El escritor y
teólogo estadounidense Scott Hahn es en la actualidad profesor en la
Universidad Franciscana de Steubenville. Su vida dio un giro radical cuando,
siendo ministro presbiterano y gran conocedor de la Sagrada Escritura, llegó a
la conclusión de que la Iglesia católica era la verdadera depositaria de la
tradición evangélica. Sus trabajos sobre apología del catolicismo han tenido
desde entonces enorme difusión.
Mientras era un
joven profesor de teología en el seminario presbiterano, el estudio detenido de
las obras de los Padres de la Iglesia, y especialmente de sus comentarios a los
textos bíblicos, le hizo comprender que el protestantismo había roto la línea
de continuidad con la fe de la Iglesia primitiva, y que en la práctica la
contradecía en puntos esenciales.
Hahn se había relacionado con varias personas del
Opus Dei cuando era un joven teólogo presbiterano, entre ellos un sacerdote de
origen polaco. Percibió en su trato amistoso el “aroma católico”, que antes
sólo conocía por los libros. Ahora lo veía hecho vida: “Estas personas leen la
vida de Jesucristo”, pensó.
Pero aún no había oído hablar del Opus Dei. La
primera vez que oye el término Opus Dei es cuando comenta a un sacerdote
católico que le ha sorprendido ver en la iglesia a dos personas leyendo el Evangelio,
pues pensaba que los católicos nunca leían la Biblia. “Deben ser del Opus Dei”,
le respondió el sacerdote. A Scot Hahn se le encendió una luz al escuchar el
nombre del Opus Dei por primera vez.
foto opusdei.es |
En el estilo de vida de esos amigos descubre poco a
poco que el Opus Dei era un sitio donde se sentía en casa. Y explica las
razones:
-la devoción a la Biblia de sus miembros: en el presbiterianismo
está difundido el prejuicio de que los católicos son unos ignorantes en materia
bíblica;
-su cálido sentido ecuménico: no sentían ningún
reparo en tratarle amigablemente, lo que chocaba con otro de sus prejuicios: que
los católicos rehúyen el trato con los protestantes por considerarlos “herejes”;
-su rectitud de vida: se notaba que trataban de
vivir según el Evangelio;
-su vida ordinaria: no eran teólogos, sino
profesionales de diversas profesiones que vivían una teología atractiva, no
sólo teórica;
-sus nobles aspiraciones profesionales: una sana y “santa
ambición” de aspirar a la excelencia en su tarea, inseparablemente unida a una
clara y decidida conducta ética;
-eran hospitalarios y acogedores;
-rezaban, dedicaban tiempo a la oración y al diálogo
con Dios…
Se sentía confortablemente a gusto con amigos así.
En otro de sus libros, La cena del Cordero, Hahn
cuenta sus primeras visitas a iglesias católicas, llenas de curiosidad, antes
de su conversión. En una de ellas, quizá la más determinante para su conversión,
contemplaba desde el fondo del templo la asistencia de los fieles a la Misa que
se celebraba en ese momento. Seguía atentamente las oraciones que sacerdote y
pueblo rezaban: las plegarias iniciales, las lecturas, el Gloria, la ofrenda
del pan y del vino, el Sanctus…
Y de pronto, al considerar las oraciones de la Misa
que estaba escuchando, entendió la grandiosidad de lo que allí sucedía, y que
ese era precisamente el significado de uno de los libros más difíciles del
Nuevo Testamento, el Apocalipsis: lo que el Apocalipsis describe punto por
punto es lo que sucede en la liturgia de la Misa, tal y como la celebran los
católicos: la Cena del Cordero, el único Sacrificio de Cristo, que se ofrece
eternamente por nuestros pecados. Se sintió deslumbrado por ese descubrimiento:
en cada Misa católica se reza y sucede lo que el apóstol san Juan describe
majestuosamente en el Apocalipsis.
Para un ministro presbiterano, unido al presbiterianismo
por fuertes lazos familiares, sociales y profesionales, dar el paso hacia la
Iglesia católica no resultó fácil. Junto a su mujer, Kimberly, dedicó otro de
sus libros -Roma, dulce hogar- a narrar ese emocionante itinerario.
Tras ser admitidos en la Iglesia católica, no
tardaron mucho en solicitar la admisión en el Opus Dei como miembros supernumerarios.
