Estos dos ensayos, uno de Jean Guitton (El trabajo intelectual) y el otro de Josef Pieper (Ocio y vida intelectual), publicados por primera vez en fechas cercanas (1951 y 1948, respectivamente) siguen constituyendo una deliciosa fuente de ideas para la noble tarea de pensar y estudiar, de leer y escribir.
Destinados originalmente a estudiantes que necesitan aprender a ordenar con rigor su pensamiento, siguen siendo muy útiles para todas las edades en esta ruidosa cultura del siglo XXI, que por momentos parece asfixiar el necesario sosiego para elaborar el propio pensamiento a partir de la multitud de informaciones, no siempre contrastadas, que recibimos del exterior.
Anoto algunas ideas extraídas al leerlos.
El
trabajo intelectual requiere dos cualidades contrarias: la lucha contra la
distracción, para lograr concentrarse; y un distanciamiento respecto al
trabajo, puesto que la mente debe alcanzar su altura, debe ser mantenida
–como decía Pascal- por encima de su obra. Es el distanciamiento que se traduce
en un cierto abandono del ser, en un lenguaje natural, en un quietismo de la
voluntad, que a menudo faltan en algunos que son implacables trabajadores,
aplicados con paciencia y constancia a su tarea con tal encarnizamiento que
están poseídos por lo que saben, en vez de poseerlo y gobernarlo.
Hay
que dar un valor absoluto al acto de la atención, a la búsqueda de la perfección
formal, al esfuerzo por resolver un problema, a la pena de un día: todo acto de
atención, de apoyo, toda búsqueda de perfección minúscula, fuera del beneficio
y de todo resultado, encuentra en sí mismo su recompensa.
El
esfuerzo intelectual da fruto siempre, aunque no sea en el mismo campo en que
se ha aplicado sin éxito: “Si se busca con verdadero cuidado la solución de un
problema de geometría y si, al cabo de una hora, no se está más allá de lo que
se estaba al principio, sin embargo habremos avanzado durante cada minuto de
esta hora en otra dimensión más misteriosa. Sin que se sienta, sin que se sepa,
este esfuerzo en apariencia estéril y sin fruto ha puesto más luz en el alma.
El fruto se hallará un día, más tarde, en la oración. Se hallará sin duda también
por añadidura en un campo cualquiera de la inteligencia, quizá totalmente
extraño a las matemáticas (…) Si hay verdaderamente un deseo, si el objeto del
deseo es realmente la luz, el deseo de luz producirá la luz… “Los esfuerzos inútiles
del cura de Ars, durante largos y dolorosos años, para aprender latín, dieron
todo su fruto en el maravilloso discernimiento con el que percibía el alma
misma de los penitentes tras sus palabras e incluso tras sus silencios.”
(Simone Weil)
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Cómo
deben ser las notas para un fichero:
-pocas: tomar nota solo de
lo que nos llama la atención, de lo que nos sirve; y despreciar lo demás;
-significativas, dinámicas,
adaptables;
-en papel fuerte, a lo ancho
(cuando se trabajaba sin ordenadores :-)
-que no contenga cada una
más que una sola idea, apoyada sobre uno o varios hechos, o nada más q
un hecho cargado con uno o varios significados.
-provistas de una o varias
palabras “axiales”, arriba a la derecha, que indiquen las cosas que se podrían
hacer con la nota.
-con fecha, para saber en
qué edad de la vida se han tomado.
-con referencia exacta del
libro fuente.
-legibles, que se puedan
transmitir por herencia.
-hacer cuadros sinópticos
propios, sobre todo para la historia.
-llevar siempre consigo
fichas intercambiables, con un formato que sirva para toda la vida. Anotar la
palabra, la información, la inspiración que pasa, atrapándola al vuelo: fichas
pequeñas, siempre iguales, que permitan hacer anotaciones en cualquier lugar.
(A pesar del móvil y los ipad, muchos prefieren seguir llevando su bloc de
notas con boli).
-recomienda no resumir en páginas el
contenido de los libros, sino hacer fichas para cada idea y unirlas al fichero:
así se aprovechan mejor. (Ahora el ordenador facilita unir ambas opciones.)
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Recuperar el valor del
dictado en la enseñanza: en el dictado de los textos más bellos, de
pensamientos perfectamente formados, encontramos un ritmo que nos sostiene, un
adormecimiento agradable y fecundo.
Las oraciones vocales,
vueltas a empezar siempre, siempre, son un dictado al que sometemos a Dios para
que nos calme.
Cuando se dice alguna de
esas frases con calma, dictando, los alumnos saben q es algo q conviene guardar
en la memoria.
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Estilo es la operación que
consiste en llenar de sentido el lenguaje.
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Las grandes mentes buscan
las influencias, con una actividad que es como la avidez de ser. Es un trabajo
muy bueno para los días de enfermedad, de fatiga, para los ratos de vacío o
cansancio: buscar la influencia, parafrasear ideas de grandes autores,
releerlos y dejarse llevar por ellos. Los alumnos no deberían tratar de escribir
por sí mismos demasiado temprano: es preferible que primero se esfuercen por
resumir a los griegos, a Aristóteles,… que antes que nada tomen prestado de los
buenos, de los mejores que nos han precedido. Sobre este tema es interesante también Por qué leer a los clásicos.
Este libro de recuerdos constituye una mirada privilegiada al trabajo de comunicación en el interior de la Santa Sede en los intensos años en que al timón de la nave de Pedro el Espíritu Santo colocó a san Juan Pablo II. Son años en los que el prestigio del papado ante los líderes mundiales alcanzó cotas insospechadas.
Navarro-Valls, médico y periodista español, corresponsal del diario ABC ante la Santa Sede y Presidente de la Asociación Internacional de Periodistas acreditados en Roma, fue llamado por el Papa a dirigir la comunicación de la Iglesia al inicio de su pontificado. Navarro puso una condición: acceso directo al Papa. Sólo la línea directa con la cabeza permite al director de comunicación o Portavoz cumplir con su misión de informar.
Navarro solía tomar breves notas al final de sus agotadoras jornada: impresiones acerca de los acontecimientos del día, actitudes y comentarios inspiradores del Papa que le impactan, dilemas a los que se enfrenta para resolver crisis informativas, interferencias de otros organismos con la Sala Stampa, su visión personal acerca de personalidades o de conflictos internacionales… Son muy entrañables sus anotaciones durante las jornadas alpinas de descanso junto al Papa: chispeantes, familiares, llenas de buen humor y de sentido de lo eterno. Visto desde ahora, hay que agradecer a Navarro-Valls cuanto hizo por asegurar ese necesario descanso del Papa.
No estamos propiamente ante un diario, pues el intenso trabajo no siempre le permitía escribir cada día, especialmente durante los agotadores viajes por el mundo acompañando al Papa y atendiendo a los periodistas. Pero estos apuntes personales son tan sustanciosos que permiten presenciar en primera fila aquella vida junto al gran Juan Pablo II, y aprender a tener una mirada más católica, más universal, sobre el devenir de la Iglesia y del mundo.
