viernes, 29 de marzo de 2019

Horizontes insospechados. Marlies Kücking


Horizontes insospechados. Mis recuerdos de san Josemaría Escrivá de Balaguer. Marlies Kücking. Ed. Rialp





Marlies Kücking (Colonia, 1936) estudió filología alemana e inglesa en Bonn y Colonia. Conoció el Opus Dei en 1954, gracias a un encuentro casual durante un viaje de estudios a Roma. Poco después, en 1955, pidió la admisión en el Opus Dei. Desde 1964 trabajó junto a san Josemaría en la Asesoría Central del Opus Dei en Roma. Actualmente es la responsable del Archivo General de la Obra.

Consciente del valor de lo que veía y escuchaba del fundador de la Obra, Marlies Kücking anotaba en un cuaderno las palabras y comentarios de san Josemaría, su modo de reaccionar antes los acontecimientos y noticias. A lo largo de la narración nos va desgranando esas anotaciones personales, que ha contrastado con los datos del archivo de la Obra.


Con estilo sencillo y familiar, en tono autobiográfico, la autora nos sumerge en la historia de los primeros pasos del Opus Dei en Alemania, cuando era una joven estudiante, su primer encuentro con san Josemaría en 1957, y sus años de trabajo junto a él en Roma, que describe como una aventura apasionante, que abrió a su vida horizontes extraordinarios e insospechados, abiertos a la fe en la acción de Dios en el mundo.



Es testigo de la determinación del fundador del Opus Dei para que las mujeres de la Obra, y todas las que se acercan a los apostolados del Opus Dei,  adquieran una preparación intelectual devanguardia, idéntica al menos a la que se requiere de los varones.


En 1957, siendo una joven universitaria, se incorporó al Colegio Romano de Santa María, erigido por san Josemaría en Roma para la formación en filosofía y teología de mujeres de la Obra de todo el mundo.  Desde principios de los años 50 comenzaron a pasar por ese Centro de Estudios Internacional jóvenes de los países en que la Obra había consolidado su trabajo apostólico, del mismo modo que los varones lo hacían en el Colegio Romano de la Santa Cruz.


Esa formación doctrinal-cristiana específica, realizada a nivel universitario, se sumaba a la que cada una tenía por sus propios estudios profesionales, realizados en sus países de procedencia. Así se preparaban para enseñar con hondura y propiedad la fe católica y el espíritu del Opus Dei como camino de encuentro con Cristo en la vida ordinaria.


En 1964 fue nombrada Prefecta de Estudios en la Asesoria Central del Opus Dei, encargada de velar por el desarrollo de los planes de formación religiosa, filosófica y teológica de las fieles de la Prelatura en todo el mundo. Su misión consistía en  adecuar la formación teológica a los estudios profesionales de cada persona y a las circunstancias de los diversos países, tratando siempre de que fuese del más alto nivel posible.





Más tarde fue nombrada Secretaria Central de la Asesoría, cargo que requería un estrecho trabajo diario junto al fundador, para despachar las cuestiones propias del gobierno del Opus Dei en lo que afecta a las mujeres, y a la Obra en su conjunto.


Describe esa tarea en el gobierno del Opus Dei como una aventura apasionante, que le llevó también a viajar por numerosos países y a conocer in situ a las primeras vocaciones al Opus Dei entre mujeres de todas las razas y lenguas.


Con fino sentido del humor y agudeza femenina –que logra hacer amablemente compatibles con una precisión germánica- abunda en anécdotas de la vida diaria, tanto en sus viajes como en el trabajo cotidiano de gobierno.  El relato, ameno y cuajado de anécdotas sencillas y sucesos relevantes, nos permite  adentrarnos en la vida de la institución y conocer más de cerca la rica personalidad de san Josemaría.




Sobre su experiencia de gobierno junto a san Josemaría,  Marlies Kücking destaca entre otros cinco puntos a los que el fundador daba importancia relevante:

1)  La confianza. El fundador confiaba plenamente en personas muy jóvenes nombradas para algún cargo de gobierno, y les animaba a tomar decisiones de acuerdo con las competencias por razón de su cargo.
2)  La colegialidad.
3)  El imprescindible aporte femenino.
4)  La audacia y autonomía en el desarrollo de las iniciativas apostólicas.
5)  Siempre, basarlo todo en la vida interior de unión con Jesucristo. Son reveladoras por ejemplo sus referencias a la piedad eucarística, a la fe en la presencia del Señor en la Eucaristía.


Las reuniones de trabajo con san Josemaría, afirma, eran una escuela en las que se aprendía a dar a todo trabajo un sentido de servicio, y que por tanto debía estar bien acabado, sin dilaciones, cuidando los detalles.

Se percibe a lo largo del relato un emocionado agradecimiento al fundador,  no sólo por el ejemplo de su vida, heroicamente fiel a la misión recibida de Dios, sino también por el derroche de cariño que hacía a diario, olvidándose de sí mismo, sufriendo con el que sufría. Y sufriendo también por la situación de la Iglesia, especialmente en los años 60 y 70, que fueron de gran desorientación doctrinal en muchos y de abandono de vocaciones sacerdotales en la Iglesia.


Oyó muchas veces a sanJosemaría pedir que rezáramos por la Iglesia. En una ocasión, durante un encuentro familiar, les dijo que había llorado, y que mirándose en el espejo no se reconocía: “Josemaría, tú eras jovial…” Se sobreponía, pero sufría. “El mejor modo de ayudar a la Iglesia es exigirnos cada uno en amor a Dios y a los demás, con generosidad total. Unirnos más, y manifestar con obras al Señor nuestro deseo de ser fieles.”


Ese cariño que san Josemaría enseñó a vivir es elemento sustancial del cariño en la Obra, que es una familia sobrenatural. Un cariño también humano, que se manifiesta en estar en los detalles y servir con obras, y que se abre a toda la Iglesia y al mundo entero.




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