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miércoles, 24 de febrero de 2021

La primera expansión del Opus Dei

 



Posguerra. La primera expansión del Opus Dei durante los años 1939 y 1940

 

El historiador Onésimo Díaz analiza en este libro el desarrollo de la Obra fundada por san Josemaría Escrivá en los meses que sucedieron al final de la guerra civil española.

 

En abril de 1939 el Opus Dei lo formaban 14 hombres muy jóvenes y 2 mujeres recién incorporadas. El único inmueble del que disponían para realizar su labor apostólica al comienzo de la guerra, la Academia DYA, en Madrid, había quedado toralmente destruido por los bombardeos y saqueos durante la contienda.

 

Onésimo Díaz, que es investigador del Centro de Documentación y Estudios JosemaríaEscrivá de Balaguer, ha tenido acceso para su trabajo a valiosa documentación, tanto la que se conserva en el Archivo General de la Prelatura (diarios de los primeros centros del Opus Dei, abundante correspondencia de aquellos jóvenes con el fundador y entre sí, relatos de conversaciones y correspondencia con autoridades eclesiásticas, etc.) como la del Archivo de la Universidad de Navarra, el Archivo General de la Administración y el del Palacio Real, entre otros fondos.

 

Con ese abundante material, el conjunto resulta una panorámica minuciosa y de gran detalle que nos permite asistir, casi a tiempo real, al desarrollo en las diferentes ciudades a las que acudían el fundador y aquellos jóvenes primeros que le secundaban con gran entusiasmo y no pocas dificultades: Valencia, Barcelona, Valladolid, Bilbao…


Se describen no sólo los detalles de la puesta en marcha de las actividades, sino también los pasos previos que tuvieron que dar y el motivo de que se comenzara concretamente en esas ciudades, que tenían en común ser sedes universitarias.

 

Onésimo Díaz ofrece también una contextualización de los hechos, en el marco de la situación que se vivía en esos inquietantes momentos de la posguerra en España y la Guerra Mundial en Europa.

 

Sorprende el esfuerzo agotador que debieron emplear el fundador y sus jóvenes seguidores (Álvaro del Portillo, Pedro Casciaro, Francisco Botella,…)  teniendo en cuenta las dificultades para viajar, la escasez económica y que la mayor parte de ellos no habían terminado todavía sus estudios universitarios y además seguían movilizados en unidades militares.

 

A lo largo del libro van apareciendo nombres de jóvenes que comenzaron a frecuentar las actividades de formación cristiana que se organizaban: así, en el capítulo dedicado a Valencia vemos los pasos de Rafael Calvo Serer, que había solicitado la admisión en el Opus Dei en 1936, Amadeo de Fuenmayor, José Manuel Casas Torres, Florencio Sánchez Bella, José Orlandis,…

 

Se narra también la intervención de amigos eclesiásticos del fundador, como Antonio Rodilla, Eladio España, Antonio Justo Elmida (rector del Colegio Mayor Juan de Ribera de Burjasot) o el obispo auxiliar de Valencia monseñor Francisco Javier Lauzurica, gran amigo del fundador desde que se conocieron en el seminario de Logroño, y con quien ya habían hablado en 1935 para comenzar cuanto antes en Valencia: sin duda su presencia fue determinante para que Valencia fuese la primera fuera de Madrid.

 

Se refleja también, gracias a las anotaciones que se conservan tanto en los diarios como en la abundante correspondencia, detalles del contenido de los medios de formación, y consideraciones sobre el espíritu y el mensaje del Opus Dei que escuchaban directamente del fundador.

 

Se percibe la sorpresa con que aquellos jóvenes escuchaban un mensaje que precisamente por estar enraizado en el Evangelio les sonaba a nuevo: la llamada a santificar el estudio y el trabajo profesional y todas las actividades de la vida ordinaria.

 

No se trataba de saber cosas, sino de vivirlas. Por eso el contenido de las actividades formativas era eminentemente práctico. Por ejemplo, en los Círculos de San Rafael, en el que se glosaba el Evangelio del día y se comentaba algún aspecto de la vida cristiana, el momento más importante era el del examen personal, unas preguntas redactadas por el fundador a las que cada uno debía responder en silencio en su interior.

 

Uno de aquellos jóvenes, Alfonso Balcells, a propósito de la predicación de san Josemaría en unos ejercicios espirituales a los que acababa de asistir, anota sorprendido que eran “ejercicios de vida, y no de muerte”. En contraste con lo que era habitual en aquellos tiempos, se fomentaba la alegría y la actitud optimista propia de los hijos de Dios, el amor más que el temor de Dios, la santificación de las actividades temporales, y no sólo el pensamiento del más allá.

