miércoles, 10 de abril de 2019

Diseño y arquitectura. Una mirada a África con Harambee


Una mirada a África desde la arquitectura y el diseño



África puede inspirar valores a los creativos de la arquitectura y el diseño en los países más desarrollados.

Es la conclusión de otra de las sugerentes tertulias de la Fundación Coso en torno a su iniciativa Diseñosque cambian vidas, a favor de la ONG Harambee.

El marco no podía ser más idóneo: la sede del Colegio de Arquitectos de Valencia.




En ameno diálogo de Amparo Ferrando con Ricardo Moreno, profesor de la Escuela Superior de Arte y Diseño de Valencia, y Macarena Gea, conocida arquitecta muy seguida en las redes sociales, se resaltó la irrepetible personalidad de África (Kapuchinski), capaz de atrapar el corazón de cuantos la visitan. Atrapa porque esconde unos valores que enamoran.




La imponente belleza y la fuerza de sus paisajes naturales, que se transmite como por encanto en la alegría de vivir de los africanos, en los fulgurantes colores de sus vestidos, en la apertura a la luz de su estilo de vida.

La serenidad de sus movimientos, en armonía con la naturaleza, que parece transmitir un ritmo más pausado,  más humano, alejado de nuestra estresante prisa que conduce a ninguna parte. 

Un estilo sereno de vida que invita a la interioridad y a la reflexión, a elevar la mente al Creador, a hablar con calma con amigos y seres queridos, a contar bajo las estrellas historias de familia, sin prisa.



La generosidad y espíritu de colaboración, aún en medio de condiciones de escasez y de pobreza. Una solidaridad que viven tantos africanos que, una vez formados, regresan a su país para contribuir al desarrollo de su tierra, trabajando para construir sociedades más justas y libres de corrupción y de guerras.



De ese sentido de cooperación solidaria participa la ONG Harambee (que significa todos a una). En la tertulia se anunció un nuevo proyecto de Harambee: conseguir 100 becas de estudio para que universitarias africanas puedan realizar estancias de especialización en universidades prestigiosas europeas, durante al menos los próximos diez años.

Ha sido una iniciativa del comité organizador de la beatificación de Guadalupe Ortiz, química española que realizó una gran labor de promoción de la mujer en aspectos educativos y científicos, y será la primera laica del Opus Dei beatificada. Van a colaborar tanto los asistentes a la beatificación como todas las personas que lo deseen, a través del Proyecto Becas Guadalupe





Una tertulia magnífica, en la que estuvieron presentes muchas diseñadoras que participaron en el reciente Premio del Desfile Diseños que Cambian Vidas, y entre ellas su ganadora, Lydia Herrero.

Sus preciosos diseños, artísticamente presentados por el equipo de CosoModa, Amparo Ferrando y Macu Martínez, daban prestancia, luz y color a la sede de los arquitectos valencianos.




viernes, 29 de marzo de 2019

Horizontes insospechados. Marlies Kücking


Horizontes insospechados. Mis recuerdos de san Josemaría Escrivá de Balaguer. Marlies Kücking. Ed. Rialp





Marlies Kücking (Colonia, 1936) estudió filología alemana e inglesa en Bonn y Colonia. Conoció el Opus Dei en 1954, gracias a un encuentro casual durante un viaje de estudios a Roma. Poco después, en 1955, pidió la admisión en el Opus Dei. Desde 1964 trabajó junto a san Josemaría en la Asesoría Central del Opus Dei en Roma. Actualmente es la responsable del Archivo General de la Obra.

Consciente del valor de lo que veía y escuchaba del fundador de la Obra, Marlies Kücking anotaba en un cuaderno las palabras y comentarios de san Josemaría, su modo de reaccionar antes los acontecimientos y noticias. A lo largo de la narración nos va desgranando esas anotaciones personales, que ha contrastado con los datos del archivo de la Obra.


Con estilo sencillo y familiar, en tono autobiográfico, la autora nos sumerge en la historia de los primeros pasos del Opus Dei en Alemania, cuando era una joven estudiante, su primer encuentro con san Josemaría en 1957, y sus años de trabajo junto a él en Roma, que describe como una aventura apasionante, que abrió a su vida horizontes extraordinarios e insospechados, abiertos a la fe en la acción de Dios en el mundo.



Es testigo de la determinación del fundador del Opus Dei para que las mujeres de la Obra, y todas las que se acercan a los apostolados del Opus Dei,  adquieran una preparación intelectual devanguardia, idéntica al menos a la que se requiere de los varones.


