Flores
para la señora Harris. Paul Gallico
La
señora Harris es una simpática y tenaz señora de la limpieza londinense, viuda,
que un buen día, al abrir el armario de una de sus clientas para ordenarlo,
siente el flechazo de un deslumbrante vestido de Christian Dior.
“Se
vio frente a un tipo nuevo de belleza: una belleza artificial, creada por la
mano de un hombre y un artista, pero artera y directamente dirigida al corazón
de la mujer (…) Una explosión de satén y tafetán carmesí, adornado con grandes
lazos rojos y una enorme flor también roja… Dejó de moverse, como si se hubiera
quedado sin habla, porque en toda su vida nunca había visto algo tan
emocionante ni tan bonito… En ese instante nació en su interior el deseo de
tener un vestido semejante.”
Con
fino sentido del humor, el relato nos sumerge en las peripecias de la señora
Harris, que con indudable tesón británico y frente a todo pronóstico logra
viajar a Paris -al Paris de los años 50, cuando viajar era todavía un lujo- y
entrar en el inaccesible mundo de la alta costura, del exuberante pase de
colecciones exclusivas en las
dependencias de Cristian Dior. Un mundo reservado a las grandes fortunas
se despliega ante ella en el 30 de la Avenue Montaigne.
La
trama, bien llevada, da giros insospechados, y lo que parecía una divertida
forma de penetrar en ambientes exquisitos acaba mostrándonos el verdadero lugar
que corresponde a la moda, por detrás en la escala de valores humanos. Y la
sufrida señora Harris hace grandes descubrimientos: el más importante, que a la
gente se la debe querer por lo que es y no por lo que aparenta. Y descubre
también la frustración a la que conduce todo deseo vanidoso, y el orden que
nunca debe falta en nuestras prioridades.
Este
relato de humor, cargado de valores humanos, tuvo tal éxito en su momento que
Gallico se sintió obligado a escribir otras dos novelas con la señora Harris de
protagonista.
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