Es a este aspecto concreto de su conversión -el papel que en ella jugó el espíritu
de la institución fundada por el san Josemaría Escrivá- a lo que dedica este
libro. Nos da así la oportunidad de conocer el espíritu de esa prelatura de la
Iglesia católica desde la perspectiva singular de un norteamericano, experto en
estudios bíblicos, que ha sido pastor protestante y es padre de familia.
Esa perspectiva ilumina con luces no habituales los
rasgos del espíritu de esa prelatura de la Iglesia católica, cuya misión es
recordar la llamada universal a la santidad a través del trabajo y de las
actividades de la vida ordinaria.
Como no podía ser de otro modo, dada sus
conocimientos de Sagrada Escritura, Scott Hahn se detiene en los rasgos del
espíritu de la Obra que le remiten a la vida de los primeros cristianos. Por
ejemplo, el valor del trabajo como quicio de la santificación, una idea que
para su mente formada en prejuicios anticatólicos resultaba novedoso escucharla
en labios católicos.
foto opusdei.es |
Conocedor de la arqueología cristiana, al
reflexionar sobre el espíritu de santificación del trabajo cae en la cuenta de
que las tumbas de los primeros cristianos no tenían adorno de cruces, sino de
herramientas de trabajo, las propias de quien estaba allí enterrado: esas
herramientas habían sido su lugar de encuentro con Dios, su forma de contribuir
a completar la obra de la creación: por eso las destacaban. Esa es precisamente
la cautivadora predicación de san Josemaría, fundador del Opus Dei, para quien
el trabajo consiste –sintetiza Scott Hahn- en cosas bien hechas, hechas a
tiempo y ofrecidas a Dios.
También fue un grato descubrimiento para Hahn la
figura de san José, cabeza de la Sagrada Familia, Patrono de la Iglesia, y
también del Opus Dei. “San José no se permitió la dispersión en muchas
direcciones. Trabaja duro y es conocido por su trabajo: carpintero, artesano.”
De san José podemos aprender, como enseñaba san Josemaría, a llevar bien las
dificultades de la vida. Como ha escrito alguien, “la vida es eso que te pasa cuando tienes otros
planes.” San José supo adaptarse con creatividad a las dificultades que le
fueron surgiendo en el camino de la vida, y de su creatividad se sirvió Dios
nada menos que para proteger, cuidar y educar a su Hijo.
Junto al trabajo, el amor. Señala Hahn que lo que
impresionó de los primeros cristianos a los antiguos romanos no fue su arte, ni
sus argumentos, ni su literatura, sino su amor. “¡Mirad cómo se aman!”. Pero
ese amor requiere conversión, que significa salir del egoísmo para poner
primero a Dios, y por Él a los demás. Y eso es lo que se procura en el Opus
Dei, señala Hahn: cada uno procura sembrar paz y alegría, que son fruto del
amor sincero a los demás, en las relaciones sociales, desde el lugar que ocupa
en la sociedad.
Ese amor lógicamente comienza por la propia familia:
“Si buscas la conversión de los amigos, o de la mujer, procura “aflojar” en
teología y razonamientos, y aprieta en cariño: “enciende el romance” con tu
mujer, aconseja Hahn. Y aporta su experiencia personal. Su mujer, presbiterana
como él, y de familia de abolengo presbiterano, sufrió mucho al verlo cambiar.
Con el cariño y la comprensión, que era lo que enseñaba san Josemaría, logró
superar el conflicto. No mucho después, Kimberly Hahn, razonando y rezando por
su cuenta, pidió también ser admitida en la Iglesia Católica.
Muestra Hahn el valor esencial de la oración en toda
iniciativa de apostolado: en el Opus Dei ha aprendido que lo primero es rezar
para que Dios nos haga ver lo que necesitan nuestros amigos, sus auténticas necesidades.
El apostolado cristiano consiste sobre todo y primero que nada en querer a los
demás, y por eso descubrir sus necesidades, no sólo espirituales, y tratar de
ayudarles.
El libro se lee con agrado, como también las demás obras del autor, que ayudan a entender mejor el cristianismo y la historia sagrada.
Sala multimedia en Saxum Visitor Center |
Son muy conocidos los videos de Scott y Kimberly sobre Tierra Santa, para dar a conocer Saxum, una iniciativa del Opus Dei cerca de Jerusalén para facilitar a los peregrinos el conocimiento detallado y profundo de los Santos Lugares.