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miércoles, 30 de marzo de 2022

Bienvenida a casa

    Que Dios es el Señor de la historia se percibe con nitidez en este testimonio de María Himalaya. Su verdadero nombre es Amaya Martínez. Enfermera y fisioterapeuta, deportista de élite, vasca, con una trayectoria profesional prestigiosa, creció en la cultura materialista y atea que comenzó a extenderse en amplios sectores de la España de finales del siglo XX. 

    La brutalidad del aborto en la clínica en que trabajaba, la ambición de poder y dinero, y -aunque entonces no lo sabía- la ausencia de Dios, acabaron por secarle el corazón. 

    Pero Dios está siempre ahí, y su Amor no nos deja. Vale la pena dedicar unos minutos a escuchar de su propia voz qué sucedió en un encuentro con Jesús que cambió radicalmente el rumbo de su vida. 

    Escucharle, y dejar que sus palabras nos entren bien adentro. "Luz, para aquellos que habitan en la oscuridad"

domingo, 9 de mayo de 2021

Retorno a Brideshead: el arduo ascenso del amor




 Retorno a Brideshead. Evelyn Waugh


Retorno a Brideshead, publicada por primera vez en 1945, es la novela más famosa del escritor inglés, Evelyn Waugh (1903-1966). En los años 30, tras el divorcio con su primera mujer, Waugh se convirtió al catolicismo.

En su interesante Cartas a un joven católico, George Weigel hace un agudo comentario a esta novela, que considera un referente para entender en qué consiste la conversión al catolicismo. Para Waugh, el castillo de Brideshead, como el Castle Howard en que se rodó más tarde la película basada en la novela, no es simplemente el escenario en que transcurre gran parte de la acción, que además ofrece un marco de belleza magnífico.

Gracias al arte y la intuición de Waugh, todo se transforma en un lugar emblemático en el que se puede observar el proceso de una conversión al catolicismo, un lugar privilegiado en el que podemos ver cómo un personaje asciende por la escala del amor. Porque al fin y al cabo, hablar de catolicismo es hablar de la acción de Dios, que es Amor, en el mundo. Y de su Amor proceden todos los demás amores que merecen ese nombre.




En Retorno a Brideshead, Evelyn Waugh ofrece una penetrante visión del catolicismo. Cuando en plena fiesta, una imponente matrona pregunta al protagonista cómo es que él, prominente católico converso, puede comportarse de manera tan descortés, Waugh replica: «Señora, si no fuera por mi fe, yo apenas sería humano».

Ese comentario, más allá de la ironía o el sarcasmo, encierra una convicción humilde, que nos recuerda lo que el propio Evelyn Waugh había escrito a su amiga Edith Sitwell, escritora como él, cuando fue admitida en la Iglesia Católica:

“¿Debería yo, como padrino, ponerle a Vd. en guardia sobre los probables sobresaltos que le aguardan en el aspecto humano del catolicismo? En realidad, no todos los curas son tan inteligentes y tan amables como el Padre D’Arcy y el Padre Caraman. (En mi libro, el caso de aquel que va a confesarse con un espía es una experiencia real.) Por mi parte, estoy seguro de que Vd. conoce el mundo lo suficientemente bien como para saber que hay católicos presuntuosos, rudos, perversos y maleducados. Yo me digo continuamente a mí mismo: «Sé que soy horrible; pero cuánto más horrible sería si no tuviera fe». Una de las alegrías de la vida católica consiste en reconocer las pequeñas chispas de bien que saltan por todas partes, igual que los ardores de los santos.

Retono a Brideshead es una obra que muestra cómo pequeñas chispas de bondad puedan acabar provocando llamaradas de auténtica conversión. Como dijo el propio Waugh, la obra muestra «los efectos de la gracia divina en un grupo de personajes diferentes, pero estrechamente vinculados».

