La destrucción y el saqueo del patrimonio cultural, artístico
y religioso de las naciones es una de las grandes tragedias de las guerras. Con
frecuencia no se trata de un daño
colateral, sino algo provocado a conciencia, con afán de herir, humillar o incluso
borrar del mapa la conciencia histórica de una nación.
Nos llegan noticias de los estragos
que el Estado Islámico está provocando en monumentos de gran valor
arqueológico en Siria o Irak. Tras la invasión de EEUU en 2003, el Museo
Nacional de Irak en Bagdag sufrió un terrible saqueo, en el que desaparecieron
cerca de quince mil obras de arte de gran valor. Una sociedad que se precia de
ser civilizada no debe acostumbrarse a estos desmanes. Un atentado contra el
patrimonio de la humanidad es un atentado contra el legado común, que pertenece
a todos.
Robert Edsel reivindica en este libro el trabajo de
protección y recuperación de obras artísticas que un pequeño grupo de expertos
realizó durante la segunda guerra mundial. Es una historia real, basada en abundantes
fuentes documentales escritas por sus protagonistas.
Los “hombres de los monumentos” fue un equipo de personas,
algunos expertos en arte, creado por los
aliados para que acompañaran a las tropas en su avance sobre Europa, con la
misión de señalar y proteger los monumentos más importantes, y encontrar las
obras de arte que hubiesen sufrido saqueo. Con escasos medios, y con frecuencia
a regañadientes de sus jefes militares, ese pequeño grupo de hombres consiguió
salvar gran parte del legado cultural de Europa.
El autor ha tenido acceso, entre otras fuentes históricas, a
la correspondencia y notas de diario de los principales personajes de aquel
equipo. Por eso logra reconstruir con realismo la vida en algunos de los
frentes de guerra y en los territorios que se iban liberando, especialmente en
Francia, Países Bajos y Alemania.
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Anoto algunas ideas que me han parecido resaltables:
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La percepción de los acontecimientos históricos por sus
protagonistas, y su opinión sobre ellos, puede ser distinta de la nuestra. Ese
es uno de los grandes retos de la historia, que no siempre respetan algunos políticos y agitadores culturales
seudointelectuales, que tratan de desorientar a los incautos juzgando a los
personajes históricos desde la mentalidad actual. (18)
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En situaciones de emergencia es cuando se descubre el
valor de las personas abnegadas, que no piensan sólo en su interés personal. El
general Eisenhower, en 1942, buscaba gente capaz de cumplir, “capaz de
olvidarse de sí mismo y de su suerte personal. Ya he relevado a dos oficiales
por no preocuparse más que de “injusticias”, “atropellos”, “prestigio”” en
decisiones que parecían arrinconarles. (25)
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El retablo
de Gante , que representa la Adoración del Cordero Místico, pintado por los
hermanos Van Eyck en 1432, es una obra magistral que revolucionó la historia de
la pintura por su minucioso realismo. Con él se inicia el Renacimiento en los
países nórdicos. (154).
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Un homenaje al silencio y la discreción: a menudo
quienes realizan las mayores hazañas son quienes menos hablan de ellas. (166)
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El conde von Metternich era el jefe de la Kuntchurtz,
organismo de conservación cultural alemán en Paris durante la ocupación. Luchó
para que los alemanes respetaran los Acuerdos Internacionales de la Convención
de la Haya, y evitó saqueos caprichosos de Goebbels y Göring. Los nazis le
acusaron de ser “demasiado católico” y de defender los intereses de Francia,
pero en realidad era un hombre noble que no se plegó al juego nazi.(168)
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El Tapiz de Bayeux, del
siglo XI, un bordado de más de 60 metros de largo, es la descripción más
detallada que se conserva acerca de la vida en la Alta Edad Media. Una reliquia
religiosa, pilar de la historia cultural francesa.