Navarro-Valls, el
Portavoz. 20 testimonios para la historia.
Ed Rialp
Cuando
Joaquín Navarro-Valls, Presidente de la Asociación de la Prensa extranjera en
Roma, recibió una inesperada invitación a comer de parte de Juan Pablo II, no
era consciente de que su vida estaba a punto de dar un giro sorprendente. “¿Qué
piensa usted del proyecto de reestructuración de la Oficina de prensa de la
Santa Sede?” le preguntó el papa durante el almuerzo. “No hace falta una
reestructuración, sino una revolución” fue su respuesta.
Juan Pablo
II había oído hablar del buen hacer profesional de Navarro-Valls, y su
invitación se debía menos al deseo de conocer la opinión de un prestigioso
periodista que al deseo de conocerle personalmente. Quería contar con alguien
que le ayudara a hacer llegar su mensaje con nitidez, sin filtros mediáticos, a
la opinión pública y a todo el mundo católico.
Navarro-Valls
no pudo negarse (“a un Papa no se le niega nada”), pero puso una condición,
propia de un buen profesional de la comunicación: quería tener hilo directo con
el jefe. Un portavoz necesita conocer el pensamiento y las motivaciones del
número 1 de su organización, y máxime en una institución como la Iglesia que se
supone debe regirse por el principio de transparencia y cercanía.
Su
condición fue aceptada: tuvo acceso directo al Papa, y estuvo presente en
muchas de las conversaciones más
delicadas del pontificado de Juan Pablo II: Ali-Agca, Fidel Castro, Gorbachov…
Navarro-Valls gozó de la plena confianza de un Papa santo, y esa libertad, en
perfecta sintonía con el papa, le permitió realizar una auténtica revolución de
la comunicación, que creó escuela y aún perdura en la comunicación vaticana y
de la Iglesia.
Este
magnífico libro recoge los testimonios de 20 amigos de Joaquín Navarro-Valls,
entre ellos muchos de reconocido prestigio profesional, como Alberto Michelini,
directivo de la RAI; la secretaria de Estado noruega Janne Haaland Matlary;
George Weigel, escritor y biógrafo de Juan Pablo II; Valentina Alazraki, de Televisa… La calidad
humana y profesional de los amigos dice ya mucho del temple del personaje.
Navarro
Valls era psiquiatra, pero su pasión por la comunicación y la política
internacional le llevó a estudiar también periodismo. Corresponsal de ABC en
Roma desde 1977, sus colegas acreditados en Roma le eligieron como Presidente
de la Asociación de Prensa Extranjera en Italia.
Sus colegas
le ven como un profesional de primera clase, con coraje, que sabía “mantener la
elegancia bajo presión”. Pero era también un hombre de fe, miembro del Opus
Dei, con una fe “robustecida por haber trabajado con tres santos”, en expresión
de Greg Burke refiriéndose a san Josemaría y al beato Álvaro del Portillo, con
quienes también había colaborado, y al propio san Juan Pablo II.
Son muy
sabrosas las anécdotas sobre la extraordinaria complicidad que se llegó a crear
entre Navarro-Valls y Juan Pablo II, llena por otra parte de sencillez, lealtad
y sentido del humor. De Juan Pablo II aseguraba Navarro-Valls que el secreto de
su comunicación no se debía “sólo a su magnífica expresividad comunicativa,
sino sobre todo a que decía la verdad. En Juan Pablo II se enlazaba a la
perfección lo bello, lo bueno y lo verdadero. Comunicaba a Dios, hacía amable
la virtud, hacía proposiciones que podían llenar una existencia. La fuerza de
su comunicabilidad no estaba sólo ni principalmente en la voz bonita o en sus
gestos expresivos.”
La sintonía
y complicidad entre ambos se manifestaba también en la serena profundidad de
las conversaciones que mantenían, por ejemplo durante algunos de sus paseos de
descanso. La facilidad con que se
remontaban de lo cotidiano hacia los aspectos más íntimos y sobrenaturales de
la presencia de Dios en el mundo.
“Santidad,
¿cuál es el aspecto de la fe que más le impresiona?”, le pregunta durante un
paseo Navarro. “El misterio sobrecogedor de la misericordia infinita de Dios
con los hombres”, contesta el papa sin pensarlo y mirándole a los ojos… El
rasgo de Juan Pablo II que más deslumbraba a Navarro-Valls era su sentido
sobrenatural, su vida íntima de relación con Dios: “rezaba como si no hubiera
otra cosa en la tierra.”
