El hombre en busca de sentido.
Victor Frankl
“La vida tiene siempre un sentido, que abarca
incluso las privaciones y los sufrimientos, incluso la agonía y la muerte.” Descubrir
ese sentido de la vida es lo que puede transformar una situación dramática “y
sin sentido” en algo llevadero, asumible, porque el sentido da una esperanza a
nuestras vidas.
El psiquiatra austríaco Victor Frankl (1905-1997) vuelca en este
libro su experiencia tras sufrir el internamiento en los campos de
concentración alemanes, entre 1942 y 1945. Sobrevivió gracias a su fe y a su
humanidad. Cuando fue liberado, comprobó que ni su esposa Tilly ni sus padres habían logrado sobrevivir a los campos de exterminio.
Con Tilly Grosser, muerta en los campos de concentración nazis |
Analizando sus propias reacciones ante la adversidad
y las privaciones, fijándose en las conductas de los internos y de sus
guardianes, llega a conclusiones llenas de luz, de las que se han beneficiado
miles de personas desde la publicación de este libro.
Fruto de su experiencia, Victor Frankl fundó la logoterapia, una práctica médica para ayudar a descubrir el sentido y sobrellevar situaciones dolorosas. "Cuando uno se enfrenta con una situación inevitable, siempre que uno tiene que enfrentarse a un destino que es imposible cambiar, por ejemplo una anfermedad incurable, un cáncer que no puede operarse, precisamente entonces se le presenta la oportunidad de realizar el valor supremo, de cumplir el sentido más profundo, cual es el del sufrimiento. Porque lo que más importa de todo es la actitud que tomemos hacia el sufrimiento, nuestra actitud al cargar con ese sufrimiento... El sufrimiento deja de ser en cierto modo sufrimiento en el momento en que encuentra un sentido, como puede serlo el sacrificio."
Ante el sufrimiento inevitable, toda persona será capaz de aceptar el reto de sufrir con valentía siempre que haya sabido encontar un sentido a ese dolor. Por eso, "el interés principal del hombre no es encontrar el placer, o evitar el dolor, sino encontrarle un sentido a la vida." Un sentido, como puede ser el amor, o el sacrificio por el ser amado, que le permita afrontar con dignidad todo sufrimiento, y así conservar hasta el fin -literalmente hablando- el sentido de su vida.
Victor Frankl, judío, comparte la concepción
cristiana de la persona como ser único e irrepetible, revestido de una dignidad
que nadie le puede arrebatar, salvo él mismo. Esa es la premisa esencial en que
se basa su método. Una premisa que ignoran los totalitarismos, pero que ninguno es capaz de doblegar.
Todos y cada uno debemos mantener la esperanza de que
nuestra vida jamás perderá su dignidad y su sentido. “Os aseguro que en las horas difíciles siempre hay alguien que nos
observa: un amigo, una esposa, alguien que esté vivo o muerto, o un Dios. Y
ese alguien espera que suframos con orgullo, no miserablemente, y que sepamos
morir con dignidad.”
“No importa que no esperemos nada de la vida, sino
si la vida espera algo de nosotros. Es la vida quien nos pregunta a nosotros, y
no nosotros a la vida.” Este razonamiento es muy útil para entender la maldad
intrínseca de la eutanasia, que no deja percibir esa pregunta que la vida nos
dirige, diciéndonos que mientras vivamos somos necesarios, nadie está de sobra,
nadie molesta.
“Hay dos razas de hombres, que se encuentran en
todas partes y en todas las capas sociales: los hombres decentes y los
indecentes. En el campo de concentración, el peor era el prisionero más
antiguo, mucho peor que todos los SS juntos. En cambio, el comandante nunca
levantó la mano contra nadie (de hecho, tres jóvenes judíos intercedieron por
su vida tras la liberación).”
El hombre es el ser que siempre decide lo que es. “El ser que ha inventado las cámaras de gas, pero
también el que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración.”
Se refiere al dicho alemán “Una buena conciencia es
la mejor almohada”, que contiene como el eco de San Pablo en su carta a los
Romanos: “¡Dichoso quien no se culpabiliza cuando decide algo!”, una invitación
a actuar de acuerdo con la recta conciencia, aunque hacerlo provoque
sufrimientos.
A lo largo del texto apunta ideas de algunos de los autores
que le han influído: Dostoyevski, Tolstoi (Resurrección), Thomas Mann (La montaña
mágica), Spinoza (Tratado de Ética, sobre el poder del espíritu o la libertad
humana).
A propósito del método que empleó para distanciarse
de los sufrimientos del momento y observarlos como si ya hubiesen sucedido,
señala que “la emoción que constituye sufrimiento deja de serlo tan pronto como
nos formamos una idea clara y precisa del mismo.”
Frankl se apoyó para su psicoanálisis en la
significativa frase de Nietzche: “Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo.” En realidad, no importa que no
esperemos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros. Y esto es
algo que a nadie le está permitido negar: no sabemos cómo sobreviviremos, pero
sí que mientras tengamos un aliento de vida nuestra presencia en el mundo es
necesaria. Nuestra presencia nunca dejará de ser valiosa.
Varios sitios de internet ofrecen elencos de frases significativas
de esta obra de Frankl. Me limito a subrayar algunas que me han resultado
prácticas.
La virtud
es el crecimiento en el ser que acontece cuando, en mi actuación, amo la verdad
y actúo en consecuencia.
El amor
es la meta más alta para el ser humano. Es la tendencia racional por la que
busco el verdadero bien, un bien que responda a mi naturaleza profunda y, en
definitiva, al ser de las cosas.
Dinero,
placer y poder hay que tomarlos con la perspectiva de la fecundidad, y no de la eficacia:
El dinero, desde el modelo de la
fecundidad, es instrumento de la generosidad y capacidad creativa (y no un fin
en sí mismo).
El placer como fin anestesia a las
personas, aboca al consumismo. Pero en su sentido natural, se hace fecundo.
El poder como servicio es fecundo: no
busca la eficacia pragmática, sino su difusión entre los ciudadanos
Amistad:
lo más necesario de la vida,
según los clásicos. Es el amor entre iguales, que se traduce en la conversación
sabia y en la ayuda generosa.
En 1947 contrajo matrimonio con Eleonor Schwindt |
Quizá es poco conocido el encuentro que mantuvo Victor Frankl con san Josemaría Escrivá. Durante un viaje a Roma por motivos profesionales, Frankl acudió junto con su mujer a saludar al fundador del Opus Dei. El psiquiatra vienés captó la alegría de vivir de san Josemaría, su apasionado sí a la vida que formaba parte precisamente de la esencia de su método científico y médico.
Más tarde recordaba ese encuentro: "Monseñor Escrivá vivió de manera plena el momento presente, abriéndose a él y dándose a sí mismo completamente. En una palabra, para él cada instante tiene el valor de un momeno decisivo."
Hay algo muy poderoso en ese vivir el momento presente con plenitud, "portándonos bien aquí y ahora", con alegría agradecida por la vida que se nos ha dado, aunque en ocasiones haya dolor.