Es algo ya sabido: una cultura de podredumbre y corrupción ha crecido
en el mundo empresarial y bancario, ante la pasividad general, y sobre
todo ante la pasividad (¿o connivencia?) de quienes debían vigilar. ¿Quién no
conoce casos rampantes? Algunos bien concretos y menores los recogí aquí.
El profesor Antonio Argandoña entra, quizá demasiado
suavemente, en el problema. Sí, hace falta quitar del medio a una generación de
dirigentes viciados. Con excepciones, porque siempre hay alguna. Pero
pocas.
Necesitamos empresarios y banqueros y políticos... honrados, que no mientan, que basen su trabajo en el respeto a la confianza que se deposita en ellos. No tramposos. Todavía dominan los entresijos, y hay que retirarlos.
Es lo que propone taxativamente Argandoña en este artículo: Lecciones de (falta
de) ética bancaria.