 

En Valencia, la primera ciudad fuera de Madrid a la que extendió su trabajo apostólico, el Opus Dei cuajó con fuerza, y pronto hubo que buscar un lugar más amplio donde organizar las actividades de formación.  Se cambió un minúsculo entresuelo en la calle Samaniego, El Cubil, por una sede más amplia en la misma calle, que dio origen a la residencia de estudiantes Samaniego, que pocos años después se convertiría en el colegio mayor universitario de la Alameda.


San Josemaría y el beato Álvaro del Portillo
en los Viveros Municipales de Valencia
Octubre de 1939


Sorprende la fortaleza y el buen humor de aquellos primeros seguidores de san Josemaría, su capacidad de pasar por encima de las dificultades de todo tipo –que las hubo- y que esconde una profunda fe y la convicción de estar trabajando con un encargo divino en servicio de la Iglesia y del mundo.

 

A la vez, quedaba de manifiesto que lo importante en el Opus Dei no es disponer de instrumentos materiales, sino que cada uno interiorizase el mensaje y se propusiera seriamente imitar y seguir de cerca a Jesucristo en su vida ordinaria.  

 

El 5 de octubre de 1939 el periódico Levante se hacía eco de la primera edición de Camino, la obra más conocida de san Josemaría, que acababa de imprimirse en la ciudad del Turia, y tuvo un impacto inusitado entre los jóvenes.  

 

Es notable el esfuerzo de reconstrucción pormenorizada de los hechos y de su contextualización que ofrece Onésimo Díaz en este libro. El trabajo puede considerarse en continuidad con los escritos por José Luis González Gullón sobre los años anteriores del Opus Dei: DYA, la primera obra corporativa del Opus Dei, y Escondidos, que narra la aventura de supervivencia del fundador y los primeros fieles de la Obra en la zona republicana durante la guerra civil.

 

 


martes, 22 de diciembre de 2020

Lecturas: las ventajas de leer mucho y bueno

 

Foto El País


Ventajas de leer

Cuenta Teresa de Jesús, la santa de Ávila, que de niña devoraba novelas de caballerías. Siempre tenía alguna leyendo, y esperaba con ansia que le trajeran otra en cuanto la terminaba.

Al pasar los años, Teresa reflexionaba sobre el impacto en su personalidad de ese afán infantil y juvenil por la lectura. Sus conclusiones nos pueden servir.

a)       Esas lecturas le dejaban un cierto sabor de servidumbre (apego o esclavitud) y de irrealidad, porque leía cosas irreales, la vida no era así.

b)             A la vez descubrió el poder cautivador de la lectura y de contar historias: cuando abría un libro, aquello cobraba vida. Gracias al lenguaje humano. los libros nos dicen cosas, que luego nos acompañan en nuestra relación con la realidad. Cosas que, si el autor es bueno, nos ayudan a conocernos mejor, a conocer mejor a los demás, a modular nuestra forma de relacionarnos con cada persona. Leer permite afrontar mejor la vida y las relaciones.

c)               El riesgo no residía en el hecho de la lectura, sino en leer sólo por mera evasión. La lectura debe servir para la vida, y por eso quien escribe ha de ser capaz de despertar sentimientos, ideas y valores que sirvan para la vida. De lo contrario, corren el riesgo de hacernos perder el tiempo.  

d)               Gracias a su mucho leer adquirió un estilo propio, ágil, gracioso y fluido, con el que –al hacerse mayor- pudo comunicar de manera sencilla, atractiva y cautivadora su rica realidad interior, describir el ambiente en que vivió, las personas con las que se relacionaba, las costumbres de la época y, sobre todo, su apasionada experiencia personal de la relación con Jesucristo.


Edith Stein, intelectual judía. Leyendo a santa Teresa se convirtió a la fe católica

Los escritos de Santa Teresa han hecho bien a millones de personas, y han acercado a la fe a personajes como Edith Stein, hoy santa Teresa Benedicta de la Cruz.

También Edith Stein era una inquieta intelectual judía. Leía mucho. Esperando en casa de un amigo, tomó al azar un libro de su biblioteca. Era El libro dela vida, de santa Teresa de Jesús. Lo leyó de un tirón, y al terminar concluyó: “Aquí está la verdad”. Fue el detonante de su conversión a la fe católica, como rememoraba años más tarde en su autobiografía Estrellas amarillas.

Como Teresa de Jesús y Edith Stein, muchos de los grandes santos han sido grandes lectores. No hay más que recordar a san Agustín o a santo Tomás de Aquino.

