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jueves, 12 de noviembre de 2020

La golosina visual

 

La golosina visual. Ignacio Ramonet. Ed. Temas de debate       

              


Colección de ensayos entorno a la influencia social del cine, la publicidad y la televisión, con recuerdos históricos del efecto que tuvieron sobre las masas algunas películas y programas para la pequeña pantalla.

 

A pesar del espectacular desarrollo de los medios desde la época a la que se refiere (segunda mitad del siglo XX), en la que la tecnología apenas iniciaba su camino, son interesantes las referencias a las diversas formas de manipulación que por desgracia siempre han tentado a productores y guionistas.

 

Falsificación de noticias en los telediarios o en programas de “información” especial, contenidos y evolución de formatos de los spots televisivos, el cine militante, el tratamiento de la guerra de Vietnam, el sinuoso e influyente mundo de Hollywood, no siempre abierto a la libertad y al pluralismo…

 

Ramonet aporta datos que permiten entender mejor la historia de la comunicación, y ayudan a desarrollar un sano y necesario sentido crítico ante lo que nos intentan vender los medios y las pantallas, presentando como noticia lo que en realidad es una falsedad, o como valor incontestable lo que no es sino imposición ideológica que sutil o burdamente intenta manipular nuestros sentimientos

 

El exponencial desarrollo de la tecnología y las técnicas de persuasión digital, inconcebible a finales del siglo XX, hacen todavía más necesario conocer la historia de la manipulación informativa y cultural. 


Aunque el libro es muy anterior, es significativo  el reciente documental de Netflix El dilema de las redes, que aflora la preocupación de numerosos creadores de plataformas digitales, ante su creciente poder de manipulación y adicción. Son verdaderas atrapa-mentes.

 

En nuestros días, un ciudadano que aspire a no ser engañado por el poder político o mediático necesita ser en cierta medida experto en comunicación, para ejercer ese sano contrapoder que consiste en la capacidad de detectar las manipulaciones.





Una pequeña muestra de algunos datos que aporta Ramonet en su libro:

 

Es interesante por ejemplo conocer el caso de Michael Born,  tristemente famoso por falsificar reportajes que fueron emitidos durante años por el semanario y la cadena televisiva alemana Stern.

 

Dato que también debería conocer el público es el enorme gasto de publicidad de las películas americanas, que alcanza como promedio hasta un 40% del presupuesto de producción.

 

O la vida antes de los avances tecnológicos: antes de que existiera el video, los spots (anuncios publicitarios de corta duración) se hacían en directo:  unos actores irrumpían en el plató en pleno programa informativo, o en mitad de la escena de una obra de teatro, interrumpiendo en vivo el programa que se estaba emitiendo...

 

El manejo del humor en la publicidad: “el spot tiende a hacer reír, porque la risa es la máxima comunicación.”

 

El spot rinde culto al objeto (alimenticio, o de higiene ...) no tanto por los servicios prácticos que puede prestar, sino por la imagen social que de sí mismos puedan llegar a obtener los consumidores: promete bienestar, confort, felicidad y éxito. No venden jabón, sino belleza; no un automóvil, sino prestigio: venden nivel social. En realidad, el arte publicitario consiste en la invención de comunicaciones persuasivas, que no sean verdaderas ni falsas.

 

La publicidad siempre ha intentado nuevas formas persuasivas en el límite de lo ético: “Lo que orienta nuestro trabajo es fabricar mentes”, confesaba el teórico de la publicidad Ernst Dichter.

 

Las técnicas de persuasión no sólo están presentes en la publicidad. También en el cine: las películas venden formas de vivir; la publicidad, productos concretos. Y lo hacen con un alcance que ya en el siglo XX era inusitado: las series de televisión USA han tenido una difusión más universal que la Biblia o el Corán, afirma, cambiando estilos de vida de sociedades enteras.

 

Interesantes comentarios sobre el cine militante, dirigido a la propaganda ideológica. El activista Daniel Cohn-Bendit declaraba que “no podemos plantear una intervención global en la sociedad sin recurrir al cine.” Aunque no siempre los efectos eran los deseados: el cine de ensayo o militante, muy de moda durante unos años en la izquierda cultural, “puede lograr que ver una de sus películas llegue a ser una práctica cultural represiva y asfixiante”, porque nadie tenía valor para abandonar la sala, por no ser tachado de retrógrado...

Sobre este tema, ver también Derecho a la información.

 

 

jueves, 5 de septiembre de 2019

Derecho a la información


Derecho a la información: materiales  para un sistema de la comunicación.

José María Desantes Guanter. Ed. Fundación COSO para el Desarrollo de la Comunicación y la Sociedad.