En 1957, siendo una joven universitaria, se incorporó al Colegio Romano de Santa María, erigido por san Josemaría en Roma para la formación en filosofía y teología de mujeres de la Obra de todo el mundo.  Desde principios de los años 50 comenzaron a pasar por ese Centro de Estudios Internacional jóvenes de los países en que la Obra había consolidado su trabajo apostólico, del mismo modo que los varones lo hacían en el Colegio Romano de la Santa Cruz.


Esa formación doctrinal-cristiana específica, realizada a nivel universitario, se sumaba a la que cada una tenía por sus propios estudios profesionales, realizados en sus países de procedencia. Así se preparaban para enseñar con hondura y propiedad la fe católica y el espíritu del Opus Dei como camino de encuentro con Cristo en la vida ordinaria.


En 1964 fue nombrada Prefecta de Estudios en la Asesoria Central del Opus Dei, encargada de velar por el desarrollo de los planes de formación religiosa, filosófica y teológica de las fieles de la Prelatura en todo el mundo. Su misión consistía en  adecuar la formación teológica a los estudios profesionales de cada persona y a las circunstancias de los diversos países, tratando siempre de que fuese del más alto nivel posible.





Más tarde fue nombrada Secretaria Central de la Asesoría, cargo que requería un estrecho trabajo diario junto al fundador, para despachar las cuestiones propias del gobierno del Opus Dei en lo que afecta a las mujeres, y a la Obra en su conjunto.


Describe esa tarea en el gobierno del Opus Dei como una aventura apasionante, que le llevó también a viajar por numerosos países y a conocer in situ a las primeras vocaciones al Opus Dei entre mujeres de todas las razas y lenguas.


Con fino sentido del humor y agudeza femenina –que logra hacer amablemente compatibles con una precisión germánica- abunda en anécdotas de la vida diaria, tanto en sus viajes como en el trabajo cotidiano de gobierno.  El relato, ameno y cuajado de anécdotas sencillas y sucesos relevantes, nos permite  adentrarnos en la vida de la institución y conocer más de cerca la rica personalidad de san Josemaría.




Sobre su experiencia de gobierno junto a san Josemaría,  Marlies Kücking destaca entre otros cinco puntos a los que el fundador daba importancia relevante:

1)  La confianza. El fundador confiaba plenamente en personas muy jóvenes nombradas para algún cargo de gobierno, y les animaba a tomar decisiones de acuerdo con las competencias por razón de su cargo.
2)  La colegialidad.
3)  El imprescindible aporte femenino.
4)  La audacia y autonomía en el desarrollo de las iniciativas apostólicas.
5)  Siempre, basarlo todo en la vida interior de unión con Jesucristo. Son reveladoras por ejemplo sus referencias a la piedad eucarística, a la fe en la presencia del Señor en la Eucaristía.


Las reuniones de trabajo con san Josemaría, afirma, eran una escuela en las que se aprendía a dar a todo trabajo un sentido de servicio, y que por tanto debía estar bien acabado, sin dilaciones, cuidando los detalles.

Se percibe a lo largo del relato un emocionado agradecimiento al fundador,  no sólo por el ejemplo de su vida, heroicamente fiel a la misión recibida de Dios, sino también por el derroche de cariño que hacía a diario, olvidándose de sí mismo, sufriendo con el que sufría. Y sufriendo también por la situación de la Iglesia, especialmente en los años 60 y 70, que fueron de gran desorientación doctrinal en muchos y de abandono de vocaciones sacerdotales en la Iglesia.


Oyó muchas veces a sanJosemaría pedir que rezáramos por la Iglesia. En una ocasión, durante un encuentro familiar, les dijo que había llorado, y que mirándose en el espejo no se reconocía: “Josemaría, tú eras jovial…” Se sobreponía, pero sufría. “El mejor modo de ayudar a la Iglesia es exigirnos cada uno en amor a Dios y a los demás, con generosidad total. Unirnos más, y manifestar con obras al Señor nuestro deseo de ser fieles.”


Ese cariño que san Josemaría enseñó a vivir es elemento sustancial del cariño en la Obra, que es una familia sobrenatural. Un cariño también humano, que se manifiesta en estar en los detalles y servir con obras, y que se abre a toda la Iglesia y al mundo entero.




miércoles, 27 de marzo de 2019

Instantáneas de un cambio. Un libro sobre Javier Echevarría, segundo sucesor del fundador del Opus Dei



Instantáneas de un cambio. Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei (1994-2016). Ernesto Juliá. Ed Palabra, colección Testimonios.




