jueves, 16 de mayo de 2019

Diálogo social según el papa Francisco




Diálogos de Teología en Almudí






He asistido en la Facultad de Teología de Valencia a una nueva edición de los Diálogos de Teología, que promueve desde hace años con notable acierto la Biblioteca Sacerdotal Almudí. Mayoría de sacerdotes entre el público, pero también éramos bienvenidos los civiles. Varios periodistas.  


El tema de este año era oportuno: Diálogo y Encuentro en el pensamiento magisterial del papa Francisco. Oportuno, porque parecería que la sociedad se tensa a medida que sus principales actores (políticos y periodistas, principalmente) olvidan la esencia de la democracia: promover, frente a la disgregación, el encuentro. Frente a la discordia, la concordia, que se hace a base de diálogo amigable, no de insultos ni descalificaciones. De respeto al otro, aunque piense diferente.


Una intervención clara y pedagógica del obispo de Menorca, monseñor Francisco Conesa, centró el tema. Para el papa Francisco, el diálogo y el encuentro se fundamentan en nuestra condición de hijos de Dios, y por lo tanto hermanos. La fraternidad universal está en la base del pensamiento cristiano, y es misión de los cristianos hacerla visible a los demás mediante una conducta coherente.

Promover el encuentro entre los diferentes requiere algunas disposiciones:

-No renunciar a la propia identidad. Sólo puede haber un diálogo constructivo mediante el conocimiento de lo que somos, de nuestros valores. Si no fuera así, se trataría de un diálogo en el vacío, en el que ninguna parte tiene nada que aportar a la otra. Sin identidad propia caemos en el relativismo, que es incapaz de construir y solo destruye. Esto no es monolitismo, si estoy abierto al otro.

-Apertura, sin miedo a lo diferente, a las aspiraciones del otro. Y eso requiere escucha, una escucha silenciosa que valora y mide lo que el otro propone y sus razones. No podemos perder, en un mundo que se mueve cada vez más y ya casi solo por sentimientos, la capacidad de argumentar y de razonar las propias convicciones, y de analizar en silencio la verdad que contienen las propuestas de los demás. ¡Qué lejos está de esto el odioso espectáculo que nos ofrecen algunos debates políticos! Por no hablar de la miseria verbal que ofrecen muchas cuentas de las redes sociales.

-Convencimiento de que toda persona tiene algo bueno que ofrecerme, y de que las diferencias me enriquecen. También las diferentes religiones contienen semillas de verdad. Y eso no significa relativismo, como algunos recientemente han afirmado. Está en  continuidad con el magisterio del concilio Vaticano II, que afirma que en toda religión, en toda cultura, hay algo que es manifestación del Espíritu, de lo que podemos aprender. Y esa realidad no es obstáculo para recordar esa otra obligación que tenemos todos los seres humanos, de buscar la verdad plena, sin conformarnos con pequeños atisbos de verdad.

-Sinceridad de intenciones. No basta dialogar por dialogar. Es propio del diálogo auténtico ver en él un camino hacia la verdad. El diálogo es un camino que recorremos juntos hacia la verdad. No buscamos imponer la verdad, sino encontrarla. Y en ese caminar juntos crece la solidaridad. No hay prisa si tarda en llegar el fruto, porque se anticipa ya en ese caminar juntos y encontrarnos como amigos, como hermanos. Se habló de un ecumenismo de la amistad, que el Papa está desarrollando, en continuidad con los anteriores papas, en sus recientes viajes a países como Marruecos o Bulgaria.

La Iglesia, afirmaba monseñor Francisco Conesa, trabaja para desarrollar ese diálogo con los Estados, con la sociedad civil, con otras religiones. Y pienso que con la Iglesia  todos los cristianos, cada uno a nuestra manera, estamos llamados a ser fermento de esa amistosa solidaridad fraterna que todos deseamos ver extendida hasta el último rincón de la humanidad. Pero, ¿estamos dispuestos realmente a dialogar, a ser pacientes, a ofrecer una mano amistosa a los que piensan diferente?




Amena y sugerente fue también la sesión con Eva Fernández, corresponsal de la cadena COPE en Italia y el Vaticano, gran conocedora del papa Francisco y de los intríngulis vaticanos. El papa Francisco comunica sobre todo con gestos, es su estilo. Y sus gestos, si estamos atentos, nos están transmitiendo la cercanía de Dios y su alegría. 