Se trata de una novela sobre la conversión; pero una conversión entendida como disposición a subir los escalones, muchas veces demasiado empinados, de la escala del amor. Una escalera que comienza con la juvenil amistad del protagonista, Rydler, con Sebastian, que implica un juego no exento de perversión.

La escala sigue más tarde con un amor más elevado y noble con Julia, aunque adúltero por ambas partes, y por eso limitado. Ese amor no puede sino acabar en tristeza, porque está muy alejado del idílico paraíso que soñaban y al que por ese camino nunca llegarán. Ese amor mutuo está muy lejos del verdadero amor y de sus exigencias. Sólo cuando lo reconocen, cuando aceptan admitir que su situación es de pecado, sólo entonces son capaces de afrontar el último escalón, el del verdadero amor. Y por eso de mutuo acuerdo se separan.

Es entonces, cuando han aceptado separarse, cuando se enfrentan al último peldaño: el del amor de Dios manifestado en Cristo. Han pedido una señal que les permita dar ese salto definitivo, y la reciben ante el lecho de muerte de lord Marchmain. Éste se encuentra ya en estado de coma.

Todos pensaban que Marchmain vivía alejado de la religión, y de hecho así era. Pero sucede algo inesperado: el lord está en coma, inconsciente, y entra el sacerdote para ungirle con la Unción y absolverle de sus pecados. Y mientras le absuelve, de manera imprevisible, la mano derecha del lord se mueve pausadamente hacia su frente, y luego baja hacia el pecho… y hace completa la señal de la cruz, ante la mirada atónita de todos. Era la señal que ambos, Julia y Rydler, pedían para dar el paso definitivo hacia su conversión.

No es pues esta obra una mera sátira social de su época (tan frecuente en otras de las novelas de Waugh). Ni tampoco evocación nostálgica de un suntuoso pasado. Ni una prueba más de ese estilo refinado y un tanto amanerado con que Waugh y otros autores ingleses han recreado la vida social de esos años.    

Estamos ante una novela sobre la conversión, por otra parte magistralmente puesta en escena, en la que se muestra cómo el amor es algo superior y muy distinto al sentimiento.

El amor es un impulso interior de carácter espiritual, un anhelo de comunión, incapaz de ser saciado por amores raquíticos. No es un camino fácil, pero es posible, ascender por la escala del amor. Para ascender es preciso reconocer que el estado en que uno se encuentra es insuficiente, pedir perdón y reconciliarse, haciéndonos responsables de nuestros actos.

La novela fue recreada con éxito en 1981 en una serie de diez horas de duración para la televisión británica: una adaptación muy fiel al espíritu de la novela, en la que intervinieron artistas de la talla de Diana Quick o Sir Laurence Olivier. La inspirada música de Geoffrey Burgon, que abre esta entrada, suena magistralmente como una imagen de que el amor está en el centro de nuestra condición humana, muy alejado del mero sentimentalismo.

No podía ser de otro modo, puesto que Dios es Amor y nosotros imagen suya, en camino hacia la identificación con Él si sabemos ir subiendo los peldaños de calidad del amor, que nos alejan del egoísmo y nos acercan al verdadero Amor. 

No sucedió lo mismo con la película que en 2008 dirigió Julian Jarrold para la gran pantalla. Una película que deja vacío, o al menos tergiversa, el sentido de la novela de Waugh, y roba al espectador la esencia de una historia –la de la novela original- que ha emocionado a millones de espectadores, tanto creyentes como ateos.  

 

 

 

 

 

martes, 23 de febrero de 2021

La conversión de Alessandra Borghese

 



Con ojos nuevos. Un viaje a la fe. Alessandra Borghese. 

Ed Rialp

 

La princesa italiana Alessandra Borghesse vivía alejada de la fe desde su juventud, traumatizada por el suicidio en su presencia de un íntimo amigo cuando tenía 16 años. Ese dramático suceso le hizo entrar en una profunda crisis existencial.