Ernesto Juliá (Ferrol, 1932), abogado, y sacerdote desde 1962, trabajó durante muchos años en la sede central del Opus Dei en Roma. Allí colaboró estrechamente con san Josemaría, y con sus dos sucesores, el beato Álvaro del Portillo y Javier Echevarría.


Ha sido testigo por tanto de la transformación paulatina que  la convivencia con dos santos operó en el segundo sucesor del fundador de la Obra, Javier Echevarría (Madrid 1932-Roma 2016), desde su llegada a Roma a comienzos de los años 50, siendo aún muy joven, hasta su elección como prelado en 1994, y después hasta su fallecimiento en 2016. Y a mostrar ese cambio en la persona de Echevarría dedica esta semblanza.




Javier Echevarría, llegado a Roma con apenas 20 años, aprende el espíritu del Opus Dei directamente de su fundador. Primero escuchándole, y muy pronto también viéndole trabajar desde su puesto de secretario personal. A medida que se va identificando con el espíritu de la Obra se producen cambios en su persona: en el carácter, en las disposiciones personales, en el modo de intensificar su colaboración en el trabajo para hacer realidad el Opus Dei en la vida de millares de personas de los cinco continentes. Se desarrolla su personalidad, y aparecen  matices nuevos que la enriquecen.


Juliá ilustra esos signos de transformación personal en la conducta de Echevarría con relatos significativos de su actividad diaria. Aporta también, al hilo del relato, una cuidada selección de textos y palabras de la predicación de don Javier, y de sus diálogos en encuentros familiares con otros fieles de la prelatura o con personas que acudían a visitarle.


En esos encuentros, Echevarría abría con sencillez su alma y volcaba cuanto había aprendido junto a sus predecesores. Se notaba cómo cada día acudía a la fuente de lo aprendido para hacerlo tema  de su oración personal, y cada día descubría matices nuevos en el carisma peculiar de la Obra.


Hablaba con una pasión emocionada que iba creciendo con los años, y a la vez con un cariñoso respeto a la libertad, tan propio de la Obra. El Señor quiere que vivamos en la libertad de los hijos de Dios, decía, sin encerrar el espíritu en una praxis humana. Dios no quiere que hagamos “algunas cosas”, quiere que nuestro hacer surja del ser, y no al revés.




Es interesante el análisis de las cuatro principales tareas que, a juicio del autor, hubo de afrontar Echevarría en el gobierno del Opus Dei.

La primera, implementar la Prelatura en la estructura de la Iglesia. La novedad de esta fórmula jurídica, prevista por el concilio Vaticano II y estrenada para el Opus Dei como fórmula idónea y perfectamente adecuada a su carisma peculiar, seguía sin ser entendida ni aceptada por algunos eclesiásticos. Esto exigió de Javier Echevarría una infinita paciencia para hacerla entender a estas personas.


Aunque muchos otros eclesiásticos sí entendían la naturaleza de la prelatura, y percibían que el espíritu del Opus Dei era verdadera obra de Dios, porque lo veían hecho realidad en la vida de fieles de la Prelatura, algunos canonistas no entendían, por ejemplo, que la incorporación de los fieles laicos a la Prelatura pudiera ser completa y permanente: esto era muy novedoso, para una mentalidad que no acabara de entender que la vocación cristiana entraña plenitud para cualquier bautizado, y no sólo para sacerdotes y religiosos. No aceptar esa radicalidad del compromiso cristiano supondría desvirtuar la realidad institucional del Opus Dei y su carisma fundacional. Era necesario hacerlo entender para evitar desvirtuaciones futuras, y a esa tarea se dedicó con intensidad don Javier.


La segunda tarea a la que dio prioridad Echevarría fue sostener el proceso de canonización de Josemaría Escrivá, secundando el clamor que millares de personas de todas las naciones hacían llegar a Roma sobre su fama de santidad. La canonización de san Josemaría, que tuvo lugar en 2002, fue otro modo de asentar el carisma fundacional, que abría un verdadero camino de santificación en medio del mundo y mostraba en la práctica la llamada universal a la santidad.



