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domingo, 4 de junio de 2023

Amabilidad, esencia de la cultura

Escena de El festín de Babette


Tras el esteticismo de algunas personas refinadas, que se tienen por artistas y creadores de cultura, se esconde muchas veces el vacío y el hielo, la falta de la experiencia de un contacto noble y abierto con personas sencillas, normales.

 

Ese esteticismo es incapaz de alcanzar la altura de los valores humanos que emergen en la simpática charla familiar de una madre con sus hijos, en la amable tertulia de amigos que comparten experiencias, en el foro público cuando sirve para un intercambio razonado y respetuoso de puntos de vista. En ese diario encuentro entre personas normales es donde verdaderamente se crea la cultura.

 

Woody Allen decía a propósito de una de sus películas: “Un hombre ordinario, no brillante, un no intelectual, tal vez sin la apariencia de la distinción, si se abre con sencillez a los seres humanos, toca más de cerca que el artista a la fuente, a la esencia de la vida.”

 

Si el corazón y los sentimientos están helados, cerrados a dar y compartir con las personas reales que nos rodean, de poco sirve refugiarse en el arte o en las abstracciones políticas. De ahí no puede emerger ninguna cultura auténtica, esa que nos hace mejores y es por tanto la verdadera cultura de progreso.  

 

Sólo cuando uno vive con realismo, abierto a encontrarse con quienes le rodean, dispuesto a dar y compartir, a escuchar y dialogar amablemente, libre de imposiciones y rencores, cuando lleva a la práctica que la vida está por encima de la cultura, empieza a nacer la verdadera cultura que hace grandes a los pueblos. 


Relacionado:

El festín de Babette


 

jueves, 23 de junio de 2022

El arte de ser amables

    Esta escena de la comedia romántica "Mejor imposible" (As good as it gets, 1997), protagonizada por Helen Hunt y Jack Nicholson, refleja con gracia el valor de una virtud que deberíamos poner en valor: la amabilidad. 

   Muchos de nuestros políticos y "comunicadores" desprecian la amabilidad. Con frecuencia en sus "diálogos" prefieren hacer alarde de descortesía, quizá porque piensan que con su insana estridencia se hacen notar más. Pero lo único que consiguen es envenenar la convivencia. 

    Las personas no estamos hechas para la agresión -ni siquiera verbal- ni para el desafecto, sino para la empatía y la amabilidad. Olvidarlo es abrir las puertas al infierno, que debe ser un estado de horrible incomprensión entre seres reconcentrados en su egoísmo. 

    Mirar a los ojos, sonreír, escuchar con paciencia, tratar de hacerse cargo de lo que siente, piensa y prefiere el otro, pronunciar con frecuencia su nombre durante la conversación... Son pequeños detalles con los que afirmamos al otro en su dignidad, y al hacerlo nos hacemos más dignos a nosotros mismos, porque damos con la llave natural de la propia felicidad: el amor al otro. 

    "Tú haces que quiera ser mejor persona." ¿Hay frase más amable que esta? ¿Por qué no intentamos que quienes se cruzan en nuestro camino la sientan? ¿Por qué no la expresamos con más frecuencia y agradecimiento a nuestros seres queridos?