La mirada de la
ciencia y la mirada de Dios. Diego Martínez Caro. Ed. EUNSA. 2011
El nuevo ateísmo, una ideología muy poco científica
El
debate sobre la existencia de Dios está presente en muchos ambientes
intelectuales y científicos. En los últimos años, algunos divulgadores como Sam Harris o Richard
Dawkins se han empleado a fondo en una campaña para hacer creer a la
opinión pública que la ciencia ha logrado desterrar a Dios, y que tener fe es
una postura anticientífica. Su argumentario podría resumirse así: “o no crees en Dios o eres un cretino”. Han difundido el llamado nuevo ateísmo, una
ideología que se presenta como ciencia
moderna, a pesar de su falta de consistencia científica.
Diego Martínez Caro -médico
cardiólogo, profesor de la Universidadde Navarra y autor de numerosos
trabajos de investigación- aporta con
este libro un razonado y sereno desmentido a las simplezas de los propagadores
de ese nuevo ateísmo. Apoyado
en los hallazgos de algunos de los mejores
científicos de la historia y del momento, y en el método riguroso de sus
propios trabajos de investigación,
muestra que la fe en Dios y la ciencia
no sólo son compatibles, sino que –teniendo objetivos diferentes- se enriquecen mutuamente.
En sucesivos capítulos Martínez Caro resume con precisión los últimos
descubrimientos de la Ciencia acerca del origen del Universo, de la
Vida y del Hombre. En su exposición une al rigor del científico que
se ciñe a datos contrastados, la
claridad del buen comunicador. Además, Martínez
Caro muestra un sólido conocimiento de
la doctrina cristiana, que le ayuda a
descubrir la perfecta armonía entre lo que dice la fe y lo que el hombre de ciencia
va descubriendo.
Afronta también los grandes temas que siempre han inquietado al hombre: la existencia del mal,
prueba de fuego de nuestra libertad, puesto que si el Mal no existiera, no
podríamos elegir entre el Bien y el Mal. O el misterio
del dolor, cuyo sentido tanto
nos cuesta entender y que ha sido
descrito como el megáfono con que Dios
habla a un mundo sordo.
Presta especial atención a todo
lo relacionado con la Evolución. La evolución biológica es ciencia, no una
hipótesis. La Iglesia la asume, y rechaza la interpretación literal de la
creación bíblica. Pero rechaza también que seamos el producto de una evolución
al azar y sin sentido. No es lo mismo la teoría
de la evolución -una teoría científica, válida como tal aunque le falten
eslabones perdidos (estratos fósiles, etc.) - que el evolucionismo, una ideología basada
en la teoría científica, pero que pretende sacar conclusiones metafísicas –como
la casualidad- de manera no
científica.
El Darwinismo es una teoría que intenta una posible explicación al hecho
de la evolución. Aunque está muy aceptado por los científicos, el darwinismo no es empírico: es más bien
una ideología o creencia que se apoya en la doctrina filosófica del naturalismo científico, y que no alcanza
a explicar los mecanismos por los que se rige la evolución. Para los
darwinistas, sólo el hecho de poder imaginar el proceso es suficiente para
confirmar que algo del tipo de lo imaginado tiene que haber ocurrido.
Un ejemplo de las lagunas e
interrogantes no resueltos es el comportamiento de una de las leyes más confirmadas por la
ciencia: la del aumento de la entropía
(segunda ley de la termodinámica), según la cual el Universo degenera hacia
un total desorden. ¿Cómo puede esta ley operar frente a la del
evolucionismo, según la cual las fuerzas del azar evolucionan de manera
ascendente? ¿Son compatibles las fuerzas del desarrollo biológico con las de la
degeneración física?
