miércoles, 31 de agosto de 2016
El gran reformador. Un gran libro sobre el Papa Francisco
lunes, 24 de agosto de 2020
Cristianos en la sociedad del siglo XXI
Paula Hermida acaba de publicar un sugerente libro que recoge su diálogo
con monseñor Fernando Ocáriz, prelado del Opus Dei. Elegido tercer sucesor de
san Josemaría en 2017, Fernando Ocáriz es físico y teólogo, consultor de
diversas Congregaciones Pontificias, entre otras la de la Doctrina de la Fe, y
miembro de la Academia Pontifica de Teología.
Paula Hermida es filósofa y teóloga, especialista en antropología. Trabaja
como asesora editorial. Está casada y es madre de ocho hijos. Es lógico que una
mujer con ese perfil, intelectual inquieta, con sentido práctico y realista y
habituada a hacerse preguntas sobre los retos de nuestro mundo, no se conforme
con respuestas genéricas o superficiales. Plantea cuestiones presentes en el
debate público de modo incisivo y directo, que deja ver que han sido largamente
pensadas.
Hermida ha conseguido así un diálogo diáfano, agudo y penetrante, en el que
entrevistadora y entrevistado abren su mente y su corazón ante los retos que la
actualidad plantea al mundo y a la Iglesia, y dentro de la Iglesia al Opus Dei.
El resultado es un valioso conjunto de luces para entender mejor la actualidad
y lo que esta puede estar reclamando de la conducta de un cristiano corriente.
Acelerados cambios sociales, precipitados por la tecnología, han impactado
en núcleos esenciales de nuestras vidas, sobre cuyo sentido había amplios
acuerdos hasta no hace mucho. El trabajo, devenido en precario o ausente tantas
veces. La familia, unida por lazos que parecen debilitarse por momentos. El
extraño dilema entre economía y salud, que debemos resolver si queremos una
sociedad más solidaria y humana. La perspectiva trascendente, olvidada en un
mundo tan ajetreado que no deja hueco a Dios, pero añora el silencio y la
meditación…
Ante el prelado de una institución de la Iglesia católica como el Opus Dei,
cuya finalidad es extender el encuentro con Dios en el trabajo y en las
circunstancias de la vida ordinaria, ese acelerado cambio social, que afecta
precisamente a los ámbitos en los que discurre la vida de las personas
corrientes, surge la pregunta necesaria: ¿se puede santificar un trabajo
precario o inexistente, una relación familiar difícil y dolorosa? ¿Cómo hacer
presente a Dios en una sociedad de ritmo estresante y agresivamente
competitivo, entre gente cada vez más diversa y polarizada?
Cuando el libro ya estaba listo para la imprenta estalló la pandemia del
COVID-19, y ante esa nueva e inquietante situación Hermida amplió sus
interrogantes. Las respuestas de monseñor Ocáriz ofrecen una luz y un bálsamo
necesarios, que dan al libro una actualidad aún mayor.
La pandemia, con el confinamiento de medio planeta, nos ha hecho vivir
momentos sobrecogedores, como aquellas imágenes de la plaza de san Pedro vacía
y oscura, con el papa Francisco solo, junto al Cristo Crucificado. Solo, pero
acompañado en silencio conmovido por millones de personas en los cinco
continentes.
El Papa ante la imagen del Cristo en san Pedro Semana Santa 2020
Sorprende, en ese contexto de inquietud e incertidumbre en el que aún
estamos envueltos, la amable serenidad de las respuestas de monseñor Ocáriz.
Con sobria precisión -no sobra ni una coma en sus respuestas, va al grano sin
perderse en razonamientos ni digresiones- el prelado nos muestra con sencillez
una visión sabia de los problemas actuales, y ofrece pautas que la situación
quizá reclama de los cristianos de a pié.
En sus palabras destaca la centralidad de Cristo y su amor por los hombres.
Mirar a Cristo es descubrir que lo importante en toda situación es la persona,
cada persona, y su destino. Aprender de Cristo es enfocar la vida con un
sentido de misión, de servicio, con “actitud de agrandar el corazón para que
entren las necesidades y sufrimientos de los demás, pero no de manera abstracta”
sino comenzando por el cuidado de los que tenemos cerca. La historia se
construye con las pequeñas acciones de cada uno en su entorno.
Momentos como los actuales, en los que se percibe con claridad que somos
vulnerables, invitan a pensar en el sentido de la vida. “¿En qué estoy
empleando esa vida que se me va de las manos?” Esa es la gran pregunta que
deberíamos hacernos, dice Ocáriz. Que para un cristiano significa “¿A qué me
llama Dios?” Porque para cada uno Dios tiene un plan en el que colaborar.
