Esta sesión del catedrático de medicina Iokin de Irala complementa perfectamente la anterior de Rafael Lafuente. La nobleza y dignidad del ser humano radica en su ser no sólo carne, sino también espíritu. Alma y cuerpo en perfecta unidad, indisociables, permiten a la persona alcanzar las cotas más altas de la felicidad cuando se dan juntas al ser amado. Por eso es posible abrazar el alma del amado cuando se le abraza con un cuerpo realmente enamorado.
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lunes, 20 de junio de 2022
jueves, 14 de agosto de 2014
Donde el corazón te lleve
Donde el corazón te lleve. Susana Tamaro. Ed Seix Barral
Con la sencillez y estilo poético que le caracterizan, Susana
Tamaro (Trieste, 1957) aborda en esta novela la dificultad de comunicación entre personas cercanas, que
tantas veces está en el origen de muchas incomprensiones y problemas
familiares.
En los últimos días de su vida, presintiendo su muerte, una
anciana escribe una larga carta a su nieta. “Los muertos pesan por todo lo que
entre ellos y nosotros no ha sido dicho, más que por su ausencia”. Lo que no
supimos decir nos dolerá eternamente. La abuela ha decidido abrir su alma a la
nieta, sincerarse de sentimientos y heridas jamás confesados. Y contarlos tiene un
efecto liberador.
El amor propio nos encierra
muchas veces en el mutismo y en la falta de comprensión hacia quienes no
aceptan nuestros puntos de vista. Olvidamos con frecuencia que somos seres relacionales, que necesitamos
a los demás y ellos nos necesitan, y que
conversar - y sobre todo escuchar e intentar comprender- es una de las
cosas más valiosas que podemos regalar a los seres queridos.
Sin estridencias negativas, el relato deja ver al trasluz la falta
de fe cristiana de los personajes. Falta de fe que se percibe, a mi juicio, en
cierto fondo de tristeza y amargura, pero suavizada por un sutil sentimiento de
añoranza, como de quien comprende que cuanto sucede debe tener un sentido que
se le escapa. Una añoranza que mira con sana envidia a quienes creen en Dios y tienen
una visión cristiana del mundo. “En la lengua hebraica no existe la palabra
azar –escribe la abuela- y usan ese
vocablo árabe (azar), porque donde hay Dios, no hay sitio para el azar”.
Pero hay un problema que no sabe resolver: la presencia del mal. Se rebela ante el horror y la injusticia. ¿Cómo los permite Dios, si es un Padre
providente? Es el viejo problema de la libertad: Dios nos ha hecho libres para
que tengamos el mérito de escoger libremente el bien, pudiendo escoger el mal. Pero
escogimos el mal, y con ese pecado en el origen del hombre se introdujo el
desorden en el mundo. Un desorden que hacemos mayor cada vez que obramos mal, y que frenamos y podemos
contrarrestar con nuestras acciones buenas.
La novela es conmovedora y se lee con agrado. Invita a mejorar la calidad de la relación con los seres queridos, a reflexionar sobre los motivos de nuestros silencios. Un buen propósito, en
esta sociedad de la comunicación hiperconectada, que está generando tantos casos de mutismo y aislamiento en individuos que no
saben abrir su mundo interior. Y que por no expresarlo, acaban empobreciendo la
calidad de sus sentimientos.
Tamaro describe con fina intuición la decisiva necesidad del amor, y su capacidad de transformar la vida de las personas. El amor abre las ventanas entre el alma y el cuerpo: "Cuando están abiertas, el cuerpo da al alma una gran luz, e igualmente el alma al cuerpo, con un sistema de espejos que se iluminan entre sí. En breve se forma a tu alrededor una especia de halo dorado y cálido, y ese halo atrae a los hombres como la miel atrae a los osos."
Mientras no estás enamorada, nadie te presta atención, escribe Tamaro. Pero ahora todos te pronuncian dulces palabras, te galantean, porque tu cuerpo se ha iluminado por el amor. Y esa luz irradia, es pegadiza en quienes la perciben, y es capaz de cambiar las vidas de quienes tenemos cerca.
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