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jueves, 5 de septiembre de 2013

El pájaro espectador. Una reflexiva mirada sobre la calidad de las relaciones humanas






El pájaro espectador. Wallace Stegner. Ed Asteroide


Novela intimista y de gran calidad literaria, que recuerda mucho a la del mismo autor En lugar seguro.  Esa sugerente expresión, que nos habla del agradable  refugio de las amistades sinceras, la repite Stegner en varias ocasiones en esta novela.   


El tema escogido es también similar: una  mirada reflexiva sobre los recuerdos del pasado,  cuando se llega a la edad que anuncia la proximidad de la vejez. Se juzga sobre las relaciones y amistades que se han cruzado en nuestro camino, y nos han obligado a decisiones de las que años después quizá nos arrepintamos.  En esta ocasión, quien se cruzó fue una bella y elegante condesa de Dinamarca, hija de un aristócrata de pasado inquietante.


El protagonista es agente literario, ya retirado. Con el malhumor y la desinhibición típicos de algunos jubilados, juzga de todos y de todo, especialmente de sí mismo. Stegner retrata con acierto esa ansiedad preocupona que suele acometer a los mayores ante los achaques y problemas de salud. Un feo defecto en el que pueden caer más fácilmente  quienes no encajan bien que el inexorable final se acerca.


Otro de los personajes, un elegante abuelo de rostro amable y divertido, señala la actitud que deberíamos tener en la edad tardía: “no me siento como un anciano, me siento como un joven al que le ha pasado algo.” Y lo expresa con una simpatía y una resistencia genuina, que por contraste provoca la vergüenza de sí mismo en el protagonista, siempre con sus quejas y lamentos.


Stegner pone en su sitio a ciertos escritores obsesionados por el sexo. Sin decirlo expresamente, pero a mi juicio con maestría, todo el relato constituye un canto al sentido común de la fidelidad matrimonial, que se impone a los cantos de sirena que surgen en nuestra navegación vital. El conjunto es positivo, especialmente al contrastar con los experimentos “antropológicos” que tienen lugar en la familia de la condesa.


Interesante imagen: la luz del sol es imposible de pintar, sólo se pueden pintar las sombras que produce en los objetos. Del mismo modo, examinar una vida es examinar los reflejos y sombras que produce en otras vidas. ¿Entidad propia, o relaciones? Las dos. Pero tenía razón Saint Exupery cuando dijo que  el hombre se mide por la calidad de sus relaciones.


Una vez más, aflora la verdad esencial del hombre como ser relacional, hecho para comunicarse con otros, a imagen de Dios. Encerrarse en uno mismo es nocivo.


Simpática aparición en el relato de la escritora danesa Karen Blixen, autora de Memorias de África, a la que el protagonista visita en Dinamarca.

viernes, 10 de mayo de 2013

Encarnación Ortega, una mujer bandera en el mundo de la moda






Páginas de amistad. Relatos en torno a Encarnita Ortega
Maite del Riego. Ed. RIALP


   Encarnación Ortega Pardo
fue una de las primeras mujeres del Opus Dei. Su vida es el relato de la forja de virtudes humanas y cristianas, con las que Dios la fue preparando desde su infancia. Sufrió las terribles consecuencias de la guerra civil, que pasó en Teruel con su familia. Durante el asedio, con sólo 16 años, sirvió como enfermera militar. 

   En 1941 asistió en Alaquàs (Valencia) a un curso de retiro que predicó el fundador del Opus Dei, san Josemaría. En esos días de intensa oración escuchó la llamada a la que Dios la venía preparando, y solicitó ser admitida en el Opus Dei. Desde entonces se entregó con pasión de enamorada a su vocación de servicio a Dios en el trabajo y en las circunstancias ordinarias de la vida. 

   En 1946 marchó a Roma, donde trabajó intensamente junto al fundador durante 15 años, ayudándole con eficacia y fidelidad en el gobierno y expansión apostólica del Opus Dei por todo el mundo. Era una mujer de temple, firme y a la vez suave, ecuánime, sin arrogancia. Inspiraba confianza. Sabía escuchar y comprender, desdramatizar y echarle humor a la vida cuando surgían complicaciones. 