Paula Hermida plantea también las preguntas que cualquier periodista
desearía formular acerca del Opus Dei y su evolución actual. Conservar la fe
recibida, dice Ocáriz, no te convierte en ultraconservador, como progresar en
la misión de extender la luz de Cristo no te convierte en progresista. Esos clichés
no nos dejan ver la realidad.
La esencia del espíritu del Opus Dei es encontrar a Dios en la vida
ordinaria. Ese es el núcleo del mensaje que san Josemaría, por inspiración
divina, predicó desde 1928, y que el papa Francisco ha querido recoger en su
encíclica Gaudete et exultate. La esencia no cambia, cambian las
circunstancias, los retos que en cada momento cultural e histórico es preciso
afrontar, y eso requiere capacidad de adaptación. La fidelidad a lo esencial
lleva consigo adaptación a las circunstancias, porque la fidelidad debe ser
inteligente y creativa, para que pueda responder a las necesidades de cada
momento y hacer así más efectiva la transmisión del Evangelio en la cambiante vida
ordinaria.
Dos palabras son claves para la vida cristiana, afirma el prelado: amor y
libertad, condición para el seguimiento cercano de Cristo. Dios nos ha creado
libres, porque nos ha destinado al amor y no se puede amar sin libertad. Pero
son conceptos cuya comprensión ha cambiado la cultura actual, y es preciso
devolverles su significado original. Como recordaba Benedicto XVI: “es preciso
fortalecer el aprecio por una libertad no arbitraria, sino humanizada por el
reconocimiento del bien que le precede.”
Muy sugerentes sus palabras sobre la amistad y el perdón, la
reconciliación, el diálogo y la tolerancia, elementos necesarios para la
construcción de la convivencia. Cuando el diálogo es difícil, señala, es
importante restaurar la relación de confianza. Por eso es importante la
amistad, el testimonio personal cercano que hace amable la verdad, a la vez que
se aprende de los valores de los demás.
Recordando a san Josemaría, señala que “la felicidad del Cielo es para los
que saben ser felices en la tierra”. Algunos piensan equivocadamente que “lo
cristiano” consiste en sufrir en esta vida y limitarse a esperar que las cosas
sean mejor en la otra. Pero el Cielo no es un premio lejano que nada tiene que
ver con la vida actual. Vivir santamente la vida ordinaria es tener ya el cielo
en la tierra. Y la misión del cristiano es que su vida se convierta en un oasis
de paz y alegría, que consuele y haga más llevaderos los sufrimientos o
preocupaciones de quienes tiene cerca.
Encuentro del prelado con jóvenes en Kenya
Un libro para leer despacio, y de vez en cuando volver sobre lo leído,
porque en cada repaso apreciamos matices nuevos. Sus ideas y orientaciones,
llenas de sentido común y cristiano, permiten entender mejor problemas con los
que a diario nos encontramos, y vislumbrar que todos tenemos a nuestro alcance
medios para contribuir a mejorar el mundo.
Publicado originalmente en Levante-EMV
sábado, 19 de agosto de 2023
Prelaturas personales: un fruto del Vaticano II
El Papa Francisco y el prelado del Opus Dei
La profesora Geraldina Boni, catedrática de Derecho canónico y Eclesiástico de la Universidad de Bolonia, analiza en este interesante artículo el reciente Motu proprio emitido por el Papa Francisco, que afecta a la única prelatura personal existente, el Opus Dei.
Salvando la libertad del Pontífice, manifiesta su sorpresa ante la inquietante precipitación con que se ha procedido, saltando ciertos protocolos habituales, y la aparente falta de diálogo previo entre las partes implicadas, que parece contradecir las reiteradas llamadas de Francisco a la sinodalidad.
Señala también la difícil asimilación que se pretende entre prelatura y asociación, ya que la primera implica esencialmente un caracter jurisdiccional que no existe en la segunda. Y sobre todo, la extraña posición en que se deja a los laicos, precisamente en una institución eminentemente laical como es el Opus Dei, en la que todos y cada uno de sus miembros han recibido la misma llamada divina a santificar sus actividades ordinarias en medio del mundo.
Geraldina Boni es también, desde 2011, miembro del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos.
La asimilación de las prelaturas personales a las asociaciones clericales
agosto 18, 2023
Primeras observaciones a la Carta Apostólica en forma de Motu Proprio del Papa Francisco con la que se modifican los cánones 295-296 relativos a las prelaturas personales.
El 8 de agosto, nada más regresar a Roma tras la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa, el Santo Padre emitió un Motu Proprio con el que introdujo una incisiva modificación del Código de Derecho Canónico promulgado por San Juan Pablo II en 1983. Esta vez en materia de prelaturas personales. Esta novedad legislativa suscita, desde un punto de vista puramente jurídico, bastantes cuestiones, y de cierta trascendencia, sobre las que merece la pena detenerse, aunque sea a modo de apuntes y sin pretender ser exhaustivo.