 

Años más tarde, el casual encuentro con su antigua amiga Gloria von Thurn und Taxis, que le invitó a pasar unos días con su familia, señaló el reencuentro con la fe católica.

 

Invitada un domingo a acompañar a la familia de su amiga a Misa, lo acepta por pura cortesía. Hacía años que no asistía a Misa. Una nueva invitación pocos días después, fiesta de la Asunción, le deja sorprendida (“¿A qué viene tanta Misa?”) Y empieza a preguntarse por el cambio de su amiga Gloria, antes una joven bullanguera y ahora una madre de familia igualmente alegre pero además piadosa y buena educadora de sus hijos.

 

En esta segunda Misa, en la fiesta de la Asunción de la Virgen, le inunda el sentimiento de estar perdiéndose algo muy bello de la vida por su alejamiento de la fe. Fue el primer toque de la gracia en el camino de su conversión. A este siguieron otros, derribando prejuicios y abriéndole los ojos a su vida vacía.

 

Al regreso de los días pasados con la familia de Gloria, mantiene una larga conversación con un sacerdote piadoso y culto, amable y comprensivo, muy alejado del estereotipo que se había formado sobre los sacerdotes católicos. El sacerdote le invita a confesarse, y le anima a asistir diariamente a la Santa Misa, porque es el alimento que necesitamos para nuestra debilidad. Le sorprende que tuviera que ser diariamente, pero Alessandra, deportista y disciplinada, admite el reto. A medida que pasan los días siente cómo la gracia de Dios obra en ella, dándole fortaleza para perseverar.

 

En el afianzamiento de su fe intervienen otros personajes, como el conocido empresario y editor  Leonardo Mondadori, o el cardenal Joseph Ratzinger, a quien sigue desde antes de su elección como Papa Benedicto XVI, deslumbrada por su clarividencia y humanidad.

 

Su imprevista conversión causó sorpresa en los círculos aristocráticos que solía frecuentar, y comenzó a ser requerida para dar conferencias y charlas a grupos muy diversos. Además, la princesa Borghesse sentía la necesidad de contar su experiencia.



Poco después escribió un segundo libro, Sed de Dios, en el que habla de otras conversiones de personajes conocidos, como André Frossard, hijo del que fue secretario general del Partido Comunista de Francia, o la del periodista y escritor italiano Vittorio Mesori, de familia descreída y anticlerical.

 

En Sed de Dios recoge muchas de las anécdotas y experiencias en esos años, y da respuesta por extenso a algunas de las preguntas que en vivo o por escrito le han sido dirigidas: sobre la moral de nuestros días, el sentido del dolor, de la fe o de la castidad. Y también sobre la necesaria presencia de Dios en nuestras vidas y en la vida social: "Cuado se tiene a Dios como una baratija inútil es imposible sostener por mucho tiempo la igualdad entre los hombres. Los hombres somos iguales únicamente en nuestra dignidad espiritual, no por pactos."

 

Dios está siempre listo y dispuesto para esperar a cada persona. Somos nosotros quienes no estamos disponibles para él. Cada persona es hija de Dios y amada por Dios. Sólo tenemos que comprenderlo. No es tan sencillo. Hay personas que lo comprenden inmediatamente, de pequeños; hay personas que lo comprenden cuando son mayores; y hay quien no lo comprende nunca. Pero todos son hijos de Dios igualmente.” 

 

Alessandra habla también de la ayuda espiritual y el impulso apostólico que recibe de diversas personas e instituciones de la Iglesia.


En esta entrevista cuenta parte de su historia:

  

            

lunes, 1 de febrero de 2021

Scott Hahn: Mi camino espiritual en el Opus Dei

 


Trabajo ordinario, gracia extraordinaria. Mi camino espiritual en el Opus Dei. Scott Hahn. Ed Rialp

 

 El escritor y teólogo estadounidense Scott Hahn es en la actualidad profesor en la Universidad Franciscana de Steubenville. Su vida dio un giro radical cuando, siendo ministro presbiterano y gran conocedor de la Sagrada Escritura, llegó a la conclusión de que la Iglesia católica era la verdadera depositaria de la tradición evangélica. Sus trabajos sobre apología del catolicismo han tenido desde entonces enorme difusión.