   


El derecho a la información es el principio fundamental del que surge el Derecho de la Información. El profesor Desantes, valenciano universal por su amplia docencia en universidades de Europa y América, fue el primer catedrático de esa materia en España. En palabras de Carlos Soria, Desantes "ha realizado una de las siembras más fecundas en la historia de la Ciencia de la Comunicación española."

En este tratado editado por la fundación COSO,  el profesor Desantes nos ofrece una rigurosa exposición del desarrollo del Derecho de la Información, desde sus orígenes hasta la aparición de los nuevos medios de comunicación a finales del siglo XX.

El Derecho de la Información es una ciencia que ha sido necesario hilvanar metódicamente a medida que los nuevos medios informativos experimentaban un vertiginoso desarrollo. Su objetivo es contribuir al perfeccionamiento de la comunicación humana, esto es, servir a la persona. Desantes nos expone los materiales necesarios para construir un sistema de comunicación digno de la persona. Expongo aquí unas breves pinceladas de su contenido.

En su comentario a la Ética a Nicómaco de Aristóteles, santo Tomás de Aquino ya explicaba que la comunicación es un acto de justicia. Un comunicador es justo si comunica bien. Si comunica mal, es injusto. En el trabajo informativo no se trata sólo de hacer y dar comunicación, sino de cómo hacer y qué dar.

La comunicación es fundamental para la convivencia. No puede juzgarse sólo por sus efectos sociológicos, sino desde la ética y el Derecho. El mensaje debe ser la comunicación de la realidad. Negarlo es negar la capacidad humana de comunicación, y supone destruir el núcleo mismo de la comunidad, que está basado en la credibilidad y la confianza.

Sin una comunicación justa llega a hacerse imposible la convivencia. Donde las fuerzas públicas o privadas limitan la información, se destruye la comunidad. Comunicar es poner algo en común, pero no toda comunicación está bien informada. Donde no hay comunicación veraz no puede haber comunidad de personas, sólo existe desconfianza, como han demostrado los regímenes totalitarios.

                                Otra de las publicaciones de Fundación COSO 

Todavía hoy naciones enteras viven en la desconfianza, y eso debería ser una llamada de atención para un ciudadano responsable, que debe saber exigir sus derechos, y pedir cuentas a quien trate de negarlos con prácticas como ocultar información o deformar los hechos por intereses bastardos o partidistas.

Hoy muchos desconocen que el derecho a la información es un derecho natural, lo que significa que toda restricción de ese derecho (por fuerzas coactivas o mediante manipulaciones y sesgos informativos) se convierte en un atentado a la dignidad de la persona y a su libertad.

El derecho a la información es más amplio y profundo que la mera libertad de expresión, que científicamente precisa del derecho a la información. Lo que justifica la libertad de expresión es precisamente el derecho previo a acceder a la información.

La libertad de expresión es un derecho, no una concesión del poder. La Constitución reconoce los derechos, no los concede, porque son anteriores a ella y superiores a toda Constitución. La misión del Estado, por ejemplo, es autorizar el uso de las ondas electromagnéticas, no concederlas, porque no son de su propiedad. Son patrimonio de la humanidad.

Es bueno recordar que los derechos fundamentales se coordinan entre sí. Los inherentes a la persona priman sobre los referentes a las relaciones. Por eso la intimidad personal prevalece sobre la información.

Otro error frecuente al hablar de libertad de expresión es ignorar que debe estar basada en el realismo: hay cosas que son verdad y cosas que son mentira. Si se ignora ese principio elemental, la libertad de expresión pierde su sentido, y puede convertirse en un atentado contra la dignidad humana, contra la libertad y la  capacidad de reconocer la verdad y su derecho a conocerla. No tener en cuenta que existe la verdad y existe la mentira transforma la información en apariencia de información, en manipulación o desinformación.

La seguridad máxima de la persona consiste en aferrarse a la verdad. La afirmación, tan frecuente, de que “todo es opinable” es un atentado a la inteligencia, y desde luego un atentado muy grave a la convivencia.

Muchas desinformaciones proceden de defectos del lenguaje, de no usar los términos precisos que definen el concepto, o de emplearlos con un sentido distinto al original. Por eso es obligación del informador dominar y enriquecer constantemente su lenguaje, leer mucho y bueno, pedir y transmitir claridad en la información, no hacer de  altavoz al sofismo (el arte de engañar con el fin de captar seguidores) tan frecuente entre los políticos.

También es deber del informador adquirir la formación científica específica de su profesión, y cultivar las cualidades necesarias para ejercer su oficio: amor a la verdad, objetividad, buen gusto, prudencia. Saber (y vivir) que el fin no justifica los medios. Concebir la información como deber, no como negocio (en el sentido turbio de la palabra).

Existe una delegación del pueblo en los profesionales para que realicen el derecho a la información. Por eso los periodistas tienen derecho a la información, para que puedan cumplir el deber de informar que el pueblo les ha entregado. Un deber del que se deduce que no pueden emitir mensajes que no sean verdaderos, conformes a la verdad operativa que es el bien. Violencia, pornografía o terrorismo no son verdaderos mensajes.