Sobre todo, parece natural que, ante
la aprobación de una legislación, el jurista centre su lente en los aspectos
formales de la misma. En este sentido, llaman inmediatamente la atención dos
peculiares modalidades procesales, excepcionales en sí mismas aunque de uso
frecuente en este pontificado. El primero se refiere a la promulgación del Motu
Proprio, que tuvo lugar a través de su publicación en el diario L'Osservatore
Romano: un procedimiento que es en sí mismo válido aunque diferente del
previsto como habitual por el Código. La segunda consiste en la decisión de la
entrada en vigor inmediata, sin prever vacatio legis, ni la más mínima.
Tan apremiante urgencia sólo puede entenderse si se tiene en cuenta que los
nuevos cánones atañen en realidad a la única prelatura personal existente, la
del Opus Dei, que actualmente, tras el Motu Proprio Ad charisma tuendum
del 14 de julio de 2022, prevé la modificación de los estatutos.
Y aquí es natural preguntarse si
esta misma urgencia no ha llevado a un abandono, quizás demasiado precipitado y
temerario, de los cauces normogenéticos habituales. No representan un homenaje
a un formalismo vacío, sino que son garantías de la perfección técnica de la
ley, así como instrumentos a través de los cuales puede expresarse la verdadera
sinodalidad: siempre sin perjuicio de la libertad del Romano Pontífice para
establecer las formas y el contenido de las normas a la hora de ejercer su
ministerio petrino. En efecto, si se observa que la novedad sustancial consiste
en asimilar las prelaturas personales a asociaciones clericales de derecho
pontificio con capacidad de incardinar y, en consecuencia, en considerar al
prelado como un 'moderador' con facultades de Ordinario, se ve cómo el
legislador universal se dejó guiar y adherir a una interpretación de los
cánones originales sobre las prelaturas personales que fue rechazada por la
doctrina claramente mayoritaria, totalmente fundada y con múltiples argumentos.
Un enfoque tan discutible tal vez hubiera sido poco probable si se hubiera
seguido la práctica habitual en la producción de leyes, y especialmente en la
modificación de los cánones del Código: escuchando a expertos y recogiendo
opiniones diversas y razonadas.
Independientemente de las
discusiones doctrinales sobre el tema, en las que no podemos detenernos aquí [1], cualquier canonista familiarizado
con la terminología tradicional utilizada en la Iglesia no puede dejar de
asombrarse de que una ʻprelaturaʼ se asemeje a una asociación. La palabra praelature
en derecho canónico identifica el ámbito de jurisdicción de un prelado, y
el título de prelado , además del meramente honorífico, alude claramente
a una autoridad jurisdiccional. Las prelaturas en la codificación de 1917 eran
las llamadas prelaturas nullius dioecesis, es decir, unidades
jurisdiccionales mayores, hoy denominadas prelaturas territoriales, asimiladas
a diócesis. No en vano el decreto conciliar Presbyterorum ordinis n. 10,
referido al comienzo de este Motu Proprio ahora comentado, hablaba
precisamente de «peculiares dioeceses vel praelaturae personalis»; es
francamente inimaginable que los Padres Conciliares, que sólo conocían las
prelaturas territoriales, cuando aprobaron la posibilidad de crear diócesis
particulares o prelaturas personales, pensaran en entidades parecidas a
'asociaciones'.
Además, como se ha observado
ampliamente en la doctrina, el mismo adjetivo personal indica que la
prelatura se define por la personalidad: es decir, que el pueblo cristiano
confiado al prelado se circunscribe a un criterio personal más que al habitual
de territorialidad. La asimilación a una asociación clerical llevaría a pensar
que la prelatura se compone sólo de clérigos: pero, si así fuera, no se
entendería en modo alguno a qué se refiere la cualificación personal .
Una contradicción de ardua disolución.
Por supuesto, nihil similia est
idem , y las 'prelaturas' personales resultantes de la revisión del código
no serían 'verdaderas y propias asociaciones clericales, sino sólo asimilables
a ellas. Sin embargo, el jurista debe captar el fundamento de la analogía
jurídica para poder delimitar con precisión sus consecuencias. En apoyo de la
nueva legislación sobre las prelaturas personales, el Motu Proprio en
cuestión cita el Concilio Vaticano II, señalando que se trata de esta figura en
relación con la "distribución de los sacerdotes, en el contexto de la
preocupación por toda la Iglesia", que parecen justificar la asimilación.
Salvo que a nadie se le escapa cómo distribuir el clero no es otra cosa que
desarrollar la organización pastoral, tarea primaria y exclusiva de la
jerarquía eclesiástica, más que de las iniciativas asociativas. En resumen,
incluso sobre la base de estas consideraciones solamente, no es fácil
comprender la proporción de la asimilación de dos figuras tan
heterogéneas.