Norberto
González Gaetano, Vicerrector de Comunicación de la Universidad de la Sancta
Croce de Roma, cuenta la última charla que dirigió Navarro a 15 profesionales,
sobre el Amor a la verdad. Contó la respuesta inmediata que le dio san Juan
Pablo II a su pregunta sobre la frase que “rescataría” del Evangelio: “la
Verdad os hará libres”. Y Navarro añadió a los asistentes a su charla: “Pero la
Verdad es una Persona, no una idea. Y nuestra verdad es también personal: lo
que somos ante Dios.”
En su
emotivo relato, el periodista de la RAI Alberto Michelini cuenta que el trato
con Navarro-Valls le cambió la vida: le hizo descubrir el espíritu de
santificación del trabajo profesional. A Michelini le sorprendía la sintonía
perfecta con Juan Pablo II, que permitía al portavoz asumir y transmitir diáfano
el mensaje del Papa. Un papa que hablaba también mediante signos, que con
frecuencia expresan mejor que las palabras el lenguaje de lo inefable. Juan
Pablo II ponía los gestos y el mensaje, y su portavoz les daba cauce,
encontraba el momento y el enfoque adecuados para que esa voz fuera escuchada
en el mundo.
Luigi
Antolli, periodista de La Republica, asegura que los resultados del trabajo de
Navarro aportaron un “retorno de imagen”, en beneficio de la figura del papa y
del Vaticano. Convirtió una tradicional “dirección de oficina de prensa” en
portavocía de amplio campo, conquistando una libertad de iniciativa desconocida
para sus predecesores.
Juan Pablo
II apreció su profesionalidad y su estilo nada clerical. Junto a un encanto
personal enorme -simpático el comentario que hace al respecto Valentina
Alzraki- el secreto de su buena comunicación era un trabajo intenso y
sistemático, la valentía y magnanimidad con que se enfrentaba a los problemas
de fondo, y su rebeldía institucional para superar las barreras de la
burocracia frente a la innovación.
Logró
también conectar al papa con los obispos, venciendo la resistencia de la
Secretaría de Estado que veía invadida su prerrogativa de canal único con Roma.
La iniciativa del VIS -Servicio diario de Información Vaticana, que se emitía
puntualmente a las 12:00 cada día y llegaba en directo a obispos y medios
católicos de todo el mundo- fue una eficacísima arma de comunicación ideaba por
Navarro-Valls para que los obispos no tuvieran que enterarse de las noticias de
Roma a través de medios y agencias de noticias que frecuentemente tergiversaban
u ocultaban las verdaderas palabras del Papa. La Secretaría de Estado le negó
financiación para este proyecto. Pero Navarro no se frenó, y buscó
personalmente ayuda de empresarios de todo el mundo.
Respecto a
los corresponsales, Navarro sabía que el verdadero patrimonio de un portavoz es
la autoridad. Tiene que convertirse en fuente con la mejor información. Si eso
no ocurre, los periodistas buscan por su cuenta, y la institución no tiene voz
única, sino muchas voces discordantes. De hecho es lo que pasaba en el
Vaticano: cada periodista tenía sus fuentes reservadas, que les filtran todo
tipo de rumores sin confirmar.
Ezio Mauro,
editor jefe de La Republica y antes de la Stampa, dice de él que su alma de
periodista le llevaba a comprender instintivamente lo que estaba bien y lo que
no en la profesión, “incluso cuando cambió de bando y se convirtió en el
director de la oficina de prensa de la Santa Sede, y en vez de hacer preguntas
tenía que dar respuestas.” Aporta un lúcido comentario de Navarro sobre los
papas que conoció de cerca: “Juan Pablo II era el alma; Benedicto XVI, la
razón; Francisco, el corazón.” Y otro
sabroso comentario de Benedicto, cuando Navarro le advirtió sobre imágenes
y videos, diciéndole que en el mundo en que vivimos una imagen vale más que mil
palabras, Benedicto respondió. “Entonces debemos rezar para que llegue un
momento en el que una idea valga más que mil imágenes.” Es una oración que no
olvido, comentó Navarro.
Enzio
Marchione, Presidente de Ferrari, le describe como ejemplo de mente abierta y
modernidad extrema en su forma de ver y de pensar. Estaba convencido de que en
el mundo ni hay ni puede haber fronteras. Y por eso impulsó la exportación de
los valores de la Universidad de la Santa Cruz, como la humanización de la
Medicina o el desarrollo de la innovación periodística puesta al servicio de la
comunicación institucional de la Iglesia.
Navarro
Valls acompañó a san Juan Pablo II en más de 100 viajes por todo el mundo, a
128 países. Atendió a los 400 periodistas acreditados en Roma, y a miles que
acudían con motivo de los grandes eventos. Más allá de su papel de comunicador,
Juan Pablo II le encomendó misiones diplomáticas especiales, como las
conversaciones con Fidel Castro para aclarar las condiciones del histórico
viaje del papa a Cuba, o la representación del Vaticano en varias cumbres
mundiales de la ONU en las que su papel fue valiente y determinante.
