Estos dos ensayos, uno de Jean Guitton (El trabajo intelectual) y el otro de Josef Pieper (Ocio y vida intelectual), publicados por primera vez en fechas cercanas (1951 y 1948, respectivamente) siguen constituyendo una deliciosa fuente de ideas para la noble tarea de pensar y estudiar, de leer y escribir.
Destinados originalmente a estudiantes que necesitan aprender a ordenar con rigor su pensamiento, siguen siendo muy útiles para todas las edades en esta ruidosa cultura del siglo XXI, que por momentos parece asfixiar el necesario sosiego para elaborar el propio pensamiento a partir de la multitud de informaciones, no siempre contrastadas, que recibimos del exterior.
Anoto algunas ideas extraídas al leerlos.
El
trabajo intelectual requiere dos cualidades contrarias: la lucha contra la
distracción, para lograr concentrarse; y un distanciamiento respecto al
trabajo, puesto que la mente debe alcanzar su altura, debe ser mantenida
–como decía Pascal- por encima de su obra. Es el distanciamiento que se traduce
en un cierto abandono del ser, en un lenguaje natural, en un quietismo de la
voluntad, que a menudo faltan en algunos que son implacables trabajadores,
aplicados con paciencia y constancia a su tarea con tal encarnizamiento que
están poseídos por lo que saben, en vez de poseerlo y gobernarlo.
Hay
que dar un valor absoluto al acto de la atención, a la búsqueda de la perfección
formal, al esfuerzo por resolver un problema, a la pena de un día: todo acto de
atención, de apoyo, toda búsqueda de perfección minúscula, fuera del beneficio
y de todo resultado, encuentra en sí mismo su recompensa.
El
esfuerzo intelectual da fruto siempre, aunque no sea en el mismo campo en que
se ha aplicado sin éxito: “Si se busca con verdadero cuidado la solución de un
problema de geometría y si, al cabo de una hora, no se está más allá de lo que
se estaba al principio, sin embargo habremos avanzado durante cada minuto de
esta hora en otra dimensión más misteriosa. Sin que se sienta, sin que se sepa,
este esfuerzo en apariencia estéril y sin fruto ha puesto más luz en el alma.
El fruto se hallará un día, más tarde, en la oración. Se hallará sin duda también
por añadidura en un campo cualquiera de la inteligencia, quizá totalmente
extraño a las matemáticas (…) Si hay verdaderamente un deseo, si el objeto del
deseo es realmente la luz, el deseo de luz producirá la luz… “Los esfuerzos inútiles
del cura de Ars, durante largos y dolorosos años, para aprender latín, dieron
todo su fruto en el maravilloso discernimiento con el que percibía el alma
misma de los penitentes tras sus palabras e incluso tras sus silencios.”
(Simone Weil)
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Cómo
deben ser las notas para un fichero:
-pocas: tomar nota solo de
lo que nos llama la atención, de lo que nos sirve; y despreciar lo demás;
-significativas, dinámicas,
adaptables;
-en papel fuerte, a lo ancho
(cuando se trabajaba sin ordenadores :-)
-que no contenga cada una
más que una sola idea, apoyada sobre uno o varios hechos, o nada más q
un hecho cargado con uno o varios significados.
-provistas de una o varias
palabras “axiales”, arriba a la derecha, que indiquen las cosas que se podrían
hacer con la nota.
-con fecha, para saber en
qué edad de la vida se han tomado.
-con referencia exacta del
libro fuente.
-legibles, que se puedan
transmitir por herencia.
-hacer cuadros sinópticos
propios, sobre todo para la historia.
-llevar siempre consigo
fichas intercambiables, con un formato que sirva para toda la vida. Anotar la
palabra, la información, la inspiración que pasa, atrapándola al vuelo: fichas
pequeñas, siempre iguales, que permitan hacer anotaciones en cualquier lugar.
(A pesar del móvil y los ipad, muchos prefieren seguir llevando su bloc de
notas con boli).
-recomienda no resumir en páginas el
contenido de los libros, sino hacer fichas para cada idea y unirlas al fichero:
así se aprovechan mejor. (Ahora el ordenador facilita unir ambas opciones.)
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Recuperar el valor del
dictado en la enseñanza: en el dictado de los textos más bellos, de
pensamientos perfectamente formados, encontramos un ritmo que nos sostiene, un
adormecimiento agradable y fecundo.
Las oraciones vocales,
vueltas a empezar siempre, siempre, son un dictado al que sometemos a Dios para
que nos calme.
Cuando se dice alguna de
esas frases con calma, dictando, los alumnos saben q es algo q conviene guardar
en la memoria.
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Estilo es la operación que
consiste en llenar de sentido el lenguaje.
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Las grandes mentes buscan
las influencias, con una actividad que es como la avidez de ser. Es un trabajo
muy bueno para los días de enfermedad, de fatiga, para los ratos de vacío o
cansancio: buscar la influencia, parafrasear ideas de grandes autores,
releerlos y dejarse llevar por ellos. Los alumnos no deberían tratar de escribir
por sí mismos demasiado temprano: es preferible que primero se esfuercen por
resumir a los griegos, a Aristóteles,… que antes que nada tomen prestado de los
buenos, de los mejores que nos han precedido. Sobre este tema es interesante también Por qué leer a los clásicos.