   Desde 1961, de vuelta en España, su fina sensibilidad le impulsó a dedicarse a actividades relacionadas con la imagen y la moda femenina. Una actividad en la que por su buen gusto y elegancia se encontraba como pez en el agua. Deseaba también secundar el deseo de san Josemaría, que hablaba con frecuencia de la necesidad de profesionales que promovieran una moda bella, atractiva, elegante, que resaltara la dignidad de la persona

   Encarnita, como la llamaban familiarmente, estaba dotada de un gran sentido de la amistad. Este libro recoge testimonios de algunas de las numerosas personas que la recuerdan con agradecimiento por haber tenido el privilegio de tratarla, y relatan la honda huella que su trato ha dejado en ellas. A través de recuerdos de personas que la conocieron de cerca, sobre todo en los últimos años de su vida, vamos descubriendo el secreto del temple y del rico mundo interior de Encarnita. Reseño aquí sólo algunas pinceladas. 

   Elegancia, arte, belleza,…están relacionados con el respeto a los demás, con la dignidad propia y ajena. Manifestaba que hay una honda relación entre el arreglo personal, “ir bien” y el respeto a los demás. Su delicadeza y su forma de arreglarse no eran simple forma exterior, manifestaban respeto y un afecto verdadero hacia las personas. Y en el fondo de todo esto había mucho más. Su figura, su compostura, siendo naturales, tenían fuerza y contenido. Su estar llevaba a Dios

   Juanto a su amor a la belleza, Encarnita tenía el don de piedad, que nos relaciona con Dios. Y como dice Richard Harries en su libro El arte y la belleza de Dios:Cuando el amor a la belleza y el amor a Dios se combinan, el resultado puede ser de verdad intenso”. 

   Encarnita recordaba con frecuencia lo que Juan Pablo II, en la carta a los artistas, ha dejado escrito:“la belleza es clave del misterio y llamada a lo trascendente”. La huella de Dios está impresa en los valores estéticos verdaderos: una poesía, una buena película, una composición musical, la elegancia de una persona, la grandeza de un paisaje… 

   La ropa puede ser un elemento educativo también para los pequeños: a través de la ropa pueden aprender virtudes: buen gusto, sobriedad, orden,… 

  La importancia de arreglarse cuando se es menos joven, o en la enfermedad: Encarnita hasta el último momento trató de estar bien arreglada y presentable, hasta el punto de que los médicos se sorprendían. Con su fino sentido del humor les decía: “Una cosa es que yo esté mal, y otra que dé pena”. 

   En sus últimos años, comentaba que se arreglaba porque era ya mayor y por su enfermedad no podía ayudar con trabajos físicos. Por eso, su aportación a la familia consistía en intentar estar agradable y alegre, para que los demás no se preocuparan y se sintieran mejor…

   Este deseo de agradar le dio vitalidad hasta la muerte, aunque le costara esfuerzo. En la enfermedad hay que pensar en los demás, decía. No quería que se dijera a los que llamaban por teléfono que no se podía poner, porque era una forma de alarmar y de hacer pasar malos ratos innecesarios; se sobreponía aunque estuviese muy mal, y daba ánimos a los demás. 

   Tenía siempre esa atención constante por los demás, que le salía del fondo, como algo profundamente querido y adquirido, con la ayuda de Dios. En los ratos que pasaba en familia, nunca se quejaba de nada, ni interrumpía las conversaciones. A pesar de que tenía tanto que decir, casi siempre callaba. Hablaba si veía que el ambiente decaía, salvando la situación con oportunidad. 

   Felicidad, alegría. Decía, y lo vivía, que la gente que es feliz, pase lo que pase, es la que mueve a otros a buscar la felicidad, a imitar ese carácter y ese modo de afrontar las situaciones sencillas o complicadas. Lo deseable es que cada uno sea ese punto de referencia para los demás, porque lo necesitan tanto como nosotros mismos. 

