser una fuente conocida y bien identificada por los canales de información es un punto de partida inmejorable para la gestión de la crisis cuando suceda.

 

Función social de la empresa

 

No está de más recordar que toda empresa tiene una función social, y lo hace Carrascosa, que además de buen comunicador conocía los entresijos de la economía. Hoy, desde algunas ideologías estatalistas se considera sospechosa cualquier iniciativa empresarial de los ciudadanos. Pero una sociedad crece sana y fuerte sólo cuando la función del Estado se limita a fomentar, facilitar y proteger la libre iniciativa y emprendimiento de sus ciudadanos.

 

Las empresas no son otra cosa que el resultado de la actitud emprendedora de los ciudadanos, una actitud que genera riqueza para toda la nación. Es una obviedad que sin embargo no captan algunas mentes intoxicadas por ideologías que fomentan la apatía ciudadana.

 

El Estado tiene una función subsidiaria: la de atender necesidades sociales que la iniciativa de sus ciudadanos no alcance a cubrir. Donde ese principio de subsidiariedad se confunde, y el Estado se apropia de esferas de la actividad donde no es necesaria su presencia, la iniciativa ciudadana se paraliza y con ella se empobrece y colapsa la sociedad entera.

 

Las empresas, y todas las organizaciones, incluidas las que carecen de ánimo de lucro, tienen una función social. Su responsabilidad es asegurar que se producen los bienes y servicios que la sociedad necesita. Al mismo tiempo deben reclamar el reconocimiento y la compensación, no exclusivamente monetaria, que la sociedad les debe por ello.  

 

Esa función social de la empresa se concreta en asegurar que el proceso de cobertura de necesidades y de intercambios se lleven a cabo en la forma más eficaz posible. Es una experiencia constatada que esa eficacia decae precisamente en los regímenes estatalistas, en los que no se incentiva la iniciativa ni se premia el emprendimiento. (No lo resalta Carrascosa, pero lo añado porque viene a cuento.)

 

Cuando una empresa no aporta un valor añadido, sencillamente es rechazada por el mercado y desaparece.  Con un Estado inoperante, se puede añadir, es más difícil. ¿Qué resultado obtendríamos al aplicar estos principios de comunicación institucional a los gobiernos y organismos oficiales, que tantas veces confunden la comunicación con propaganda no respaldada por la verdad de los hechos?

 

La comunicación sincera, la buena fe, la transparencia, constituyen también un invalorable “fondo de comercio” de las instituciones, y el mayor beneficio neto distribuible, en una verdadera sociedad de la comunicación como la que tenemos.

 

El mayor éxito en comunicación consiste, precisamente, en lograr ser lo que se desea parecer. Es una de las razones por las que el director de comunicación debe estar en los órganos de gobierno de mayor nivel de la empresa. No es su trabajo construir una imagen cara al exterior, sino ayudar a construir la realidad de la empresa para que llegue a ser lo que quiere mostrar que es.


Sobre la función social de la empresa me parece interesante esta conferencia en el IESE de monseñor Fernando Ocáriz.

 

 

 

 

miércoles, 13 de enero de 2021

Episodios Nacionales

 


Episodios Nacionales. Benito Pérez Galdós. Ed. Aguilar, 1971 (Obras completas)

 

Este clásico de la literatura española consiste en un conjunto de cuarenta y seis novelas históricas, que Benito Pérez Galdós comenzó a escribir en 1872, con el episodio Trafalgar, y culminó en 1912, con el dedicado a Cánovas. Tenía en proyecto varios episodios más, que abarcarían hasta Alfonso XIII, pero no llegó a concluirlos.

 

Los Episodios Nacionales constituyen un valioso retrato de la vida española entre 1805 y 1880. Entorno a personajes reales que fueron protagonistas de la historia española, Galdós da vida a otros de ficción que le sirven para recrear usos y costumbres populares del momento. Toma pié de los hitos más importantes acaecidos en España durante el siglo XIX, pero pone el foco sobre todo en el modo de vivir, pensar y actuar de las gentes. El resultado es una crónica de tono cercano y costumbrista, más que un tratado de rigor histórico.

