Conocer la vida de grandes personas estimula nuestra capacidad de ser mejores. Es lo que sucede tras la lectura de esta magnífica y detallada biografía del beato Álvaro del Portillo, primer sucesor de san JosemaríaEscrivá al frente del Opus Dei, formado a su vera durante cuarenta años.
Nacido en 1914, falleció en 1994, y el 27 de septiembre de 2014, año de su Centenario, la Iglesia Católica celebró subeatificación con una solemne ceremonia que tuvo lugar en Madrid.
Así le describe quien le sucedió como prelado del Opus Dei, monseñor Javier Echevarría:
“El primer sucesor de san Josemaría en el gobierno del Opus Dei fue ante todo un cristiano leal, un hijo fidelísimo de la Iglesia y del Fundador, un pastor completamente entregado a todas las almas y de modo particular a su pusillux grex (…) con olvido absoluto de sí, con su entrega gustosa y alegre, con caridad pastoral siempre encendida y vigilante”.
“El primer sucesor de san Josemaría en el gobierno del Opus Dei fue ante todo un cristiano leal, un hijo fidelísimo de la Iglesia y del Fundador, un pastor completamente entregado a todas las almas y de modo particular a su pusillux grex (…) con olvido absoluto de sí, con su entrega gustosa y alegre, con caridad pastoral siempre encendida y vigilante”.
Educado en el seno de una familia cristiana, vemos crecer en
él desde muy joven rasgos y virtudes aprendidos de sus padres, como esa
armónica simbiosis de reciedumbre, audacia y delicadeza que adornaban a su
madre, mexicana.
Amable y de corazón, sufre ante las injusticias pero no
se queda en lamentos paralizantes, sino que reacciona con misericordia
operativa. Desde joven le vemos resuelto a aportar soluciones a su alcance con
sentido práctico: en sus ratos libres acude a barrios de la periferia de Madrid
con algunos amigos para ayudar en la formación de niños de familias que no
tienen nada. Allí sufre por primera vez la persecución del odio anticristiano.
Y así conoce a san Josemaría.
Esa operatividad práctica, reforzada más tarde
por la mentalidad de su oficio de ingeniero, se reflejará en sus
responsabilidades de gobierno en el Opus
Dei, en el impulso de innumerables iniciativas apostólicas de carácter social
en todo el mundo.
Conoce desde joven la pobreza y la necesidad de trabajar intensamente
para ganarse el sustento. Decide aplazar los estudios de ingeniería para terminar los de Ayudante de Obras Públicas,
más cortos, que le permitirán empezar a ganar dinero antes y así ayudar a su
familia, que ha sufrido importantes reveses económicos.
Vemos en él la virtud de la valentía, viviendo con sencillez
y naturalidad verdaderas epopeyas durante los duros años de la guerra civil,
poniendo en juego su vida. Más tarde le veremos también totalmente entregado a
su tarea pastoral, manteniendo un ritmo propio de una persona joven a pesar de
su precaria salud.
Durante los años del Concilio puso su inteligencia y enorme capacidad de trabajo y conciliación al servicio de la Iglesia. Su papel fue
destacado en la elaboración de importantes documentos conciliares, como los
referentes a la vida de los sacerdotes y
el papel de los laicos.
El libro abunda en detalles de su relación con
personalidades de la vida de la Iglesia, incluídos los papas desde Pio XII, y se entiende que monseñor Javier
Echevarría se refiriera a él, al fallecer, como un gigante en el firmamento de
la Iglesia del siglo XX. Fue también gran amigo y colaborador estrecho de Juan Pablo II, que acudió a rezar ante sus restos en cuanto le informaron de su fallecimiento.
Se recogen numerosos testimonios de personas que le
trataron más de cerca, muchas de ellas cardenales y obispos, y al hilo de sus
recuerdos describen su personalidad.
Surge un despliegue de cualidades humanas
que impresiona, e invita al lector a un examen personal de contraste. He aquí algunas de ellas:
-Determinación, escaso interés de protagonismo.
-Alegre, generoso, simpático, de gran bondad. Aunaba la fortaleza con la dulzura de trato. Candor y humanidad. Como dijo el periodista Vittorio Messori, que le entrevistó para uno de sus libros, "sólo comenzar a conversar con él daban ganas de confesarte."