   Comunicaba bien. Aunque llevaba guiones bien preparados a sus conferencias y charlas,  jamás los leía y utilizaba pocas citas literales. Se dirigía a la gente en un diálogo directo, adaptándose a las características del público. Procuraba introducir el tema contando una anécdota o algo que en aquellos días era tema de conversación: así captaba la atención desde el primer momento, se la seguía con interés y el contenido resultaba actual y atractivo. 

   El cielo. El cristiano no tiene miedo a pensar en el más allá, y Encarnita pensaba en el cielo. Un día detalló a una de sus amigas cómo veía su encuentro con Jesús en el Cielo: “Allí te mostrará dos imágenes, una será la de los planes que tenía para ti y la otra lo que en efecto has hecho en tu vida. Si las dos coinciden has cumplido la voluntad de Dios y recibirás el premio eterno”. Y también añadía: “Piensa qué feliz serás cuando llegues al Cielo y digas: mira, todos éstos –y ahí hizo un amplio gesto con la mano-, todas estas almas he traído para Ti”. 

   Estaba siempre disponible, dispuesta a servir. Cuando alguien le preguntó por qué nunca decía que no y siempre estaba disponible para lo que le pedían, respondió: “Es que no hay que decir que no, si se puede hacer, porque el que pide espera una respuesta afirmativa y eso es lo que agrada a Dios”. 



Opus Dei -   Fallecida en 1996 sin perder su serena sonrisa, la fama de su vida santa se ha extendido por el mundo y son muchos los que se encomiendan a su intercesión y le piden favores de todo tipo. El rico contenido de este libro ayuda a entender por qué.

jueves, 7 de marzo de 2013

La puerta de la esperanza, y una entrevista reciente a José Luis Olaizola.




La puerta de la esperanza. 
Juan Antonio Vallejo-Nájera y José Luis Olaizola. 


El siquiatra y escritor Juan Antonio Vallejo-Nájera decidió escribir un libro sobre los hechos esenciales de su vida cuando los médicos le diagnosticaron un cáncer incurable, a finales de 1989, y le avisaron de que moriría pronto. 


Vallejo-Nájera acudió a su amigo José Luis Olaizola para que le ayudase a redactarlo. Deseaba  transmitir a cuantos le conocían  el sentido cristiano  de la vida, del dolor y de la muerte, y la belleza de saberse hijo de Dios. Quería hacerlo sin teorías ni discursos, sencillamente mostrando hechos y vivencias de su entorno profesional y vital. Vallejo-Nájero sabe que Olaizola comparte sus mismos sentimientos, y le ayudará a expresarlos con exactitud.


El libro es fruto de largas y sustanciosas conversaciones entre ambos, llenas de anécdotas que tienen por protagonistas muchas veces  a conocidos personajes del momento, como el famoso torero Luis Miguel Dominguín, un hombre curtido por la vida, con sus defectos como todos, pero en el que descubre muchas virtudes humanas.


Olaizola usa un lenguaje asequible, popular, lleno de sentido del humor y que huye de las moralinas. Destaca en su amigo Juan Antonio su gran sentido de la amistad, su facilidad para la relación social, y el afán de descubrir la luz de la fe cristiana a sus amigos, que se hizo más intenso en los últimos meses. 


Vallejo-Nájera poseía también un hondo sentido del aprovechamiento del tiempo, manifestado en su facilidad para emprender aficiones que acababa profesionalizando (además de médico era escritor y pintor), y de las que  incluso lograba rendimiento económico. Una muestra, sin ir más lejos, es este mismo libro, del que se han editado más de 500.000 ejemplares.


El libro es muy entretenido y enriquecedor, y da noticia de personajes del momento en la vida pública española. Y sobre todo muestra algo que con frecuencia se oculta: la muerte no es una puerta que se cierra, sino una puerta que se abre a una vida nueva infinitamente mejor: la puerta de la esperanza. 