San Josemaría Escrivá conocía los clásicos desde joven: expresiones de los Episodios Nacionales, de Benito Pérez Galdós, y de muchos otros autores, afloran con naturalidad en sus escritos, y contribuyen a dar plasticidad y estilo propio a sus obras y a su predicación.

 

Foto opusdei.es

La lectura de buenos libros es un ejercicio necesario para nuestras facultades intelectuales, afina el espíritu y abre horizontes de buenas ideas y nuevas formas de expresarlas.

La lectura nos ayuda a pensar. Quien ha leído mucho tiene más fácil el pensamiento discursivo, una conversación más rica y fluída, porque la lectura nos amplía el vocabulario. Es penoso escuchar “conversaciones” entre personas que apenas conocen el significado de unas pocas decenas de palabras, y tienen que acudir a gruñidos, tacos o aspavientos para comunicar sus opiniones o estados de ánimo.

Quien lee mucho, adquiere vocabulario, y así sabe llamar a las cosas por su nombre, que es el único modo de poseerlas: ser capaz de nombrar, de dar nombre, es manifestación de posesión y dominio. ¡Qué distinto es un paseo por el monte, cuando conocemos los nombres de las plantas y las podemos nombrar! Del mismo modo, qué distinto es nuestro pasear entre las personas cuando sabemos identificar y nombrar sus reacciones y sentimientos, y cuando sabemos expresar apropiadamente los nuestros.

Leer nos aporta riqueza de lenguaje, conocimientos y capacidad expresiva, y con ese bagaje podemos entrar en diálogo con los mejores creadores de ideas, construir un sano espíritu crítico con el que juzgar lo que acontece.

Leer mucho va enriqueciendo nuestra mente hasta permitirnos acceder a la lectura de libros cada vez más arduos y difíciles, que son necesarios para entender los complejos intríngulis de la vida.

Leer favorece la vida del espíritu, que crece mejor sobre el terreno abonado por la sensibilidad cultural. Leer afina nuestro mundo interior y la capacidad de disfrutar con la contemplación. Cuántas veces al leer una frase encontramos la descripción de un sentimiento personal, de una emoción recóndita, que intuíamos pero no sabíamos definir ni expresar hasta ese momento.

La lectura forma parte esencial de la formación cultural, que es –como explicaba san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei- indispensable para el cumplimiento del fin natural y sobrenatural de toda persona, y es aún más indispensable para todo cristiano corriente, de quienes Dios espera que sean capaces de transformar el mundo desde dentro, aflorando los valores del espíritu en y desde los ambientes profesionales y laborales. Y eso requiere incrementar constantemente la propia cultura, según la capacidad y posibilidades de cada uno.

El mundo necesita líderes culturales que muestren la belleza intelectual y moral de la fe y el modo de vivir cristiano. Personas capaces de idear y difundir estilos de vida acordes con la dignidad de la persona. Y eso requiere cultura.

 

Qué leer

Hay un libro único, capaz de satisfacer todas las inquietudes del hombre: el Evangelio. Es el libro que Dios usa para hacer presente su Palabra viva, y hablarnos.


Pantocrator del Sinaí


En realidad, el Libro por antonomasia es Jesucristo mismo, Dios hecho Hombre, el Verbo de Dios encarnado. Jesús es la Palabra que Dios nos envía en su Hijo.

El evangelista san Juan nos dice que “Al principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios.” Jesús es la Palabra que Dios nos dirige, a cada persona, para que conociéndola seamos capaces de entender quiénes somos, de dónde venimos, cuál es nuestro destino, y el Camino para llegar: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, nos dice Jesús de Sí mismo.

Por eso la primera “lectura”, la esencial, es mirar y contemplar a Jesucristo, escuchar lo que su Vida y su Humanidad nos dice. Santo Tomás de Aquino, una de las mentes más poderosas de la historia, que había escrito unos libros impresionantes, un buen día, tras un suceso extraordinario en su interior mientras celebraba la Misa, dejó de escribir. A quienes le preguntaban por qué ya no escribía, les decía que había entendido que el mejor libro, el que encerraba toda la sabiduría, era Cristo en la Cruz: ahí estaba todo.

El Evangelio nos narra los hechos y palabras esenciales que Jesús nos dirige a cada uno. No “nos dirigió”, porque nos las sigue dirigiendo. Es un libro que goza de algo que no tiene ningún otro: está inspirado por el Espíritu Santo. Un libro vivo, que esconde en niveles siempre más profundos llamadas al corazón y a la mente de cada persona que lo lee o escucha.

San Josemaría, refiriéndose al Evangelio, escribió: “Lo que allí se narra no sólo has de saberlo: has de vivirlo”. Y recomendaba que fuese una lectura meditada, a ejemplo de María, que conservaba en su corazón todo lo que veía y escuchaba a su Hijo. Desde luego también sirven los audios, aunque la lectura facilita más meditación.


