Como anunciaba en la primera parte de esta reseña, anoto algunas de las muchas ideas
que invitan a la reflexión en este libro.
Alexis de Tocqueville (1805-1859), gran defensor de la
individualidad, critica sin embargo el individualismo.
Alertó de uno de los riesgos del sistema
democrático: la actitud de los hombres que se retiran del ámbito público
para encerrarse en el pequeño mundo de su propia casa y círculo de amistades,
con el pobre ideal de pasar la vida cómodamente.
Una de las consecuencias perversas de la mentalidad materialista y hedonista es la pérdida de virtudes cívicas, visible en la irresponsabilidad de quienes esperan que unos pocos, en cuyas manos se abandonan, se lo den todo hecho.
Una de las consecuencias perversas de la mentalidad materialista y hedonista es la pérdida de virtudes cívicas, visible en la irresponsabilidad de quienes esperan que unos pocos, en cuyas manos se abandonan, se lo den todo hecho.
Tocqueville afirma que la salud de
una democracia se demuestra en la
medida en que la mayoría no se transforme en despotismo hacia la minoría.
Por eso la democracia requiere de las virtudes
morales y de la libertad de prensa
(“instrumento democrático por excelencia
de la libertad”); y sobre todo requiere de la religión.
Tocqueville se sorprendió al
comprobar la enorme importancia que tenía la religión en la sociedad americana,
y la consideraba la salvaguarda más importante de la libertad. En la religión cristiana, decía, están unidas
fontalmente la libertad política y
la capacidad innovadora del individuo.
Sin visión trascendente no se puede sanar la tendencia de los hombres a una
vida cómoda. De la religión brota la
energía innovadora y la conciencia de la propia dignidad y libertad.
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El nacionalismo
es una ideología política, con diversas variantes, que ha protagonizado gran parte de los hechos
más relevantes en los dos últimos siglos. Contiene una parte de verdad: el amor
a la propia tierra y al ámbito que nos rodea, que nos da sentido y
comprensión.
Pero cuando convierte esta verdad en ideal Absoluto, transforma la nación en un fin en sí mismo, desprecia a otras naciones y culturas, y acaba convirtiéndose en una especie de religión sustitutiva (cfr. discurso de Juan Pablo II en la sede de Naciones Unidas, en 1995).
Pero cuando convierte esta verdad en ideal Absoluto, transforma la nación en un fin en sí mismo, desprecia a otras naciones y culturas, y acaba convirtiéndose en una especie de religión sustitutiva (cfr. discurso de Juan Pablo II en la sede de Naciones Unidas, en 1995).
Uno de los elementos
constitutivos del nacionalismo es la
visión reduccionista de la naturaleza humana. Identificar al hombre con su
pertenencia a una nación, cultura o raza, priva a la persona de algo esencial:
la apertura interpersonal, el respeto a la diversidad, la promoción del
diálogo, la conciencia de la radical unidad del género humano.
El nacionalismo es diferente del
buen patriotismo, una virtud humana
que consiste en el justo amor por
el propio país, que no impide el amor proporcionado a los demás.
La homogeneización lingüistica, en la que los dialectos son
sustituidos por la lengua nacional,
es otro efecto del nacionalismo. El nacionalismo revolucionario se
asienta en dos pilares: educación nacional y ejército nacional, y hace suya la
vieja y falsa idea de Rouseau de que
sólo el Estado puede crear buenos ciudadanos.
El concepto de guerra moderna
surgió con la Revolución francesa y
su antropología ilustrada: toda la
nación se ve involucrada en la guerra y el servicio militar pasa a ser
obligatorio. Los efectos del nacionalismo, que convierte a la Nación en madre por la que todos sus hijos deben sacrificarse,
han sido devastadores.
El falso mito del progreso: la razón
ilustrada termina en los lagers nazis y en la bomba atómica americana.
Auschwitz e Hiroshima destruyen el mito del progreso natural, necesario e
irreversible de la humanidad.
El impulso colonizador de las
grandes potencias (Gran Bretaña, Francia, Alemania, USA, Rusia e Italia) tiene
su origen remoto en el universalismo
cristiano: la conciencia intuitiva de que lo logrado por Europa a lo largo
de su existencia era patrimonio de todos, y debía ponerse a disposición de
todos. Pero era un impulso ya secularizado,
porque tuvo lugar a partir de 1870, cuando la ideología liberal progresista dominaba en los gobernantes de
Europa.