Lo cuenta muy bien José Luis Olaizola en la última parte de esta reciente entrevista , en la que habla de otros temas interesantes como su vocación al Opus Dei




sábado, 2 de febrero de 2013

En lugar seguro: un canto a la amistad



                                               

En lugar seguro. Wallace Stegner 


Ed Libros Asteroide



La generosidad es tal vez el mayor de los placeres”. Con esa frase de Willian Maxwell termina esta maravillosa novela, canto a la amistad entre dos jóvenes matrimonios, profesores de literatura. Una amistad que surge en los años 30 del pasado siglo, durante la Gran Depresión, y que mantienen fielmente hasta la vejez, en los años 70, a pesar de los avatares de la vida.


La obra está escrita con maestría y cuidado, aquilatando cada palabra, con bellas descripciones de paisajes y, por encima de todo,  sutiles análisis del comportamiento humano. 


Stegner  domina los planos de la narración, haciendo que el protagonista (en el que de alguna manera describe su propia autobiografía)  mantenga un discurso que desde el presente viaja al pasado lejano, o al intermedio,  y regresa, sin perder el nervio y el hilo de la historia, incluso logrando dar más fuerza al relato  con esos viajes a los hechos vividos, o recordados, o simplemente pensados o deseados, en los diversos momentos de la existencia de cada personaje.


El protagonista, Larry,  profesor y escritor, refleja en su trayectoria la de Wallace Stegner. Y junto a sugerentes comentarios acerca del oficio de la literatura, destaca su capacidad de describir la belleza de los rasgos que conforman  la amistad: generosidad, lealtad, entrega,... tanto entre los esposos como entre los amigos verdaderos,  que logran superar los normales desencuentros de la vida poniendo en juego con esfuerzo esas virtudes humanas. 


Quizá se echa en falta una referencia más explícita a la trascendencia,   implícita de manera vaga y vaporosa,  pero poco clara y más bien confusa. Pero los valores resaltados son hondamente humanos y por tanto cristianos: la fidelidad, el buen tono, la abnegación, el desinterés, la amistad, la comprensión con los defectos ajenos, la tolerancia…


El caos es la ley de la naturaleza, el orden es el sueño del hombre”, dice uno de los personajes.  Nos gustaría que todo estuviera “correcto” y sin problemas, que todo encajara, pero hemos de contar con el desorden, con que las piezas no encajen, y no desanimarnos y seguir bregando, teniendo en cuenta dónde está el bien,  para no perder el rumbo con la excusa de los defectos ajenos.   No podemos exigir a la vida, o a los demás, que todo salga según nuestros propios deseos. Y menos ponerlo como condición para actuar honrada y lealmente.


En ese orden soñado por todos, donde todo es perfecto y rueda sin problemas,  puede verse nuestra esencial inclinación a la verdad y al bien, el original orden de nuestra naturaleza, hecha a imagen de Dios. Un orden  roto por el pecado original, pero sustancialmente presente como aspiración en cada persona, y capaz de alcanzarse de nuevo a partir de nuestra Redención.


En lugar seguro se sienten cuantos de pronto perciben el calor de la amistad, ofrecida sinceramente.  Los desplazados, quienes llegan por primera vez a un lugar donde no conocen a nadie, aspiran por encima de todo a una situación, a encontrarse en un entorno de amistad con personas acogedoras, que les ofrezcan su apoyo generoso y desinteresado. 


Estas personas amigables son un tesoro, que hacen la vida más humana. Todos deberíamos aspirar a ser una de ellas.  La actitud acogedora y servicial de alguien que acabamos de conocer nos cautiva, llena el alma de agradecimiento y deseos de corresponder. Es el origen de la amistad. Tocamos ahí las fibras más íntimas de nuestra naturaleza, hecha para la relación. Se puede decir –con expresión de Benedicto XVI- que con esas actitudes amistosas mostramos el rostro de Dios a las personas. 



Odian lo que envidian: es una reacción perversa, que vemos a nuestro alrededor con demasiada frecuencia. Precaución, para examinar la rectitud de los juicios hacia personas o instituciones.