 

 Mientras era un joven profesor de teología en el seminario presbiterano, el estudio detenido de las obras de los Padres de la Iglesia, y especialmente de sus comentarios a los textos bíblicos, le hizo comprender que el protestantismo había roto la línea de continuidad con la fe de la Iglesia primitiva, y que en la práctica la contradecía en puntos esenciales.

 

Hahn se había relacionado con varias personas del Opus Dei cuando era un joven teólogo presbiterano, entre ellos un sacerdote de origen polaco. Percibió en su trato amistoso el “aroma católico”, que antes sólo conocía por los libros. Ahora lo veía hecho vida: “Estas personas leen la vida de Jesucristo”, pensó.  

 

Pero aún no había oído hablar del Opus Dei. La primera vez que oye el término Opus Dei es cuando comenta a un sacerdote católico que le ha sorprendido ver en la iglesia a dos personas leyendo el Evangelio, pues pensaba que los católicos nunca leían la Biblia. “Deben ser del Opus Dei”, le respondió el sacerdote. A Scot Hahn se le encendió una luz al escuchar el nombre del Opus Dei por primera vez.


foto opusdei.es

 

En el estilo de vida de esos amigos descubre poco a poco que el Opus Dei era un sitio donde se sentía en casa. Y explica las razones:

-la devoción a la Biblia de sus miembros: en el presbiterianismo está difundido el prejuicio de que los católicos son unos ignorantes en materia bíblica;

-su cálido sentido ecuménico: no sentían ningún reparo en tratarle amigablemente, lo que chocaba con otro de sus prejuicios: que los católicos rehúyen el trato con los protestantes por considerarlos “herejes”;

-su rectitud de vida: se notaba que trataban de vivir según el Evangelio;

-su vida ordinaria: no eran teólogos, sino profesionales de diversas profesiones que vivían una teología atractiva, no sólo teórica;

-sus nobles aspiraciones profesionales: una sana y “santa ambición” de aspirar a la excelencia en su tarea, inseparablemente unida a una clara y decidida conducta ética;

-eran hospitalarios y acogedores;

-rezaban, dedicaban tiempo a la oración y al diálogo con Dios…

 

Se sentía confortablemente a gusto con amigos así.

 

En otro de sus libros, La cena del Cordero, Hahn cuenta sus primeras visitas a iglesias católicas, llenas de curiosidad, antes de su conversión. En una de ellas, quizá la más determinante para su conversión, contemplaba desde el fondo del templo la asistencia de los fieles a la Misa que se celebraba en ese momento. Seguía atentamente las oraciones que sacerdote y pueblo rezaban: las plegarias iniciales, las lecturas, el Gloria, la ofrenda del pan y del vino, el Sanctus…

 


Y de pronto, al considerar las oraciones de la Misa que estaba escuchando, entendió la grandiosidad de lo que allí sucedía, y que ese era precisamente el significado de uno de los libros más difíciles del Nuevo Testamento, el Apocalipsis: lo que el Apocalipsis describe punto por punto es lo que sucede en la liturgia de la Misa, tal y como la celebran los católicos: la Cena del Cordero, el único Sacrificio de Cristo, que se ofrece eternamente por nuestros pecados. Se sintió deslumbrado por ese descubrimiento: en cada Misa católica se reza y sucede lo que el apóstol san Juan describe majestuosamente en el Apocalipsis.

 

Para un ministro presbiterano, unido al presbiterianismo por fuertes lazos familiares, sociales y profesionales, dar el paso hacia la Iglesia católica no resultó fácil. Junto a su mujer, Kimberly, dedicó otro de sus libros -Roma, dulce hogar- a narrar ese emocionante itinerario.