Se percibe la contenida emoción de Navarro-Valls ante la evidencia de trabajar junto a un Papa santo, dotado además de una extraordinaria personalidad y enorme capacidad de comunicación. Resalta también la profesionalidad de un buen periodista y director de comunicación, plenamente identificado con su misión junto al jefe, en esa singular empresa que es la Iglesia: una empresa que no se rige por criterios meramente humanos, pero que necesita apoyarse en instrumentos idóneos que conocen y dominan su oficio. De ambas dimensiones era bien consciente Navarro, formado junto a san Josemaría en la espiritualidad del Opus Dei, que enseña a amar al Papa y a santificarse a través del trabajo profesional.
Navarro-Valls, entregado sin reservas a su trabajo profesional al servicio de la Iglesia y del Papa, sabe quedar en segundo plano, dando todo el protagonismo a la figura tan entrañablemente humana y cercana de Karol Wojtyla, en quien sin duda percibe ya la santidad pronto reconocida por la Iglesia. Se percibe también la notable sintonía humana entre ambos, cada uno consciente de su misión.
Con sencillez, Navarro habla de sus aciertos y errores informativos, que de ambas experiencias se puede aprender. Y con elegancia –un rasgo suyo que resaltan cuantos le conocieron- señala también las no pocas dificultades internas y externas que tuvo que sortear para cumplir su misión de informar con transparencia. Empleó su ingenio y capacidad de iniciativa para implantar una comunicación proactiva, que marca su propia agenda, en lugar de limitarse a actitudes defensivas que acaban por ensombrecer el rostro de la Iglesia ante la opinión pública.
Con esas armas –profesionalidad, don de gentes, conciencia de la dimensión sobrehumana de la Iglesia y del Papado, y notable coraje- contribuyó a que llegara con nitidez a la opinión pública internacional el firme magisterio de san Juan Pablo II, y una imagen más auténtica de la Iglesia.
Anoto algunas ideas que he seleccionado del texto:
Libertad:
Juan Pablo II explica que Dios ha decidido aceptar el pecado del hombre antes que privarle de la libertad. Y con su libertad el hombre puede hacer el bien o el mal. Puede pecar. Todo proyecto humano debe reconocer esa libertad original del hombre y orientar su esfuerzo en ese sentido. Por eso el materialismo histórico no se puede considerar como un proyecto humano de liberación. Una frase de la encíclica Dominum et vivificantem sentó muy mal en el mundo comunista, pero es verdadera:“el materialismo científico está ligado al pecado contra el espíritu.”
Para Juan Pablo II hay dos demonios, el de Oriente y el de Occidente; o mejor dicho, un demonio con dos caras. El de Oriente, brutal y sanguinario, intenta arrancar de cuajo la idea de Dios en el alma del hombre. El de Occidente es más sutil y menos brutal quizá, pero tiene gran poder de seducción.
Casaroli; Secretario de Estado del Vaticano, prefería no enfrentarse a las autoridades comunistas checoeslovacas, que prohibieron a los obispos checos acudir a Roma en visita ad limina. Juan Pablo II en cambio era partidario de decir la verdad, sin ocultarla, aunque molestara. “El sucesor de Pedro no puede mirar con indiferencia una situación como esa, porque le ha sido confiada la solicitud por la Iglesia universal: tiene voz para defender a los que no la tienen, no está dispuesto a callar.”
Para Juan Pablo II, el liberacionismo de raíz marxista es una solución injusta a una situación injusta. En estos momentos, decía, hay una esclavitud doble: por culpa de los sistemas marxista y capitalista; hay muchos esclavos del capitalismo, y la confrontación de los dos bloques esclaviza también a miles de hombres.
Memorandum sobre el papel de la Iglesia y los cristianos como promotores de la libertad: La Iglesia no es un lugar donde hay miedo a la libertad, como intentó presentarla la Ilustración. Ejemplo, el papel de Vaclav Havel en Checoeslovaquia y otros artistas en países del Este en defensa de la libertad y la identidad nacional. ¿Puede concebirse la futura unidad de los pueblos de Europa fuera de sus raíces cristianas comunes? ¿Qué límites tiene la “libertad occidental” tal como se presenta hoy? Pidieron al Papa q abordara estas cuestiones para ayudar a comprender el significado de los acontecimientos vividos en Europa en los años 80 y 90.
Palabras de Vaclav Havel al recibir a Juan Pablo II en su país, tras la caída del régimen comunista: “Yo no sé qué es un milagro, pero a un país devastado por la idea del enfrentamiento y la división en el mundo llega el mensajero de la paz, del diálogo, de la tolerancia, de la estima y de la sosegada comprensión, el mensajero de la unidad fraternal en la diversidad.”
Viajes:
Le preguntan al Papa en uno de sus viajes si no es mucho gasto. Su respuesta deja pensativos a los periodistas: “El sucesor de Pedro trae el mensaje de la Redención, y la Redención ha costado un precio inconmensurable: toda la Sangre de Cristo.”
En Chile, agitadores lanzaron piedras a los periodistas que cubrían la Misa del Papa y exhibieron pancartas. El comentario del Papa: “Lo único q no hay q hacer en estas ocasiones es rendirse a los agitadores.” Y a los asistentes a la Misa: “Os felicito por haber reaccionado como cristianos a la violencia.” Y al llegar al alojamiento, a los que le aplaudían con cariño les repitió varias veces: “¡El Amor es más fuerte q el odio!”
Sobre Pinochet: le llamaba “questo piccolo ditatore” (pequeño dictador, en comparación con las sangrientas dictaduras del Este).
La presencia del Papa en un lugar hace que "algunas cosas sucedan". Mejora, por ejemplo, el clima humano en los encuentros con líderes de confesiones cristianas, caen susceptibilidades y sospechas, y a la vez no hay ni sombra de confusión doctrinal. O el ambiente en las Jornadas Mundiales de la Juventud, que sólo se explican porque está el Papa.
Líbano: Juan Pablo II afirma que en Occidente falta la firmeza para frenar la masacre de cristianos en Líbano (el centro de la cuestión, piensa Navarro-Valls, es la acción concertada de países árabes para aniquilar a los cristianos libaneses). El Papa pide una posición fuerte, decidida, convencida, para frenar la masacre física y moral de los maronitas, y doblegar la arrogancia frente a la pasividad occidental. “¡Y mientras tanto el mundo cristiano duerme!”, exclama el Papa.
Cuba, 1997: Joaqueín Navarro-Valls, que tuvo un papel destacado en as conversaciones previas con Fidel Castro, anota: Un régimen totalitario, comunista, que no admite nada que no esté organizado y controlado por el partido. No se le permite a la Iglesia celebrar ceremonias fuera de los templos. No están permitidas escuelas con ideario católico, ni prensa católica.
A pesar de la intensidad de los programas en los viajes, el papa reza, saca tiempo para la lectura de libros de espiritualidad, para rezar el rosario, los viernes el Via Crucis… Su oración es de adoración: a veces, tras una jornada intensísima y agotadora, sin que nadie lo advierta, se dirige a la capilla, se postra ante el Santísimo y pasa la noche entera en adoración.
Misión de los laicos:
“Sentid la responsabilidad de llevar el espíritu de Cristo a la vida pública. Ningún cristiano debe permanecer indiferente ante los acontecimientos del mundo. Debéis ser la sal de la tierra, y llevar la luz de la verdad de Dios a todos los ámbitos de la vida. Este es un servicio que le debemos al mundo. ¡No se puede vivir sin Dios!"
“Todo cristiano participa de la misión de Cristo de modo único y personal”: esa parte nos corresponde a cada uno, y esa participación en la misión constituye a la Iglesia. La Iglesia es una participación viva en la misión de Cristo.”