Hay gente que quiere tomar nota de todo lo que le impresiona. Pero lo que realmente nos impresione, se nos quedará dentro bien clavado para toda la vida.  Si tienes que tomar nota sobre cómo te ha impresionado una cosa, lo más probable es que no te ha impresionado


Una novela para releer con calma, aprender,  y recrearse en la buena literatura.





domingo, 6 de enero de 2013

Segunda navegación. Alejandro Llano


La vida lograda de un intelectual de pura cepa


Segunda navegación. Alejandro Llano. Ed. Encuentro


Una vida plena es una idea tenida en la juventud y realizada en la edad madura. Estas palabras de Alejandro Llano son, a mi juicio, las que mejor reflejan el contenido de este magnífico libro, en el que se aprende y disfruta contemplando la trayectoria intelectual y vital de un hombre de singular valía.

Se trata de la segunda parte de las memorias del profesor Alejandro Llano, catedrático de metafísica en las universidades de Valencia y Navarra. Como en Olor a yerba seca, que recoge sus memorias de juventud,  Alejandro Llano despliega en este libro. ante el agradecido lector, todo lo que lleva dentro, con una libertad, sinceridad y capacidad de llamar a las cosas por su nombre poco usuales.

Cuantos le conocemos sabemos de su gratificante cualidad de  expresar cosas serias con simpatía y rigor. Y así lo hace en el libro, ayudado de una expresividad literaria que debe, como confiesa también agradecido, a su afición apasionada por la lectura desde muy joven. Afición no solo ni principalmente a libros sesudos, sino también y sobre todo a la novela: Al leer novelas, vivimos otras vidas y exploramos a fondo la nuestra.

Si en Olor a yerba seca el recorrido estaba lleno de anécdotas vitales, en esta segunda parte acompañamos a Alejandro también por algunos de los principales hitos de su trayectoria intelectual. Van desfilando personajes que han influido en su pensamiento, y comparte con el lector sucesos y reflexiones siempre enriquecedores.   

Sorprende la facilidad con que pasa del pensamiento profundo al comentario que te obliga a reír a carcajadas, con envidiosa sorpresa de circunstantes. Lo que nos cuenta muestra una vida colmada, con principios morales claros de los que extrae consecuencias prácticas para la vida diaria. Así: La clave del perdón es el olvido. La “memoria” encona el agravio e impide perdonar.

Al hilo de sus planteamientos uno se siente inclinado a contrastarlos con la vida propia. Por ejemplo, cuando se pregunta: A mí, ¿en qué se me ha ido la vida?

Una vida colmada es también una vida agradecida. Son frecuentes las referencias a sus padres,  llenas de emocionado y contenido reconocimiento. Su madre, mujer fuerte y humilde, que  siempre procuró que la atención de quienes le rodeaban no se centrara en ella (…) Solía ponerse en segundo plano, lo cual no disminuía –sino todo lo contrario- la impresión de gran categoría personal que suscitaba en cuantos la conocían. Y el calor del padre y de  cada uno de sus numerosos hermanos, siempre unidos y a la vez dispersos por el mundo. 

Pensador como es, saca conclusiones de la realidad que observa. Alejandro se confiesa aristotélico y cristiano, que no platónico ni neoplatónico. Por eso le da mucha importancia al cuerpo que somos (no “que tenemos”). Siento a mi padre y a mi  madre dentro de mí: también con su fortaleza y su proclividad a determinadas enfermedades. Yo soy ellos. El legado de los padres no sólo se refiere al aspecto sicológico, cultural y religioso, sino también es una herencia biológica.

La evidencia del ser de lo real permite conclusiones importantes. Por ejemplo,  que los motivos por los que las familias numerosas constituyen un fenómeno positivo,  que es conveniente fomentar y apoyar,  no son pragmáticos, sino más bien ontológicos: el ser humano es un bien en sí mismo, y su nacimiento es la única novedad radical que aparece sobre la tierra. A cada uno de los hijos, muchos o pocos, se les puede decir: ¡qué bueno es que existas!

Lector empedernido, es significativa su afirmación acerca de que la salvación intelectual está en los libros. Regenerarán la universidad unos pocos profesores y unos pocos alumnos capaces de leer, reunirse y hablar entre sí. Nada de lobbies ni tácticas a corto plazo. El silencioso diálogo de la lectura es la mejor terapia contra el pragmatismo y el funcionalismo. Es preciso leer mucho y bueno.