 

Galdós, nominado al premio Nóbel de literatura en 1912, domina con maestría el lenguaje. Aprovecha su  habilidad como escritor para ponerla al servicio de sus ideas políticas, aun a costa de deformar o caricaturizar la realidad cuando le conviene. Emplea profusamente la ironía y la exageración para dejar en ridículo a personajes que encarnan ideas distintas a las suyas. 


En ese estilo caricaturesco con frecuencia no sale bien parado el clero, ni los seguidores de partidos distintos al suyo, como los carlistas. Carga las tintas en lo que llama despectivamente la España tradicional, cuyos personajes dibuja siempre como fanáticos e intransigentes. Y enfrente sitúa a personajes amables, atentos y caritativos, que por supuesto pertenecen siempre a la España futura, que es la de su partido liberal.  

  

Se percibe en sus escritos la evolución de su pensamiento político. Sus inicios fueron liberales, y se vinculó al Partido Progresista de Sagasta, con el que fue elegido diputado en 1886. Más tarde pasó al Partido Republicano, y finalmente en 1910 participó con Pablo Iglesias, fundador del PSOE, en la Conjunción Republicano-Socialista.

 

Esa trayectoria queda reflejada en los Episodios, con cierto sesgo anticlerical creciente. Es un sesgo que siempre acompañó al partido republicano, y fue heredado después por el partido socialista. Junto al sesgo anticlerical, crece en sus relatos el pesimismo y la tendencia a reflejar ambientes sórdidos.

 

En sus últimos años Galdós abandonó la política desencantado, y se sumó al pesimismo respecto a España de muchos intelectuales de finales del XIX y principios del XX. El estado de ánimo que le provocaba los políticos españoles se refleja en estas líneas de su último Episodio Nacional, dedicado a la época de Cánovas:

 

Los dos partidos que se han concordado para turnar pacíficamente en el poder, son dos manadas de hombres que no aspiran más que a pastar en el presupuesto. Carecen de ideales, ningún fin elevado les mueve, no mejorarán en lo más mínimo las condiciones de vida de esta infeliz raza pobrísima y analfabeta. Pasarán unos tras otros dejando todo como hoy se halla, y llevarán a España a un estado de consunción que de fijo ha de acabar en muerte. No acometerán ni el problema religioso, ni el económico, ni el educativo; no harán más que burocracia pura, caciquismo, estéril trabajo de recomendaciones, favores a los amigotes, legislar sin ninguna eficacia práctica, y adelante con los farolitos...”

 

Contrasta ese tono amargo con el que empleaba en los Episodios de la primera época, épico y esperanzado. Por ejemplo, en Bailén, publicado en 1873:

 

Bien puede decirse que la estrategia, y la fuerza y la táctica, que son cosas humanas, no pueden ni podrán nunca nada contra el entusiasmo, que es divino.”

 

       Los Episodios Nacionales de Galdós, aunque desiguales, constituyen una pieza imprescindible para acercarse a la historia de la literatura española. Al menos alguno de ellos, como Trafalgar o La batalla de los Arapiles, parecen de lectura obligada. Se puede aprender mucho de la riqueza de su vocabulario, y además en buena parte son de lectura fácil y entretenida.

 

Pérez Galdós con 51 años, retrato de Sorolla



       Me ha sorprendido gratamente encontrar en el texto de los Episodios frases que solía emplear en sus escritos y en su predicación oral san Josemaría, lo que quizá  indica que debió leerlos en su juventud. Es sabido que el fundador del Opus Dei era aficionado a la lectura desde niño. Tenía dotes como narrador por su graciosa expresividad: entretenía a sus hermanas pequeñas contándoles cuentos. La claridad de sus escritos y de su predicación oral, que ha sido resaltada por especialistas, se fue labrando sin duda gracias a lacalidad de sus lecturas infantiles.

 

He anotado algunas de esas frases o expresiones que Josemaría Escrivá empleó con frecuencia, que bien podrían ser herencia de la lectura de Galdós. O quizá sencillamente sean frases castizas, que emplearon ambos porque ya pertenecían al acervo popular español


En cualquier caso, las dejo aquí, para quien desee profundizar en el sentido de esas expresiones. Creo recordar que había alguna coincidencia más, pero no llegué a tomar nota. 

