Irene Kyamummi, premio
HarambeeONGD 2020, en Valencia
La doctora Irene Kyamummi
es anestesista en uno de los mejores hospitales privados de Kampala. Sus
orígenes son humildes. Sus padres, maestros,
le inculcaron la fe cristiana y el sentido del deber. “Tu irás a donde te lleven tus notas”, le
decían desde muy niña. Y estudió con responsabilidad. Sus buenas notas le
permitieron una beca del gobierno ugandés y el acceso a la universidad pública de
Makerere. Otra de sus hermanas también lo logró.
Desde sus años de
estudiante en la facultad de medicina, Irene dedica al menos un día por semana
a atender a niños que viven en barrios
marginales y no tienen acceso a cuidados médicos. Muchas veces sus familias carecen de conocimientos básicos de nutrición e higiene, y eso es el origen de muchas enfermedades infantiles. Hay que comenzar por
desparasitar a los niños, y educar a los padres, normalmente a la madre porque
el padre no suele estar muy accesible.
Irene comenzó ese trabajo
lleno de gratuidad y cariño con varias amigas que frecuentaban como ella
actividades de formación cristiana del Opus Dei en Kampala. Un día por semana acudían a los barrios
marginales de la capital, y docenas de niños recibían
por primera vez en su vida cuidados
médicos e higiénicos elementales.
Kyamummi amplió estudios en Kenya y en Roma. Domina seis
idiomas. Le sobra preparación profesional, pero no alardea. Pudo quedarse a trabajar en Europa, pero
prefirió regresa a su tierra, porque allí la necesitaban más. Es de la raza de
africanas que están construyendo sobre sólidos cimientos el futuro de África. Saben que sólo de ellos depende. Y el futuro se construye con acciones
de presente, aunque parezcan pequeñas.
Su programa CHEP (Child
Help Project) es uno de esos pequeños pero firmes pasos hacia un futuro digno para África. Puesto en marcha durante su estancia en Kenya, ha atendido hasta la
fecha a unos 5.000 niños que malviven en los slums de Nairobi.
A su regreso a
Uganda, Irene está iniciando el mismo programa en los slums de Kampala.
Aspira a construir un pequeño dispensario, similar al Kimlea Clinic de Kenya,
que le sirva como base de operaciones. Quién sabe si con los años ese
dispensario no se convierta en un gran hospital, accesible a gente sin
recursos, como el hospital Monkole, en Nigeria.
El trabajo abnegado de
Irene en favor de los más necesitados de su tierra le ha valido el Premio
Harambee 2020 a la Promoción e Igualdad de la mujer Africana. Ha pasado por
Valencia para darnos a conocer su proyecto y las condiciones en que se
desarrolla. Y hemos aprendido mucho de ella.
Es curioso: no ha venido a
pedir, sino sencillamente a mostrar. Y parafraseando sus palabras, nos dice: “Esto
es lo que yo y mis amigas hacemos. Y lo voy a seguir haciendo. Al principio no
me daba cuenta, pero ahora veo que pequeños proyectos como este pueden cambiar
el mundo. Si queréis podéis ayudar, con muy poco allí hacemos mucho. Y nosotras
vamos a seguir trabajando, tenedlo seguro…” Y lo dice con una sonrisa juvenil, llena de sencillez y cordialidad.
Su mirada serena transmite
paz y confianza en el futuro. A los alumnos de medicina, nutrición y enfermería
de la Universidad Católica de Valencia les abrió los ojos, con sencillez, sobre
las posibilidades que todos tenemos –y muy especialmente los profesionales de
la salud- de cuidar a los que nos rodean con sentido de gratuidad. Y de ayudar con campos de trabajo sanitario en Uganda y en otros países.
Les
transmitió experiencias médicas valiosas sobre situaciones clínicas que se
encuentra en sus recorridos por los slums. A veces tras una enfermedad
detectada, como la anemia de una niña, se esconde un drama familiar, al que
también hay que poner remedio. O tras la invalidez de un niño hay un apático
desconocimiento de que es posible operar y restablecer el miembro paralizado. Y consiguen fondos para que el niño pueda ser operado en un buen hospital.
Irene ha estado también
con alumnos del colegio de Fomento El Vedat. “Con muy poco dinero allí podemos
organizar las cosas para que un niño pase tres revisiones médicas anuales,
desparasitarlo y darle tratamiento médico si lo necesita.” O para
hacer llegar a la familia los alimentos de los que el niño se
descubre que carece.
¿Qué niño español no tiene 5 euros en su bolsillo o en su
hucha? Pues eso es lo que necesita esta intrépida médico ugandesa para cuidar de un niño de los slums durante
un año.
Kyamummi se reunió también
con el equipo de voluntarias valencianas que colaboran con Harambee. Su trabajo
es abnegado y constante. Ellas consiguen buena parte de lo que es posible
enviar a los proyectos africanos.
Los delegados de Harambee
en Valencia reunieron también a un nutrido grupo de emprendedoras valencianas,
en el Mirador de Comedias. Fue un encuentro motivador y entrañable. Irene habló con
sencillez y dulzura, en un castellano envidiable, y todos pudieron saber más de la vida africana y de lo mucho que
desde aquí podemos ayudar.
Y es una ayuda que llega a buen
puerto, porque está animada por personas como Irene, que no sólo conocen el
terreno, sino que lo viven, y saben que la única ayuda eficaz para el
desarrollo es la que pone por delante los valores espirituales de la persona y
la educación.
Las ayudas basadas en principios meramente materiales, sin alma,
son las que acaban ahogando el desarrollo de África, porque si se deja de lado el
espíritu, con él se pierden la moral y la justicia. El hombre no solo vive de pan.
Vale la pena ayudar para que el proyecto CHEP de la
doctora Kyamummi llegue a más niños de Uganda. Y para que cunda el ejemplo. Con
muchas mujeres como Irene, África está en buenas manos. Y tendrá futuro.