La esencia de la Iglesia es comunicación, no uniformidad: unidad en la pluralidad de pueblos, costumbres y tradiciones, no uniformidad homogeneizante.
Una cosa es el Estado y otra la Patria. El poder es distinto de la sociedad.
Hay q salir y crear opinión en el terreno de juego de los medios. Juan Pablo II, a los q iban a la Conferencia de Pekin en representación de la Santa Sede: “Si os ponen dificultades, contádselo a la gente: hablad.”
Navarro Valls fue enviado por el Papa como parte de la Delegación Vaticana en la Conferencia de El Cairo sobre Población. Allí se empleó con coraje frente al Vicepresidente Al Gore, a propósito a la manipulación que se introducía en los textos al referirse a “Salud reproductiva”, introducida por la Delegación de Estados Unidos. Al Gore incluye la “regulación de la fecundidad”, que incluye el aborto: cada vez que aparece el término “salud reproductiva” en el documento, se asume el significado de derecho al aborto seguro, eficaz, accesible y aceptable. Accesible significa subvencionado por el Estado, sin límites. Y además se incluye como parte importante de las políticas internacionales de desarrollo, que supone un trágico neocolonialismo en la relación entre países ricos y pobres.
El Papa, anota Navarro-Valls, es consciente de que hay intereses económicos detrás de los objetivos de El Cairo: llama la atención que el documento final sobre el Desarrollo, que tiene 113 páginas, dedique sólo 7 al desarrollo, y sin embargo a lo largo de todo el texto se repitan más de cien veces conceptos sobre salud sexual y salud reproductiva. También había intereses económicos y colonialismo detrás de la oposición a la encíclica Humanae Vitae, de Pablo VI.
Como en El Cairo y Pekin, también en la Conferencia de Estambul (1996) sobre el Habitat, se vio la insistencia de “algunos” en incluir “salud reproductiva” y “salud sexual”, que significaba para ellos sinónimos de aborto, aunque lo negaran en aquel momento. Especialmente radicales fueron los delegados de USA y los de Canadá, empeñados en sustituir la palabra familia por Afamilies@ o Agender@, para q se considerara familia cualquier “relación de género”.
Navarro-Valls señala ocasiones perdidas de influir en la conciencia internacional a través de la opinión pública, porque desde Secretaría de Estado pasan al Papa unos textos con términos “moderadísimos”, por ejemplo sobre la guerra de Irak, o por no avisar con tiempo a la Sala Stampa para poner sobreaviso a periodistas clave sobre discursos importantes (como la posición de la Santa Sede sobre los Santos Lugares y Jerusalén): por no avisarle para poder hacer esa preparación previa, muchos mensajes importantes del Papa pasan desapercibidos y no llegan a la opinión.
La Secretaría de Estado, anota, tiende a no dar información, y así no marca la agenda a los medios, sólo rectifica a la defensiva. En lugar de un lenguaje convincente, bien desarrollado, que tuviera en cuenta la desinformación internacional y los ataques, tanto en Nueva York como en la prensa internacional, a la delegación de la Santa Sede en la Conferencia sobre el Desarrollo y Población, le pasan una líneas anodinas, crípticas, y que son completamente ignoradas por la opinión pública. ¿Culpa suya por no preverlo, o dejadez, o miedo a dar la cara en la opinión pública? Esto, y la progresiva enfermedad del Papa, que limitaba su capacidad de acceso directo a él, supuso más dificultades para el trabajo de Navarro-Valls a partir de 1999.
Navarro se asombra de gentes de la Curia que piden que la opinión pública sea benévola con la Santa Sede, pero sin darles información, sin intentar alimentar el flujo informativo.
Ni pacifista ni belicista: el valor de la paz está supeditado al bien común. No se puede olvidar el valor de la legítima defensa.
¿Las religiones han originado guerras? Se han dado instrumentalizaciones que, a la luz de las palabras de JP2, han sido un trágico error: “No existe ninguna intención religiosa que pueda justificar la práctica de la violencia del hombre contra el hombre.”
Juan Pablo II tiene una virtud que algunos llaman “normalidad”: en realidad se trata de una profunda humildad y una gran simpatía.
Enorme capacidad de concentración cuando reza o estudia. Sabe guiar y controlar los estímulos sensitivos que le rodean hasta extremos desconcertantes: ejemplo, en Malta, reza absorto el breviario en un barco, mientras a su alrededor decenas y decenas de pequeñas embarcaciones le rodean y saludan para recibirle, en un espectáculo bellísimo de un día magnífico..
Sabe escuchar: Juan Pablo II está muy atento a la argumentación de quien le habla, y a la vez intenta entender la estructura mental de la persona con quien conversa: manifiesta interés grande por el otro y por lo que dice.
Aborda los problemas de la Iglesia sin angustiarse. Sabe mantenerlos en un plano objetivo, conservando la serenidad, rasgo decisivo de su carácter. “Nunca le he visto perder el sentido del humor, o desbordado por los acontecimientos” dice su secretario Dziwisz. Impresiona verle dormir en santa paz, en medio del monte, abandonando el timón de la Iglesia a Dios.
Mientras se dirigen a la cima del monte Pieralua (2.694), por pasos empinados y difíciles, y una cruz en la cima, comenta Dziwisz: “Así es como el Papa dirige la Iglesia: despacio, sin tirones, pero con tenacidad y los ojos fijos en la meta. Escucha a todos, pide consejo a todos, pero luego decide en su oración y no separa los ojos de la meta.”
Juan Pablo II no deja de ser Papa ni cuando descansa, ni deja de rezar mucho. Cuenta que vivió su elección con serenidad y sin ansiedades, pero añade que experimentar una cierta ansiedad delata un hondo sentido de responsabilidad.
“Ser Papa es una responsabilidad inmensa, pero cuando Dios confía una carga, nos otorga también la gracia para sobrellevarla. Pero no es algo específico de las responsabilidades eclesiásticas: la responsabilidad de un marido o una esposa, que aceptan al otro y aceptan serle fieles mientras viva, es la misma: un compromiso personal para toda la vida.”
Time declara a JP2 hombre del año 1994 “por su lucha para poner los cimientos de un orden moral en nuestro tiempo.”
“Cansar el cuerpo”, hacer ejercicio, es importante y bueno para el organismo: un cansancio físico moderado.
Solía repetir: Sempre avanti!
“Ya ha pasado el tiempo que supera todas las debilidades”. Le pareció a Navarro-Valls que esa frase equivalía a “ya no me importan las debilidades físicas y las enfermedades."
Entrañable comentario del secretario, moneseñor Dziwisz, a Navarro, en tono de complicidad: “Muchos años trabajando con el sucesor de Pedro, y luego, el cielo.”
Juan Pablo II beatificó a una empleada de hogar polaca, Angela Salawa, y repetía unas palabras suyas que hizo propias: “Señor, vivo porque Tú quieres que viva; moriré cuando quieras, sálvame porque Tú puedes hacerlo.”
Un recuerdo del padre de Juan Pablo II (que hizo de padre y madre para él): “Cuando por la noche me despierto y tardo en dormirme, recuerdo que a veces él se levantaba por la noche y se ponía a rezar.”
A leprosos en Brasil: “Ninguna persona es un verso suelto. Componemos entre todos el mismo poema divino, que Dios escribe con el concurso de nuestra libertad.”