La periodista, que confesó el impacto vital que le produjeron los escritos de Benedicto XVI, afirmó también que hay que leer con detenimiento al papa Francisco para darse cuenta de su honda continuidad con el magisterio y la línea clara y bien pensada de su pontificado. Algunos han hablado de “cambio de paradigma”, pero no es así. La fe es la misma, aunque cada Papa hace brillar con luz nueva aspectos diversos de la misma fe cristiana, que siempre han estado ahí. Es el soplo del Espíritu Santo que dirige la nave de la Iglesia a través de las vicisitudes de la historia.


Se habló también del tratamiento mediático de los gestos y palabras del Papa. Hay que leer los escritos, homilías y discursos del Papa, no las interpretaciones que hacen los medios de sus gestos, que tantas veces se quedan en la superficie y con frecuencia tergiversan su pensamiento. Eva Fernández hizo un apunte sobre la falta de profesionalidad de algunos colegas periodistas, que parecen buscar la notoriedad y el impacto por encima de la veracidad y de una fiel intermediación entre el público y lo que hace y dice el Papa. Y aquí hay que hacer un merecido elogio a quienes, como Eva, trabajan con profesionalidad para hacernos llegar las palabras del Papa y el significado de sus gestos.


No hay que olvidar también la existencia de poderosos lobbies de comunicación, especialmente en Estados Unidos, interesados en manejar la opinión pública para favorecer sus intereses comerciales y sus políticas de dominio ideológico. Esos lobbies no soportan la autoridad moral de la Iglesia y tratan de socavarla. Con la misma intensidad con que preparan elecciones presidenciales, organizan campañas para favorecer la imagen de eclesiásticos supuestamente cercanos a sus posiciones, o para denigrar a quienes no se doblegan a sus designios.


Muy interesantes los detalles que ya en ambiente amigable y distendido contó la corresponsal sobre la política de comunicación vaticana, a veces errática, y el trabajo de los corresponsales  que sí quieren hacer bien su trabajo, que son la mayoría. 




Entrañables las anécdotas sobre la mutua admiración y cariño entre el papa Francisco y el papa emérito Benedicto, que se ven "fuera de foco" con mucha más frecuencia de la que sale en los medios. 

Tuvo palabras de elogio para el anterior equipo de comunicación del Papa, Greg Burke y Paloma García Ovejero, sacrificados hasta lo sumo para facilitar a todos su trabajo. Y también para los actuales, que están tratando de igualarles en un ambiente de difíciles vericuetos como es el Vaticano. 


Muy simpático también el elogio a colegas como Manuel Fandila y Leticia Sánchez de León, que facilitan el trabajo periodístico a los corresponsales antes de cada viaje papal, organizando desayunos informativos para describir el ambiente que se van a encontrar en cada país, darles contactos de amigos y traductores, etc. Eso es diálogo, encuentro... y camaradería de la buena.



miércoles, 15 de mayo de 2019

La infancia de Jesús


Jesús de Nazaret. La infancia. Joseph Ratzinger
Genealogía de Jesús, Dios hecho hombre



He releído La Infancia de Jesús, última publicación de la trilogía sobre Jesús de Nazaret de Joseph Ratzinger. Sabroso. A cada paso, nuevas luces. Es un don que tienen las obras del papa emérito Benedicto XVI: su potencia intelectual abre nuestra mente, iluminando con luces nuevas verdades de las que hasta ahora habíamos captado apenas la superficie.

Especialmente me han impactado sus reflexiones sobre la pregunta por el  de dónde viene Jesús, y las respuestas que se nos dan en el Evangelio.

Benedicto se fija en el significado de las diversas genealogías que los evangelistas nos presentan, de modos diversos pero con significados ricos y complementarios.

Tras el pecado original el hombre se convirtió en una bestia, se nubló su capacidad de distinguir el bien y se debilitó su voluntad de realizarlo. La Encarnación del Verbo es una verdadera nueva creación del hombre, a la que Dios nos invita: es preciso renacer de nuevo, y eso es lo que hacemos en el Bautismo.

Del mismo modo que somos herederos del pecado original de nuestros padres, por el Bautismo heredamos desde el primer momento de nuestra existencia el nacimiento a la nueva creación obrada por el Espíritu Santo, que en Jesucristo nos hace hijos de Dios en un grado más alto que antes del pecado original: es una verdadera nueva creación.