La tercera tarea a la que se enfrentaba era la de transmitir el espíritu del Opus Dei en su plenitud. Un espíritu que, en palabra del fundador, duraría mientras hubiese hombres sobre la tierra. Y ese durar tenía que ser en plena fidelidad, sin anquilosamientos ni desvirtuaciones por falsos acomodamientos al tiempo o los diversos lugares y culturas.

La cuarta tarea, continuar el crecimiento del apostolado de la Obra, en servicio de la Iglesia y según su carisma, en el que lo prioritario es cada persona, más que las obras concretas de apostolado.  

Toda esta labor, observa el autor, la realizó Echevarría siguiendo el ejemplo que aprendió de san Josemaría y del beato Álvaro: con el recurso prioritario a la oración, porque la fecundidad del apostolado está sobre todo en la oración.

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Son significativas también  las palabras de don Javier acerca de la creatividad e iniciativa en la misión apostólica del cristiano, y su misión en la cultura en que vive inmerso. Explicando la perennidad del espíritu de la Obra, que es la santificación de las actividades ordinarias del cristiano, mostraba que no hay que acomodar el espíritu del Opus Dei a la cultura vigente en cada momento, sino iluminar las culturas y civilizaciones que nos encontremos con el espíritu de la Obra que Dios confió a san Josemaría. Y eso requiere, decía,  que cada uno nos injertemos en el espíritu de la Obra, sea cual sea la cultura en que nos toque vivir, y actuar con libertad y creatividad.




Recordaba que era necesario dar sentido cristiano a la cultura, pero sin reduccionismos fáciles: porque Cristo no ha venido a establecer una cultura o una civilización. Su misión redentora es abrir el espíritu de los hombres de cualquier civilización y cultura a la relación con Dios, a la perspectiva de la vida eterna.

Los fieles de la Obra son gente de la calle, que viven cada cual de su trabajo y están siempre al día, y ponen el espíritu de la Obra en las circunstancias presentes, que son distintas de las que vivió el fundador o de los que vivirán dentro de 50 años. Es en esta hora histórica, y en cada lugar concreto que tenemos cada uno, donde hemos de hacer crecer el espíritu de la Obra vivificando todas las actividades. Un espíritu de concordia, de paz, de contribuir a resolver los problemas de nuestro entorno y los de la humanidad entera en la medida de las posibilidades de cada uno, dando a nuestro trabajo un sentido real de servicio a los demás.


Destacan especialmente las referencias a la centralidad de Cristo en la vida del cristiano, y por tanto de los fieles de la Obra. Las almas tienen sed de Cristo, no de comunicadores más o menos convincentes. Sólo en el Evangelio se encuentra la verdad salvadora. La verdadera felicidad es esa paz espiritual que solo se experimenta en unión con Cristo.

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Observa el autor cómo Javier Echevarría, para hacerse cargo de la ingente labor que le cayó sobre los hombros, creciente a lo largo de su vida, supo vivir lo que con frecuencia enseñaba: la humildad, base para acometer empresas grandes en lo sobrenatural.


Hemos de aprender, enseñaba, a prescindir de la memoria de nuestros errores y limitaciones, que nos lleva a sentirnos fracasados, a encerrarnos, a no abrirnos a la acción de la gracia. Somos instrumentos en las manos de Dios, Él pone el crecimiento. No ensoberbecernos creyéndonos alguien, somos chisgarabís (en expresión que solía usar san Josemaría), pero instrumentos en las manos de Dios. Y por tanto, dispuestos a rectificar siempre que sea necesario.

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Parafraseando unas palabras de Benedicto XVI, recién elegido Papa, sobre san Juan Pablo II, con el que tan estrechamente había trabajado durante años, en las que explicaba como sentía una presencia palpable de su predecesor, de sus palabras, y cómo buscaba la unión con él en la oración, Ernesto Juliá explica que esa misma cercanía, ese volver una y otra vez a los textos, a las palabras y a lo vivido junto a san Josemaría y al beato Álvaro, es la que Echevarría buscó de continuo y de manera creciente hasta el último día. Y esa presencia cercana de la acción de dos santos, con la gracia de Dios, fue la luz que le guió en su proceso vital de realización personal.





Cuando Echevarría viajó aMoscú en 2014, habló a las personas que acudían a recibir formación cristiana en la Obra de algo que llevaba muy dentro del alma: Todo el mundo debe sentirse querido. Cada persona que nos trate debe pensar “este me quiere, para él soy importante”. Esto es lo que se notaba junto a don Javier: trataba a cada persona con mirada de admiración. 