 

Tras ser admitidos en la Iglesia católica, no tardaron mucho en solicitar la admisión en el Opus Dei como miembros supernumerarios. Es a este aspecto concreto de su conversión -el papel que en ella jugó el espíritu de la institución fundada por el san Josemaría Escrivá- a lo que dedica este libro. Nos da así la oportunidad de conocer el espíritu de esa prelatura de la Iglesia católica desde la perspectiva singular de un norteamericano, experto en estudios bíblicos, que ha sido pastor protestante y es padre de familia.

 

Esa perspectiva ilumina con luces no habituales los rasgos del espíritu de esa prelatura de la Iglesia católica, cuya misión es recordar la llamada universal a la santidad a través del trabajo y de las actividades de la vida ordinaria.  

 

Como no podía ser de otro modo, dada sus conocimientos de Sagrada Escritura, Scott Hahn se detiene en los rasgos del espíritu de la Obra que le remiten a la vida de los primeros cristianos. Por ejemplo, el valor del trabajo como quicio de la santificación, una idea que para su mente formada en prejuicios anticatólicos resultaba novedoso escucharla en labios católicos.


foto opusdei.es

 

Conocedor de la arqueología cristiana, al reflexionar sobre el espíritu de santificación del trabajo cae en la cuenta de que las tumbas de los primeros cristianos no tenían adorno de cruces, sino de herramientas de trabajo, las propias de quien estaba allí enterrado: esas herramientas habían sido su lugar de encuentro con Dios, su forma de contribuir a completar la obra de la creación: por eso las destacaban. Esa es precisamente la cautivadora predicación de san Josemaría, fundador del Opus Dei, para quien el trabajo consiste –sintetiza Scott Hahn- en cosas bien hechas, hechas a tiempo y ofrecidas a Dios.

 

También fue un grato descubrimiento para Hahn la figura de san José, cabeza de la Sagrada Familia, Patrono de la Iglesia, y también del Opus Dei. “San José no se permitió la dispersión en muchas direcciones. Trabaja duro y es conocido por su trabajo: carpintero, artesano.” De san José podemos aprender, como enseñaba san Josemaría, a llevar bien las dificultades de la vida. Como ha escrito alguien, “la vida es eso que te pasa cuando tienes otros planes.” San José supo adaptarse con creatividad a las dificultades que le fueron surgiendo en el camino de la vida, y de su creatividad se sirvió Dios nada menos que para proteger, cuidar y educar a su Hijo.


Foto opusdei.es

Junto al trabajo, el amor. Señala Hahn que lo que impresionó de los primeros cristianos a los antiguos romanos no fue su arte, ni sus argumentos, ni su literatura, sino su amor. “¡Mirad cómo se aman!”. Pero ese amor requiere conversión, que significa salir del egoísmo para poner primero a Dios, y por Él a los demás. Y eso es lo que se procura en el Opus Dei, señala Hahn: cada uno procura sembrar paz y alegría, que son fruto del amor sincero a los demás, en las relaciones sociales, desde el lugar que ocupa en la sociedad.

 

Ese amor lógicamente comienza por la propia familia: “Si buscas la conversión de los amigos, o de la mujer, procura “aflojar” en teología y razonamientos, y aprieta en cariño: “enciende el romance” con tu mujer, aconseja Hahn. Y aporta su experiencia personal. Su mujer, presbiterana como él, y de familia de abolengo presbiterano, sufrió mucho al verlo cambiar. Con el cariño y la comprensión, que era lo que enseñaba san Josemaría, logró superar el conflicto. No mucho después, Kimberly Hahn, razonando y rezando por su cuenta, pidió también ser admitida en la Iglesia Católica.