Explica Benedicto que los evangelistas Mateo y Lucas presentan la genealogía de Jesús de modos diferentes, pero complementarios. Buscan el número simbólico de 70 ascendientes, porque 70 significa plenitud: Jesús, al nacer, acoge y hace suya a la humanidad entera.

Mateo, tras mencionar a cada uno de los ascendientes varones con la fórmula “engendró a…”, da un quiebro al llegar a José y, contra lo usual, menciona a la Madre: “… José, esposo de María, de la cual nació Jesús…” Y es que en María aparece algo nuevo, se inaugura una nueva creación, obrada por el Espíritu Santo, que da un rumbo nuevo y decisivo a la humanidad.

Con Jesús nace un modo nuevo de ser persona, al que se nos invita a sumarnos. Jesús es hombre, es uno de los nuestros. Pero es también Dios, que se ha hecho uno de nosotros para que también nosotros tengamos acceso a esa vida nueva. “He aquí que Yo hago nuevas todas las cosas.”

Tampoco es anecdótico que en la genealogía de Jesús aparezcan los nombres de 4 mujeres. ¿Por qué aparecen? Algunos, dice Benedicto, han dicho que les une su condición de pecadoras. Pero no, les une sobre todo su condición de gentiles, no pertenecientes al pueblo de Israel. Ahora la Nueva Ley ya no es solo para el pueblo elegido, sino para la humanidad entera.

Juan no recoge ninguna genealogía, pero comienza su evangelio con la respuesta a la pregunta clave sobre Jesús: ¿de dónde viene? Es la misma pregunta que le hará Pilato: ¿De dónde eres tú? La misma que se hacen los judíos: “¿De dónde ha salido este, pues conocemos a sus padres y parientes? ¿No es el hijo de José, el artesano?

Es a esa pregunta a la que responde Juan al comienzo de su Evangelio: “En el Principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios… Y se hizo carne, y acampó (levantó su tienda) entre nosotros.

El hombre Jesús, dice Ratzinger, es el acampar el Verbo entre nosotros. Su existencia humana es la tienda del Verbo. Y la tienda es el lugar del encuentro. Su de dónde es el principio mismo, la causa primera de todo, la luz que hace del mundo un cosmos. Viene de Dios, es Dios mismo que viene a inaugurar un nuevo modo de ser persona.

A cuantos le recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.” (Jn 1, 12 ss).

Quien cree en Jesús entra por la fe en el origen personal y nuevo de Jesús, recibe ese origen como suyo propio, entra en el origen de Cristo. Por Cristo, mediante la fe en Él, ahora hemos sido generados de un modo nuevo por Dios, entramos en comunión con Él.

Ahora también nuestra genealogía se ha interrumpido, como la de Jesús al llegar a José. Ahora nuestra verdadera genealogía es la fe en Jesús, que nos da una nueva proveniencia, nos hace nacer de Dios. 

Como Él, ahora vivimos por obra del Espíritu Santo. Aunque mantengamos nuestra genealogía humana y mortal, tenemos esa otra, que hemos de guardar como se debe guardar la dignidad de la realeza. Ahora somos hijos de Dios.




Vale la pena leer el original de Joseph Ratznger. Releerlo con calma. A veces exige un esfuerzo especial de atención para no perder el hilo. Pero el esfuerzo tiene sobrada recompensa.


martes, 14 de mayo de 2019

Un perfil de Guadalupe Ortiz de Landázuri



Artículo publicado en el periódico Levante-EMV el viernes 10 de mayo de 2019. 



El próximo 18 de mayo tendrá lugar en Madrid la beatificación de la primera fiel laica del Opus Dei: Guadalupe Ortiz de Landázuri. Una química e investigadora que también ha dejado huella  en València, donde es muy conocida y querida entre la gente cercana a la Obra.

La investigadora enamorada de Dios

Es una mujer de nuestro tiempo, que hasta hace poco ha transitado por nuestras calles.  Intrépida desde niña: la única mujer en el aula de aquel  instituto de los años 30 en Tetuán, capaz de retar a sus compañeros a ver quién se bebe el tintero, y ella gana el reto. 