El neodarwinismo es una ideología que defiende sin ninguna
constatación que el extraordinariamente ordenado e inteligible mundo de los
seres vivos sería fruto del azar, de un universo aleatorio sin finalidad ni orden. Antiguos neodarwinistas han
retrocedido hacia el darwinismo, al constatar la falta de pruebas. Por ejemplo
Jay Gould, quien ha declarado que “el hecho más perturbador del registro fósil es la incapacidad de
encontrar un claro vector de progreso en la historia de la vida.”
El neodarwinismo no sólo es una mera teoría a la que parece
contradecir la observación científica. Es también una ideología nociva,
que ha obligado a la Iglesia a entrar en el debate. Porque hacer creer a la
gente que en el universo “sólo hay una ciega y despiadada indiferencia”
-como defiende uno de los principales
exponentes del nuevo ateísmo, Richard Dawkins- es extender una ideología que constituye un grave peligro para el
hombre. Si somos un simple fruto de la casualidad, y lo que nos gobierna es una absoluta
indiferencia, ¿qué importancia puede tener
la vida de la persona? Entre el azar y el desprecio absoluto al ser
humano sólo hay un paso.
Martínez Caro reúne un buen elenco de algunos de los incontables
científicos que han manifestado una Fe profunda, o han descubierto de alguna
manera a Dios gracias a su excelencia investigadora. Son prueba de que la fe guía
el trabajo del investigador hacia la realidad
de las cosas, y de que la investigación
científica de calidad puede acercar al descubrimiento de Dios.Entre otros muchos, menciona a:
-Francis Bacon, uno de los padres del método científico, a quien debemos la afirmación de que una
filosofía ligera inclina a la mente del hombre al ateísmo, pero la profundidad
en la filosofía conduce a las mentes de los hombres a la religión.
-Pascal, célebre matemático y filósofo: muy débil es la razón si no llega a comprender que hay muchas cosas que
la sobrepasan.
-Kelvin, padre de la física moderna: la ciencia nos obliga a creer con perfecta confianza en un Poder
Directivo (…) en una influencia aparte de las fuerzas físicas, dinámicas o
eléctricas. La ciencia nos obliga a creer en Dios. Creo que mientras más a
fondo se estudia la ciencia, más se aleja uno de cualquier concepto que se
aproxime al ateísmo.
-Francis Collins, que ha dirigido
el proyecto Genoma-Humano, ha
afirmado que nunca habrá una prueba “científica” de la existencia de Dios: porque la
ciencia explora lo natural, y Dios está
fuera de lo natural. Con el uso de la Ciencia, Dios nos da la oportunidad de
entender el mundo natural. (…) Una síntesis armónica de Ciencia y Fe no es solo
posible sino profundamente reconfortante. Mi apreciación de la Ciencia se enriquece
por la Religión. Si quiero estudiar
genética, usaré la Ciencia. Si quiero comprender el amor de Dios, necesito la
Fe. Los hombres de ciencia tenemos la oportunidad de asistir cada día a la
revelación de misterios en la exploración del mundo natural, y de percibir en
esos misterios la revelación de la grandeza de Dios.
Desde diferentes perspectivas y
experiencias, se recogen también los
testimonios y argumentos de Charles
Coulson, profesor de matemáticas en Oxford y uno de los tres artífices de
la teoría orbital molecular; Charles Townes, Nobel de Física por el
descubrimiento del máser y láser: la
ciencia y la fe no son fuerzas opuestas. La Ciencia quiere conocer el mecanismo
del Universo, la Religión su sentido; Arthur
Schawlow, profesor de Física en Standford y Nóbel de Física; Alan Sandage, el cosmólogo más importante del momento: cuanto más sabemos de bioquímica más
increíble nos parece, a menos que exista algún tipo de principio organizador;
Carlo
Rubbia, Nobel de Física: cuando
observamos la naturaleza quedamos impresionados por su belleza, su orden, su
coherencia (…) no es creíble que ese perfecto engranaje sea fruto del azar. Hay
evidentemente algo o alguien haciendo las cosas como son. Vemos los efectos de
esa presencia, pero no la presencia
misma…
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