El credo que realmente se extendió (junto a las tecnologías y las ideas sociales) fue el liberalismo, credo del progreso y del enciclopedismo. La expansión del cristianismo fue mucho menor. Se universalizó la cultura occidental, de origen cristiano pero ya secularizada.
El credo que realmente se extendió (junto a las tecnologías y las ideas sociales) fue el liberalismo, credo del progreso y del enciclopedismo. La expansión del cristianismo fue mucho menor. Se universalizó la cultura occidental, de origen cristiano pero ya secularizada.
Liberalismo y marxismo comparten más de lo que parece: la visión
inmanentista y el reduccionismo economicista: ambas ideologías son materialistas.
La propaganda soviética logró que se identificara la denominación
“fascista” con “anticomunista”. Cualquier intento de crítica del comunismo era
inmediatamente etiquetado de fascista. Es interesante en este sentido lo que
aportan obras como El montaje, de Vladimir Volkof.
Nacionalismo y marxismo comparten la absolutización de lo relativo: la pertenencia a una nación o a una
clase social. Pero esos factores,
presentes en la vida de los hombres, no lo explican todo.
El régimen soviético era un
capitalismo de Estado. Se demostró que lo que oprimía al hombre no era la
propiedad privada, sino algo más profundo.
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Fazio presta atención también al islam y su extensión en los países democráticos de occidente. La fe musulmana, llevada a sus últimas consecuencias, implica unión
entre poder político y poder religioso, ya que para el islam la organización
jurídica proviene de la revelación.
Este hecho implica graves consecuencias para el orden internacional y para la salvaguarda de los derechos de la persona. Se puede decir que sólo un mal musulmán –que no lleva al límite su fe- no es peligroso.
Coincide en esto con Martin Ronheimer, quien señala que el auténtico enemigo del Estado laico no es el cristianismo, sino una cultura como la islámica que se conciba a sí misma como un proyecto unitario político-religioso.
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Este hecho implica graves consecuencias para el orden internacional y para la salvaguarda de los derechos de la persona. Se puede decir que sólo un mal musulmán –que no lleva al límite su fe- no es peligroso.
Coincide en esto con Martin Ronheimer, quien señala que el auténtico enemigo del Estado laico no es el cristianismo, sino una cultura como la islámica que se conciba a sí misma como un proyecto unitario político-religioso.
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Interesante la figura de Jacques Maritain, (1882-1973), con un
itinerario intelectual que comienza en el cientifismo y el socialismo. Gracias
al influjo de Bergson se libera del positivismo. En 1906, la amistad
con el poeta Léon Bloy y la lectura de sus obras, le acerca al cristianismo y se convierte a la fe católica,
junto a su mujer Raïsa, rusa hebrea.
Maritain convirtió su casa en las afueras de Paris en un lugar de encuentro con amigos intelectuales. Allí organizaba charlas para estudiar la doctrina católica, y retiros de contenido espiritual, predicados en ocasiones por el conocido sacerdote Garrigou Lagrange. Asisten personajes de la talla intelectual de Cocteau o Julien Green, y llegaron a lanzar una colección editorial.
Maritain es uno de los impulsores del neotomismo, y tuvo un papel muy importante en la elaboración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Maritain convirtió su casa en las afueras de Paris en un lugar de encuentro con amigos intelectuales. Allí organizaba charlas para estudiar la doctrina católica, y retiros de contenido espiritual, predicados en ocasiones por el conocido sacerdote Garrigou Lagrange. Asisten personajes de la talla intelectual de Cocteau o Julien Green, y llegaron a lanzar una colección editorial.
Maritain es uno de los impulsores del neotomismo, y tuvo un papel muy importante en la elaboración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Respecto del feminismo, Fazio analiza sus orígenes diversos: la Ilustración y su visión
igualitaria, el socialismo utópico, el liberalismo,… sin olvidar el influjo de
la antropología cristiana, que subraya la común dignidad de hombres y mujeres
en cuanto imagen de Dios.