Apasionada por la química, una de las cinco únicas mujeres en el aula universitaria de Madrid, cuando la ciencia era rara avis entre las mujeres.

Independiente, trabaja como profesora de química en cuanto acaba la carrera. De cabeza científica, emprende investigaciones para la industria y para facilitar la vida a los demás: el empleo como material refractario de las cenizas de la cáscara del arroz, o el tratamiento de las nuevas telas que produce la industria textil. Sus investigaciones la traen a Valencia en diversas ocasiones, la última en 1973, como ponente de un congreso sobre el textil.

Sabe perdonar desde el minuto cero, y perdona a quienes fusilan a su padre (no hace falta mencionar el bando, que eso forma parte del perdón), y es capaz de hacer nacer la amistad entre personas que piensan diferente. 

Enamorada de Dios, desde que, joven profesora, inesperadamente, siente el flechazo de la gracia en su corazón: “para ti tengo otros planes”, oye en su interior cuando está pensando en su próxima boda.

Valiente, se lanza a comenzar el trabajo apostólico del Opus Dei en México cuando se lo pide su fundador, sin más medios que su propio ingenio y trabajo. Alegre y con un optimismo a prueba de bomba, capaz de capear las pequeñas o grandes tragedias de la vida cotidiana,  y levantar el ánimo a sus compañeras. “Y yo tan contenta” es su lema.

Mujer de gobierno, trabaja junto a san Josemaría en la sede central del Opus Dei en Roma, anticipando el deseo actual de la Iglesia de promover la misión de la mujer laica a puestos de responsabilidad de la estructura eclesiástica.

Con profundo sentido social, le apasiona enseñar y mejorar la cultura de las personas que tiene cerca. Nada más llegar a México promueve un centro rural  en una hacienda en ruinas desde la revolución mexicana: Montefalco. Trabaja con sus propias manos en el desescombro, con sustos de serpientes pitón y una picadura de alacrán que está a punto de anticipar su muerte. Hoy esa vieja hacienda es un centro de formación profesional que ha mejorado la vida a miles de personas.

Mujer fuerte, las fiebres cogidas en Tetuán y la picadura del alacrán en México han deteriorado su corazón, pero nadie lo nota, no se queja. Los médicos se asombran, cuando la revisan al final de su vida, de que con semejante estado de corazón haya sido capaz de mantener ese ritmo vital, con una sonrisa. Y es que es un corazón enamorado.

Es el perfil de GuadalupeOrtiz. El papa Francisco acaba de aprobar un milagro atribuido a su intercesión, y va a ser beatificada el 18 de mayo. No es un acto de homenaje, que no lo necesita. Es una propuesta de modelo cercano para nuestra vida corriente. Y una propuesta de amistad y ayuda, porque los santos están ahí para ayudarnos en nuestros pequeños y grandes  vaivenes de la vida.




Jesús Acerete

Puede leerse también aquí.


miércoles, 10 de abril de 2019

Diseño y arquitectura. Una mirada a África con Harambee


Una mirada a África desde la arquitectura y el diseño



África puede inspirar valores a los creativos de la arquitectura y el diseño en los países más desarrollados.

Es la conclusión de otra de las sugerentes tertulias de la Fundación Coso en torno a su iniciativa Diseñosque cambian vidas, a favor de la ONG Harambee.

El marco no podía ser más idóneo: la sede del Colegio de Arquitectos de Valencia.




En ameno diálogo de Amparo Ferrando con Ricardo Moreno, profesor de la Escuela Superior de Arte y Diseño de Valencia, y Macarena Gea, conocida arquitecta muy seguida en las redes sociales, se resaltó la irrepetible personalidad de África (Kapuchinski), capaz de atrapar el corazón de cuantos la visitan. Atrapa porque esconde unos valores que enamoran.




La imponente belleza y la fuerza de sus paisajes naturales, que se transmite como por encanto en la alegría de vivir de los africanos, en los fulgurantes colores de sus vestidos, en la apertura a la luz de su estilo de vida.

La serenidad de sus movimientos, en armonía con la naturaleza, que parece transmitir un ritmo más pausado,  más humano, alejado de nuestra estresante prisa que conduce a ninguna parte. 

Un estilo sereno de vida que invita a la interioridad y a la reflexión, a elevar la mente al Creador, a hablar con calma con amigos y seres queridos, a contar bajo las estrellas historias de familia, sin prisa.