 

Muestra Hahn el valor esencial de la oración en toda iniciativa de apostolado: en el Opus Dei ha aprendido que lo primero es rezar para que Dios nos haga ver lo que necesitan nuestros amigos, sus auténticas necesidades. El apostolado cristiano consiste sobre todo y primero que nada en querer a los demás, y por eso descubrir sus necesidades, no sólo espirituales, y tratar de ayudarles.

 

El libro se lee con agrado, como también las demás obras del autor, que ayudan a entender mejor el cristianismo y la historia sagrada. 


Sala multimedia en Saxum Visitor Center


Son muy conocidos los videos de Scott y Kimberly sobre Tierra Santa, para dar a conocer Saxum, una iniciativa del Opus Dei cerca de Jerusalén para facilitar a los peregrinos el conocimiento detallado y profundo de los Santos Lugares.

 

 

 

martes, 21 de junio de 2016

María Vallejo-Nágera. Historia de una conversión



La conversión de María Vallejo-Nágera






Este impactante video (lo inserto abajo) es la historia de una conversión, la de la escritora María Vallejo-Nágera. Una conversión narrada en primera persona por su protagonista con la fuerza de lo personalmente vivido, que no deja lugar a dudas sobre la veracidad de lo que cuenta. 


Solía decir san Josemaría Escrivá que no necesitaba milagros: "Me basta con los milagros del Evangelio", decía. Él, que experimentó acciones extraordinarias de la gracia, quería dejar claro que no hay que esperar a hechos extraordinarios para creer. "Dichosos los que sin ver creyeron", nos dijo el mismo Jesucristo


Pero Dios actúa en la historia y en la vida de las personas.  Y vaya si actúa. Cuando quiere y como quiere. A veces, con gracias "tumbativas", como la de san Pablo en su camino a Damasco. Y como la de María Vallejo-Nágera.



Descreída, unas amigas anglicanas le insisten en que debería acompañarlas a Medjugore, donde desarrollan una labor humanitaria en plena guerra de Bosnia. "Allí dicen los tuyos (los católicos) que se aparece la Virgen... Y además, no tengas miedo a las bombas porque los serbios han intentado arrasarla varias veces y no pueden bombardear, porque la Virgen ha prometido a los videntes que protegerá la ciudad bajo su manto".


Incrédula, María se niega, y medio se burla de sus amigas anglicanas, que teóricamente no deberían creer en la Virgen ni en apariciones. Pero un día, mientras sus amigas insisten de nuevo, oye una voz: "¿Por qué tienes tanto miedo si yo te espero aquí?" Es una voz muy dulce que percibe nítidamente en sus oídos. Poco después vuelve a escucharla: "Ven".


Primero desconcertada, luego sobrecogida, ante la sorpresa de sus amigas, repentinamente accede. "Voy". Y ya en Medjugore sucede algo. Durante tres segundos, en plena plaza y rodeada de sus amigas, se paraliza todo y todos a su alrededor. Siente caer sobre ella algo superfuerte, que describe como "un denso rocío de amor". Y en esos tres segundos ve toda su vida, todos sus pecados. Y oye una voz, esta vez de varón,  en su corazón: "¡María, María, así es como te amo, y así es como amo a todo el mundo! Pero no me corresponden". 


"Una brutalidad de amor me cayó encima, un desgarrón interior por el dolor que mis pecados -veniales, sobre todo- le había hecho a Jesús, principalmente a Jesús, aunque eran daño a otros. "Cuenta al mundo mi Amor".


**


A partir de ese momento, y aunque le faltaba formación para entender la Misa y la Eucaristía, María siente una fuerte atracción hacia el Sagrario, hacia los sagrarios de todas la iglesias católicas, "cárceles de Amor" donde Jesucristo nos espera con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. "Gracias por venir a verme un ratito", oyó la primera vez que vio al Santísimo Expuesto en la Custodia de una iglesia. "Es el mismo Jesús que andaba por Galilea. Adorarle delante del Sagrario es una delicia."


