El sucesor del fundador del
Opus Dei será beatificado el 27 de septiembre en Madrid, en una ceremonia
presidida por el cardenal Angelo Amato, prefecto de las Causas de los Santos.
Acompañó a San Josemaría en sus viajes a Valencia en numerosas ocasiones, y
también aquí dejó una huella imborrable.
La
biografía de Álvaro del Portillo está íntimamente unida a la del fundador del
Opus Dei, desde que le conoció en 1935 siendo un joven estudiante de Ingeniería
de Caminos. Pronto se convirtió para el fundador en un firme apoyo, y le
acompañó en los primeros viajes de expansión de la labor apostólica del Opus Dei
a diversas ciudades españolas. Valencia fue la primera de ellas, y el fundador
la visitó por primera vez en abril de 1936.
El ingeniero Álvaro del Portillo junto a San Josemaría en los Viveros.
Valencia, 1939
Se
conservan numerosas cartas que Álvaro escribió en 1937 desde la Legación de Honduras
en Madrid, donde estaba refugiado, a las personas del Opus Dei que se
encontraban en Valencia. A pesar de las circunstancias, las cartas rebosan buen
humor, optimismo, sentido sobrenatural y gran afán de almas. Les anima a
mantenerse unidos, a vivir la comunión de los santos y a cuidar las cosas
pequeñas en esos tiempos duros y peligrosos, para cumplir la voluntad de Dios. “Es el único procedimiento de poder hacer
algo, estar muy unidos entre nosotros y todos al abuelo [san Josemaría] y a los buenos amigos que éste tiene: D. Manuel {el Señor], su Madre [la Virgen]…”
En
julio de 1937 escribe de nuevo a los de Valencia,
desde su refugio, con el lenguaje enmascarado para eludir la censura de guerra:
“Por las noches, cuando los demás están
aún levantados, el abuelo [san Josemaría] y yo, tumbados en los colchones extendidos, charlamos sobre todas estas
cosas de familia [el Opus Dei]. Verdaderamente que las circunstancias
dificultan el desarrollo del negocio [del
apostolado]. Todo serán inconvenientes.
La cuestión económica, la falta de personal: todo. Sin embargo, y a pesar de
sus años, el abuelo no se deja llevar nunca del pesimismo. La falta de pesetas
le tiene –nos tiene a todos- sin cuidado. Todo está en que se trabaje con mucho
cariño; esto y la mucha fe en el éxito todo lo vence. Esto dice el pobre viejo.
Pero lo que siente mucho –sentimiento compatible con la que esperanza que le
anima- es la falta de personal. Contando con todos los de la familia, hay muy
pocos, ¡qué no será, por lo tanto, si aun de esos pocos, alguno muere o queda
inútil para el negocio!...”
En
octubre de 1937 la madre de Álvaro, doña Clementina, de nacionalidad mexicana,
pudo embarcar con sus hijos más pequeños en el puerto de Valencia rumbo a Marsella. Su
marido y padre de Álvaro, don Ramón, acababa de fallecer en Madrid, después de
meses de cárcel y vejaciones.
Entre 1939 y 1992 Álvaro estuvo en Valencia al menos en 12 ocasiones, la mayor parte de ellos acompañando a san Josemaría.
Del 7 al 13 de
junio de 1939 viaja desde Olot, donde estaba destinado, para asistir a un
retiro espiritual que predicó san Josemaría en el Colegio Mayor san Juan de Ribera,de Burjasot. Fue un viaje penoso, de varios días, pues las carreteras y
ferrocarriles estaban en ruinas a consecuencia de la guerra civil.
Desde
Burjasot (Valencia), el 6 de junio, le había escrito san Josemaría estas
letras: «Saxum!: esperan mucho de ti tu Padre del Cielo (Dios) y tu Padre de latierra y del Cielo (yo)», haciendo referencia a la filiación espiritual de los
fieles de la Obra respecto al fundador.
Álvaro rememoraba
años después ese viaje en una reunión familiar: “Pude conseguir un permiso y marché a Valencia, donde estaba nuestro
Padre. No había facilidades de comunicación; estaban los puentes destrozados
por la guerra; lo mismo los ferrocarriles. Para ir desde donde estaba –en Olot,
provincia de Gerona- a Valencia, empleé cuarenta y ocho horas. Utilicé el
método del auto-stop: conseguía que se parase un camión que me llevaba hasta un
sitio donde la carretera se interrumpía; después seguía andando hasta llegar de
nuevo a otra carretera y allí cogía otro medio de locomoción… Total que tardé
cuarenta y ocho horas, en las cuales no dormí. Lllegué muy cansado, y el Padre
al verme me dijo: tú, lo que has de hacer es acostarte. Yo le dije: Padre, si
está usted predicando un curso de retiro; déjeme asistir porque desde hace
muchos meses no lo hago. El Padre me contestó: bueno, haz lo que quieras. Y entré
en una meditación. (…) En cuanto apagaron la luz y empezó nuestro Padre a
hablar, comencé a roncar de una manera tremenda con gran indignación de todos
los que escuchaban a nuestro Fundador (…) Mis ronquidos no molestaban a nuestro
Padre.” (cfr. “Álvaro del Portillo”, Javier Medina, Ed. Rialp)
El 5 de septiembre
hizo un nuevo viaje, que se prolongó
hasta el día 20. Junto a san Josemaría, puso en marcha los primeros
pasos de la formación cristiana de jóvenes profesionales y universitarios que
acudían a lo que fue embrión de la residencia de estudiantes Samaniego, en un
pisito tan pequeño que le llamaron El Cubil. Meses después pudo trasladarse a un viejo caserón casi en ruinas en la misma calle Samaniego. Allí estuvo el primer centro
del Opus Dei en Valencia, hasta que en 1950 pudo inaugurarse el Colegio MayorUniversitario de la Alameda.