La generosidad y espíritu de colaboración, aún en medio de condiciones de escasez y de pobreza. Una solidaridad que viven tantos africanos que, una vez formados, regresan a su país para contribuir al desarrollo de su tierra, trabajando para construir sociedades más justas y libres de corrupción y de guerras.



De ese sentido de cooperación solidaria participa la ONG Harambee (que significa todos a una). En la tertulia se anunció un nuevo proyecto de Harambee: conseguir 100 becas de estudio para que universitarias africanas puedan realizar estancias de especialización en universidades prestigiosas europeas, durante al menos los próximos diez años.

Ha sido una iniciativa del comité organizador de la beatificación de Guadalupe Ortiz, química española que realizó una gran labor de promoción de la mujer en aspectos educativos y científicos, y será la primera laica del Opus Dei beatificada. Van a colaborar tanto los asistentes a la beatificación como todas las personas que lo deseen, a través del Proyecto Becas Guadalupe





Una tertulia magnífica, en la que estuvieron presentes muchas diseñadoras que participaron en el reciente Premio del Desfile Diseños que Cambian Vidas, y entre ellas su ganadora, Lydia Herrero.

Sus preciosos diseños, artísticamente presentados por el equipo de CosoModa, Amparo Ferrando y Macu Martínez, daban prestancia, luz y color a la sede de los arquitectos valencianos.




viernes, 29 de marzo de 2019

Horizontes insospechados. Marlies Kücking


Horizontes insospechados. Mis recuerdos de san Josemaría Escrivá de Balaguer. Marlies Kücking. Ed. Rialp





Marlies Kücking (Colonia, 1936) estudió filología alemana e inglesa en Bonn y Colonia. Conoció el Opus Dei en 1954, gracias a un encuentro casual durante un viaje de estudios a Roma. Poco después, en 1955, pidió la admisión en el Opus Dei. Desde 1964 trabajó junto a san Josemaría en la Asesoría Central del Opus Dei en Roma. Actualmente es la responsable del Archivo General de la Obra.

Consciente del valor de lo que veía y escuchaba del fundador de la Obra, Marlies Kücking anotaba en un cuaderno las palabras y comentarios de san Josemaría, su modo de reaccionar antes los acontecimientos y noticias. A lo largo de la narración nos va desgranando esas anotaciones personales, que ha contrastado con los datos del archivo de la Obra.


Con estilo sencillo y familiar, en tono autobiográfico, la autora nos sumerge en la historia de los primeros pasos del Opus Dei en Alemania, cuando era una joven estudiante, su primer encuentro con san Josemaría en 1957, y sus años de trabajo junto a él en Roma, que describe como una aventura apasionante, que abrió a su vida horizontes extraordinarios e insospechados, abiertos a la fe en la acción de Dios en el mundo.



Es testigo de la determinación del fundador del Opus Dei para que las mujeres de la Obra, y todas las que se acercan a los apostolados del Opus Dei,  adquieran una preparación intelectual devanguardia, idéntica al menos a la que se requiere de los varones.


En 1957, siendo una joven universitaria, se incorporó al Colegio Romano de Santa María, erigido por san Josemaría en Roma para la formación en filosofía y teología de mujeres de la Obra de todo el mundo.  Desde principios de los años 50 comenzaron a pasar por ese Centro de Estudios Internacional jóvenes de los países en que la Obra había consolidado su trabajo apostólico, del mismo modo que los varones lo hacían en el Colegio Romano de la Santa Cruz.


Esa formación doctrinal-cristiana específica, realizada a nivel universitario, se sumaba a la que cada una tenía por sus propios estudios profesionales, realizados en sus países de procedencia. Así se preparaban para enseñar con hondura y propiedad la fe católica y el espíritu del Opus Dei como camino de encuentro con Cristo en la vida ordinaria.


En 1964 fue nombrada Prefecta de Estudios en la Asesoria Central del Opus Dei, encargada de velar por el desarrollo de los planes de formación religiosa, filosófica y teológica de las fieles de la Prelatura en todo el mundo. Su misión consistía en  adecuar la formación teológica a los estudios profesionales de cada persona y a las circunstancias de los diversos países, tratando siempre de que fuese del más alto nivel posible.





