sábado, 6 de octubre de 2012

Si pones amor, cada día es diferente

                                                                              Me han impactado estas imágenes de San Josemaría  



Son dos minutos apenas, que trazan un retrato vivo de la fuerza y frescura de sus enseñanzas, del dulce apasionamiento que ponía al difundirlas.


Algunos decían que era de fuerte expresividad. ¿Pero se puede no hablar fuerte cuando lo que hay que transmitir procede de Dios? "Duras de oír son estas palabras", dijeron de Jesús algunos. Pero en realidad lo que era duro era el oído de algunos de los que le escuchaban. Y cuando el oído está endurecido (por las propias miserias y egoísmos) quien no quiere dejar de lado al sordo no tiene más remedio que alzar la voz, por su propio bien. Así actúa quien nos quiere bien, como actúa la propia conciencia en lo más hondo de cada persona.

Vale la pena ver y escuchar estas imágenes con frecuencia. Aparte de la buena realización con que se han hilvanado, y de la música que contribuye a resaltar la importancia y belleza de lo que se nos dice, contienen un mensaje revolucionario: el mensaje sencillamente cristiano. Es revolucionario decir que nadie puede aislarse en su egoísmo, que todos tenemos obligación de contribuir a la felicidad de todos, y no solo de los de la izquierda o la derecha o del medio: de todos. Es revolucionario recordar que no está bien promover  enfrentamientos, que hay que hablar de entendimientos. Que la lucha es anticristiana. Que la solución a los problemas no hay que esperarla de otra cosa que de comenzar por ser mejor cada uno...

Y sobre todo, es revolucionario recordar que el encuentro con Cristo se produce precisamente donde están nuestro afanes y amores diarios. En realidad no es otra cosa que decir que sólo quien ama a cuanto le rodea está en condiciones de encontrar a Dios: eso es la santidad.

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