Nos regala  interesantes referencias a las lecturas que más le han influído, de las que el lector atento toma buena nota para cubrir lagunas: El jardín de los Finzi Contini, de Giorgio Basan. Historia del buscón llamado Pablos, de QuevedoDostoieski: El idiota; Demonios;  Los hermanos KaramazovEl corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad. Los Budenbrook (Thomas Mann). En busca del tiempo perdido, de un Marcel Proust, de quien afirma que  se equivoca en la antropología, pero hace descripciones magistrales de las actitudes humanas. José y sus hermanos;  Doctor Faustus;  La montaña mágica (Thomas Mann). Ética a Nicómaco, de Aristóteles. Ulises (Joyce). El ruido y la furia (Faulkner). El Danubio, de su amigo Claudio Magris. Y un largo etcétera.  Y por supuesto el Evangelio: La Biblia es el libro cuya lectura nos permite llegar a entender cada vez mejor la propia Biblia. Ninguna otra lectura es más eficaz.

Un intelectual como él no podía dejar de lado la referencia al apoyo indispensable que se prestan razón, ciencia y fe. Su conclusión es rotunda: la ciencia positiva y la filosofía moderna son impensables sin el mensaje cristiano, especialmente en lo que concierne a la desacralización del mundo, a la creación de todas las cosas por Dios y a la libertad humana.

Invitado a participar en universidades y foros de numerosos países, es ilustrativa su capacidad de amistad,  la forma más alta de comunicación entre iguales, que desarrolla ampliamente. Sorprende la extensa y tupida red de amigos de toda la escala social, comenzando por sus numerosas promociones de alumnas y alumnos, que le guardan una cariñosa y leal cercanía, en justa correspondencia a la suya.

Alejandro se muestra abierto a cuantos se le acercan: intelectuales, políticos y gente menos conocida del ancho mundo. No todos le responden igual, y sabrosos comentarios acerca de diversos personajes conocidos salpican el relato.

A lo largo del libro se pone también de manifiesto la capacidad pedagógica del profesor, puesta al servicio de cuantos se le acercan, y su amor a la universidad:

Se enseña lo que se sabe y se ama. Enseña el que sabe y ama.

Cuando se sabe de verdad acerca de una cuestión, la mejor y casi la única forma de transmitir conocimiento es con la presencia de cuerpo entero y con la palabra viva. Aquello que vitalmente se domina lo comprenden sin problemas todos los estudiantes que ponen un mínimo de interés y esfuerzo. Porque entonces lo que se da no es una “materia”: se da el profesor a sí mismo, lo mejor q tiene: su saber y su amor por el conocimiento y por ellos mismos.

Afán de enseñar  y generosidad, afirma, son dos cualidades indispensables en el profesor universitario.  Si no tengo con quién compartirlo, ¿para qué me interesa saber más? Quien está solo y sin interlocutores no encuentra ningún motivo vital para avanzar en el saber (…)  Se entiende de verdad algo (incluso en la ciencia) cuando se narra, porque entonces se aprecia cuál es su curso y su finalidad.

Respecto a la generosidad con el propio tiempo, cita a Gregorio Marañón: “Muchos hombres dicen: no puedo ocuparme de nada porque necesito todo mi tiempo para hacer “mi obra”. Estos no harán nunca ni su obra ni nada.”

No se muerde la lengua al hablar de algunas de las actuales miserias de la universidad:

Donde he visto más atropellados los anhelos de ciencia rigurosa y de pensamiento libre ha sido en instituciones universitarias dominadas dogmáticamente por profesores anticristianos.

Bolonia cae en el procedimentalismo, la minusvaloración del conocimiento y la depreciación de la figura del profesor.

El alma de la universidad, afirma, es la comunicación vital del saber. Eso, junto a leer mucho y no dejar nunca de hacerlo, y a reunirse los pocos que comparten los mismos ideales para hablar interminablemente entre ellos,… esas tres cosas son las que ponen en marcha una conspiración leal a la república de las letras, una continuada labor subversiva contra la ignorancia solemnemente establecida y todos los fantasmas de la eficacia postulada.