Entre las diversas corrientes
feministas, el feminismo radical se
presenta como una ideología revolucionaria, basada en buena parte en la
sicología de Freud e inspirada en la escritora Simone de Beauvoir.
Este feminismo afirma que la verdadera liberación de la mujer consiste en la liberación de la heterosexualidad, porque “el matrimonio es fuente de opresión”. Pretende transformar el espacio privado, la intimidad del hogar y la familia, en espacio público - “lo personal es político”, afirma- lo que convierte esa ideología en un peligroso movimiento totalitario. Al considerar el dominio sexual como fuente de poder, reivindican el lesbianismo y el placer sexual de la mujer como medio de liberación.
Este feminismo afirma que la verdadera liberación de la mujer consiste en la liberación de la heterosexualidad, porque “el matrimonio es fuente de opresión”. Pretende transformar el espacio privado, la intimidad del hogar y la familia, en espacio público - “lo personal es político”, afirma- lo que convierte esa ideología en un peligroso movimiento totalitario. Al considerar el dominio sexual como fuente de poder, reivindican el lesbianismo y el placer sexual de la mujer como medio de liberación.
Sulamith Firestone, una de las principales promotoras del feminismo
radical, afirma que la causa de la
opresión de la mujer es la fertilidad. Su liberación, por tanto, exigiría
destruir la estructura de poder que la mantiene oprimida: si los obreros se
liberan apropiándose de los medios de producción, la mujer se liberará
controlando los medios de reproducción mediante la tecnología genética (Dialéctica del sexo, 1972).
En contraste, el feminismo cristiano ha continuado su lucha en favor de la dignidad de la mujer, siguiendo la tradición de una religión que ha difundido la igual dignidad del hombre y la mujer como hijos de Dios. Esta concepción revolucionó las categorías culturales machistas de la Antigüedad, como aún hoy podemos comprobar cuando comparamos la situación de la mujer en países de tradición cristiana con otros de influencia musulmana.
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En contraste, el feminismo cristiano ha continuado su lucha en favor de la dignidad de la mujer, siguiendo la tradición de una religión que ha difundido la igual dignidad del hombre y la mujer como hijos de Dios. Esta concepción revolucionó las categorías culturales machistas de la Antigüedad, como aún hoy podemos comprobar cuando comparamos la situación de la mujer en países de tradición cristiana con otros de influencia musulmana.
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Democracia no es agnosticismo moral: pertenece a la esencia del
régimen democrático la persuasión de que hay cosas que no se pueden hacer
nunca.
La libertad tiene una dimensión relacional esencial, no es un valor
absoluto en sí mismo, pues con ese modo individualista de concebirla se convertiría
en libertad de los más fuertes contra los más débiles.
La libertad no puede renegar de su relación con los demás y con la verdad. La libertad es auténtica cuando dispone a acoger y servir a los demás, y a distinguir entre el bien y el mal, y no los deja a su capricho.
La libertad no puede renegar de su relación con los demás y con la verdad. La libertad es auténtica cuando dispone a acoger y servir a los demás, y a distinguir entre el bien y el mal, y no los deja a su capricho.
Sentirse obligado significa que
se es libre. Todo deber implica libertad. Obligación
no equivale a ausencia de libertad, sino una presión ejercida por la fuente
de esa obligación (Henri Bergson).
La antropología cristiana no es
ni pesimista ni optimista, es realismo
sobrenatural: el mal alberga en el corazón del hombre, no basta con combatir las estructuras sociales para erradicar el mal:
es preciso comenzar por la conversión personal.
El amor es una prueba de la inmortalidad del alma. “Amar a un ser es decirle: tú no morirás” (Gabriel Marcel).
El camino que lleva a la fe cristiana es obrar según la verdad revelada. Compórtate como un cristiano y te darás cuenta de su verdad: fac et videbis (Pascal).
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Mariano Fazio no se limita a analizar las ideas. Además ofrece certeros razonamientos que ayudan a entender hasta qué punto son acordes con el bien del hombre, o si por el contrario son ideas nocivas para el hombre y que por tanto perjudican la convivencia social.
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Mariano Fazio no se limita a analizar las ideas. Además ofrece certeros razonamientos que ayudan a entender hasta qué punto son acordes con el bien del hombre, o si por el contrario son ideas nocivas para el hombre y que por tanto perjudican la convivencia social.