Como se trata de una asimilación,
admite, pues, una gradualidad: pero el enfoque genérico de las asociaciones
clericales hace problemática la posición de los laicos, que «operibus
apostolicis praelaturae personalis sese dedicate possunt» (can. 296),
cooperando «orgánicamente». Y es precisamente aquí donde surge la problemática
más evidente del reciente Motu Proprio : ya que al aplicarlo a la única
prelatura personal existente hasta ahora, la del Opus Dei, no se puede dejar de
tener en cuenta su realidad social, formada por unos 90.000 fieles laicos
repartidos por los cinco continentes, asistidos por dos mil sacerdotes, así
como su misión, que consiste precisamente en difundir la santidad en el mundo.
Tampoco podemos olvidar que para tutelar este carisma , San Juan Pablo
II, como recuerda el Papa Francisco en su Motu Proprio Ad charisma tuendum,
había erigido la prelatura personal del Opus Dei, «orgánicamente estructurada,
es decir, de presbíteros y laicos». Fieles, hombres y mujeres, encabezados por
su propio Prelado», ya que «la pertenencia de los fieles laicos tanto a la
propia Iglesia particular como a la Prelatura, en la que están incorporados,
hace que la misión específica de la Prelatura fluya en la compromiso
evangelizador de cada Iglesia particular, como previó el Concilio Vaticano II
al desear la figura de las Prelaturas personales» (San Juan Pablo II, Discurso
del 17 de marzo de 2001).
En definitiva, precisamente en el
caso de la prelatura personal única erigida, el debido e ineludible respeto al
carisma auténtico, a la realidad social efectiva y a los derechos de los fieles
implicados exige que la novedad de la asimilación quede, por ahora, como mera
declaración de principios. Será entonces el futuro aclarar si la recepción de
la voluntad del Concilio Vaticano II tuvo como objetivo reorganizar la
estructura pastoral a través de "peculiares dioeceses vel praelaturae
personalis" para favorecer "obras pastorales peculiares"
(Presbyterorum ordinis, n. 10), incluyendo la de dar una respuesta
válida que se adhiera plenamente al carisma del Opus Dei no debe buscarse en
soluciones extracodiciales. Es decir, si ojalá no haya que esperar a una
reflexión jurídica más serena, meditada y compartida, en la que los ritmos
normogénicos distendidos permitan ese enfrentamiento sinodal previo a la
promulgación de las normas capaces de asegurar su conformidad con la justicia:
hacer realidad la aspiración – y la capacidad – del derecho canónico para
responder adecuada y fructíferamente a las exigencias pastorales de la Iglesia
de todos los tiempos.
Profe. Geraldine Boni
Catedrática de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico en la Alma Mater Studiorum Universidad de Bolonia
[1] Para
referencias bibliográficas, remito a Geraldina Boni, Suggestioni nascenti a
partir de la posible erección de una nueva prelatura personal para la
Fraternidad Sacerdotal San Pío X , en Derecho y religiones , XII
(2017), n. 2, págs. 17-108.
viernes, 13 de abril de 2018
Lecciones de comunicación del Papa Francisco
domingo, 6 de abril de 2014
Álvaro del Portillo, maestro de vida cristiana
Juan Pablo II saludo a Álvaro del Portillo en la plaza de San Pedro |
Salvador Bernal, periodista y autor de dos biografías de Álvaro del Portillo |
jueves, 23 de junio de 2016
El testamento de la abuela del papa Francisco
El fantástico libro El gran reformador, de Austen Ivereigh, sobre la vida de Jorge Bergoglio, tiene entre sus muchas cualidades la de ofrecer un contexto claro de cuanto ha influido en la trayectoria vital del futuro Papa Francisco. Ambiente familiar, estudios, las complejas corrientes ideológicas y culturales del momento, crisis políticas... Y desde luego, la acción del Espíritu Santo, que actúa tantas veces a través de personas que nos pone cerca.
"Que mis nietos, a quienes he dado lo mejor de mí misma, tengan una vida larga y feliz. Pero si un día el dolor, la enfermedad o la pérdida de una persona querida debieran llenarlos de aflicción, que no olviden nunca que un suspiro hacia el Tabernáculo, donde está guardado el más grande y más venerable de los mártires, y una mirada hacia María al pie de la cruz pueden hacer caer una gota de bálsamo sobre las heridas más profundas y más dolorosas."
¡Qué gran papel tienen reservado los abuelos! Sin saberlo, con su ejemplo y dando lo mejor de ellos mismos (también su oración, y su sonrisa, y sus consejos) están ayudando a forjar a los líderes que el mundo precisa. Más que líderes: hombres de Dios, que con su vida facilitan la acción al Señor de la historia.