Su lema es una oración dirigida a la Virgen María: Totus tuus ego sum// et omnia mea tua sunt.// Accepi te in mea omnia// Praebe mihi cor Tuum, / María. (Soy todo tuyo, y todo lo mío es tuyo. Te recibí en todo lo mío, dáme tu Corazón, María.)
“Hay que vivir sin pensar en el mañana, que Dios quiere esconder. La Virgen no vio todo desde el principio, no sabía qué iba a pasar mañana, y vivía al día, abandonada en Dios.” ¿Dimisión del Papa? Quizá Dios quiere hacer ver que la Iglesia es algo distinto de otras organizaciones que tienen siempre a la cabeza alguien joven y dinámico.
Juan Pablo II, anciano y célibe, está enseñando a entender el amor humano: porque su esfuerzo es un ejemplo de cómo amar.
Dimensión misteriosa de la recaída del Papa, que sólo encuentra respuesta en la Cruz de Jesús. De ese dolor del Papa Dios está sacando mucho bien para la Iglesia.
En una de las paredes de la terraza del apartamento del Papa hay un Via Crucis: en la 5ª estación, el Cirineo tiene el rostro de Karol Wojtyla.
Depauperación progresiva de un hombre que está ante la mirada de la humanidad: no se entiende si no es mirando a la Cruz de Jesucristo. La cara de Juan Pablo II cuando se asomaba a la ventana a saludar era de sufrimiento, inexpresividad y conmoción.
Israel e Irán se estrechan la mano en el funeral de JP2: el protocolo para las delegaciones, salvo para las casas reales, fue el orden alfabético, y les tocó una al lado de la otra.
Primado de Pedro:
-Palabras en la ceremonia ecuménica en Finlandia, ante luteranos y protestantes:
“¿Quién soy yo? Como todos vosotros, soy un cristiano, que he recibido en el bautismo la gracia que me une a Jesucristo Nuestra Señor. Mediante el bautismo soy vuestro hermano en Cristo y he sido llamado al sacerdocio sin ningún mérito por mi parte y ordenado para el ministerio de la palabra, la celebración de la santa Ecaristía y el perdón de los pecados.
La voluntad de Dios para mí fue confiarme la misión del ministerio especial del obispo de Roma, sucesor de san Pedro, en el cual, conforme a las enseñanzas católicas, el Señor instituyó el principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad de la fe y de la comunión.”
-Conferencia de Sto Domingo, en América: 31 comisiones, cientos de papeles: Joaquín se desahoga con JP2: “Si no existiera el Primado de Pedro por voluntad divina, habría que inventarlo.” Y JP2 le responde: “No, si no existiera por voluntad divina no se podría inventar.”
Comunicación:
Joaquín Navarro Valls: “Una mentalidad errónea es que basta con leer todo lo negativo para estar informado: es preciso estar informado también de lo positivo, porque si no se puede crear un complejo de asedio frente a las críticas.”
El Papa no le indica qué debe informar a los periodistas, pero la libertad y la confianza con que le habla permite al Portavoz conocer su pensamiento y darlo a conocer. Por ejemplo, en la mente de JP2 no había lugar para un papa emérito. Pero sólo le cuenta la anécdota de su comentario al doctor que le atendió de la rotura del fémur: “Le dije: sólo tenemos una opción: me cura y yo tengo que ponerme bueno, porque no hay lugar en la Iglesia para un Papa emérito.” JP2 sabía que era una pregunta recurrente de los periodistas. Y así facilitó su trabajo.
Historia
de los indios de la Nueva España. Fray Toribio de
Motolinía
El autor
Fray Toribio de Benavente, conocido entre los indios de la
Nueva España como Motolinía, que significa «el que es pobre», fue un religioso franciscano,
nacido hacia 1485 en alguna villa cercana a Benavente, en la provincia española
de Zamora. Falleció en Ciudad de México en 1569.
Se sabe que tomó el hábito franciscano a los
17 años, y fue ordenado sacerdote hacia 1516. El Papa
Adriano VI encargó a los franciscanos la misión de evangelizar las nuevas
tierras descubiertas por los españoles, y fray Toribio fue enviado por sus
superiores a México, junto a otros once franciscanos, para cumplir ese encargo.
Se les conoce como los Doce Apóstoles de México.
Llegaron
a las costas de México en 1524, y después de recorrer a pie los 400 kilómetros que
les separaban de su destino, fueron recibidos por el propio Hernán Cortés en Tenochtitlán.
Fray
Toribio y sus acompañantes se aplicaron sin dilación, con ardor misionero, a su
tarea de civilizar y anunciar el Evangelio a los indígenas. Recorrieron buena
parte del territorio de México y también las tierras de Centroamérica, para conocer
de primera mano la situación y necesidades de los indios, y estudiar el modo en
que debería desarrollarse el anuncio del Evangelio a los nuevos pueblos
incorporados a la corona española.
Su arduo trabajo para conocer de cerca a la población
indígena, unido a su sincero deseo de prestarle la ayuda necesaria, le permitió
obtener una información muy valiosa - seguramente la mejor del momento- acerca de la
historia, lengua y costumbres de los indios. Y a partir de ahí, sacó conclusiones
operativas para el mejor desarrollo de su trabajo apostólico. Para hacerse
entender lo primero fue aprender la lengua de los indígenas.
Motivo del libro
En
este libro, escrito en 1536 por encargo de sus superiores de la orden
franciscana, Motolinía hace uso de esos conocimientos, y de la experiencia
adquirida en el modo de tratar a los indios, por quienes se puede decir que gastó su vida entera. El realismo y minuciosidad del relato consigue contrarrestar
las teorías y falsedades que difundía en ese momento el dominico Bartolomé de
las Casas, que a juicio de Motolinía era un teórico que desconocía la realidad.
Las
tergiversaciones del dominico de las Casas, que éste hacia llegar a la Corte
española, fueron enseguida propagadas y ampliadas por los enemigos de España y
de la Iglesia, y pasaron a formar parte de la leyenda negra contra el
catolicismo. Sin embargo, incomprensiblemente, el libro de Motolinía permaneció
desconocido hasta que en 1848 publicó parte de él lord Kinsborough.
Los
datos que recoge fray Toribio de Motolinía arrojan luz sobre cómo era la vida de los indígenas cuando
los españoles arribaron al Nuevo Mundo en 1492, el impacto que supuso para los
indígenas la aparición de los descubridores, y las razones por las que la mayor
parte de los indios llegaron a considerar a los conquistadores como
verdaderos liberadores.
Cruel dominio azteca y
costumbres satánicas
Hasta
el año 1200, en el territorio del actual México solo vivían chichimecas y
otonis, todavía en estado salvaje y en condiciones miserables. Sólo mejoró algo
su situación a partir de 1200, cuando llegaron los mexicanos, que aportaron
arquitectura, maíz y algunos oficios. Cien años después, hacia 1300, hicieron
su aparición los aztecas, una tribu cruel que sometió a todos los pobladores.
Fueron los aztecas quienes fundaron México en 1325.