Más tarde fue nombrada Secretaria Central de la Asesoría, cargo que requería un estrecho trabajo diario junto al fundador, para despachar las cuestiones propias del gobierno del Opus Dei en lo que afecta a las mujeres, y a la Obra en su conjunto.


Describe esa tarea en el gobierno del Opus Dei como una aventura apasionante, que le llevó también a viajar por numerosos países y a conocer in situ a las primeras vocaciones al Opus Dei entre mujeres de todas las razas y lenguas.


Con fino sentido del humor y agudeza femenina –que logra hacer amablemente compatibles con una precisión germánica- abunda en anécdotas de la vida diaria, tanto en sus viajes como en el trabajo cotidiano de gobierno.  El relato, ameno y cuajado de anécdotas sencillas y sucesos relevantes, nos permite  adentrarnos en la vida de la institución y conocer más de cerca la rica personalidad de san Josemaría.




Sobre su experiencia de gobierno junto a san Josemaría,  Marlies Kücking destaca entre otros cinco puntos a los que el fundador daba importancia relevante:

1)  La confianza. El fundador confiaba plenamente en personas muy jóvenes nombradas para algún cargo de gobierno, y les animaba a tomar decisiones de acuerdo con las competencias por razón de su cargo.
2)  La colegialidad.
3)  El imprescindible aporte femenino.
4)  La audacia y autonomía en el desarrollo de las iniciativas apostólicas.
5)  Siempre, basarlo todo en la vida interior de unión con Jesucristo. Son reveladoras por ejemplo sus referencias a la piedad eucarística, a la fe en la presencia del Señor en la Eucaristía.


Las reuniones de trabajo con san Josemaría, afirma, eran una escuela en las que se aprendía a dar a todo trabajo un sentido de servicio, y que por tanto debía estar bien acabado, sin dilaciones, cuidando los detalles.

Se percibe a lo largo del relato un emocionado agradecimiento al fundador,  no sólo por el ejemplo de su vida, heroicamente fiel a la misión recibida de Dios, sino también por el derroche de cariño que hacía a diario, olvidándose de sí mismo, sufriendo con el que sufría. Y sufriendo también por la situación de la Iglesia, especialmente en los años 60 y 70, que fueron de gran desorientación doctrinal en muchos y de abandono de vocaciones sacerdotales en la Iglesia.


Oyó muchas veces a sanJosemaría pedir que rezáramos por la Iglesia. En una ocasión, durante un encuentro familiar, les dijo que había llorado, y que mirándose en el espejo no se reconocía: “Josemaría, tú eras jovial…” Se sobreponía, pero sufría. “El mejor modo de ayudar a la Iglesia es exigirnos cada uno en amor a Dios y a los demás, con generosidad total. Unirnos más, y manifestar con obras al Señor nuestro deseo de ser fieles.”


Ese cariño que san Josemaría enseñó a vivir es elemento sustancial del cariño en la Obra, que es una familia sobrenatural. Un cariño también humano, que se manifiesta en estar en los detalles y servir con obras, y que se abre a toda la Iglesia y al mundo entero.




miércoles, 27 de marzo de 2019

Instantáneas de un cambio. Un libro sobre Javier Echevarría, segundo sucesor del fundador del Opus Dei



Instantáneas de un cambio. Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei (1994-2016). Ernesto Juliá. Ed Palabra, colección Testimonios.




Ernesto Juliá (Ferrol, 1932), abogado, y sacerdote desde 1962, trabajó durante muchos años en la sede central del Opus Dei en Roma. Allí colaboró estrechamente con san Josemaría, y con sus dos sucesores, el beato Álvaro del Portillo y Javier Echevarría.


Ha sido testigo por tanto de la transformación paulatina que  la convivencia con dos santos operó en el segundo sucesor del fundador de la Obra, Javier Echevarría (Madrid 1932-Roma 2016), desde su llegada a Roma a comienzos de los años 50, siendo aún muy joven, hasta su elección como prelado en 1994, y después hasta su fallecimiento en 2016. Y a mostrar ese cambio en la persona de Echevarría dedica esta semblanza.




Javier Echevarría, llegado a Roma con apenas 20 años, aprende el espíritu del Opus Dei directamente de su fundador. Primero escuchándole, y muy pronto también viéndole trabajar desde su puesto de secretario personal. A medida que se va identificando con el espíritu de la Obra se producen cambios en su persona: en el carácter, en las disposiciones personales, en el modo de intensificar su colaboración en el trabajo para hacer realidad el Opus Dei en la vida de millares de personas de los cinco continentes. Se desarrolla su personalidad, y aparecen  matices nuevos que la enriquecen.


