viernes, 13 de abril de 2018
Lecciones de comunicación del Papa Francisco
martes, 10 de abril de 2018
Converso
Converso. Un conmovedor film de David Arratibel
He disfrutado
de esta magnífica película justo después del último post sobre el misterioso poder de la música,
capaz de elevarnos a alturas insospechadas. Este documental, realista, vivaz y
sincero, lo corrobora.
La música no es la protagonista del film. Pero está ahí. Porque la protagonista es una familia que ama la música, y es capaz de cantar o tocar el órgano como los ángeles, con esos armónicos que nos suben hasta las mismas puertas del cielo, y parecen dejarnos a merced del Espíritu Santo.
Los
protagonistas son los propios miembros de la familia de David Arratibel.
Uno tras otro, en poco tiempo y cada uno por su cuenta, han descubierto la fe y
se han convertido. David, agnóstico y perplejo ante el fenómeno, se propone
indagar qué ha pasado, en qué consiste esa conversión.
Y le sale una
película fresca, llena de vida, que iba a ser de conversiones y
ahora es sobre todo de conversaciones. Porque los miembros de la
familia, por primera vez, hablan de la fe entre ellos. Y se nota que tenían
ganas de hacerlo, porque se quieren.
Es encantadora
la sencillez y vivacidad con que narran su experiencia. La hermana mayor,
María, es un prodigio de alegre espontaneidad. Y el cuñado, organista y
profesor de música, explica con sencillez y expresividad de artista ese proceso
inefable en el que el principal protagonista es Dios, que nos sale al
encuentro como quiere y cuando quiere. Y uno no tiene más que
aceptarlo. La pena para David es que “al Espíritu Santo no se le puede
grabar”.
Es una película
de conversaciones pendientes, esas que lastimosamente
eludimos, a saber por qué, y que lamentaremos no haber tenido cuando ya sea
imposible. El fruto es asombroso, porque el rodaje tiene el efecto de una
catarsis familiar, de la que mana un bálsamo que fortalece y une más a todos.
Gracias a la comunicación, al diálogo, a la conversación libre de
prejuicios y amigable.
David Arratibel
nos plantea lo absurdo de eludir hablar de religión entre los seres queridos.
Aunque se sea agnóstico o ateo. ¿Por qué da cierto sarpullido sacar el tema?
¿Es una invasión de la intimidad? Pero, ¿cómo no hablar de Dios si
resulta que existe? Y si existe, ¿no es una barbaridad no tenerlo en cuenta?
Ese modo de preservar la intimidad ¿no será otra forma de caer en la tiranía
del silencio sobre Dios, que es silencio sobre lo esencial? ¿Por
qué eres tan miserable de no haber querido hablar de esto con tu familia?
Muy reveladoras
las confidencias de la madre. Describe su equivocado itinerario, tras el Vaticano
II: pensó con buena intención, como otros muchos, que para ser “cristiana
comprometida” había que afiliarse a algún partido o sindicato, y “agitar”. Y
terminó “comprometida”, pero dejó de ser cristiana.
Significativas
también las presiones que recibió David, desde algunos rincones del mundo del
cine, para no hacer la película. “Si la haces, que sirva para ridiculizarlos o
meterlos en la cárcel”. “¿Cómo voy a hacerles eso, si son mi familia?”
Hay
persecuciones, ha recordado el Papa Francisco: también en forma de
“burlas que intentan desfigurar la fe y hacernos pasar por ridículos.”
Gracias a Dios,
Arratibel tiene buena pasta y no ha caído en ese juego sucio. Y nos ha dejado
una película que es una delicia de veracidad, respeto y buen hacer.
sábado, 31 de marzo de 2018
El sentido de la música: la Pasión según san Mateo, de Juan Sebastián Bach
jueves, 29 de marzo de 2018
La Sábana Santa, un reto para la ciencia
Impresionante sesión anoche, en el Aula de Cuestiones de Actualidad Riublanch, abarrotada de asistentes, con el profesor Jorge Manuel Rodríguez, Presidente del Centro Español de Sindonología.
Este Centro, radicado en Valencia, se dedica al estudio científico multidisciplinar de las reliquias que se conservan de Jesucristo, especialmente de la Sábana Santa de Turín.
Cada año los científicos descubren con asombro nuevas y precisas coincidencias entre las huellas de la Síndone y los relatos del Evangelio. Como dice el profesor Rodríguez, estas coincidencias avalan con fuerza inusitada una realidad que ya conoce todo historiador: el Evangelio es el documento antiguo mejor documentado de la historia.
¿Qué origen tiene la huella que aparece en el negativo de la Síndone, en la que podemos ver el rostro claro de un hombre torturado y crucificado hasta la muerte? No sólo el rostro: vemos la figura entera de un cuerpo, el anverso y el reverso.
Y no sólo podemos verlo. La imagen está plasmada con tal precisión y la historia ha dejado tantas huellas en la Sábana que podemos analizarla con técnicas y procedimientos actuales y obtener con detalle muchísima información: calidad y tipo de tejido, de qué época y lugar procede, a qué usos se destinaba ese tipo de tela; torturas y sufrimientos que padeció el hombre que fue envuelto en esa Sábana, nada más fallecer; cuál era su grupo sanguíneo (AB); de dónde proceden los restos de polvo que aparecen en las plantas de los pies, o los granos de polen impregnados en la Sábana; el origen de las quemaduras que aparecen en varios pliegues simétricos de la Síndone, o de los remiendos que a lo largo de los siglos se hicieron para una mejor conservación de la tela (detalles estos que junto a otros invalidan la tristemente famosa, por errónea, prueba del Carbono 14)
Científicos de la NASA, después de múltiples estudios, llegaron a la conclusión de que no es posible determinar el origen de la imagen, y de que ni la ciencia ni la técnica actuales son capaces de reproducir hoy una huella similar. Una huella que contiene tal información que incluso se puede obtener de ella una imagen tridimensional.
El profesor Rodríguez ha realizado también una importante tesis doctoral sobre las implicaciones histórico artísticas de la Sábana Santa. ¿Qué relación tiene la Sábana Santa con la iconografía sobre Jesucristo, con unos rasgos coincidentes que se extendieron por toda la cristiandad a partir del siglo VI? Sus conclusiones son sorprendentes.
Contemplar esa imagen serena, de un hombre que ha sufrido hasta la muerte, en la que es posible intuir el amor en su serenidad, invita a un silencio emocionado y agradecido. Especialmente en estos días de Semana Santa.
No es una cuestión de fe. Es un reto para la ciencia. Y quizá también un mensaje para las mentes descreídas de nuestro tiempo.