miércoles, 31 de julio de 2013
Comunicación amable y cercana. El Papa Francisco en Globo News.
martes, 30 de julio de 2013
El amable y claro estilo de comunicación del Papa
sábado, 27 de julio de 2013
Mis prisiones. Silvio Pellico
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Ese "hermano que nos habla" y consuela puede ser también cualquier persona sencilla de alma noble, que conoce nuestra soledad y desamparo y no se desentiende. Necesitamos conversación, que nos recuerden las cosas buenas. El preso necesita ver caras amables, y pueden serlo hasta las de sus guardianes, cuando hacen su trabajo con humanidad y no cruelmente:
"Mil veces iba a la ventana de la celda, aspirando por ver alguna cara nueva; y me tenía por feliz si el centinela se acercaba y podía verle, si alzaba la cabeza al oírme toser, si ponía buena cara... Cuando me parecía descubrir señales de compasión, me conmovía dulcemente, somo si aquel desconocido soldado fuera un amigo íntimo (...) Si pasaba de modo que no le viera me quedaba mortificado, como quien ama y no es correspondido."
El preso desea ver criaturas de su especie. "La religión cristiana -escribe Silvio Pellico- tan rica en humanidad, no ha olvidado poner entre las obras de misericordia el visitar a los presos. El aspecto de los hombres que se duelen de nuestra desventura, aun cuando no puedan endulzarla eficazmente, la dulcifica."
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Le impresionaba y consolaba escuchar a una anciana, pariente del carcelero, que le recordaba cosas que ya sabía él, pero le sonaban a nuevas:
"Que la desgracia no degrada al hombre si éste no se apoca, antes le sublima; que si pudiéramos penetrar los juicios de Dios veríamos muchas veces que eran más de compadecer los vencedores que los vencidos, los exaltados que los caídos, los poderosos que los despojados de todo; que la amistad particular demostrada por el Hombre-Dios hacia los desventurados es un gran hecho; que debemos gloriarnos de la cruz después que fue llevada a hombros divinos".
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Enfermo y con fiebre alta, uno de los carceleros, buena persona, le insta a que solicite al médico que le sea retirada la cadena que le ataba el pié, pues su enfermedad parecía justificarlo. Le hizo caso, pero el médico se lo negó. Pellico, humillado, le echa en cara con rudeza al bueno del carcelero que por su culpa había recibido esa humillación.
Le hace pensar la sabia respuesta del carcelero, llena de sentido común y sentido cristiano: "Los soberbios hacen consistir su grandeza en no exponerse a un desaire, en no aceptar favores, en avergonzarse de mil pequeñeces. Alle eseleyen! ¡Todo asnadas! ¡Vana grandeza!¡Ignorancia de la verdadera dignidad! ¡La verdadera dignidad consiste en gran parte en avergonzarse de las malas acciones!"
Es una lección que las madres cristianas han enseñado siempre a sus hijos. Como recordaba san Josemaría, cuando siendo niño se escondía por vergüenza de las visitas, y su madre tenía que ir a buscarlo a su escondite y le decía suavemente: "¡Josemaría, la vergüenza para pecar!
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Pellico había sido carbonario, y aunque bautizado, llevaba una vida alejada de la religión. En la cárcel descubre la grandeza de la fe católica y se convierte. Con otro compañero de prisión, joven como él y como él converso, hablan entusiasmados de sus descubrimientos acerca de la consonancia entre cristianismo y razón, de cómo sólo la religión católica era capaz de resistir la crítica, de la excelencia de su moral.
Y se preguntan si, caso de librarse de la cárcel, serían tan pusilánimes que no confesaran el Evangelio, si se dejarían impresionar por quienes les dijeran que la cárcel les había debilitado el ánimo. Silvio responde por los dos: "El colmo de la vileza es ser esclavo de los juicios ajenos cuando se tiene la persuasión de que son falsos. No creo tal vileza en tí ni en mí, ni que la tengamos nunca."
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Toda la narración rezuma entereza, humanidad y sentido cristiano de la vida: "El hombre tiene el deber de ser superior a la fortuna, y además paciente." (pag. 59)
Una paciencia contra la que se levantan los vicios, y en especial el vicio de la ira, que mueve a la violencia verbal y física. "La ira es más inmoral y malvada de lo que se piensa. El hombre infeliz y encolerizado es tremendamente ingenioso en calumniar a sus semejantes y al mismo Creador."