 

-Mendizábal, (3.25; 898): “Señor de Calpena, usted pitará!”  (por triunfará, tendrá éxito). San Josemaría usaba esa expresión para referirse a personas que dan pasos decididos y bien orientados en su compromiso personal.

 

-Mendizábal, (2.20; 896): “Religioso de verdad, sin aspavientos.” San Josemaría era amigo de la sencillez en todas las facetas de la vida, y usaba la expresión “sin aspavientos” especialmente para referirse al modo de vivir la piedad cristiana, que debía ser interior, recia, sin manifestaciones externas aparatosas. Lo aplicaba también al modo de cumplir el deber, sin hacerlo valer y sin ostentación.

 

-Zumalacárregui, (28.266; 874): “los pobres ojalateros” (Galdós se refiere a los carlistas). San Josemaría señalaba el peligro de excusarse con circunstancias externas pasada o futuras (“ojalá hubiera pasado esto o lo otro”) para no asumir la responsabilidad del presente. Solía llamarlo mística ojalatera.

 

-Zumalacárregui (26.250; 874): “Una raza que al inclinarse para caer en tierra, ya está pensando en cómo levantarse.” El fundador del Opus Dei solía referirse a la lucha interior diciendo que el peligro no está en caer (somos humanos y cometemos errores) sino en no querer levantarse cuando uno ha caído.

 

-Los Apostólicos, 18.184; 620: “Como aquí no hay cumplimientos, que es palabra compuesta de cumplo y miento…” Así prevenía san Josemaría del peligro de conformarse  con un cumplimiento anodino y rutinario, sin el brío propio del amor, que requiere compromiso y energía. Esto, para quien sabe que Dios le espera en el cumplimiento amoroso de sus deberes ordinarios, es grave, porque está falto de amor. Un cumplmiento anodino bien puede acabar sigificando "cumplo y miento." Lo explicaba muchas veces el sucesor de san Josemaría al frente del Opus Dei, el beato Álvaro del Portillo

 

-Cádiz, 3.32: “Yo gozo extraordinariamente al ver frente a mí los caracteres altivos (…); gusto de ver bullir la sangre impetuosa del que no quiere ser domado ni … “ (En otra pasaje hay un diálogo en el que alguien se dirige a un joven: “Veo bullir en ti la sangre de tu padre…”) Josemaría Escrivá, en alguna ocasión, hablando en la intimidad con fieles del Opus Dei, les decía: ¿Sabéis por qué os quiero tanto? Porque veo bullir en vosotros la sangre de Cristo.

 

-El Grande Oriente, (21.370): “Aparta, Señor, de mí lo que me apartó de Ti” (Inscripción grabada en una antigua casa en la calle de la Cabeza, de Madrid). San Josemaría solía usarlo en presente, como oración personal: “Aparta, Señor de mí lo que me aparte de Ti.” Tenía en su habitación unos azulejos con esas palabras, para traerlas con frecuencia a su mente.

 

-El Grande Oriente, (15.325): “La amaba en globo, con sus defectos, conociéndolos y aceptándolos…” El santo de lo ordinario, como llamaba san Juan Pablo II a san Josemaría, insistía en que la caridad consiste en querer a los demás como son, con sus defectos, aunque precisamente porque les queremos les debemos ayudar con paciencia y cariño a superarse.

 

-El Grande Oriente, (4.4.242): “No puedo ni valgo nada.” San Josemaría repetía esa frase con esas palabras en su oración personal: se veía falto de todo mérito y por eso lo fiaba todo a su condición de hijo de Dios, que es quien obra en cada uno y de quien nos vienen todos los bienes.

 

-El Equipaje del rey José, (1.18.183): “…hasta que no ahorquen al último Papa con las tripas del último fraile, no habrá paz…” 

    En alguno de sus encuentros con un auditorio numeroso San Josemaría usó esa expresión en tono simpático, poniéndola en boca de un anticlerical, “Decía un anticlerical (quizá estaba pensando en este texto de Galdós): yo ahorcaría al último cura con las tripas del último obispo…” para añadir con gracia a continuación: “Pues ¡qué mal gusto,no?! Yo os diré un modo mejor de acabar con los curas: ¡venid todos, todos, a confesar!… ¡Y acabaremos todos los sacerdotes muertos de tanto trabajo!¡A confesar, así nos mataréis a todos!”

