Rebelión
en la granja. George Orwell (1903-1950)
Hay
autores que saben mirar a su alrededor con ojos libres, y extraen una
predicción sabia del futuro al observar con sentido común la evolución de los
acontecimientos y las políticas de los gobernantes. George Orwell ha sido uno de los más preclaros en tiempos recientes.
Tanto Rebelión en la granja, escrita en 1945, como 1984, publicada en 1949, son dos avisos a sus coetáneos, y a la posteridad, para que sean conscientes de lo que se les
viene encima si se dejan embaucar por la retórica ideológica.
G.
Orwell nació en la India, en el seno de una acomodada familia de funcionarios
británicos. Estudió en Eton, pero renunció a un futuro cómodo porque le
disgustaba e inquietaba el papel de Inglaterra en el Imperio británico. Se hizo
socialista. A los 35 años, en 1938, vino a España para luchar en la guerracivil en el bando republicano. Y como tantos jóvenes que lucharon junto a los
comunistas contra las tropas de Franco, se convirtió en un acérrimo
anticomunista. Como escribe Charles van Doren, “al igual que otros, sintió que los comunistas
habían traicionado la revolución española, y nunca se lo perdonó, ni a ellos ni
a la Unión Soviética, de la que procedían principalmente.”
George Orwell
Rebelión
en la Granja es una de las mejores fábulas políticas que se han escrito. Orwell vuelca en ella su experiencia en la
guerra civil española, su ilusión inicial y su pronto desengaño. Los animales
se rebelan contra el granjero. Quieren gobernar por ellos mismos, al grito de “todos
los animales son iguales”. La frase queda grabada a la vista de todos, como expresión de
la nueva revolución que traerá la igualdad y la felicidad soñadas para siempre.
Pero
enseguida los cerdos, al parecer más inteligentes, empiezan a ser los que toman
las decisiones, mientras a los demás les toca trabajar y obedecer. Hasta que
una buena mañana los animales descubren, perplejos, que alguien ha completado
la frase bandera de la revolución: “…pero algunos son más iguales que otros.”
La
distorsión del lenguaje ha caracterizado a todas las tiranías de nuestro
tiempo. Y las sigue caracterizando. Esa retórica sentenciosa de los cerdos es
la retórica de los políticos y manipuladores de la historia y la cultura.
Orwell
la trata magistralmente también en otro de sus libros premonitorios: 1984. Publicado en 1949, anticipa el control
tiránico, sutil y omnipotente, del Gran Hermano, que vigila permanentemente
para que nadie disienta –¡¡ni de pensamiento!!- de la ideología oficial.
El
Gran Hermano impone su neolengua, en la que las palabras se emplean para
mentir, y no para decir la verdad. Y como el poder tiránico del Gran Hermano no
entiende de bromas ni está dispuesto a veleidades, crea un cuerpo de policía
especial, la Policía del Pensamiento para controlar hasta las palabras que
empleamos (¡¡ ay del que las pronuncie!!). Y, por supuesto, hasta el sexo: una
fuerza y un poder demasiado importante como para dejarlo en manos de personas
libres. El Gran Hermano mete también ahí sus pezuñas.
Orwell
vió venir ese encarcelamiento de las libertades, y nos advirtió con tiempo. Son
tiempos de no dejarse embaucar, y para ello fortalecer el sentido crítico ante
lo que nos intentan vender los embaucadores de turno. Y resistir a ciertas censuras. Si queremos vivir en
libertad, claro.
P/D: vean por ejemplo esto
Nos está quedando un Ministerio de la Verdad muy majohttps://t.co/hUHZ6q3u4l— (((Moﻥtse Doval))) (@mdoval) 15 de marzo de 2019