El
azteca era, por tanto, un recién llegado a México. Oprimía tiránicamente a los
demás pueblos, y adoraba ídolos diabólicos, a los que ofrecía en sacrificios
brutales centenares de víctimas (presos de guerra, esclavos, y aún en ocasiones
a sus propios hijos). Los indios, antes de la llegada de los españoles,
celebraban sus fiestas arrancando el corazón con una piedra a seres humanos. Lo
echaban aún latiente, a los pies de sus ídolos, que tenían figuras diabólicas
(serpientes aterradoras y animales sanguinarios). Luego arrastraban el cuerpo
aún caliente de las víctimas y se lo comían.
No
nos hacemos cargo del terror que supone ese culto idolátrico de raíz satánica,
que regía entre los indígenas. Muchos testimonios hablan de furiosas
apariciones del demonio a los indios, cuando estos comenzaban a convertirse a
la fe católica: “¿Por qué no me servís, no me llamáis?”; “¿por qué te has
bautizado?” Muchos indios fueron violentamente golpeados y heridos por Satanás,
y sólo escapaban de sus manos invocando el nombre de Jesús.
Costumbres diabólicas
Había
tribus que sacrificaban a sus víctimas aún con más brutalidad: las desollaban
vivas para embutirse en sus cueros y danzar con ellos bailes horrendos. Cuando
había sequía, ofrecían en sacrificio a niños, que sumergían en los lagos hasta
que se ahogaran, en ofrenda al diablo del agua.
Otras
tribus –prosigue en su relato Motolinía- anualmente tapiaban a varios niños en
una cueva, donde morían. La destapaban al año siguiente para volver a tapiar
una nueva remesa de niños. Cuando no tenían presos de guerra, sacrificaban a
sus esclavos y aún a sus propios hijos.
Los
territorios conquistados por los españoles habían estado siempre en continuas y
sangrientas guerras de unos pueblos contra otros. Cualquier indio que se
atreviese a salir de su poblado y cruzar la selva podía ser capturado para ser
sacrificado a los ídolos.
Era
una vida inmersa en el terror, magistralmente descrito en la película
Apocalypto, de Mel Gibson, basada en testimonios como los que nos
narra en su libro Motolinía.
A
raíz de la conquista española, en poco tiempo cesaron las continuas guerras
encarnizadas entre las diversas tribus.
Liberados de costumbres
sanguinarias
Los
indios tenían mil supercherías, muchas con consecuencias brutales y hasta
criminales. Así, cuando una mujer daba a luz gemelos, pensaban ser señal de que
el padre o la madre morirían; y para evitarlo, el remedio que tenían prescrito
por sus ídolos era matar a uno de los recién nacidos.
Los
españoles les liberaron de esas costumbres sanguinarias, que les hacían
vivir en continuo terror. A medida que por el bautismo cundía la fe católica,
la sociedad indígena se humanizaba.
Motolinía
aporta el dato de una de las provincias que tenía asignadas los franciscanos,
en las que sólo en un año, una vez convertidos, los indios dejaron libres a más
de veinte mil esclavos, y se pusieron a sí mismos grandes penas para que nadie volviese
a hacer esclavos, ni los comprase ni vendiese, ya que la ley de Dios no lo
permite.
Se trataba de una verdadera liberación, tanto en lo humano como en lo espiritual.En lo
humano, por el pronto cese de las guerras interminables; numerosas tribus se
hicieron amigas de los españoles para terminar con la opresión azteca. Gracias
a las leyes y la justicia establecidas, se alcanzó pronto una paz y quietud tan
grandes, resalta Motolinía, que era posible que una persona sola atravesase
centenares de kilómetros, por poblado y despoblado, con la misma tranquilidad
que lo haría por España.
Fue
una verdadera liberación también en lo espiritual. Basta con imaginar la paz
que inundaría el alma de quienes habían vivido sometidos al brutal culto al
demonio, al contemplar como Dios a un dulce Niño, indefenso, en los brazos
amorosos de su Madre, una Mujer llena de Belleza y Virtudes. El descubrimiento
de Dios como Padre amoroso, y de su Hijo, igualmente Dios y hecho Hombre como
nosotros por Amor, tuvo que suponer una liberación infinita, frente a los terroríficos
y sanguinarios ídolos diabólicos.
Los
primeros y grandes éxitos de la evangelización (cientos de miles de bautismos,
y rápido enraizamiento de la fe en sus vidas) confirmaban el alivio que el
cristianismo causaba en los nativos, y ponían de manifiesto que había masas de
indios providencialmente dispuestas para una vida ejemplarmente cristiana.
Codicia de los
conquistadores
Motolinía
no oculta que hubo codicia en muchos de los conquistadores, pero añade que aún
en quienes la codicia estaba en primer término había un fondo de intención
cristiana: el deseo de ganar nuevas alianzas para Dios, de que el verdadero Dios
fuese conocido y adorado.
Ese
recto deseo de ganar almas para Dios hacía palidecer el de ganar riquezas, que era
accesorio y remoto entre los conquistadores. El espíritu cristiano de los
españoles, que se vieron en tantas ocasiones en peligro de muerte y en grandes
necesidades, acababa prevaleciendo, reformando conciencias quizá poco rectas, y
haciéndoles ofrecerse a morir por la fe cuando era necesario: en la tesitura de
muerte, el deseo sobrenatural de dar gloria a Dios acababa aflorando aun en los
casos más recalcitrantes, también para dar testimonio y ensalzar su fe católica
entre los infieles.
Fervor cristiano de los
indios
Era
tal el fervor religioso, la adhesión a la fe cristiana de los primeros indios
convertidos, que en alguna ocasión que se decidió, por escasez de clero, que
algunos frailes dejaran una provincia para ir a vivir a otra (aunque la
seguirían atendiendo en viajes periódicos) los indios se amotinaban para
impedírselo, viajando hasta la ciudad de México para implorar que no los
abandonasen, pues necesitaban el alimento espiritual de los sacramentos. Esto
sucedió, cuenta Motolinía,
por ejemplo en Xochimilco, a cuatro leguas de México, y en Cholollan, a veinte
leguas.
Si
al principio algunos indios daban a sus hijos con temor y por fuerza para que
los enseñasen y adoctrinasen en la casa de Dios, enseguida, al cabo de pocos
años, en cuanto conocieron la maravilla de la fe un poco, y la educación que
les daban los frailes, acudían con sus hijos rogando que los recibiesen y les
enseñasen la doctrina cristiana desde pequeños.
Es
curioso que algunos vean en esto un atentado a la libertad. Según ellos, habría
que haber dejado a los indígenas a su aire, con su miserable vida y su cultura
de horrendas consecuencias. Es la utopía del buen salvaje, que es eso: una
utopía inexistente.
Quienes
se escandalizan con esa práctica de los españoles, olvidan que sigue siendo habitual en nuestra
época. Al acabar la Segunda Guerra Mundial, los norteamericanos obligaban a los
padres de familia alemanes a que llevasen a sus hijos adolescentes, educados en
el régimen nazi, a escuelas de reeducación en los valores democráticos
americanos.
Por
no hablar de la contradicción de quienes, a la vez que critican la actuación española en el
Nuevo Mundo, aplauden las tropelías causadas por la revolución
cultural de Mao, con raíces tan siniestramente parecidas a las de quienes
defienden que los niños no pertenecen a sus padres sino al Estado.
Cuando
se trata de liberar del terror satánico y de costumbres sanguinarias, ¿no es un
derecho y un deber actuar para mejorar y sanar las costumbres?