    San Josemaría coincide con Galdós en señalar los defectos del clericalismo. Se declaraba anticlerical, y hacía con frecuencia en su catequesis una defensa del "anticlericalismo bueno", por supuesto muy distinto del radical y violento, o del que pretende restringir la libertad religiosa. 

    En su predicación prevenía a laicos y sacerdotes contra el clericalismo, un modo de actuar de algunos clérigos que pretende inmiscuirse en las libres decisiones de los fieles laicos en cuestiones temporales. Y señalaba que también es clericalismo la conducta de algunos fieles que  reducen su condición de cristianos a la participación en actividades eclesiásticas, y en cambio se inhiben de participar con madurez en la vida pública bajo su responsabilidad personal. O actúan haciendo valer su condición de católicos, en lugar de hacerlo como un ciudadano más, que ejerce sus derechos y cumple con sus obligaciones de ciudadano.

 

-La batalla de Arapiles, (cap.27.243): “Es lo que yo llamo un ave doméstica. No, señor Araceli, no pidáis a la gallina que vuele como el águila. Le hablaréis el lenguaje de la pasión y os contestará cacareando en su corral.”

    En Camino, nº 7, san Josemaría usa una expresión que recuerda este texto:

             “No tengas espíritu pueblerino. —Agranda tu corazón, hasta que sea universal, "católico". No vueles como un ave de corral, cuando puedes subir como las águilas.

 

Post scriptum:

Me ha alegrado esta noticia sobre la presentación de la edición comentada de Camino, publicada por el Centro en la Biblioteca para la Edición de Clásicos Españoles. El investigador Fidel Sebastián confirma el eco galdosiano en los escritos de san Josemaría Escrivá, y dice entre otras cosas: 

¿Qué estilo tiene el lenguaje de Camino?

San Josemaría habla de las cosas más santas, como hablan Santa Teresa o San Juan de la Cruz o un Fray Luis de Granada, pero con un lenguaje absolutamente civil, que al que más se parece es al de Galdós. Si miráis la cantidad de citas que traigo de Galdós: este término, esta expresión, este giro. El estilo lingüístico de san Josemaría es muy de los escritores del realismo y naturalismo de esa época, y de los poetas que estaban más de moda como Gabriel y Galán, que era muy popular. Era lo que la gente, en los casinos, recitaba. Y eso es muy simpático. Varias expresiones de Camino se entienden mejor si vemos cómo las usa Galdós en su contexto. Es la gracia de contextualizar el léxico. También en esto se diferencia mucho de la edición de Pedro Rodríguez, que lógicamente no atiende este aspecto filológico porque no lo pretendía.

En mi opinión, san Josemaría habla la lengua de Galdós. La que hablaba la gente culta que quería ser natural. Habla con el lenguaje de la gente corriente. San Josemaría era, fundamentalmente, universitario. Su formación intelectual, era universitaria, pasó por el seminario, fue un cura excelente, era la adquirida de su paso por la facultad de derecho. Con una imagen galdosiana, su lenguaje se puede decir que es la llaneza. La llaneza galdosiana. Y con este tipo de léxico, al mismo tiempo, tiene la fuerza de un Fray Luis de Granada. Cuando trata de conmover, conmueve como el que más. San Josemaría conmovía a los públicos.

 

lunes, 11 de enero de 2021

El Opus Dei en el Madrid en los años treinta

 




Madrid en los años treinta. Ambiente social, político, cultural y religioso. Revista Studia et Documenta, vol 3. 2009. Julio Montero y Javier Cervera.

 

Studia et Documenta es la revista que el Instituto Histórico san Josemaría Escrivá comenzó a publicar en el año 2007. Acoge, desde una perspectiva multidisciplinar, estudios de diferentes investigadores interesados en la historia del catolicismo contemporáneo, y especialmente en la figura de san Josemaría y el desarrollo del Opus Dei.


El conjunto de investigaciones acerca del contexto en que vivió el fundador y los primeros pasos de esa nueva institución de la Iglesia católica constituye un mosaico interesantísimo, tanto desde el punto de vista histórico como sociológico. Por otra parte, para entender mejor el mensaje y las obras de san Josemaría es preciso conocer de cerca las circunstancias de la situación social y política de la época, el ambiente eclesiástico, o las formas en que se manifestaba la práctica cristiana por parte de los fieles.


