Jesús de Nazaret. La
infancia. Benedicto XVI
El tercer
libro de la trilogía de Benedicto XVI sobre Jesucristo, es –como todos los de
Ratzinger- una clara fuente a la que podemos regresar una y otra vez para refrescar al alma. Cada vez descubrimos nuevos sentidos a la verdad sobre Dios y sobre nosotros mismos. Anoto tres de esas ideas luminosas, tras una nueva lectura.
Dios
actúa en la historia a través de personas justas
Las
palabras de la Sagrada Escritura no están dichas al azar. Tienen un sentido, y
nos va mucho en captarlo. Así, la palabra justo, referida a personas que son
justas a los ojos de Dios. José, esposo de María, era un hombre justo.
¿Qué
se nos está diciendo con ese calificativo?
Justos, en la Sagrada Escritura, son
los que viven las indicaciones de la Ley; los que oyen la palabra de Dios y la cumplen. Y con su ser justos según la
voluntad de Dios revelada, van adelante por su camino y crean espacios para la
nueva intervención de Dios en la historia.
Íntima
relación entre alegría y gracia de Dios
El
arcángel Gabriel, en la Anunciación, no se dirige a la Virgen con el
tradicional saludo judío “Shalom” (la paz esté contigo) sino con la fórmula
griega “chaire” (¡alégrate!) Con este saludo comienza propiamente el Nuevo
Testamento, que es precisamente la alegría de la Buena Noticia.
A
los pastores, en la Nochebuena (Lc 2, 10) el Ángel les dice: “Os anuncio una
gran alegría”.
Y
en la Resurrección aparece la misma fórmula: “Los discípulos se llenaron de
alegría al ver al Señor” (Jn 20,20). Y
el Señor les hace una teología de la alegría, que ilumina esta palabra: “Volveré
a veros y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría.” (Jn
16, 27)
La
alegría aparece en estos textos como un don del Espíritu Santo, que es el
verdadero Don del Redentor. En el saludo del ángel a María “se oye el sonido de un acorde que seguirá
resonando a través de todo el tiempo de la Iglesia”, que es el mismo sonido de
la palabra que designa el mensaje cristiano: el Evangelio, la Buena Nueva.
“Alégrate,
porque tu Dios está en medio de ti” (Sofonías 3, 14), está en tu seno.
“Alégrate,
llena de gracia”: alegría y gracia, en griego, se forman de la misma raíz:
chará y charis, van juntas e inseparables.
En
la Anunciación Dios revela su Nombre completo
Dios
inició su revelación en el Sinaí, presentándose a Moisés como Yahwe: el Dios que es. Propiamente sólo Dios es: "Yo soy el que soy".
En la Anunciación a María, Dios completa su nombre por medio del ángel, cuando anuncia el nombre que llevará el Niño: Jesús, que significa Salvador.
Dios
no es sólo el que es, es también un Dios que salva. Ese es su nombre completo.
El que nos ha creado, de quien procede todo ser, el único que realmente es, es
también el que salva, el único que puede salvarnos de nuestros desvaríos.
Dios
es, y es Salvador. Es un Padre lleno de amor, que no se conforma con ver a sus
hijos perdidos por el mal uso de su libertad. Y viene a redimirlos de su
esclavitud. Lo expresó el mismo Jesús en la maravillosa parábola del hijo pródigo.
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