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Ante el éxito de "Mis prisiones", el capellán le animó a escribir un buen tratado de moral. Pellico se resistió, aduciendo que ya existían tratados de muy buenos autores. Pero el sacerdote le replicó con un argumento tumbativo:
"Hay muchos buenos libros que, sin embargo, no se leen porque les falta el aliciente de la novedad. Donde se pueda escribir uno nuevo, debe hacerse, para glorificar al Señor y para ser útil al prójimo. Escribid un discurso a la juventud despertando en ella todos los nobles sentimientos, y os predigo que no os faltarán lectores."
Finalmente Silvio Pellico aceptó el reto, y publicó con notable éxito "Los deberes del hombre. Discurso dirigido a un joven."
Una nota más sobre los prejuicios, que tantas veces nos alejan de buenas personas. Refiriéndose a un carcelero sobre el que se había hecho un juicio terrible, y que luego resultó se un hombre de gran corazón: “¡Qué injustos son los hombres juzgando por la apariencias y según sus soberbias prevenciones! (…) Cuando formamos mejor opinión de un hombre q antes juzgábamos malo, entonces, atendiendo a su voz, a su cara y a sus modales, nos parece descubrir evidentes señales de honradez (…pero) es pura ilusión: sus rasgos son iguales que cuando nos parecía un bribón. Lo que ha cambiado es nuestro juicio sobre las cualidades morales, y con esto cambian las conclusiones de nuestra ciencia fisonómica”. “Con frecuencia se aborrecen los hombres porque se desconocen. Si (inter)cambiaran algunas palabras, el uno daría confiadamente el brazo al otro…”
lunes, 22 de julio de 2013
La prisionera de Teherán
sábado, 20 de julio de 2013
Desde la dimensión intermedia
lunes, 15 de julio de 2013
Los cerezos en flor. El Opus Dei en Japón
Los cerezos en flor. Relatos sobre la expansión del Opus Dei en Japón.
José Miguel Cejas. Ed Rialp 2013
El encuentro con Dios es siempre personalísimo. Quizá por eso José Miguel
Cejas ha escogido como formato de este magnífico libro la narración de una
larga serie de historias personales, contadas en primera persona
por sus protagonistas. Tienen en común el impacto del cristianismo en
las vidas de hombres y mujeres de una singular nación: el Japón. Un impacto transformador
de la existencia, que tantas veces culmina con el encuentro con Jesucristo, y
tantas otras con una mayor cercanía y simpatía hacia su Persona.
La historia particular de cada personaje y de sus antepasados nos permite
conocer muchos detalles de la historia y la cultura japonesa. El origen del
pensamiento sintoísta, la influencia budista… Asistimos a la primera
evangelización en el siglo XVI, interrumpida cruelmente por largos siglos de
persecución y martirio. La sorprendente historia de los católicos
ocultos, los Kirishitani, que en 1865 se presentaron inesperadamente en la
pequeña iglesia del sacerdote francés Petitjean, de las Missions Etrangères de
Paris: “Nuestro corazón es el mismo que el tuyo” le dijeron, cuando le vieron
arrodillarse ante el Santísimo. Habían permanecido heroicamente fieles a
su fe durante más de tres siglos de clandestinidad.
Asistimos también a la historia del comienzo y desarrollo de la labor apostólica del Opus Dei. Un periodista, una traductora, una profesora de idiomas, la ejecutiva de una productora de televisión especializada en programas educativos… Son las primeras personas del Opus Dei que llegan a roturar el terreno. Llegan a Japón con un impulso común: disponibilidad para llevar a Jesucristo a quienes no le conocen, a quienes ni siquiera han oído hablar de Él.
Y se encuentran con un pueblo que sabe apreciar la belleza de las cosas
corrientes: el agua que brota de un apacible manantial, la luna llena, el puchero
en el centro del hogar familiar, las hojas de arce arrastradas en otoño por el
viento… Un pueblo que intuye que en la belleza de esas cosas corrientes se
esconden brillos de algo sobrenatural, de un Dios al que en su mayoría aún no
conocen. Y pueden sentirse identificados con el mensaje del Opus Dei, que
enseña la importancia de las cosas pequeñas de la vida corriente, del trabajo
bien hecho, con sentido profesional y afán de servicio a los demás, por amor a
Dios.
El trato personal y la amistad de aquellos primeros con sus colegas de
trabajo les permite ir disipando prejuicios hacia el catolicismo entre los
japoneses, quienes en su inmensa mayoría todavía no conocen o miran con recelo
la religión católica.