Juliá ilustra esos signos de transformación personal en la conducta de Echevarría con relatos significativos de su actividad diaria. Aporta también, al hilo del relato, una cuidada selección de textos y palabras de la predicación de don Javier, y de sus diálogos en encuentros familiares con otros fieles de la prelatura o con personas que acudían a visitarle.


En esos encuentros, Echevarría abría con sencillez su alma y volcaba cuanto había aprendido junto a sus predecesores. Se notaba cómo cada día acudía a la fuente de lo aprendido para hacerlo tema  de su oración personal, y cada día descubría matices nuevos en el carisma peculiar de la Obra.


Hablaba con una pasión emocionada que iba creciendo con los años, y a la vez con un cariñoso respeto a la libertad, tan propio de la Obra. El Señor quiere que vivamos en la libertad de los hijos de Dios, decía, sin encerrar el espíritu en una praxis humana. Dios no quiere que hagamos “algunas cosas”, quiere que nuestro hacer surja del ser, y no al revés.




Es interesante el análisis de las cuatro principales tareas que, a juicio del autor, hubo de afrontar Echevarría en el gobierno del Opus Dei.

La primera, implementar la Prelatura en la estructura de la Iglesia. La novedad de esta fórmula jurídica, prevista por el concilio Vaticano II y estrenada para el Opus Dei como fórmula idónea y perfectamente adecuada a su carisma peculiar, seguía sin ser entendida ni aceptada por algunos eclesiásticos. Esto exigió de Javier Echevarría una infinita paciencia para hacerla entender a estas personas.


Aunque muchos otros eclesiásticos sí entendían la naturaleza de la prelatura, y percibían que el espíritu del Opus Dei era verdadera obra de Dios, porque lo veían hecho realidad en la vida de fieles de la Prelatura, algunos canonistas no entendían, por ejemplo, que la incorporación de los fieles laicos a la Prelatura pudiera ser completa y permanente: esto era muy novedoso, para una mentalidad que no acabara de entender que la vocación cristiana entraña plenitud para cualquier bautizado, y no sólo para sacerdotes y religiosos. No aceptar esa radicalidad del compromiso cristiano supondría desvirtuar la realidad institucional del Opus Dei y su carisma fundacional. Era necesario hacerlo entender para evitar desvirtuaciones futuras, y a esa tarea se dedicó con intensidad don Javier.


La segunda tarea a la que dio prioridad Echevarría fue sostener el proceso de canonización de Josemaría Escrivá, secundando el clamor que millares de personas de todas las naciones hacían llegar a Roma sobre su fama de santidad. La canonización de san Josemaría, que tuvo lugar en 2002, fue otro modo de asentar el carisma fundacional, que abría un verdadero camino de santificación en medio del mundo y mostraba en la práctica la llamada universal a la santidad.



La tercera tarea a la que se enfrentaba era la de transmitir el espíritu del Opus Dei en su plenitud. Un espíritu que, en palabra del fundador, duraría mientras hubiese hombres sobre la tierra. Y ese durar tenía que ser en plena fidelidad, sin anquilosamientos ni desvirtuaciones por falsos acomodamientos al tiempo o los diversos lugares y culturas.

La cuarta tarea, continuar el crecimiento del apostolado de la Obra, en servicio de la Iglesia y según su carisma, en el que lo prioritario es cada persona, más que las obras concretas de apostolado.  

Toda esta labor, observa el autor, la realizó Echevarría siguiendo el ejemplo que aprendió de san Josemaría y del beato Álvaro: con el recurso prioritario a la oración, porque la fecundidad del apostolado está sobre todo en la oración.

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Son significativas también  las palabras de don Javier acerca de la creatividad e iniciativa en la misión apostólica del cristiano, y su misión en la cultura en que vive inmerso. Explicando la perennidad del espíritu de la Obra, que es la santificación de las actividades ordinarias del cristiano, mostraba que no hay que acomodar el espíritu del Opus Dei a la cultura vigente en cada momento, sino iluminar las culturas y civilizaciones que nos encontremos con el espíritu de la Obra que Dios confió a san Josemaría. Y eso requiere, decía,  que cada uno nos injertemos en el espíritu de la Obra, sea cual sea la cultura en que nos toque vivir, y actuar con libertad y creatividad.