-Alegre, generoso, simpático, de gran bondad. Aunaba la fortaleza con la dulzura de trato. Candor y humanidad. Como dijo el periodista Vittorio Messori, que le entrevistó para uno de sus libros, "sólo comenzar a conversar con él daban ganas de confesarte."
-Reflexivo, pero no indeciso: si decía “me lo pensaré”, no era excusa para no
hacer nada: lo pensaba y luego actuaba, con paz y serenidad. Se ha hecho muy popular la novena al beato Álvaro para pedir serenidad en momentos difíciles.
-Temple resuelto y
afable, preocupación por los demás, piedad sin ostentaciones. Siempre sonreía
al hablar, mostrando gran afabilidad, cordialidad y amabilidad.
-Inspiraba confianza en quienes le trataban. De mirada comprensiva y serena, abordaba todo
con sencillez y buena fe, con ausencia de malicia de ningún tipo.
-Tenía la inocencia del que actúa siempre con rectitud, cara a Dios; de quien no conoce las sombras de la complicación, de las envidias y rencores, de las segundas intenciones, de los recovecos interiores que provoca en el alma la soberbia.
-Tenía la inocencia del que actúa siempre con rectitud, cara a Dios; de quien no conoce las sombras de la complicación, de las envidias y rencores, de las segundas intenciones, de los recovecos interiores que provoca en el alma la soberbia.
-Inteligente pero sencillo. Inocente y candoroso, pero sin ingenuidades. Serio y responsable, pero cordial y amable. Profundamente bueno. Nunca daban su opinión si no se la pedían. Te hacía favores sin darte cuenta.
-Nunca hablaba mal de
nadie. Afable con todos, procurando tratar a muchos amigos. Mas bien callado,
solía intervenir cuando había que decir una palabra templada. Procuraba no
llamar la atención innecesariamente.
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Así le definen quienes le conocieron, y son expresiones que reflejan una admirable
personalidad, forjada durante una vida de entrega.
En don Álvaro esas cualidades humanas (que podrían resumirse
en estas cinco: inteligencia sobresaliente, fuerza de voluntad admirable, gran
capacidad de trabajo, carácter firme y afable, capacidad para hacer amigos
fuera de lo común) estaban vivificadas por unas virtudes teologales fuertemente
enraizadas.
Era un hombre de fe, llevada hasta sus últimas consecuencias, que está en la base de la nota más característica de su vida: la fidelidad a Dios, a la Iglesia y al Papa, al Opus Dei y a su fundador. De esperanza, que le movía a confiar siempre en el auxilio divino. Lleno de desbordante caridad con Dios y con el prójimo.
Era un hombre de fe, llevada hasta sus últimas consecuencias, que está en la base de la nota más característica de su vida: la fidelidad a Dios, a la Iglesia y al Papa, al Opus Dei y a su fundador. De esperanza, que le movía a confiar siempre en el auxilio divino. Lleno de desbordante caridad con Dios y con el prójimo.
Con la beatificación, la Iglesia propone a todos los católicos la imitación de sus virtudes y el recurso a su intercesión ante Dios para pedirle todo tipo de favores. La devoción a don Álvaro está muy extendida en los cinco continentes.
Aquí puede verse el documental Saxum, de 30 minutos, sobre la vida de don Álvaro:
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Aquí puede verse el documental Saxum, de 30 minutos, sobre la vida de don Álvaro:
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Entre 1939 y 1992 Álvaro del Portillo estuvo en Valencia al menos en 12 ocasiones, la mayor parte de ellos acompañando a san Josemaría:
-7 al 13 de junio de 1939, viaja desde Olot para asistir a
un curso de retiro que predica san Josemaría;
-5-20 septiembre de 1939, con san Josemaría
-4-6 enero 1940
-6-8 abril 1940
-18-20 julio 1940
-4-12 diciembre de 1940 (viaje de estudios con compañeros de
la Escuela de Ingenieros)
-26-28 de marzo 1943
-20 abril 1943 (exámenes de licenciatura en Filosofía y
Letras en la Universidad Literaria)
-Noviembre de 1972, catequesis con san Josemaría
-2-8 enero 1975 La Lloma (Rafelbunyol)
-Mayo 1978 La Lloma (Rafelbunyol)
-Enero 1992, para asistir al funeral de don Miguel Roca,
arzobispo de Valencia
Notas a una biografía de Álvaro del Portillo
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