Los viajes a
Valencia, ahora desde Madrid, se sucedieron sin descanso en los meses
siguiente. En 1940, del 4 al 6 de enero, del 6 al 8 de abril, del 18 al 20 de
julio… Hay que tener en cuenta que, para aprovechar las horas del día, solían
viajar de noche, en aquellos trenes desesperadamente lentos e incómodos de la
época. En el trayecto aprovechaba para estudiar, y al regresar iba directamente
de la estación a las clases en la universidad.
Durante los días 4
al 12 diciembre de 1940 realizó un viaje de estudios con sus compañeros de la
Escuela de Ingenieros, que tuvo por destino Valencia y Alicante. El diario que los estudiantes acostumbraban a
redactar en la residencia de la calle Samaniego
deja constancia esos días de la simpatía y afecto que inspiraba la amable
personalidad de Álvaro. “Hoy llega Álvaro con todos los de su promoción que
hacen un viaje de prácticas por Valencia y Alicante. Durante su estancia en
ésta residirá en casa. Hoy no come en casa pues ha salido con los compañeros.
Por la tarde lo podremos abrazar ya”.
Vino también del 26
al 28 de marzo de 1943, y regresó el 20 de abril de ese año para realizar exámenes de licenciatura en
Filosofía y Letras en la Universidad Literaria.
Trasladado a Roma
junto al fundador en 1946, regresó a Valencia en 1972, acompañando a san
Josemaría durante su viaje de catequesis por la península ibérica. Estuvieron
entre el 14 y el 20 de noviembre en la casa de retiros y convivencias La Lloma,
en Rafelbunyol. La escritora Ana Sastre lo recuerdo en este pasaje de su libro "Un tiempo de caminar".
En La Lloma estuvo también junto a san Josemaría del 2 al 8 de enero
de 1975, en las que serían las últimas navidades del fundador del Opus Dei.
En La Lloma, Rafelbunyol, en 1972, durante un encuentro del fundador del Opus Dei con jóvenes valencianos.
Fallecido el
fundador, Álvaro del Portillo regresó a Valencia en mayo de 1978. Realizó su
último viaje a nuestra ciudad en enero de 1992, para asistir al funeral de su
buen amigo monseñor Miguel Roca Cabanellas, arzobispo de Valencia. Muchos recuerdan su actitud recogida y piadosa
rezando de rodillas ante los restos de don Miguel, en el palacio episcopal de Valencia. Se alojó durante
esos días en el Colegio Mayor Universitario Albalat, donde mantuvo coloquios
con profesores y estudiantes de las universidades valencianas.
En el Colegio Mayor Universitario Albalat, de Valencia, en 1992.
En el Colegio Mayor Universitario Albalat, de Valencia, en 1992.
Conoció y trató
estrechamente a los obispos de Valencia:
Marcelino Olaechea, José María García Lahiguera, Miguel Roca y Agustín García Gasco. Éste últimos dejó
escrito un testimonio en el que entre otras cosas decía:
“Recuerdo con especial admiración su
actitud serena y su deseo de perdón ante la campaña de calumnias que algunos
suscitaron en torno a la beatificación del Fundador del Opus Dei”.
Durante el tiempo
que estuvo al frente del Opus Dei como Prelado (1975-1994) recibió a numerosas
familias valencianas, que acudían a
visitarle a Roma. Todos recuerdan con alegría y agradecimiento su amable y
paternal acogida, y sus consejos llenos de optimismo y visión sobrenatural.
Siempre animaba, con una sonrisa que desarmaba, a “arrimar el hombro” para
servir mejor a la sociedad con el trabajo profesional de cada uno, sabiendo
descubrir las necesidades de los demás, y ayudando a promover iniciativas
educativas y asistenciales para mejorar las condiciones de vida, especialmente
en los países más necesitados.
Durante las
jornadas de su próxima beatificación, y como agradecimiento a Álvaro del
Portillo, se reunirán en Madrid representantes
de cuarenta
de esas iniciativas sociales. Una de ellas es Harambee, que realiza proyectos
de desarrollo y promoción en diversos países de África, y en los últimos años viene
desarrollando también una creciente actividad en Valencia.