Se confirma: el observador lo ha presenciado. En BANESTO hay empleados trileros. Ha tomado nota de la conversación:
-“Sí, ya tengo el contrato”, dice el bancario que se negaba a entregarlo.
-"Quiero verlo", responde la pobre mujer cliente, a la que el banco le viene robando tasas indebidas de 34 euros.
-“Bueno, no lo tengo pero he visto lo suyo”.
-"¿Pero no ha dicho que lo tenía?"
-“Lo he visto y tiene razón, no se contempla lo que dice”
-(¿?)
-“O sea, que no tenían que haberle cobrado esa tasa."
-"No es una, son ya tres", dice la pobre mujer.
-“No. Bueno, son dos, a ver….” Y hace como que busca en el ordenador, cuando uno intuye que conoce perfectamente que son tres...
-“Pero claro, la de enero puedo pedir que se la abonen, aunque no le aseguro nada. Pero la de junio…”
-"Me acaba de decir que las han cobrado indebidamente, ¿y dice que no me asegura que la devuelvan? ¿Son capaces de eso?"
-“De eso y de mucho más...” se le escapa por lo bajo al empleado trilero.
Y el observador se confirma en sus sospechas acerca de la honradez de las prácticas de BANESTO.
-“Pero que conste que recibirá una carta del banco –dice el trilero en tono de reconvención- porque claro, usted factura muy poco, y eso, pues claro… Desde luego factura más del mínimo que señala el contrato (¿pero existe o no ese contrato?), pero no mucho más, y claro…”
Y el empleado mira al observador, y no se atreve a usar las expresiones que usó cuando tenía ante sí a la pobre mujer, sin testigos, y le espetó aquello de que “usted no le interesa a nuestro banco, por eso le estamos cobrando tasas inexistentes y contra todo derecho, y si no le gusta se busca otro banco”.
No, esta vez no se ha atrevido, porque hay testigos junto a la pobre mujer. Pero la pobre mujer no se irá hasta que le devuelvan su dinero, y hace bien. A estos hay que desenmascararlos, y llegar hasta el Presidente de Banesto si hace falta. ¿O está el Presidente en el ajo también?
Con esas prácticas se hunde a una sociedad que desea ser honrada. Porque sólo personas honradas pueden construir un sociedad justa.
-“Sí, ya tengo el contrato”, dice el bancario que se negaba a entregarlo.
-"Quiero verlo", responde la pobre mujer cliente, a la que el banco le viene robando tasas indebidas de 34 euros.
-“Bueno, no lo tengo pero he visto lo suyo”.
-"¿Pero no ha dicho que lo tenía?"
-“Lo he visto y tiene razón, no se contempla lo que dice”
-(¿?)
-“O sea, que no tenían que haberle cobrado esa tasa."
-"No es una, son ya tres", dice la pobre mujer.
-“No. Bueno, son dos, a ver….” Y hace como que busca en el ordenador, cuando uno intuye que conoce perfectamente que son tres...
-“Pero claro, la de enero puedo pedir que se la abonen, aunque no le aseguro nada. Pero la de junio…”
-"Me acaba de decir que las han cobrado indebidamente, ¿y dice que no me asegura que la devuelvan? ¿Son capaces de eso?"
-“De eso y de mucho más...” se le escapa por lo bajo al empleado trilero.
Y el observador se confirma en sus sospechas acerca de la honradez de las prácticas de BANESTO.
-“Pero que conste que recibirá una carta del banco –dice el trilero en tono de reconvención- porque claro, usted factura muy poco, y eso, pues claro… Desde luego factura más del mínimo que señala el contrato (¿pero existe o no ese contrato?), pero no mucho más, y claro…”
Y el empleado mira al observador, y no se atreve a usar las expresiones que usó cuando tenía ante sí a la pobre mujer, sin testigos, y le espetó aquello de que “usted no le interesa a nuestro banco, por eso le estamos cobrando tasas inexistentes y contra todo derecho, y si no le gusta se busca otro banco”.
No, esta vez no se ha atrevido, porque hay testigos junto a la pobre mujer. Pero la pobre mujer no se irá hasta que le devuelvan su dinero, y hace bien. A estos hay que desenmascararlos, y llegar hasta el Presidente de Banesto si hace falta. ¿O está el Presidente en el ajo también?
Con esas prácticas se hunde a una sociedad que desea ser honrada. Porque sólo personas honradas pueden construir un sociedad justa.