Nunca había sido su trato distante, pero fue un crescendo de cercanía a medida que pasaban los años. “Lo que Dios manda es que nos queramos”. Eso lo notamos cuantos le tratamos de cerca: las hechuras de su carácter se fueron transformando hasta llegar en sus últimos años a las de un verdadero padre lleno de cariño.

Por donde pasemos, decía, estamos llamados a crear un clima de familia, humano y cristiano. Había visto cómo san Josemaría difundía esa enseñanza a personas de todas las profesiones, y especialmente a las relacionadas con la salud. Una materialización de ese espíritu es el que san Josemaría infundió en el personal de la ClínicaUniversitaria de Navarra.  Don Javier llevó ese mismo espíritu, entre otros lugares, al Campus Biomédico que impulsó en Roma, hoy reconocido por la atención esmerada y delicada hacia los enfermos.

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El libro se lee con facilidad e interés, y ayuda a conocer más de cerca tanto a Javier Echevarría como rasgos esenciales de la vida y espíritu del Opus Dei.


jueves, 14 de marzo de 2019

La doctora sudafricana Ozo Ibeziako en Valencia



Ozo Ibeziako, doctora en medicina. Un sencillo ejemplo de solidaridad y buen hacer.






Ozo Ibeziako nació en Nigeria, en una familia cristiana. Allí se licenció en medicina, y allí conoció a unas amigas del Opus Dei. Se enamoró del mensaje que difundían sus amigas africanas: Dios nos espera en el trabajo de cada día, en las situaciones corrientes de la vida ordinaria. Y nos espera sobre todo en los demás: “Cualquier cosa que hiciereis por uno de estos, mis hermanos más pequeños, por Mí lo hicísteis”. Aprendió que el esfuerzo por servir a los demás con nuestra actividad profesional ordinaria forma parte de nuestra búsqueda de la amistad con Dios. Esa impronta la fue incorporando con naturalidad a su vida y a su trabajo profesional, la medicina.



Cuando el Opus Dei iba a comenzar su labor apostólica en Sudáfrica, a la doctora Ibeziako  le pareció natural ofrecerse para trasladarse allí y ayudar en los comienzos. Recomenzó su carrera profesional. En estos momentos es profesora en la Facultad de Medicina de Pretoria, directora de recursos humanos de 15 ambulatorios de Johanessburgo, y pasa consulta como médico de familia. 


La Medicina de Familia es su especialidad. Ha ampliado estudios en la Universidad de Navarra, con un master en Humanismo y Familia,  porque quería potenciar su capacidad de atender a sus pacientes. Porque la buena medicina no sólo intenta curar, sino además cuida, escucha, se hace cargo de los problemas del entorno familiar y social de cada persona, muchas veces determinantes de la salud corporal. Y se hace cargo de que cada paciente es persona, digna de ser tratada como tal. 




La humanidad de la doctora Ozo le llevó a descubrir pronto que la en apariencia boyante capital de Sudáfrica vive rodeada de un inmenso cinturón de miseria. Son los seis barrios periféricos en los que durante el apartheid los africaners confinaron a los africanos de diversas etnias.  Les expropiaron los campos en que vivían,  les obligaron a trasladarse, y les encerraron allí, como en campos de concentración. Hasta hace bien poco cada barrio estaba rodeado de alambradas, y no se podía salir sin pasaporte. Ahora ya no hay alambradas, pero persisten las murallas de la pobreza.




Uno de esos barrios periféricos es Alexandra. No tiene alcantarillado, ni agua, ni electricidad,… Allí malviven más de medio millón de habitantes. La droga, la prostitución y la violencia son el pan de cada día. En ese clima crecen los niños, en familias en las que con frecuencia no hay padre, y es la madre la que tiene que buscar alimento diario para sus niños. El paro juvenil ronda el 75 %, y esos niños crecen desmotivados para el estudio. Y sin estudio no se puede alcanzar un buen trabajo profesional. Es el círculo de la pobreza y la marginación, que se cierra sobre los jóvenes, quitándoles la esperanza y el futuro. 




Entre los jóvenes, las chicas lo tienen peor aún. No es infrecuente que piensen en la prostitución como salida, y acaben en ella, porque hay que comer… La doctora Ozo, con otras colegas, se propuso ayudar a romper ese círculo vicioso de miseria que se cierne sobre las niñas de Alexandra. Ideó el proyecto Art of Living, por el que ya han pasado más de 500 niñas del barrio. 