La descreída María Vallejo pasa  a tener un amor alucinante por Jesús. Y ese enamoramiento le va acercando a la Confesión. "Cuando uno pasa por el confesonario, Dios Padre olvida todos sus pecados."


Y de ser la niña mimada de la editorial Planeta, que le ha publicado algún libro con latigazos anticlericales, pasa a ser una apestada, literariamente hablando. No le publican más. "El mundo cultural es anticatólico". Pero no le importa.


Ella ahora habla en positivo. Ha estudiado más en las fuentes de la doctrina católica. Y en lo experimentado por los santos. Le impacta descubrir el diario de santa Faustina Kowalska, escogida por Dios para extender el mensaje de confianza en lo mucho que Dios nos quiere: la Divina Misericordia.  


**


Son mensajes que nos llegan de Arriba: Dios se hace oir cuando quiere y como quiere. Sobre todo se hace oir de la gente que reza. "La Virgen habla mucho del rosario. El rosario es arma poderosa. Con la oración del rosario y el ayuno se pararían todas las guerras."


Este video es un precioso testimonio, que puede hacer mucho bien. Algo de valor infinito, como el amor infinito que Dios nos tiene, expuesto con la sencillez de lo auténtico y la plasticidad de una buena narradora. 


Un testimonio que anima a "no perder ni un segundo, a evitar pecados de omisión. Porque al final de la vida, sólo se nos va a preguntar una cosa: "¿Cuánto has amado?". 


No hay que tener miedo a morir, porque Dios es amor infinito. Sólo hay que tener miedo de no saber amar a Dios. Vale la pena dejarse seducir por su Misericordia. Y buscarle donde nos espera: en la Confesión y en la Eucaristía. Él hará el resto.


Les dejo el video. Que lo disfruten.









jueves, 7 de marzo de 2013

La puerta de la esperanza, y una entrevista reciente a José Luis Olaizola.




La puerta de la esperanza. 
Juan Antonio Vallejo-Nájera y José Luis Olaizola. 


El siquiatra y escritor Juan Antonio Vallejo-Nájera decidió escribir un libro sobre los hechos esenciales de su vida cuando los médicos le diagnosticaron un cáncer incurable, a finales de 1989, y le avisaron de que moriría pronto. 


Vallejo-Nájera acudió a su amigo José Luis Olaizola para que le ayudase a redactarlo. Deseaba  transmitir a cuantos le conocían  el sentido cristiano  de la vida, del dolor y de la muerte, y la belleza de saberse hijo de Dios. Quería hacerlo sin teorías ni discursos, sencillamente mostrando hechos y vivencias de su entorno profesional y vital. Vallejo-Nájero sabe que Olaizola comparte sus mismos sentimientos, y le ayudará a expresarlos con exactitud.


El libro es fruto de largas y sustanciosas conversaciones entre ambos, llenas de anécdotas que tienen por protagonistas muchas veces  a conocidos personajes del momento, como el famoso torero Luis Miguel Dominguín, un hombre curtido por la vida, con sus defectos como todos, pero en el que descubre muchas virtudes humanas.


Olaizola usa un lenguaje asequible, popular, lleno de sentido del humor y que huye de las moralinas. Destaca en su amigo Juan Antonio su gran sentido de la amistad, su facilidad para la relación social, y el afán de descubrir la luz de la fe cristiana a sus amigos, que se hizo más intenso en los últimos meses. 


Vallejo-Nájera poseía también un hondo sentido del aprovechamiento del tiempo, manifestado en su facilidad para emprender aficiones que acababa profesionalizando (además de médico era escritor y pintor), y de las que  incluso lograba rendimiento económico. Una muestra, sin ir más lejos, es este mismo libro, del que se han editado más de 500.000 ejemplares.


