La caja negra. Un caso del inspector Harry
Bosch.
Michael Connelly. Ed RBA, 2012.
Michael Connelly (Filadelfia, 1956) comenzó como
periodista de sucesos en las calles de Los Ángeles. En su primera novela (El
eco negro) introdujo la figura del inspector Harry Bosch,
protagonista desde entonces de 18 de sus novelas negras. Esta es la última de
ellas.
Novela de trama policíaca, viene descrita en su
contraportada -con típica exageración, aunque no exenta de verdad- como de “escalofriante
acción, magistral construcción de los personajes, endiablado ritmo narrativo.”
El inspector Bosch es un buen
profesional, ya maduro. Y es íntegro, aunque odia las trabas
procedimentales de los burócratas, que con demasiada frecuencia frenan su
trabajo de investigación. En este caso se enfrenta al misterioso caso del
asesinato de una reportera, abierto y no resuelto durante más de veinte
años. Encuentra conexiones entre los disturbios en Los Ángeles,
donde sucedió el asesinato, y la guerra de Irak.
Hay personas que tienden a justificar acciones
criminales por el ambiente en que se han movido los protagonistas, como las
situaciones de miedo o angustia en que envuelve la
guerra. Pero para el inspector Bosch, una acción es tan criminal,
despreciable o aberrante si se comete durante la guerra como si se lleva a cabo
en un entorno pacífico. La guerra, piensa, no justifica el crimen, simplemente
aflora la verdadera naturaleza de cada persona, buena o mala. El
inspector actúa en consecuencia, buscando a los culpables sin contemplaciones
ni atenuantes.
Se lee con agrado y engancha. Tratándose de novela
negra, hay que alabar el buen gusto de autores como Michael Connelly,
que no caen en el gancho facilón y barriobajero del morbo sexual. Algunos
autores españoles deberían tomar nota. Se pueden aludir a conductas miserables
y mezquinas sin necesidad de convertir la narración en un cubo de miseria y
mezquindad. Y se puede mostrar que hay bondad –la belleza del bien y de las
conductas nobles, a contracorriente- aun en medio de lo más ruín. Se puede,
porque así es la realidad.
Michael Connely, con más de 50 millones de ejemplares vendidos,
demuestra que para tener éxito no es necesario el recurso a la zafiedad.