                                  


Contemplar a Jesús. Leer y meditar su Vida en el Evangelio. Y asentar todo lo que ahí aprendemos sobre la base humana de una cultura que hacemos crecer con nuestras lecturas, con lo mejor que la mente humana ha sido capaz de escribir a lo largode la historia. No lo último es lo mejor.

Entre los grandes libros están los de los grandes santos, pero también los de los buenos novelistas, historiadores, filósofos, científicos, biógrafos… Aunque cada cual tiene sus gustos y preferencias, nos conviene leer de todo, mucho y bueno.

Aquí sugiero una propuesta básica de libros que contienen, a mi juicioo y cada uno en su estilo, una visión rica y coherente del ser humano. De diversas maneras, tienen en común que ayudan a entender mejor a la persona y al mundo en que vivimos.

Están divididos por áreas temáticas. Los hay de erudición y de entretenimiento. Pero de todos se pueden extraer valores.


Antropología



El hombre en busca de sentido. Victor Frankl

En torno al hombre. José Ramón Ayllón

Creación y pecado. Josep Ratzinger

Antropología. Juan Luis Lorda


Ética y virtudes



Las virtudes fundamentales. Josep Pieper

Ética a Nicómaco. Aristóteles

Moral, el arte de vivir. Juan Luis Lorda

Desfile de modelos. José Ramón Ayllón

Sexualidad, amor y santa pureza. J.M. Ibáñez Langlois

Carta a los jóvenes. Juan Pablo II

Verdad, valores, poder. Josep Ratzinger

Cartas del diablo a su sobrino. C.S. Lewis


Literatura



El principito. A de Saint Exupery

Matar un ruiseñor. Harper Lee

La última del cadalso. Gertrud von le Fort

Los novios. Alejandro Manzoni

El Señor de Bembibre. Eugenio Gil y Carrasco

Rebelión en la Granja. Orwell

La nueva vida de Pedrito de Andía. Rafael Sánchez Mazas

La isla del tesoro. Stevenson

En lugar seguro. Wallace Stevens

 

Biografías


                                                


La puerta de la esperanza. J.A. Vallejo Nájera

Confesiones. San Agustín

Libro de su vida. Teresa de Jesús

Tomás Moro. Vázquez de Prada

Dios o nada. Robert Sarah

Santo Tomás de Aquino. Chesterton

Olor a yerba seca. Memorias. Alejandro Llano

 

Contexto histórico



Tiempos modernos. Paul Jhonson

Historia de las ideas contemporáneas. Mariano Fazio

Leyendas negras de la Iglesia. Vittorio Messori

Historia de España moderna y contemporánea. José Luis Comellas

Una mirada a Europa. Josep Ratzinger

Dios y el mundo. Josep Ratzinger

El pontificado romano en la historia. José Orlandis

Un adolescente en laretaguardia. Gil Imirizaldu

 

Religión


Conocer a Jesucristo. Frank J. Sheed

Vida de Jesús. Francisco Fernández Carvajal

Jesús de Nazaret. Benedicto XVI

¿Es razonable ser creyente? Alfonso Aguiló

El regreso del hijopródigo. J.M. Nouwen

El poder oculto de la amabilidad. Lovasik

Para ser cristiano. Juan Luis Lorda

Amigos de Dios. Josemaría Escrivá de Balaguer

Catecismo de la Iglesia Católica

Una buena selección de libros de espiritualidad, ordenada por etapas en nivel creciente de formación: https://www.delibris.org/es/node/214454

 

Sitios de internet con buenas sugerencias sobre lecturas:

http://www.delibris.org/es/

http://troa.es 

https://www.aceprensa.com/

 

 

sábado, 2 de marzo de 2013

Historia de los Papas





El Pontificado Romano en la historia. José Orlandis.  Ed. Palabra


         Ágil y ameno recorrido por la historia del Papado. Junto a interesantes datos históricos, muestra la sorprendente realidad de cómo el Primado de Pedro ha sido reconocido siempre  desde el primer momento por la Iglesia católica.


Muestra también los claroscuros y avatares puntuales, que los ha habido. Son las lógicas deficiencias de un organismo en el que intervienen hombres, por tanto  seres  imperfectos. 

La función primacial del Papa se ha desarrollado en el tiempo y contando con el transcurso del tiempo, evolucionando  en sus manifestaciones accidentales, pero segura en lo esencial. 

La historia no ha hecho sino acreditar que el Primado de Pedro, y de sus sucesores los obispos de Roma, es un elemento fundamental de la constitución querida por Jesucristo para su Iglesia