El Día de la Independencia. Richard Ford. Ed Anagrama
Mientras prepara la fiesta del 4
de julio, Día de la Independencia de los Estado Unidos de América, un agente inmobiliario rememora los hechos más trascendentales de su
vida. Todo gira en torno a su situación de divorciado, las relaciones con su ex-mujer
y sus dos hijos, su compañera ocasional
actual… los tristes restos del naufragio de su familia.
Vemos a lo largo de la novela la
vaciedad de la vida de una persona que ha perdido el sentido del matrimonio, de
la familia, de su papel como esposo y como padre. El autor retrata en el
protagonista al norteamericano medio, y a buena parte de la sociedad
norteamericana y occidental de nuestros días.
Los pequeños acontecimientos de
los tres días en que transcurre la acción, relacionados en buena arte con su habitual trabajo de venta de casas,
dan pie para fotografiar el materialismo rastrero y banal, falto de ideales altos y nobles, que a menudo atenaza a la persona en una sociedad que ha perdido el sentido de la familia y se
ha olvidado de Dios.
Richard Ford escribe con maestría. Se aprende leyéndole. Con esta novela ganó entre otros el premio Pulitzer. Describe con acierto y realismo situaciones corrientes en la sociedad actual, en tantos aspectos deshumanizada.
No apunta
soluciones, pero deja al lector con el
convencimiento de que esa vida superficial, regida únicamente por la búsqueda
de bienestar material y placer, sexo y relaciones
sin compromiso de futuro, no es buena para el hombre. Algo falta, y lo peor sería darla por normal.
Y eso ya es algo: la lectura, quizá sin pretenderlo expresamente, invita
a cambiar el rumbo cuando nos hemos dejado arrastrar por esas corrientes ideológicas nocivas por egocéntricas y disgregadoras. Anima, a mi juicio, a orientar la vida en una dirección más acorde con el ser humano, capaz de lealtad y compromiso en sus relaciones matrimoniales y familiares, y hecho para relacionarse con Dios. Por ahí discurre su verdadera realización, y con ella su felicidad.