El libro es muy entretenido y enriquecedor, y da noticia de personajes del momento en la vida pública española. Y sobre todo muestra algo que con frecuencia se oculta: la muerte no es una puerta que se cierra, sino una puerta que se abre a una vida nueva infinitamente mejor: la puerta de la esperanza. 


Lo cuenta muy bien José Luis Olaizola en la última parte de esta reciente entrevista , en la que habla de otros temas interesantes como su vocación al Opus Dei




sábado, 20 de marzo de 2010

Cuatro filósofos en busca de Dios: Unamuno. Edith Stein. Romano Guardini. García Morente.



Alfonso López QuintásEdRialp.                                                                                                                                                      



Miguel de Unamuno, Romano Guardini, Edith Stein y García Morente son cuatro grandes pensadores de nuestro tiempo. Tienen en común su aspiración a la trascendencia, que dejaron reflejada en sus escritos. 

El profesor López Quintás sigue la huella de ese anhelo del Sumo Bien mediante un estudio detenido de los textos de cada uno de los cuatro filósofos, muy diversos entre sí, que nos definen sus trayectorias intelectuales y espirituales. 

Logra situarnos en la perspectiva con la que cada uno de ellos recorrió  su camino en busca de la verdad del ser humano y de ese estado de posesión del bien permanente  que toda persona ansía. Y al darnos la perspectiva, señala también las dificultades que tuvieron que salvar por partir de planteamientos ideológicos alejados o incluso radicalmente contrarios al Dios de Jesucristo.


Resulta muy sugerente el uso de la conocida teoría del encuentro, que utiliza el autor para describir el camino de la realización del hombre, tanto en el plano humano como en el de sus relaciones con Dios: estamos hechos para salir al encuentro de los demás y de Dios. Dios mismo, que es nuestro Creador, nos sale al encuentro en Jesucristo, y el camino de la felicidad (que eso significa la santidad) es el encuentro con Jesucristo, la identificación con Él.


Interesante la diferencia que descubre entre el Unamuno que conocemos y el que se confiesa en su Diario íntimo, muy poco conocido y más cristiano, sobre todo a raíz de la luz intelectual que recibió en 1897, en la que vio que “el conocimiento de lo valioso exige compromiso personal por parte del cognoscente”.


Estas son algunas de las observaciones de López Quintás que me han parecido más dignas de reflexión:


Lo mejor de mí mismo no es lo que soy cuando me encapsulo en mis intereses egoístas y me afirmo frente a todo lo que considero ajeno; es lo que voy llegando a ser a través del riesgo de la entrega a realidades valiosas.” 


Lo que más une a las almas es la experiencia en común del dolor. Amar es compadecer.” 


“No se trata de poseer verdades –como hacen los intelectualistas- sino de dejarse poseer por la verdad. La actitud intelectualista –objetivista, dominadora, distanciadora del objeto  de conocimiento- provoca el agostamiento espiritual del hombre, porque lo aleja de cuanto está destinado a nutrirlo.” 


“El impulso creador procede de las realidades que rodean al hombre y le invitan al encuentro; y no del yo solo y seco, que se agota en sí mismo y es incapaz de suscitar alegría.


Unamuno, en la línea de San Agustín, Pascal... descubre que la bondad es criterio de verdad porque es fundadora de campos de juego y de iluminación entre los hombres. La luz brota en el encuentro, y éste pende de la actitud de apertura generosa. Condúcete como si creyeras, y acabarás creyendo.” 


Formarse no es en primer lugar adquirir erudición, dominar la realidad con el conocimiento, ficharla, inventariarla para tenerla a buen recaudo. Significa configurar el propio ser conforme a un modelo (Bild) esencial. Formarse es ponerse en disposición de conferir al propio ser la figura que le corresponde. La figura del ser humano es relacional. La formación se logra en el encuentro. El hombre fue creado por una llamada, una llamada al encuentro. Encontrarse es primariamente responder a una llamada creadora. En esa respuesta radica la verdadera formación.”