Desde
que se ganó la tierra de México (1521) hasta 1536, fecha en que escribe fray
Toribio, se habían bautizado más de 4 millones de indios. Normalmente les
llevaban a bautizar sobre todo a los niños. A los mayores solían esperar a
darles un mínimo de formación.
La Virgen se aparece en 1531 al indio san Juan Diego
Era
frecuente que, en los desplazamientos de los frailes, los indios les salieran a
los caminos con niños, enfermos y ancianos, rogándoles que los bautizaran. “Los
hombres y mujeres pedían el bautismo con gran insistencia, a gritos, llorando y
suspirando”, subraya fray Toribio.
En
ocasiones, al bautizar a una criatura, parecía como si saliera el demonio de
ellos, pues al “ne te lateat Sathana” los niños temblaban, y ocurrían fenómenos
misteriosos. Sucedió por ejemplo al bautizar a un hijo de Moctezuma.
Algunas
indias fueron protagonistas de escenas en que el demonio en persona trataba de
arrancarles a los hijos aún no bautizados (ellas sí lo estaban), y el demonio
se iba cuando invocaban a Jesús: esto sucedió en algunos de sus templos del
demonio.
Debieron
sentir tan de cerca estos fenómenos sobrenaturales, serían tan claros y
patentes, que se explica que empezaran a acudir a millares a ser liberados,
mediante el bautismo, del terror a que Satanás los había mantenido sometidos
durante siglos. Cuando los frailes tardaban en llegar a algún pueblo, se
adelantaban ellos.
Los
indios empezaron a denominar todos los lugares nombrando primero al santo de su
iglesia principal, y después el pueblo: Santa María de Tlaccallan, san Miguel
de Hoaxotano…
De
la profunda cristianización indígena da idea la temprana aparición de la Virgen
María al indio Juan Diego, en 1531. Sin dudar, ese fue un momento decisivo para
el fervor católico, y por tanto mariano y guadalupano, entre los pobladores la Nueva España. La imagen de la Virgen grabada en la tilma de Juan Diego sigue siendo un misterio para la ciencia.
Educación
y civilización de las costumbres
Desde
el primer momento los frailes se preocuparon, además de enseñar la doctrina, de
dar educación a los indios. Ya en 1536 los franciscanos fundaron en México el
Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco para los indios, que fue además embrión
para la formación del clero indígena.
Los
hijos de los principales de los indios eran educados en los monasterios de los
frailes, para que cuando mayores pudieran gobernar cristianamente y ejercer un
influjo benéfico sobre todos. Al principio se resistían a entregarlos, pero en
cuanto conocieron cómo eran educados, rogaban que los aceptasen.
Cuando
llegaron los españoles a América, era práctica habitual entre los indios
emborracharse, tanto hombres como mujeres. Uno de los vicios que se desterraron
con la paulatina conversión al cristianismo fue el alcoholismo, vicio que era a
su vez raíz de otros, y supuso un gran paso de humanización en las costumbres.
Los
pobres y enfermos, antes de llegar los españoles, y antes de la conversión al
cristianismo de los indios, no tenían quién los cuidase si carecían de familia
cercana, y algunos morían de hambre sin que nadie cuidase de ellos. Otro cambio
social fue ver a los indios, en penitencia, buscar pobres para ayudarles, y
restituir lo que debían. “Se empezaba a poner freno a los vicios y espuelas a
la virtud.”
Antes
los indios eran enterrados muchas veces con sus enseres: trajes ricos, joyas,
mantas… Con su conversión al cristianismo dejó de hacerse: lo dejaban a la
familia, y empezaron a hacer testamentos en los que con frecuencia se destinaba
todo o parte a los pobres.
Cuando
se bautizaban, restituían sus esclavos a la libertad, y les ayudaban a llevar
una vida digna. El cristianismo abolió –no por ley, sino en la práctica, por
propia voluntad- la esclavitud.
Paulatinamente
se consiguió que los indios tuviesen una sola mujer, terminando con el abuso de
los principales, que robaban mujeres y llegaban a tener hasta 200 o 300.
Exageraciones utópicas
de Bartolomé de las Casas
Asegura
Motolinía que, en los primeros años de la conquista, “quienes por oficio debían
defender y conservar a los indios, no lo hicieron”, y se cometieron excesos: “esclavos
hechos no se sabía dónde, excesos de tributos, trabajos forzados…” Pero
enseguida se opusieron los frailes misioneros y el propio obispo de Mexico,
fray Juan de Zumárraga, a los desmanes de la primera Audiencia de Mexico,
presidida por Nuño de Guzmán.
El
obispo informó al emperador, que enseguida puso remedio a la situación enviando
personas adecuadas que corrigieran los desmanes, y consiguieron poner paz en
toda la zona, con gran bien para los indios. En esta labor destacaron el obispo
Sebastián Ramírez, presidente de la Audiencia Real, y el virrey don Antonio de
Mendoza.
Hubo
españoles que fueron crueles con los indios, pero no fue esa la actitud
general, sino más bien se trataba de excepciones, aunque llegaran a ser
frecuentes. Ya en 1520 corría entre los españoles el nuevo refrán “El que con
indios es cruel, Dios lo será con él”, que deja ver cómo no se trataba de una actitud ni
general ni mucho menos vista con aprobación.
La
enumeración que hizo Bartolomé de las Casas de los horrores de la Conquista y
de las infamias de la instalación hispánica, es un absurdo propio de recién
llegado, de quien no tiene un conocimiento real de la situación en América, y
acabó convirtiéndose en una condena de la propia penetración cristiana en
tierras paganas; una condena que olvida la inmensa tarea realizada por
religiosos y otros españoles en defensa de los derechos de los indios.
Motolinía
tuvo la valentía y clarividencia de encararse con Bartolomé de la Casas, que
hacía propuestas utópicas para la tarea evangelizadora, unas propuestas alejadas
de la realidad (propias de quien escribe desde un despacho y no se arremanga
para trabajar en el día a día) que solían ir acompañadas de consideraciones
injustas y calumniosas hacia el conjunto de la tarea desempeñada hasta el momento
por los españoles. El dominico no tenía en cuenta, entre otras cosas, el clima de guerra con los aztecas en que se
había desarrollado la actividad española.
Motolinía
acusa de teórico a Bartolomé de las Casas cuando criticaba por ejemplo el modo
de administrar los sacramentos, en concreto el bautismo, sin acompañarlo de las
ceremonias y prédicas habituales en España. Eso lo dicen y propalan,
protestaba, quienes no trabajan por aprender la lengua de los indios, ni se
aplican a ponerse a bautizar. Motolinía hace responsable a quienes así obraban,
de los niños y enfermos que a veces morían antes de ser bautizados, a causa de
esos escrúpulos, más propios de burócratas.
Una evangelización que constituyó a los indios como pueblo
La historiadora Carmen Alejos
ha escrito que “España llevó la fe a América desde sus inicios. Sin embargo,
las leyendas negras, las críticas, los prejuicios, el sentimiento de culpa que
inundan a muchos españoles y europeos no tienen límite. Sentimos vergüenza de
la tarea descubridora, administrativa, cultural y evangelizadora que realizamos
durante más de trescientos años. ¿Por qué? Se cometieron errores y abusos. Algo
inevitable, toda obra humana los tiene. Pero ¿no será que en una sociedad que
rechaza a Dios no está bien visto que se haya difundido la fe católica y
tengamos que pedir perdón?
