Artículo publicado en el
periódico Levante-EMV el viernes 10 de mayo de 2019.
El próximo 18 de mayo tendrá
lugar en Madrid la beatificación de la primera fiel laica del Opus Dei: Guadalupe
Ortiz de Landázuri. Una química e investigadora que también ha dejado
huella en València, donde es muy
conocida y querida entre la gente cercana a la Obra.
La investigadora enamorada
de Dios
Es una mujer de nuestro
tiempo, que hasta hace poco ha transitado por nuestras calles. Intrépida desde niña: la única mujer en el
aula de aquel instituto de los años 30
en Tetuán, capaz de retar a sus compañeros a ver quién se bebe el tintero, y
ella gana el reto.
Apasionada por la química, una de las cinco únicas mujeres
en el aula universitaria de Madrid, cuando la ciencia era rara avis entre las
mujeres.
Independiente, trabaja
como profesora de química en cuanto acaba la carrera. De cabeza científica,
emprende investigaciones para la industria y para facilitar la vida a los
demás: el empleo como material refractario de las cenizas de la cáscara del
arroz, o el tratamiento de las nuevas telas que produce la industria textil.
Sus investigaciones la traen a Valencia en diversas ocasiones, la última en
1973, como ponente de un congreso sobre el textil.
Sabe perdonar desde el
minuto cero, y perdona a quienes fusilan a su padre (no hace falta mencionar el
bando, que eso forma parte del perdón), y es capaz de hacer nacer la amistad
entre personas que piensan diferente.
Enamorada de Dios, desde que, joven profesora,
inesperadamente, siente el flechazo de la gracia en su corazón: “para ti tengo
otros planes”, oye en su interior cuando está pensando en su próxima boda.
Valiente, se lanza a
comenzar el trabajo apostólico del Opus Dei en México cuando se lo pide su fundador,
sin más medios que su propio ingenio y trabajo. Alegre y con un optimismo a prueba
de bomba, capaz de capear las pequeñas o grandes tragedias de la vida
cotidiana, y levantar el ánimo a sus
compañeras. “Y yo tan contenta” es su lema.
Mujer de gobierno, trabaja
junto a san Josemaría en la sede central del Opus Dei en Roma, anticipando el
deseo actual de la Iglesia de promover la misión de la mujer laica a puestos de
responsabilidad de la estructura eclesiástica.
Con profundo sentido
social, le apasiona enseñar y mejorar la cultura de las personas que tiene
cerca. Nada más llegar a México promueve un centro rural en una hacienda en ruinas desde la revolución
mexicana: Montefalco. Trabaja con sus propias manos en el desescombro, con
sustos de serpientes pitón y una picadura de alacrán que está a punto de
anticipar su muerte. Hoy esa vieja hacienda es un centro de formación
profesional que ha mejorado la vida a miles de personas.
Mujer fuerte, las fiebres
cogidas en Tetuán y la picadura del alacrán en México han deteriorado su
corazón, pero nadie lo nota, no se queja. Los médicos se asombran, cuando la
revisan al final de su vida, de que con semejante estado de corazón haya sido
capaz de mantener ese ritmo vital, con una sonrisa. Y es que es un corazón
enamorado.
Es el perfil de GuadalupeOrtiz. El papa Francisco acaba de aprobar un milagro atribuido a su
intercesión, y va a ser beatificada el 18 de mayo. No es un acto de homenaje,
que no lo necesita. Es una propuesta de modelo cercano para nuestra vida
corriente. Y una propuesta de amistad y ayuda, porque los santos están ahí para
ayudarnos en nuestros pequeños y grandes
vaivenes de la vida.
Jesús Acerete
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