lunes, 18 de junio de 2012

Europa debe reencontrarse





El Secretario para las Relaciones con los Estados de la Unión Europea, Mamberti, ha dirigido un breve discurso a los embajadores de países de la UE acreditados ante la Santa Sede el pasado 11 de junio.

 

Europa no se encuentra a sí misma, les ha dicho, y no se encontrará mientras no sepa mirar con agradecimiento a sus propios orígenes y los valores que la caracterizan.

 

No ha brotado por generación espontánea el reconocimiento de la dignidad de la persona humana, o el profundo sentido de la justicia y de la libertad, el valor de la laboriosidad, el espíritu de iniciativa, el amor a la familia, el respeto a la vida, el deseo de cooperación y paz...

 

Todos ellos son valores cristianos, muy alejados de las leyendas negras que con pasión morbosa nos hemos dedicado a fabricar para auto-calumniarnos.

 

Europa nació cristiana, y sólo permanecerá si es fiel a esos valores que la han cohesionado. Esa fue la visión de los padres de la UE: Robert  Schuman,  Alcide de Gasperi, Konrad Adenauer... El mundo necesita de sus valores, pero no sabrá aportarlos si los mira con desprecio.  

 

Europa tendrá algo bueno que ofrecer al resto de la humanidad si vuelve a reconocer agradecida sus orígenes,  y construye sobre ellos con creatividad el futuro.

Sí, es verdad que ha habido errores, personales y colectivos.  Pero la semilla de la doctrina estaba ahí, en nuestros orígenes, y a lo largo de los siglos, a trancas y barrancas, ha dado lugar a una civilización nunca jamás soñada en la historia.

 

Y los errores, reconozcámoslo con amor a la verdad, se han debido unas veces  al abandono personal o colectivo de la coherencia cristiana, y otras directamente a la negación personal o colectiva de Dios.

 

¿Hay que recordar que los mayores crímenes contra la humanidad los han causado el régimen nazi y los regímenes comunistas, todos ellos ateos?

 


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