Este interesante y conciso artículo, escrito por los profesores Montero y Cervera, describe el ambiente en Madrid en los años de la fundación del Opus Dei. Eran momentos en los que el anticlericalismo constituía uno de los puntos clave de los programas republicanos, enfrentados a los partidos monárquicos desde que en 1868 se estableció el sufragio universal.  


Ese anticlericalismo programático de los republicanos fue asumido también por los socialistas, que poco a poco habían ido recogiendo al electorado republicano desde que en 1903 Pablo Iglesias fundara el PSOE.


La vida política fue radicalizándose desde comienzos del siglo XX,  y especialmente desde 1917, y la equivalencia izquierdismo-anticlericalismo se traducía en acciones diarias y “espontáneas” contra el clero. Espontáneas, o más bien alimentadas por mentiras y fabulociones en los barrios extremos o desde la prensa republicana. Por ejemplo, en 1931, ante la quema de más de cien conventos en toda España, el diario El Liberal aseguraba que los frailes habían incendiado los conventos para desprestigiar al gobierno.


Una circunstancia que suele citarse poco al explicar los antecedentes de la guerra civil, y que recoge el artículo, es el intento de insurrección que en 1934 protagonizaron en Madrid las Juventudes Socialistas, que se habían organizado militarmente y tenían contactos con oficiales del ejército y de las fuerzas del orden público.


Largo Caballero tenía previsto el control de los puntos neurálgicos de la capital y de las Cortes. El intento fracasó por decisiones tácticas equivocadas, pero a partir de ese momento la tensión y los enfrentamientos se generalizaron. 



Este estudio abre el Volumen 5 de la colección Studia et Documenta, dedicado a analizar la situación del Opus Dei en el Madrid de los años treinta. Otro de los ensayos es un apunte biográfico sobre Luis Gordon, joven empresario que fue uno de los primeros miembros del Opus Dei y falleció prematuramente.


 Interesante también el ensayo de Santiago Casas, que da cuenta de las clases de ética para periodistas que impartió san Josemaría durante el curso 1940-1941 en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid. 


Buena parte de los volúmenes de esta interesante colección son descargables gratuitamente.

 

 

viernes, 8 de enero de 2021

Antropología

 




Fundamentos de antropología. Ed Eunsa. Ricardo Yepes y Javier Araguren

 

El profesor de filosofía de la Universidad de Navarra Ricardo Yepes Stork recogió en esta obra los mejores hallazgos de la antropología, esa ciencia que estudia qué es el hombre y el sentido de sus construcciones culturales a lo largo de la historia.

 

Se trata de un valioso conjunto de reflexiones acerca de quiénes somos, cómo nos manifestamos, qué es lo que nos mueve a actuar, qué relación tiene con la verdad y el bien. El significado de las emociones, su papel en nuestra conducta; los valores, cómo se construye el sentido ético, qué es la virtud y cómo se adquiere.  Por qué nos atraen la verdad, el bien y la belleza, en qué consiste la felicidad, qué sentido tiene el dolor, y el amor. Cuál es nuestro destino y por qué la respuesta a esa pregunta determina profundamente la calidad de nuestra vida moral. En qué consiste la realización personal plena…

 

Las respuestas a esas preguntas, que de un modo u otro toda persona se hace en algún momento de su vida, marcan nuestra trayectoria vital. Son preguntas necesarias, sobre las que no todos los pensadores reflexionan y responden con la claridad y acierto que vemos en este libro.

 

Yepes Stork falleció tempranamente en accidente de montaña, y el libro –ya casi terminado- fue completado por su colega y colaborador Javier Aranguren. Dejó escritos varios libros muy interesantes para padres y educadores, como el que lleva el significativo título de Entender el mundo de hoy.

 

Anoto algunas ideas que pueden servir de referencia para hacerse cargo del rico contenido de este libro, cuya lectura resulta  agradable y accesible. 


Ética es la educación de los sentimientos

Los sentimientos, aunque irracionales en su origen, son armonizables con la razón: la sofrosine, que significa moderación, es la virtud que los domina. Son buenos, porque refuerzan las tendencias, pero no deben tenerse como norma exclusiva de conducta.