Nada es blanco o negro. Todo
tiene sus matices, también la evangelización americana. Ahora bien, no se puede
evitar afrontar la verdad. Y ésta es que desde el primer momento del
descubrimiento del Nuevo Mundo los Reyes Católicos consideraron una tarea
primordial que los conquistadores fueran acompañados de religiosos que enseñaran
la fe a los habitantes de esas nuevas tierras.
Pertenecían a órdenes
religiosas reformadas que habían purificado los lastres que les impedía vivir
según la fe evangélica y habían renovado su vida y sus conventos. Gracias a
esta reforma, sus deseos evangelizadores eran genuinos, fuertemente enraizados
y estaban dispuestos a afrontar las dificultades que hubiera; que, por cierto,
hubo muchas.
La fe la llevaron religiosos
(franciscanos, dominicos, agustinos, jesuitas...) intachables, con un alto
sentido de su misión, que realizaban con sus palabras y con su estilo de vida.
A fray Toribio de Benavente los indígenas mexicanos le llamaban «Motolinía» que
en la lengua náhualt significa «el que es pobre o se aflige». Y es que los
misioneros vivían con los pobres, como los más pobres. Los evangelizadores y la
jerarquía eclesiástica americana se caracterizaron desde el primer momento por
defender los derechos de los indígenas.
La evangelización llevada a
cabo por los españoles fue profunda, enseñó la fe y a vivir coherentemente
según esa fe. Realizó una importante tarea de culturización, aprovechando la
religiosidad natural de los nativos para imprimir en ella las huellas de
Cristo. Por eso Juan Pablo II pudo llamarla «evangelización constituyente». Es
decir, que no sólo se evangelizó a los habitantes del Nuevo Mundo, sino que constituyó un nuevo pueblo, el pueblo
latinoamericano que es naturalmente creyente. El ateísmo no es un rasgo propio
del hispanoamericano. Las sectas, las diversas confesiones religiosas tienen
difusión precisamente porque su tendencia natural es a creer en Dios. Por eso
también el catolicismo sigue vigente, con una fuerza imparable.”
Carta de fray Toribio al Señor de Benavente
FrayToribio de Motolinía, ya en 1540, escribía al señor de Benavente que la Nueva España, tan
grande y tan apartada de Castilla, necesitaba consigo un rey que la mantuviera
en justicia y paz, y que no podría perseverar sin disolución y dificultades
grandes con el rey de España: por eso pedía que el rey Carlos nombrase a alguno
de sus hijos rey de América.
En
1548 se calcula que había en Mexico central siete millones ochocientos mil
indios. En 1540 dice Motolinía que por cada español había 15.000 indios, y por
eso era milagro que no los echaran, porque Dios les cegó y porque tampoco los
indios veían mal su situación respecto a antes de la llegada de los españoles.
Antes bien, para muchos fueron como liberadores. Los de la provincia de
Tlaxcatlan fueron siempre amigos de los españoles.
El
papa san Juan Pablo II, consciente de las tergiversaciones históricas, quiso hacer un homenaje a esa labor evangelizadora de los españoles en diversas ocasiones. En su visita a España en 1984, decía: “Me he referido antes al espíritu con el que ejercieron su
tarea evangelizadora tantos misioneros venidos a este continente, y que fueron
a la vez elementos activos de promoción social.¡Cuánto se debe a ellos,
incluso humanamente, gracias a la labor desplegada en el espíritu evangélico de
amor a todo hombre! Una tarea que prosigue fecundamente en nuestros días, en
tantas formas y lugares…”
Esperemo que la versión falseada que ofrece la leyenda negra deje paso a la verdadera historia del descubrimiento y evangelización de América, en algunas mente que todavía la desconocen.
Los españoles llegan al Nuevo Mundo. Apocalypto, Mel Gibson
Este video ofrece los últimos descubrimientos de la ciencia sobre el misterio de la imagen de la Virgen de Guadalupe:
He
vuelto a ver Converso, la sencilla y genial película documental de David Arratibel.
Y me ha conmovido aún más que la primera vez. Es un documento humano, real,
hilvanado sin sofisticación mediante llanas y genuinas conversaciones entre los
miembros de una familia, que por fin, gracias al propio documental, encuentran
la ocasión de sincerarse sobre lo esencial y –sorprendentemente- siempre
rehuído: su encuentro personal con Dios.
Pero
en esta segunda visualización he descubierto un protagonista subyacente: la
música. Y no cualquier música, sino una de las más sublimes jamás compuestas en
la historia de la música: el O Magnum Mysterium, antífona del II Domingo de
Pascua, de Tomás Luis de Victoria.
En
la familia Arratibel hay profesores de música y un buen organista, y cantan
esa pieza a capella, como broche de cierre perfecto para el documental. Me ha
cautivado de tal manera esa melodía que la he buscado en la red. Así suena:
Esa melodía no la puede componer cualquiera. Hace
falta finura especial, sintonía con lo espiritual, deseo de poner la música al
servicio de lo sagrado. He buscado saber más de su autor. Y me he encontrado
con esta pequeña y significativa biografía de Tomás Luis de Victoria, uno de esos
luceros que brillaron en el firmamento del nunca suficientemente bien ponderado
Siglo de Oro español.
Nacido
en Ávila en 1548, de familia cristiana, muy joven sintió la llamada al
sacerdocio y entró a formar parte del coro de la catedral, donde recibió su
primera formación musical. Uno de sus hermanos era amigo de santa Teresa de
Ávila. A los 17 de años se trasladó a Roma para seguir sus estudios
sacerdotales y perfeccionar los conocimientos musicales como organista y
compositor. Su gran maestro fue Palestrina, el famoso compositor italiano, aunque siempre se mantuvo fiel a un
estilo propio, claro, sereno, de sobriedad castellana, que llegó a influir en alguna
de las obras del propio Palestrina.
Los
autores de esta biografía resaltan que Tomás Luis de Victoria, a diferencia de
otros compositores de la época –y especialmente los de Roma o la escuela
flamenca- no escribía según le surgía la inspiración, o por ansia de componer,
sino por la necesidad que sentía de contribuir al engrandecimiento del Reino de
Dios a partir de lo que sabía hacer: componer música. Por eso fue sobrio no
sólo en el estilo, sino también en la cantidad: mientras que Palestrina
escribió 300 motetes y 153 misas, Victoria se limitó a 50 motetes y 21 misas.
En su producción destaca el Oficio de Difuntos para los funerales de María de
Austria, hermana de Felipe II, que fue su protectora en las Descalzas Reales:
El
Oficio de Semana Santa es considerado una de las obras cumbre de Victoria, y
quizá de la música. Contiene todos los textos litúrgicos desde el Domingo de
Ramos hasta el Domingo de Resurrección. Incluye un bellísimo Pange lingua a 5
voces:
La
serenidad de la música de Victoria contrasta con la complejidad típica de la escuela flamenca.
Victoria sacrifica las posibilidades de su genio musical y su técnica en
beneficio de la comprensión de lo que se canta, siguiendo fielmente en esto las
disposiciones del Concilio de Trento: la música no debía ser un elemento
decorativo o de entretenimiento, sino parte importante de la liturgia, que
debía ser inteligible para los fieles. Esta fue también una constante de la
música litúrgica de la escuela española: simple, austera, sin artificios, que
acompañase a los fieles hacia la contemplación del misterio divino expresado en
los textos sagrados.