Lo cuenta
con precisión Janne Halland. Supo enfrentarse a Al Gore, Vicepresidente de los
Estados Unidos, que con engaños trataba de imponer la mal llamada “salud
reproductiva”, que no era otra cosa que el control de natalidad y el aborto en
países emergentes, como fórmula de protección de las sociedades opulentas. La
delegación vaticana tuvo que librar batallas en solitario para oponerse al
nuevo orden mundial que intentaba imponer la ONU, que pretendía difuminar el
concepto de familia y redefinir el de derechos humanos, como forma de imponer,
entre otros males, el aborto.
El poder
del papa no es político, sino moral. Haaland hace un interesante comentario en
el que llama la atención sobre la fácil amabilidad con la que muchos cristianos
sucumben a la tentación de rendirse a los poderosos, que omiten defender la fe
y guardan silencio por cobardía. Se necesita coraje y valentía para luchar con
lo que está mal, y apoyar lo que es verdad. Es lo que hizo Navarro-Valls.
Yago de laCierva, que fue redactor jefe del VIS, encabeza su testimonio con el
significativo título de “Jefe y mentor”. Hay tres ideas, dice, que resaltan en
lo que aprendió de Navarro:
1) comunicación no es evangelización. Es en todo caso su avanzadilla. Las
argumentaciones del portavoz de una institución eclesial, que se pone en
relación con la sociedad en general, no pueden basarse en el Catecismo. Deben
participar en la dialéctica de la opinión pública tal y como es, siguiendo las
reglas de todas las instituciones en plano de igualdad. Sólo así se le aceptará
como una institución legítima y creíble.
2) no hay
que tener miedo a presentar el mensaje de modo inequívoco, no callarse al
explicar los puntos de fe o de moral cristianos que pueden no ser aceptados por
ciertos sectores sociales: si hay críticas, son la confirmación de que el
mensaje llegó.
3) hay que
llevar la iniciativa. Ese era el motivo de tantos viajes y eventos organizados
por el Papa: son ocasiones para lanzar mensajes sin esperar a ser interpelados.
Daniela
Petroff, de Time y Asociated Press, cuenta que sabía aconsejar como médico.
Tiene grabado su estimulante consejo, cuando se encontraba desolada por
haber perdido una hija en el atentado
terrorista de Fiumicino: “Recuerda que todo esto es parte de tu autobiografía.”
Todos los
testimonios destacan, junto a su profesionalidad, rasgos de una rica
personalidad como la independencia, la valentía y la lealtad. Rasgos todos
ellos muy unidos a otro esencial: su nulo deseo de hacer carrera en la curia.
Cuando tras 22 años dejó su puesto de portavoz por voluntad propia, durante el
pontificado de Benedicto XVI, eludió aceptar cualquier cargo en la Santa Sede.
Yago de la Cierva aporta también otro
dato relevante: no quiso editar sus memorias porque no quería hablar mal de
nadie.
Janne
Haland resalta también su discreción, su deseo de no llamar la atención y pasar
desapercibido. Manifestado en detalles como que no quiso que se supiera de su
enfermedad, pues era consciente de que atraería el interés del periodismo católico.
Rehuía todo protagonismo. Era “un soldado de Cristo, un hombre en misión,
ocupado en hacer el bien trabajando bien.” Puso su profesión al servicio del papa
y del bien común, sin encerrarse en una ambiente cómodo, y sin caer en la
ingenuidad ante las malas intenciones y el juego sucio de otros.
Muy interesantes
las ideas entorno a la importancia de la benevolencia en el mundo. El título de
su última conferencia -¿Puede la benevolencia cambiar el mundo?- habla de la
magnanimidad de su vida. Navarro no se conformaba con hacer algunas cosas
buenas. Apuntaba a mejorar el mundo, como debe hacer todo hombre de bien, todo
cristiano.
Con motivo
del 25 aniversario del pontificado de Juan Pablo II, fue invitado a pronunciar
una conferencia en la embajada de Italia. Describió el cuarto de siglo de Wojtyla como un “enorme
psicoanálisis colectivo de nuestro tiempo, en busca de un Dios removido y
enterrado en el inconsciente de la modernidad. Porque si la verdad está dentro
de mí, debe explotar tarde o temprano. No puedo rechazarla. De lo contrario, me
rechazaría a mí mismo.”
Un libro de lectura amena y reconfortante, que al paso ayuda a
conocer mejor una etapa muy determinante del pontificado romano y aporta luces novedosas sobre el papel de la comunicación institucional en la Iglesia.