Recordaba que era necesario dar sentido cristiano a la cultura, pero sin reduccionismos fáciles: porque Cristo no ha venido a establecer una cultura o una civilización. Su misión redentora es abrir el espíritu de los hombres de cualquier civilización y cultura a la relación con Dios, a la perspectiva de la vida eterna.

Los fieles de la Obra son gente de la calle, que viven cada cual de su trabajo y están siempre al día, y ponen el espíritu de la Obra en las circunstancias presentes, que son distintas de las que vivió el fundador o de los que vivirán dentro de 50 años. Es en esta hora histórica, y en cada lugar concreto que tenemos cada uno, donde hemos de hacer crecer el espíritu de la Obra vivificando todas las actividades. Un espíritu de concordia, de paz, de contribuir a resolver los problemas de nuestro entorno y los de la humanidad entera en la medida de las posibilidades de cada uno, dando a nuestro trabajo un sentido real de servicio a los demás.


Destacan especialmente las referencias a la centralidad de Cristo en la vida del cristiano, y por tanto de los fieles de la Obra. Las almas tienen sed de Cristo, no de comunicadores más o menos convincentes. Sólo en el Evangelio se encuentra la verdad salvadora. La verdadera felicidad es esa paz espiritual que solo se experimenta en unión con Cristo.

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Observa el autor cómo Javier Echevarría, para hacerse cargo de la ingente labor que le cayó sobre los hombros, creciente a lo largo de su vida, supo vivir lo que con frecuencia enseñaba: la humildad, base para acometer empresas grandes en lo sobrenatural.


Hemos de aprender, enseñaba, a prescindir de la memoria de nuestros errores y limitaciones, que nos lleva a sentirnos fracasados, a encerrarnos, a no abrirnos a la acción de la gracia. Somos instrumentos en las manos de Dios, Él pone el crecimiento. No ensoberbecernos creyéndonos alguien, somos chisgarabís (en expresión que solía usar san Josemaría), pero instrumentos en las manos de Dios. Y por tanto, dispuestos a rectificar siempre que sea necesario.

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Parafraseando unas palabras de Benedicto XVI, recién elegido Papa, sobre san Juan Pablo II, con el que tan estrechamente había trabajado durante años, en las que explicaba como sentía una presencia palpable de su predecesor, de sus palabras, y cómo buscaba la unión con él en la oración, Ernesto Juliá explica que esa misma cercanía, ese volver una y otra vez a los textos, a las palabras y a lo vivido junto a san Josemaría y al beato Álvaro, es la que Echevarría buscó de continuo y de manera creciente hasta el último día. Y esa presencia cercana de la acción de dos santos, con la gracia de Dios, fue la luz que le guió en su proceso vital de realización personal.





Cuando Echevarría viajó aMoscú en 2014, habló a las personas que acudían a recibir formación cristiana en la Obra de algo que llevaba muy dentro del alma: Todo el mundo debe sentirse querido. Cada persona que nos trate debe pensar “este me quiere, para él soy importante”. Esto es lo que se notaba junto a don Javier: trataba a cada persona con mirada de admiración. 

Nunca había sido su trato distante, pero fue un crescendo de cercanía a medida que pasaban los años. “Lo que Dios manda es que nos queramos”. Eso lo notamos cuantos le tratamos de cerca: las hechuras de su carácter se fueron transformando hasta llegar en sus últimos años a las de un verdadero padre lleno de cariño.

Por donde pasemos, decía, estamos llamados a crear un clima de familia, humano y cristiano. Había visto cómo san Josemaría difundía esa enseñanza a personas de todas las profesiones, y especialmente a las relacionadas con la salud. Una materialización de ese espíritu es el que san Josemaría infundió en el personal de la ClínicaUniversitaria de Navarra.  Don Javier llevó ese mismo espíritu, entre otros lugares, al Campus Biomédico que impulsó en Roma, hoy reconocido por la atención esmerada y delicada hacia los enfermos.

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El libro se lee con facilidad e interés, y ayuda a conocer más de cerca tanto a Javier Echevarría como rasgos esenciales de la vida y espíritu del Opus Dei.