Otra
nota que se percibe en la obra, y en la vida, de Victoria es su ausencia de
protagonismo, su olvido de sí mismo. A diferencia de otros grandes autores del
momento, queacostumbran ilustrar la
portada de sus obras impresas con un retrato del autor, Victoria no lo hizo, y
de hecho no existen retratos suyos.
Ponía
por entero sus composiciones al servicio del fervor religioso, y ese es el
secreto de que consiguiera una expresividad musical no superada por ninguno de
sus contemporáneos. Es una impronta tan personal que no es posible adscribirlo
a ninguna otra escuela. De hecho, influyó en otros autores españoles y en su propio
maestro Palestrina, que asumirá en los últimos años de su vida el dramatismo
realista propio de Victoria.
Una
anécdota significativa muestra el diferente modo de ser de Palestrina y de
Victoria. Giovanni Pierluiggi da Palestrina, que estaba casado y tenía dos hijos de la edad de Tomás Luis de Victoria, siendo ya mayor enviudó. Muchos pensaron que quizá se retiraría a un
convento para seguir componiendo música piadosa. Pero no solo se casó de nuevo con
una rica mujer, sino que además abrió un negoció de pieles para suministrar
vestimentas a las autoridades romanas y a la Curia. En contraste, ya en esos
momentos Victoria ansiaba volver a España, no estaba a gusto en el bullir
romano. Soñaba con la vuelta a Castilla, donde todo invitaba al recogimiento y a
la oración. Esos caracteres tan distintos, y complementarios desde luego, pues
en cualquier vida honesta se puede dar gloria a Dios, marcan también los
diferentes estilos de cada uno.
Era
frecuente en esa época tomar como base para la música religiosa melodías
procedentes de la música profana. Fue famosa por ejemplo la canción L’HommeArmé, melodía favorita de Carlos I, sobre la que Cristóbal Morales compuso dos Misas e inspiró también a
otros autores. Sin embargo, esta práctica no fue usada por Victoria, incluso
antes de que la prohibiera el Concilio. Victoria solo escribió música propiamente
religiosa, inspirándose en antífonas del canto gregoriano o en su propio genio creativo. La única excepción fue la Misa pro Victoria, que se compuso sobe
la canción La Guerre, de Janequin, y dio origen a la Misa de batalla. Está compuesta a
base de notas cortas y repetidas con aire de fanfarria, con un estilo
concertante nada usual en Victoria. La dedicó a Felipe II.
Victoria
rehuyó la vida placentera romana, y fue progresivamente sumergiéndose en la
oración y contemplación que subyace en su obra. Señal de esa inmersión hacia el
mundo interior es también que a partir de cierto momento deja de dedicar sus
obras a personajes de la realeza o de la Curia, para dedicarlos a la
Virgen o a la Santísima Trinidad. Se percibe que su intención es volcarse en la
contemplación de lo divino, y así logra que también el oyente se sienta
sumergido en ese mundo contemplativo.
Él
mismo lo explica: “He procurado no ser del todo ingrato con Dios, de quien
todos los bienes proceden, por esta gracia y beneficio de Dios que me ha
concedido y que me inclina por cierto natural instinto a la música sagrada, no
sin frutos por lo que oigo decir a otros…” El verdadero destinatario de sus
obras es Dios.
En
la misma línea escribe a Felipe II, cuando está a punto de regresar a España:
“Ya desde el principio me propuse no fijarme en el solo deleite de los oídos y
del ánimo, ni del contentarme con este conocimiento, antes bien, mirando más
allá, resolví ser útil, dentro de lo posible, a los presentes y a los venideros
(…) ¿A qué mejor fin debe servir la música, sino a las sagradas alabanzas de
aquel Dios inmortal de quien proceden el ritmo y el compás, y cuyas obras están
dispuestas en forma tan portentosa que ostentan cierta armonía y cántico
admirables?”
En
la obra de Victoria no hay desnivel de calidad, y toda ella es de grado notablemente
superior al de sus contemporáneos. Abundan los temas eucarísticos y marianos:
Salve Regina, Alma Redemptoris Mater, Ave Regina. Quizá su máximo esplendor lo
alcanza en los motetes de la Pasión. Hay un dramatismo realista, común a
composiciones españolas de la época, que los distingue claramente del resto de
escuelas europeas, motivado por la profunda y sincera religiosidad, y también
por las circunstancias especiales de la situación política, económica y
cultural, que dieron un sello propio y esplendoroso a la España del Siglo deOro, que abarca desde finales del siglo XV (1492, año del fin de la Reconquista
y del descubrimiento de América) hasta mediados del siglo XVII.
Fue
una época en la que alcanzaron excelencia todas las áreas del saber y la
cultura en España. Fue mítico el prestigio de las universidades de Salamanca y
Alcalá de Henares. En la famosa Escuela de Salamanca tuvo su origen el Derecho
de Gentes, precursor de los Derechos Humanos, basado en la ley natural e
iluminado por la fe cristiana según la cual todos somos hijos de Dios y hermanos.
En
la literatura surgen figuras inolvidables como Miguel de Cervantes, Lope de
Vega o Calderón de la Barca. En la mística, San Juan de la Cruz, santa Teresa
de Jesús o fray Luis de León. Grandes fundadores y promotores del saber, como
san Ignacio de Loyola. Pintores como Velázquez, José de Ribera o Ribalta.
Escultores como Berruguete, arquitectos como Juan de Herrera… Y en esa pléyade
irrepetible, brilla la música sacra de Tomás Luis de Vitoria.
Nuestros
bachilleres deberían retomar el estudio del Siglo de Oro español. ¿Por qué se
ha retirado de los planes de estudio, hasta el punto de que probablemente no ya
los alumnos, sino muchos de sus profesores ni siquiera hayan oído hablar de que
exista un Siglo de Oro español? Los prejuicios que lanzaron los enemigos
políticos de España –y de la Iglesia católica, de la que España era un bastión-
sin duda han llegado hasta nuestros días, tratando de ocultar con su basura los
ricos manantiales de humanidad que fluyeron aquellos años en España. Y que aún
están ahí, ofreciendo su saludable influencia. Resultan
proféticas las palabras mencionadas de Victoria a Felipe II: “… resolví ser
útil, dentro de lo posible, a los presentes y a los venideros.” Y vaya que lo
ha sido y seguirá siendo.
El Siglo de Oro nos enseña cómo el ser humano, puesto en ambiente favorable ante
la trascendencia, ante Dios, es capaz de alcanzar las más altas cotas de ciencia y cultura,
de verdad, bien y belleza. El influjo benéfico de la estela que levantaron aquellos
hombres y mujeres españoles del siglo XVI sigue llegando hasta nosotros.
De
ese benéfico influjo es testigo discreto este buen documental, que muestra que
las creaciones musicales, cuando salen de personas que rezan, son capaces de penetrar
los abismos celestiales y plasmarlos en melodías, que al ser escuchadas toman nuestra
mente y nuestro corazón y los alzan de vuelta hacia las intimidades divinas.
Aunque
de lo que es mejor testigo el documental Converso es de la acción del Espíritu Santo en
la historia y en cada alma. Sigue soplando donde quiere y como quiere.
Mayormente allí donde alguien implora su acción y busca sinceramente la verdad.