La golosina visual. Ignacio Ramonet. Ed. Temas de debate
Colección de ensayos entorno
a la influencia social del cine, la publicidad y la televisión, con recuerdos
históricos del efecto que tuvieron sobre las masas algunas películas y
programas para la pequeña pantalla.
A pesar del espectacular
desarrollo de los medios desde la época a la que se refiere (segunda mitad del
siglo XX), en la que la tecnología apenas iniciaba su camino, son interesantes
las referencias a las diversas formas de manipulación que por desgracia siempre
han tentado a productores y guionistas.
Falsificación de noticias
en los telediarios o en programas de “información” especial, contenidos y
evolución de formatos de los spots televisivos, el cine militante, el
tratamiento de la guerra de Vietnam, el sinuoso e influyente mundo de
Hollywood, no siempre abierto a la libertad y al pluralismo…
Ramonet aporta datos que permiten
entender mejor la historia de la comunicación, y ayudan a desarrollar un sano y
necesario sentido crítico ante lo que nos intentan vender los medios y las pantallas, presentando
como noticia lo que en realidad es una falsedad, o como valor incontestable lo
que no es sino imposición ideológica que sutil o burdamente intenta manipular
nuestros sentimientos
El exponencial desarrollo de la tecnología y las técnicas de persuasión digital, inconcebible a finales del siglo XX, hacen todavía más necesario conocer la historia de la manipulación informativa y cultural.
Aunque el libro es muy anterior, es significativo el reciente documental de Netflix El dilema de las redes, que aflora la preocupación de numerosos creadores de plataformas digitales, ante su creciente poder de manipulación y adicción. Son verdaderas atrapa-mentes.
En nuestros días, un
ciudadano que aspire a no ser engañado por el poder político o mediático necesita
ser en cierta medida experto en comunicación, para ejercer ese sano contrapoder
que consiste en la capacidad de detectar las manipulaciones.
Una pequeña muestra de
algunos datos que aporta Ramonet en su libro:
Es interesante por ejemplo
conocer el caso de Michael Born, tristemente
famoso por falsificar reportajes que
fueron emitidos durante años por el semanario y la cadena televisiva alemana Stern.
Dato que también debería
conocer el público es el enorme gasto de publicidad de las películas americanas,
que alcanza como promedio hasta un 40% del presupuesto de producción.
O la vida antes de los
avances tecnológicos: antes de que existiera el video, los spots (anuncios publicitarios
de corta duración) se hacían en directo: unos actores irrumpían en el plató en pleno
programa informativo, o en mitad de la escena de una obra de teatro, interrumpiendo
en vivo el programa que se estaba emitiendo...
El manejo del humor en la
publicidad: “el spot tiende a hacer reír, porque la risa es la máxima comunicación.”
El spot rinde culto al
objeto (alimenticio, o de higiene ...) no tanto por los servicios prácticos que
puede prestar, sino por la imagen social que de sí mismos puedan llegar a
obtener los consumidores: promete bienestar, confort, felicidad y éxito. No
venden jabón, sino belleza; no un automóvil, sino prestigio: venden nivel social.
En realidad, el arte publicitario consiste en la invención de comunicaciones
persuasivas, que no sean verdaderas ni falsas.
La publicidad siempre ha
intentado nuevas formas persuasivas en el límite de lo ético: “Lo que orienta
nuestro trabajo es fabricar mentes”,
confesaba el teórico de la publicidad Ernst Dichter.
Las técnicas de persuasión
no sólo están presentes en la publicidad. También en el cine: las películas venden formas de vivir;
la publicidad, productos concretos. Y lo hacen con un alcance que ya en el
siglo XX era inusitado: las series de televisión USA han tenido una difusión
más universal que la Biblia o el Corán, afirma, cambiando estilos de vida de
sociedades enteras.
Interesantes comentarios
sobre el cine militante, dirigido a la propaganda ideológica. El activista
Daniel Cohn-Bendit declaraba que “no podemos plantear una intervención global
en la sociedad sin recurrir al cine.” Aunque no siempre los efectos eran los
deseados: el cine de ensayo o militante, muy de moda durante unos años en la
izquierda cultural, “puede lograr que ver una de sus películas llegue a ser una
práctica cultural represiva y asfixiante”, porque nadie tenía valor para abandonar
la sala, por no ser tachado de retrógrado...
Sobre este tema, ver también Derecho a la información.