Primero visitan a las familias, les explican su idea, y luego hablan una a una con las niñas. Han desarrollado un programa de tutorías personalizadas. Niña a niña, porque cada una es un ser único, se interesan por sus problemas e inquietudes. Y les hacen ver sus capacidades, y les ayudan a descubrir lo mucho que valen, a confiar en sí mismas, a que descubran que pueden usar su inteligencia para aprender, su fuerza de voluntad para alcanzar objetivos. Y les abren un abanico de posibilidades profesionales, las adecuadas a cada una, y les ayudan a que rebrote en ellas el sano orgullo de ser persona, con toda la dignidad que conlleva.


Y esas niñas, antes abandonadas a su suerte y desmotivadas, empiezan a estudiar. Se saben queridas. Y acaban sus estudios primarios, y acceden a los secundarios con buenas notas. Varias que jamás soñaron con alcanzar la universidad ya han conseguido las becas necesarias.


Todo esto es posible, dice la doctora Ibeziako, porque ya son más de cien las voluntarias que colaboran en el programa de tutorías. Lo hacen en su tiempo libre, que no es mucho. Bastantes de las voluntarias proceden de las mismas niñas del barrio de Alexandra, que ya han conseguido un empleo y ahora desean ayudar como forma de agradecer lo que recibieron.



“Es un verdadero Harambee”, explica Ibeziako, con una agradecida referencia al nombre de la ONG que le acaba de otorgar el Premio a la Promoción e Igualdad de la Mujer Africana. Harambee en suahili significa que, cuando hay un problema, todos a una nos ponemos a remediarlo.



La doctora Ibeziako ha estado en Valencia, invitada por el equipo de voluntarios de HarambeeVLC. Sólo han sido 24 horas, porque le espera su arduo trabajo en Sudáfrica. Pero han sido 24 horas intensas. 




Nada más llegar fue entrevistada por Luis Agudo en la emisora de radio COPE-Valencia, y saludó al jefe de informativos Vicente Ordaz






A continuación, un paseo por Valencia a través de la plaza del Ayuntamiento, donde ya estaba todo preparado para la mascletá típica de los días falleros, la llevó hasta la redacción de la agencia AVAN, donde se formó una simpática tertulia entre los periodistas Eduardo Martínez, Eva Alcayde, Belén Nava y Amparo Ferrando, y fue entrevistada para el semanario Paraula y La 8 TV-Mediterráneo.




Y de la sede de AVAN a la Oficina de Comunicación del Opus Dei, donde la periodista María Huguet le grabó varias declaraciones para un audiovisual. Con el tiempo justo para dar comienzo al almuerzo informativo con varios profesionales del periodismo, la comunicación, la moda y la sociología de las migraciones. Un interesante encuentro multidisciplinar, que dio luz a los verdaderos problemas de África, no bien entendidos ni atendidos por los países más desarrollados.





La clave es la formación, resaltaba la doctora Ozo y apoyaba el migrólogo Papa Balla Ndong. “Si educas a la mujer, el país entero sale adelante.” Y quedaba patente el acierto de los proyectos de Harambee, relacionados especialmente con la educación y la atención sanitaria, realizados por los propios africanos en sus países. 


“Lo que necesitan los países del África subsahariana es que les ayudemos a crear ambientes favorables al desarrollo de la persona, condiciones de vida dignas y libres de corrupción. Nadie quiere dejar su tierra si allí se puede desarrollar como persona.” Se hicieron eco del encuentro Héctor González, en Esdiario, e Isabel Domingo, en Las Provincias.





Y para terminar el intenso día, el Encuentro Solidario organizado por los voluntarios de Harambee enValencia, un equipo creciente de año en año. Reunió al anochecer en El Mirador de Comedias a  cerca de un centenar de amigos de Harambee, con amplia mayoría de profesionales valencianas, promotoras del homenaje. Javier García, CEO de Oongaku, puso el sonido, e Isabel Solano la fotografía. 




Una tertulia entrañable, presentada por Julio Herrero, en la que la doctora Ozo mostró con sencillez y cercanía, sin darse importancia, la realidad de la vida en esos barrios de Johanessburgo a los que todavía no alcanza su proyecto. Los fondos recogidos aquí servirán para ampliar su alcance.



Pero el verdadero fruto de este viaje es el hondo sentimiento de solidaridad que ha despertado en todos nosotros el ejemplo de buen hacer y sencillez de la doctora Ibeziako. All together for África.