Quien disfruta con lo que hace, y lo hace ver, se convierte en alguien atractivo, porque consigue que su vida tenga una unidad muy plena: lo que quiere mi corazón lo quiere mi cuerpo, mi cabeza, todo mi yo. En cambio, la indiferencia provoca la muerte de lo vivo. Meter pasión a las cosas es llenarlas de sentido.

¿Por qué a veces nos sentimos frustrados? El origen de las frustraciones es el engaño en el conocimiento de la realidad sobre uno mismo y sobre las personas que trata: no saber apreciar los propios límites, conocer sólo epidérmicamente a los otros y esperar por tanto de ellos mucho más o mucho menos de lo que pueden dar…

Tiene que haber una proporción entre los sentimientos (por ejemplo, esas valoraciones inmediatas que nos producen las personas) y la realidad. El sentimentalismo no es una postura prudente, porque el dominio sobre los sentimientos no está asegurado. No debemos subordinar los juicios a las impresiones. (Es muy interesante lo que aporta en este punto la obra de Daniel Goleman Inteligencia social, sobre los descubrimientos de la neurociencia en relación con los mecanismos de transmisión de los estados de ánimo y las falsas percepciones.)

La ética consiste en tener los sentimientos adecuados respecto de los objetos, con la intensidad y el modo adecuado, sin defecto ni exceso. Cobardía es miedo excesivo, que paraliza. Temeridad es no temer lo que se debe temer, inconsciencia. Valentía es el punto medio: temer lo que se debe, cuando se debe, con la intensidad que se debe. 

La ética es el modo de equilibrar las tendencias humanas para armonizarlas, conseguir el término medio (mediante la educación de los sentimientos, que eso es la ética) con el que los sentimientos entran en armonía con las tendencias, y las refuerzan haciendo que la conducta humana se vuelva hermosa, bella.


La persona y su intimidad

Son muy significativas las notas que nos definen como persona, y entre ellas el valor que otorga a la intimidad, determinante para la cultura, y dentro de ella para esa manifestación de cultura que es la moda.  

Yepes destaca seis notas características de la persona:

-intimidad: un mundo interior creciente y creativo;

-capacidad de manifestar la intimidad, de sacar fuerza del interior;

-libertad: la persona es dueña de su intimidad y de su capacidad de manifestarla;

-capacidad de dar de lo suyo: por ejemplo, al amar, que es el regalo esencial;

-capacidad de recibir, de aceptar en su intimidad lo que otros le dan;

-capacidad de dialogar con otra intimidad: una persona sola no puede ni manifestarse, ni dar, ni dialogar: se frustraría.


 Moda y cultura

La moda, como la propia cultura, es la manifestación en sociedad de la persona. La intimidad, esa nota peculiar que nos define como personas, se exterioriza y manifiesta a través del cuerpo, como también del lenguaje y de la acción. Manifestar o exteriorizar el cuerpo es manifestar lo íntimo, ese mundo interior del que somos dueños, y por eso la persona viste según las circunstancias, porque exteriorizarlo totalmente y en cualquier momento significaría desposeerse de un elemento esencial de su intimidad, que sólo comparte al amar. 




En la moda, especialmente el rostro manifiesta externamente a la persona. Al vestirme, me distingo de los otros, dejo claro que soy yo, me defiendo del anonimato. El estilo es un reflejo de la personalidad.

 

El sentido del trabajo universitario

Yepes, formado en un centro académico de honda raigambre como es la Universidad de Navarra, que busca profundizar en la colaboración interdisciplinar de todas las áreas del saber, reflexiona también sobre el sentido del trabajo universitario.

 

Universidad, dice, es una comunidad de diálogo entre maestros y discípulos. Se supone que a la universidad le corresponde la visión global de la ciencia, pero hoy ha perdido en muchos sitios su “humanismo”, que es precisamente ese saber unitario que permite la visión de conjunto de todos los valores y armonizarlos entre sí.


 Hábitos, virtudes y vicios

Persona es un ser capaz de tener, de decir “mío”. Puede tener a través del cuerpo o de la inteligencia, y si llega a ser una posesión más permanente y estable posee hábitos, tendencias adquiridas que refuerzan su conducta. 