Asistimos con emoción contenida a la acción de Dios en las almas, en cada
alma. Una historia siempre diferente. El Espíritu atrae a cada uno
valiéndose de medios insospechados. Puede ser la cariñosa expresión de un
amigo, impaciente por nuestra indecisión: “¡pero qué tonto!”. Y
sorprendentemente el alma se arranca.
O puede valerse de la conmoción ante una imagen de Cristo crucificado,
incomprensible para un japonés. O de la admiración ante la alegre laboriosidad
de un compañero de trabajo.
Dios se sirve también a veces de escenas corrientes de la vida cotidiana,
que de pronto inexplicablemente iluminan el alma. Es el caso
conmovedor del artista y escultor Esuro Esooto. A él se debe el llamado
“fenómeno japonés” de Barcelona: miles de japoneses acuden para visitar
el templo de la Sagrada Familia, atraídos por el trabajo que allí
realiza su famoso compatriota, y reciben quizá por primera vez una explicacióndel cristianismo a través de las majestuosas esculturas del templo.
Pero roturar el terreno es también ir cambiando conductas arraigadas en la
tradición japonesa, que no cuadran con las prioridades propias del
cristianismo: primero Dios, después la familia, y en tercer lugar el trabajo.
En Japón se vive para trabajar. Hay que vencer muchas resistencias para dar a
Dios y a la familia el lugar que merecen. Y vemos, como en el caso de la
primera vocación al Opus Dei, Soichiro Nita, que Dios premia el esfuerzo, y el
ejemplo va cundiendo poco a poco.
Deslumbra la belleza interior de tantas personas corrientes, manifestada
con una sencillez encantadora. Interpelan al lector. Y le llenan de
esperanza ante su particular historia de relación con Dios.
Porque a todos, si no nos ha pasado ya, nos puede pasar lo que cuenta Soichiro
Nita, hoy Vicario de la Prelatura en Japón. Un día entiende su canción
favorita con un sentido nuevo:
“How thethought of you does things to me / Never before has someone beenmore?” (Nat King Cole)
"¿Cómo es que el hecho de pensar en Tí, nunca antes había significado tanto?"
Este libro se disfruta y deja poso desde la primera
página.
Grupo de mujeres japonesas en la plaza de San Pedro de Roma, el 6 de octubre de 2002, día de la canonización del fundador del Opus Dei |
domingo, 14 de julio de 2013
Lemaître y el átomo primitivo
sábado, 6 de julio de 2013
Álvaro del Portillo
lunes, 1 de julio de 2013
Ciencia y fe. Nuevas perspectivas.
Son interesantes, por ejemplo, sus razonamientos al mostrar lo tremendamente empobrecedor que resulta el “cientifismo”, que reduce el conocimiento del hombre a la ciencia experimental, a lo que pueda ser demostrado mediante fórmulas matemáticas, o en un laboratorio.
El cientifismo materialista, al prescindir de la capacidad de la razón de alcanzar verdades espirituales más allá de la materia, produce una jibarización del ser humano tremendamente reductiva y alicorta.
La ciencia nos ha permitido progresar mucho. Sabemos mucho más que nuestros antepasados. Pero en realidad seguimos sabiendo muy poco. Ciertas deificaciones de “lo científico” como único conocimiento cierto y clarividente se han mostrado exageradas. Se equivoca –concluye Artigas- quien piense que en la ciencia no existen los misterios, o que tenemos ya un dominio sólido y un conocimiento consistente del mundo material.
Por ejemplo, desde que en 1897 se descubrió el electrón, la tecnología electrónica ha experimentado un avance exponencial, pero aún no sabemos qué es realmente un electrón. Cada avance científico abre nuevas incógnitas cada vez más profundas y difíciles.
Todo lo material tiene unas dimensiones ontológicas y metafísicas con un dinamismo propio, nunca son algo meramente pasivo. Son formas materiales que expresan modos de ser que no se agotan en la mera exterioridad, y por eso indican cierta inmaterialidad.
Estas son algunas:
Esa transmisión fiel a lo largo de veinte siglos es un hecho constatable, que deja pasmado al observador externo. En ese hecho singular el creyente ve la prometida asistencia del Espíritu Santo a su Iglesia hasta el fin de los tiempos.
Sobre este tema, ver también la reseña a Oráculos de la ciencia