Consciente de la grave encrucijada moral y de pensamiento en que se encuentra el mundo, aflora siempre su optimismo realista, que invita a salir de la pasividad: El vuelco de un proceso en declive lo han conseguido siempre minorías bien preparadas.

Alejandro Llano tiene una rica producción intelectual. El placer de escribir es el más íntimo y solitario q imaginar se pueda. Nos da cuenta del origen y alcance de algunas de sus obras más conocidas: La vida logradaEl diablo es conservador, Humanismo cívico, Repensar la universidad…

Son muy interesantes sus reflexiones sobre la teoría del deseo mimético, de René Girard, y la conversión que produce en todo autor descubrir que la dualidad bien-mal está en el interior de cada uno, también del héroe. Ver aquí una conferencia suya al respecto: La literatura como conversión

Se percibe a lo largo de la navegación un factor de cohesión que une elementos en apariencia dispersos: una coherencia cristiana, la unidad de vida que promueve el espíritu del Opus Dei, que vemos emerger con naturalidad de la vida misma en el día a día. Lo refleja bien el comentario de un amigo,  lector de la primera parte de sus memorias: Olor a yerba seca es un relato como tocado por la gracia, y la clave es la unidad entre la vocación cristiana y la vocación intelectual del autor.


Quizá el mejor resumen de este recomendable libro es que ejemplifica en qué consiste una vida plena,  esa idea tenida en la juventud y realizada en la edad madura. Aún le queda al profesor Llano al menos una tercera entrega de sus memorias, pero de momento con las dos precedentes nos ha dejado mucho para aprender y disfrutar.



viernes, 28 de diciembre de 2012

Blanca como la nieve, roja como la sangre. Alessandro D’Avenia.



Blanca como la nieve, roja como la sangre 

Alessandro D’Avenia 

Ed. Grijalbo 

Leo, un adolescente, se enamora en el instituto de una chica de otra clase, Beatrice, a la que ni siquiera conoce, pero que a sus ojos se ha convertido en la encarnación del bien y la belleza. Pero Beatrice, antes de que Leo llegue a presentarse, enferma gravemente. El mundo se hunde bajo los pies de Leo, desesperado.

Pero Leo no está solo, cuenta con amigos leales, que no abandonan. Su compañera Silvia, personificación de la lealtad, está a su lado incondicionalmente, a pesar de que Leo parezca ignorarla y se comporte con ella como un desagradecido.

Y está también a su lado, aunque de un modo aparentemente más lejano, su profesor de literatura, que manifiesta su cercanía como en la distancia, casi siempre en forma de comentarios aparentemente impersonales que fluyen en el aula durante las clases  de literatura.

El joven y sensible profesor (verdadero protagonista en la sombra) percibe que en el alma de su alumno han irrumpido inesperadamente y de forma desgarradora –como suele suceder en los adolescentes- el sufrimiento y la incertidumbre, y sus comentarios literarios van más dirigidos a orientar a Leo de lo que parece.

Escrito en forma de monólogo del joven Leo, el libro manifiesta dominio del lenguaje y los modos en que los jóvenes tratan de expresar sus sentimientos, a veces incomprensibles para ellos mismos.  Incluso cuando habla del sufrimiento, el monólogo tiene toques de jovialidad y frescura, tan propios del lenguaje de un chico normal. Una muestra: de vez en cuando en los pensamientos de Leo se desliza una idea luminosa, un descubrimiento nuevo para él, y anota: “Qué gran verdad es lo que acabo de decir: tengo que recordarlo. Me olvido mogollón de cosas importantes que descubro. O sea que me doy cuenta de que podrían serme útiles en el futuro, pero las olvido, igual que los mayores. Tal es el origen de al menos la mitad de los males del mundo. "En mi época esos problemas ni siquiera existían..."  Exacto. ¡En tu época! Puede que si anoto alguna de las cosas que voy descubriendo ya no las olvide y deje de cometer los mismos errores. Tengo una memoria pésima. Por culpa de mis padres: ADN de mala calidad…”