El libro refleja la gran erudición de su autor, y ayuda a reflexionar sobre la complejidad de las relaciones humanas y el derecho que las regula. Da las pautas básicas para quien desee caminar con sentido en el proceloso sendero de la justicia informativa. Y hará pensar a periodistas y expertos en comunicación sobre la arteria socialmente vital por la que discurre su trabajo, que no admite superficialidades.

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Un hecho pequeño pero significativo muestra el talante del profesor Desantes y su elevado sentido de la ciudadanía. Citado por la hacienda pública para una revisión de sus cuentas, cuando se presentó solo ante el funcionario éste se extrañó: “¿Cómo ha venido usted sin abogado?” Su respuesta fue contundente y colocó al funcionario en su sitio: “Porque usted, como funcionario, es mi abogado, no mi enemigo ni mi fiscal.”

Un buen ordenamiento social, y una buena convivencia, requieren que cada cual conozcamos cuál es nuestro deber y cuál nuestro derecho, y sepamos asumirlos con respeto a las personas y fiel espíritu de colaboración. Mucho de todo eso rezuma este libro.

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Ver también en este blog reseña del libro de Desantes San Vicente Ferrer, científico.






viernes, 25 de mayo de 2012

Comunicar la fe con historias personales



Ignacio Aréchaga resume en Aceprensa lo esencial del reciente Congreso de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz de Roma, sobre comunicación institucional de la Iglesia. 



Comunicar a través de historias 

    "En la sobreabundancia informativa propia de la época, con múltiples voces contradictorias, lo difícil es suscitar interés y captar la atención. Para conseguirlo, la comunicación política y empresarial recurren cada vez más a contar historias (el llamado storytelling), a transmitir ideas con testimonios, a poner rostro a los mensajes. 

    En la comunicación política ya no se propugna tanto un programa como la historia de un candidato. En el marketing ya no se vende un producto sino la oportunidad de participar en la experiencia que proporciona. Un público bombardeado con propuestas y que tiende a elegir por razones emotivas, necesita algo más que ideas. 

    Esto vale también para la comunicación de la Iglesia católica. Ciertamente, la Iglesia tiene gran confianza en la capacidad de la razón para abrirse a la comunicación intelectual y descubrir la verdad. Por eso, también al intervenir en el diálogo de los mass media, la Iglesia tiende a ofrecer razones, datos, argumentos. 

    Pero en una sociedad pluralista, la propuesta de la Iglesia puede verse como un discurso más, con la única diferencia de que muchas veces tropieza con mayores prejuicios. De ahí la importancia de que esa comunicación llegue a través de historias, de testimonios, de personajes, que muestren cómo la fe influye en sus vidas y den credibilidad a la doctrina. Hacen falta testimonios de personas que muestren cómo la fe influye en sus vidas y den credibilidad a la doctrina. 

    Las propuestas de la Iglesia sobre el hombre corren el riesgo de aparecer como conceptos abstractos o como leyes que no tienen mucho que ver las experiencias y las aspiraciones profundas de la persona. Pero, comunicar a través de historias ¿no supone dejar al margen la verdad y entrar en el juego de la manipulación de las emociones? Según Armando Fumagalli, profesor ordinario de Semiótica de la Universidad Católica de Milán, se trata más bien de un recurso para quitar los obstáculos con que muchas veces tropieza la comunicación de la Iglesia: desinterés ante lo espiritual, prejuicios ideológicos, estereotipos, simplificaciones,...

    “Comunicar más a través de historias no significa transformar la verdad en mentira, o ‘embellecer’ en el sentido de manipular la verdad. Significa llegar a superar, en muchos casos, las barreras del desinterés, de la frialdad, del prejuicio. Para abrirnos a la verdad, muchas veces necesitamos que la emoción, la empatía, haga surgir el interés hacia la verdad misma. Si no, incluso lo verdadero corre el riesgo de diluirse en lo indistinto, o en el rumor de fondo, y por lo tanto en lo insignificante o directamente en el olvido”. 

    Se trata, pues, de lograr “una comunicación que no sólo sea verdadera, sino también eficaz”.  Para que sea eficaz, el director de comunicación tiene que ocuparse de buscar buenos testimonios de fe vivida para ofrecerlos a los medios, como explicó el Prof. Jorge Milán, con referencia al mundo audiovisual. En algunos casos se tratará de responder a peticiones repentinas provocadas por la actualidad (para incluir en telediarios, en informativos...), en otros para ponerlos en la propia página web o incluir en un vídeo institucional. 

