Lo que no podemos ignorar. Una
guía. J. Budziszewski. Ed Rialp
¿Qué sabemos acerca de lo bueno y lo malo, cómo
conocemos la ley natural, esas verdades morales comunes que todos deberíamos
seguir? A esas preguntas necesarias trata de responder el autor en este libro.
Profesor de filosofía en la Universidad de Texas y
especialista en filosofía política, Budziszewski procede del ateísmo. Su
trayectoria intelectual y vital le llevó a la conversión al cristianismo y en
el año 2004 fue admitido en la Iglesia Católica. Es autor de numerosos libros
de su especialidad y sobre la fe cristiana, dirigidos especialmente a jóvenes
universitarios.
En este ensayo reflexiona acerca de la necesidad del
“replanteamiento de lo obvio”, que -por las profundas oscuridades en que se ha
sumergido el hombre en nuestros días- es hoy la principal obligación de los
hombres inteligentes (George Orwell).
Esas oscuridades llevan a muchos a vivir como si no
existiesen unos principios morales
básicos, comunes a todos, que constituyen la ley natural. Pero el corazón es
insincero y puede no querer reconocerlos. Precisamente esa tendencia al
autoengaño es una de las cuestiones en que Budziszewski ha centrado su
investigación académica. Nos autoengañamos, y además resulta arduo vivir en
coherencia con esos principios cuya existencia intuimos, porque aspirar a lo
más alto requiere subir. Es más fácil dejarse caer, y el mundo complejo en que
vivimos parece incitar a esa pendiente resbaladiza.
La abolición del hombre, de
C.S. Lewis, es para el autor uno de los mejores tratados sobre la ley natural, “el
mejor del siglo XX”, afirma. Esa ley, que llevamos inscrita en nuestro ser, es
el fundamento del sentido común universal de los hombres. Cuando se pierde esa
referencia común, se tambalea el edificio entero de la convivencia, pues una
sociedad libre y pacífica sólo puede ser edificada sobre el cimiento de unos
valores humanos compartidos. Debemos estar prevenidos frente a los sistemas
políticos e ideologías que nieguen esa base fundamental.
En las
democracias occidentales, la ley es dictada por la mayoría. Pero hay cosas que
también están prohibidas para las mayorías. Que algo esté sustentado por una
mayoría no puede ser el fundamento de que sea bueno o malo. Son esos preceptos
morales comunes innatos los que determinan lo bueno o malo. Todos tienen capacidad de
llegar a reconocer esos principios, que por otra parte han estado claros en la
tradición durante siglos: es malo robar, mentir, herir, calumniar, traicionar,…
Es bueno ser veraz, no faltar a la palabra, ayudar al que lo necesita, respetar
la propiedad ajena, ser cordial y acogedor,…
La
fe cristiana arroja luz sobre esas verdades, pero estaban ya previamente
inscritas en el corazón del hombre. No es la fe su origen, forman parte de la
esencia de nuestra naturaleza humana, aunque llegar a identificarlas como verdades
morales puede ser una tarea difícil, si las circunstancias no ayudan.
Y
ahí entra la crítica a nuestro sistema educativo, que parece orientado más a
dificultar que a facilitar una visión nítida sobre esas realidades esenciales. Hay
que leer mucho, y escuchar mucho a los que saben, para llegar a conocer y
comprender en profundidad los mejores logros del pensamiento y de nuestra
cultura, e identificar en ellos nuestras intuiciones morales. Y también hay que
memorizar bien todo lo comprendido, para que esté pronto a servirnos ante los
dilemas éticos diarios.
Pero
los sistemas educativos actuales no facilitan precisamente esos hábitos
necesarios para la conducta ética: leer, escuchar, memorizar. Tampoco ayuda la
creciente dispersión mental, y consiguiente pérdida de capacidad reflexiva, que
provocan los actuales sistemas de información y de entretenimiento, con unos
contenidos tan electrizantes como esterilizadores de la capacidad discursiva y
reflexiva.
Comunismo y fascismo, por su parte, han
utilizado la misma técnica para desvirtuar el sentido moral innato en la
persona. Seleccionan un
precepto moral, exageran su importancia, y lo usan como arma para arrasar otros
deberes morales. Deformado un precepto, desvirtuado de su contenido real, todos
los demás decaen, y con ellos decae la posibilidad de un orden social justo, un marco de libertad en el que se respete la dignidad de
la persona, de cada persona.
El comunismo deforma, por ejemplo, el precepto moral
de “dar de comer al hambriento”, y usa su visión deformada como excusa para
justificar la destrucción de otros preceptos morales, como el respeto a la
libertad y a la dignidad de cada persona individual, la libertad de
pensamiento, de expresión o de asociación, o la misma libertad religiosa.
El fascismo, por su parte, suele usar como excusa el
progreso de la propia nación, a costa de comportarse injustamente con todas los
demás, que son también de algún modo nuestra familia. No puede haber progreso
real en una nación que trata de levantarse despreciando a otras. Esa
insolidaridad de raíz acaba por envenenar a la nación que se ha dejado inocular
tal ideología.
Comunismo y fascismo evidencian que las mentiras
requieren un mínimo de verdad para poder engañar. Como alguien dijo, es el
homenaje que la mentira rinde a la verdad. De otra forma nadie caería en la
trampa.
Dos apuntes más, al hilo de la lectura del libro:
“Amar al prójimo, a quien ves, es el modo de ponerse
en relación con Dios, a quien no ves.” Esa idea cristiana, como el cristianismo
en su conjunto, ha actuado como el motor de civilización más poderoso de la
historia. Y además, efectivamente, conduce a quien se decide a ponerla en
práctica al bien supremo, que es la relación con Dios.
Y otra evidencia cristiana: Dios actúa como quiere y
cuando quiere en cada persona: “Ninguna teoría científica ni opinión de teólogo
podrá impedir a Dios –que es Amor, libertad y gracia, y todopoderoso- tocar el
alma –de viviente a viviente- cuando así le place.” Es una realidad luminosa y
esperanzadora. ¡Cuántos habrán experimentado en algún momento de su vida ese
toque de la gracia que les mueve a conversión! ¡Y cuantos más lo habrán
experimentado justamente en el trance final, en el momento de cruzar la puerta
al nuevo mundo!
De lectura recomendable, porque ayuda a pensar sobre una guía práctica y fiable. Muy recomendables también estos consejos para no perder la fe en la universidad.
Para saber más sobre la ley natural es también interesante esta entrevista a la profesora Ana Marta González.