 La narración trascurre en un ambiente fresco y oxigenado, y se respira un sentido cristiano lleno de naturalidad, que de cuando en cuando cristaliza en frases que merecen ser recordadas. He anotado unas pocas: 

-Nunca tengas miedo a soñar, por mucho que los demás se rían de ti. La historia es un puchero lleno de proyectos cumplidos por hombres que alcanzaron la grandeza porque se atrevieron a concretar su sueño en realidad. La filosofía es el silencio en que esos sueños nacen.

-La humanidad avanza sólo cuando un hombre tiene fe en lograr lo más difícil (eso es un sueño).

-Pasión de enseñar: “extraer la belleza allá donde se encuentre y regalársela a quien esté a mi lado. Por eso estoy en el mundo”.

-Cuando está enamorado el tiempo no existe. Eso es el cielo, sin tiempo, eterno presente.

-Basta que esté Beatrice para que la vida sea cada día nueva. El amor es lo que hace la vida nueva.

-Justo cuando nos sentimos más pobres, la vida, como una madre, nos está cosiendo el traje más hermoso.

Un libro que gustará a los jóvenes,  y también a los mayores con alma joven.


martes, 20 de marzo de 2012

Entender el mundo de hoy. Ricardo Yepes Storck. Ed Rialp



Fundamentos de Antrpología, otro interesante libro de Ricardo Yepes

    La complejidad del mundo que vivimos exige un esfuerzo de reflexión al que pocos se animan. Parece más cómodo dejarse llevar por la superficialidad imperante, pensar poco, y tratar de vivir lo mejor posible sin complicarse mucho, como si la felicidad consistiera en ausencia de complicaciones. 

    Este libro es para los que aspiran a algo más, para los que se preguntan por el sentido de su vida y no se conforman con respuestas vagas o mediocres.

    Ricardo Yepes fue una de las mejores cabezas de la filosofía y antropología españolas de finales del siglo XX. Joven profesor de universidad, fallecido en accidente de montaña, nos ha dejado una reducida pero valiosísima colección de publicaciones en las que logra ayudarnos a pensar, haciendo sencilla e inteligible la complejidad de nuestro mundo.


    Escrito en la amable forma de cartas a un inquieto estudiante, este libro es un profundo y ameno conjunto de reflexiones sobre el modo en que los hombres tratan de resolver los grandes problemas de la existencia y de la convivencia. El estilo, conciso y directo, es el propio de la sinceridad juvenil.


    A lo largo del texto desgrana lo mejor de los clásicos, que desde siempre se han hecho las mismas preguntas sobre las dimensiones humanas fundamentales: la vida, la felicidad, el amor, la amistad, el bien, el mal, la política, la religión... 

    Y va señalando los puntos de luz o de oscuridad de las ideologías dominantes, dando pautas para que el lector saque sus propias conclusiones prácticas desde la consideración global y coherente de esas dimensiones fundamentales.

    Ricardo Yepes apuesta por la capacidad autocrítica, la interiorización y el cultivo de la propia personalidad, como modo de superar una cultura dominante que tiende a anular el deseo de volar alto, de ideales nobles, que tienen todos los jóvenes, y perdura en lo más recóndito de cada persona hasta el final de sus días. 

    En la novedad de cada persona radica la esperanza de la sociedad. Cada persona posee una capacidad infinita de rebelión frente a culturas que le oprimen tratando de reducirle a cosa : "lo que hay de inédito en el mundo lo aporta la persona, la única fuente de novedades auténticas."

    Pienso que este libro es especialmente necesario para quienes se dedican a la comunicación y quieran hacerlo desde planteamientos plenamente humanos y bien pensados. 

    Es muy útil también para cualquier profesor universitario que aspire a mejorar la coherencia de su discurso, en cualquier materia.

    Aporta además una larga relación de lecturas recomendables, que ciertamente constituirán un bagage intelectual y cultural de primer orden para cuantos los conozcan.