Los hábitos pueden ser técnicos, intelectuales o del carácter. Parte de los hábitos del carácter se refieren al dominio de los sentimientos, y son positivos o negativos, según ayuden o no a esa armonía. La ética los estudia, y llama a los positivos virtudes y a los negativos vicios.

       Los hábitos se adquieren con la práctica, y modifican al sujeto que los adquiere haciéndole ser de un determinado modo. Hacer actos valientes es el modo de llegar a ser valiente, como hacer chapuzas o injusticias de llegar a ser chapucero o injusto.

Lo natural en el hombre es el desarrollo de sus capacidades, llegar a ser aquello a lo que desde el inicio de su existir está llamado. El hombre sólo es él mismo cuando va más allá de lo que es de hecho: el hombre supera infinitamente al hombre (Pascal),


Ética, libertad y escepticismo


Ética es el modo de usar el propio tiempo según el cual el hombre crece como un ser completo. Es el criterio de uso de la libertad, que debe elegir aquello que contribuya a los fines y tendencias naturales. La naturaleza humana se desarrolla y perfecciona mediante decisiones libres. El hombre o es ético o no es hombre.

Contar historias tiene una influencia mayor que los discursos teóricos: el cuento de una madre a sus hijos, una novela, una película… crean modelos de conducta narrando hazañas de héroes y santos.

El escepticismo nos hace daño porque nos deja en la indeterminación sobre la verdad o la mentira, y nos impide alcanzar la perfección. Contra lo que dice el escepticismo, es posible alcanzar la verdad, pero se requieren algunos pasos para estar en condiciones de aceptarla: 

       -conciencia de que no se sabe;

       -superar prejuicios (inducidos normalmente por otros);

-cultivar la atención, la observación atenta de la realidad;

       -saber escuchar;

-aceptar la verdad y encararla;

       -guardarla en la intimidad, de manera que genere convicción.

 

Libertad es la adecuada gestión de las ganas: unas veces habrá que seguirlas, y otras no. A veces las ganas nos incitan hacia lo que nos perjudica, y el acto de libertad no es seguirlas, sino refrenarlas. Como en ocasiones sentimos pocas ganas de intentar un bien arduo, y la libertad consiste en afrontar el bien a pesar del esfuerzo que supone.

Tolerancia. Libertad y autoridad son necesarias. El uso responsable de la libertad obliga a preocuparse de que la educación transmita valores morales, y no sólo contenidos neutros (lo que no sería una postura neutral).



Amor y felicidad

El amor no es un sentimiento. El sentimiento es algo que nos pasa, agradable si está, pero no necesario. Se ama porque se quiere: la voluntad quiere querer. Sentir no es querer.

Lo amado es bello para el amante, y despierta el deseo de reproducirlo en su belleza. El amor se manifiesta en gestos, obras, conductas: si no, hay que dudar de que sea amor, porque ya no engendra belleza. (Esto es aplicable a la fraternidad).

La felicidad va unida al nombre propio de uno y a los lazos que sabe crear desde la propia intimidad personal.

El amor dádiva, que se da, no es el "amor de necesidad", ese que sólo busca recibir: amar sin dar es empobrecerse.



 Arte de gobernar

El arte de gobierno requiere formación para lograr una excelencia cuádruple:

-técnica (destreza profesional en el acto de gobernar)

-humana (capacidad de amistad, iniciativa, saber exigir según la capacidad de cada uno)

-moral (se requiere virtud y ejercer con justicia)

-política (prudencia: estar dotado para la correcta toma de decisiones directivas)

Lo público no es lo estatal, lo público se articula mediante iniciativas de los ciudadanos entorno a cuestiones comunes: la salud de un país depende de la vitalidad de su opinión pública y de sus iniciativas privadas, y no de su estado omnipresente. 

La democracia es un ideal más exigente y maduro que otras formas de gobierno, porque el uso de la libertad requiere cierta excelencia moral, política y cultural.

La moral es lo que de divino hay en el hombre. La moral no es una cárcel, sino al contrario, lo que permite al hombre elevarse a lo más alto de su dignidad. Suprimir la moral en la sociedad es cortar sus raíces, dejarla sin el porqué del esfuerzo por construirla.