    Deben ser, dijo, “personas que encarnan la identidad de la institución”, que sepan dar la cara en el entorno audiovisual, que tiene sus propias reglas. Para eso hay que descubrir talentos, prepararlos y confiar en su espontaneidad y creatividad. Luego el director de comunicación tendrá que explicar al periodista interesado por qué esa persona es interesante y qué tema puede tratar. 

    Han de poder ofrecer testimonios relevantes y pertinentes, inteligibles y claros (dentro del formato televisivo), testimonios que establezcan una empatía con el espectador y desbloqueen los prejuicios. “Muchas veces necesitamos que la emoción, la empatía, haga surgir el interés hacia la verdad misma” (Fumagalli) 




    Una buena iniciativa en este campo ha sido Catholic Voices, desarrollada en el Reino Unido durante la preparación de la visita de Benedicto XVI en septiembre de 2010. Como explicó uno de sus creadores, Jack Valero, se trataba de preparar a un grupo de jóvenes católicos para que supieran explicar en la radio y en la televisión la postura de la Iglesia en los temas más conflictivos, donde la doctrina católica tropieza con más críticas y desinformación. Siempre con una actitud positiva y no defensiva, más deseosa de aportar luz que calor al debate, sus intervenciones fueron una demostración de que es posible conjugar una buena comunicación con plena fidelidad a la doctrina y ganarse el respeto de la audiencia. Tras el éxito en el Reino Unido, sus creadores están formando grupos similares en otros países (México, España, Chile, Polonia, Argentina...). 

    En otro tipo de situaciones lo que hay que vencer es más bien la indiferencia. Así ocurre en la República Checa, considerado un “país ateo” y donde los católicos son solo un 10% de la población. Monika Vývodová, portavoz de la Conferencia Episcopal Checa, presentó el proyecto “Jsem katolik” (“Yo soy católico”), en el que personajes conocidos del país se declaran católicos y explican cómo la fe influye en su vida. También la muerte de Václac Havel, bautizado católico, que luego se apartó y al final de su vida fue cuidado por religiosas y pidió un funeral en la Iglesia, fue una ocasión para tender puentes entre la Iglesia y la sociedad. 

    Muchas veces las imágenes televisivas cambian la percepción que se tiene del personaje. Es algo bien comprobado en los viajes de Benedicto XVI, como explicó Javier Martínez-Brocal, que ha seguido los viajes del Papa para la agencia de televisión Rome Reports. La sencillez, la amabilidad, la apertura de Benedicto XVI ante la gente, disipan muchos prejuicios. Y también sirven para explicar lo que mueve a muchos que van a verle. Por ejemplo, esa mujer mexicana que espera durante horas en la carretera para ver pasar un momento al Papa. Cuando le preguntan si le ha compensado la espera, contesta: “Yo no he venido para ver al Papa, sino para que el Papa vea que le queremos”. 

    La comunicación a través de historias personales puede ser también un modo de evitar que la información religiosa se centre solo en problemas de la Iglesia como institución, que muchas veces no interesan a un público amplio. Estos testimonios son indispensables en las transmisiones televisivas, y son un modo elocuente de hablar de la experiencia cristiana. En esta línea, Mark Riedemann, director del CRTN (Alemania), mostró imágenes del programa semanal Where God Weeps, que revela historias y rostros de cristianos en países donde la fe es perseguida: cristianos de Pakistán a China que sufren la persecución del Estado o de fundamentalistas.  

    Otras veces se trata de ofrecer historias como respuestas a controversias. Por ejemplo, el documental del argentino Juan Martín Ezratty. Diez preguntas sobre la experiencia pastoral contada por algunos sacerdotes argentinos, que muestra a personajes gozosos en su vocación. 

    Incluso a la hora de utilizar spots publicitarios son importantes los testimonios. Así lo hizo la campaña “Chiedilo a loro”, que mostraba con caras a qué gente se atiende con el dinero que obtiene la Iglesia a través de la asignación tributaria en Italia. 

    También contaba una historia el documental del director de cine alemán Marcus Vetter, autor de Heart of Jenin, sobre la familia de un niño palestino de doce años muerto en Jenin en 2005 por soldados israelíes. Era hijo de un luchador palestino que había estado encarcelado en Israel. El niño fue atendido en un hospital israelí, donde murió, y su padre, en un gesto extraordinario, permitió que los órganos de su hijo fueran trasplantados a niños israelíes. El film cuenta estos hechos y las visitas del padre palestino a tres niños que recibieron los órganos de su hijo. Vetter explicó que la clave para superar los prejuicios y comunicar la verdad está en el encuentro personal. Hay que “ir al encuentro del otro en espíritu de fraternidad y mente abierta”, para dar la vuelta a prejuicios y estereotipos alejados de la realidad. 

    Presentar historias de fe con testimonios creíbles es hoy un aspecto muy importante de la comunicación de la Iglesia. Después de todo, el evangelio es también la historia de Jesús contada por testigos fidedignos."