El
caso de Cristo: una película hondamente humana
En 1980 un periodista del Chicago Tribune, Lee
Strobel, emprendió una cruzada personal
para intentar demostrar que Jesucristo era una figura mitificada y el
cristianismo una impostura.
Ateo
convencido, la religión en general, y el cristianismo en particular, le
parecían propios de una etapa del pensamiento humano felizmente superada. Mera
superstición. Por eso no pudo comprender que su mujer, Leslie, una persona
inteligente a la que amaba y con la que siempre se había entendido a la
perfección, un buen día le hablase de Jesús y de su deseo de abrazar la fe
cristiana.
Lee
Strobel no estaba dispuesto a permitir que “ese tal Jesús” se interpusiese en
su matrimonio. Pensó que alguien había engañado a su mujer, que le estaban robando su corazón. En vano se esforzó Leslie por hacerle entender que su amor,
lejos de disminuir, salía reforzado.
Strobel
se propuso demostrar a su mujer la sinrazón del cristianismo. Se dedicó a hacer
lo que todo buen periodista: investigar, contrastar fuentes y confrontarlas.
¿Quién era Jesús? ¿Qué podemos saber de Él? ¿Realmente hizo milagros? ¿Qué
pruebas tenemos?
Y
sobre todo, ¿qué pruebas hay de que resucitara? ¿Por qué tantos miles de
millones de personas lo han creído, entre ellas algunas de las mejores cabezas
de la humanidad, hasta el punto de renunciar a la vida antes que a su fe en
Jesús?
Durante
meses dedicó buena parte de su tiempo a entrevistarse con los mejores
científicos. Historiadores, arqueólogos,
especialistas en Sagrada Escritura y en lenguas orientales, expertos en estilos
literarios, juristas. ¿Son creíbles los relatos del Evangelio? ¿Qué datos históricos
avalan lo que allí se cuenta?
Entrevistó
a expertos en medicina forense. ¿Realmente murió Jesús? ¿No podría haber
sobrevivido al castigo de flagelación y crucifixión, y por tanto ser un mito su
resurrección? ¿En qué consistió realmente su Pasión?
Lo
que descubría le iba llenando de
asombro. Datos científicos daban más y
más credibilidad al Evangelio. Era tal
el torrente de evidencias, que llegó a la conclusión de que hacía falta más fe para seguir
siendo ateo que para aceptar a Jesús y su doctrina. Saltaron por los aires sus
prejuicios.
Dio
el paso definitivo al leer un pasaje del Evangelio de san Juan: “Mas
a todos los que le recibieron (…) les dio potestad de llegar a ser hijos
de Dios” (Jn 1, 2). Y se dio cuenta de que no se trataba de adherirse a una
idea: el cristianismo consiste esencialmente en aceptar y acoger a una Persona.
Y
contra todo pronóstico Lee Strobel se convirtió al cristianismo. Decidió publicar
sus investigaciones en un libro que ha arrasado en ventas: “El caso de Cristo.
Una investigación exhaustiva”. En ese libro está basada la película, que tiene también el acierto de mostrar una síntesis clara de argumentos y evidencias.
No
nos tiene acostumbrados la industria del cine a películas en las que los protagonistas se plantean
la pregunta sobre Dios. Mas bien nos suele mostrar personajes fríos, descreídos, autosuficientes,
que viven como si Dios no existiera. Gente intrascendente, en el sentido pleno
de la palabra: que vive como si todo se acabara con la muerte.
Pero
la vida real no es así. Dios está presente en la vida de las personas. Podemos
actuar como si Dios no existiese, pero sabemos que tarde o temprano nos
va a salir al encuentro. Qué pena dejarlo para el final. Y sobre todo, cuánto
nos perdemos por el camino.
Hay
conversiones. La gente reza, habla con
Dios. Le busca, indaga con su
inteligencia en tantas huellas que Dios nos ha dejado para que le encontremos,
porque la fe es razonable. El caso real
del periodista Lee Strobel nos muestra que una de esas huellas, quizá la más
importante, es la del amor. Un cariño humano, imagen del amor divino, bien
alejado del estereotipo histérico o fanático
con que Hollywood a veces falsea lo cristiano.
El
caso de Cristo es una película de buena factura, dirigida por Jon Gunn, con actores
creíbles, y buen guión de Brian Bird. Pero sobre todo tiene el valor de que cuenta un hecho real, sucedido
a personas reales. No es apologética. Es sencillamente "lo que está pasando".
Buen
trabajo de Dreams Factory al traer a España este tipo de películas que, en lugar violencia, zafiedad o trepidante nadería, aportan valor al público, haciéndole aflorar
los mejores y más humanos sentimientos.