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jueves, 31 de marzo de 2022

Introducción al cristianismo. Joseph Ratzinger

    


Joseph Ratzinger publicó este libro en 1968, cuando era un joven y aclamado catedrático de Teología en la universidad de Tubinga. Como perito conciliar, había contribuido en el Concilio Vaticano II a modernizar el lenguaje de la Iglesia, a hacerlo más cercano y comprensible a las mentes de su tiempo. Pero ahora, cuando el Concilio debería haber empezado a dar frutos, contemplaba con estupor que se extendía el desconcierto.

Muchos confundían el pluralismo en teología, que había existido siempre en la Iglesia, con la falsificación de la verdad de la fe. Desde muchos púlpitos no se daba a conocer la doctrina de la Iglesia, sino opiniones de teólogos de escasa formación. Se extendía entre el pueblo la inseguridad en la fe, porque en sermones, artículos y libros aparecían errores teológicos que nadie contestaba. Se desacralizaban el sacerdocio y la liturgia, y se intentaban trasplantar a la Iglesia las formas de las democracias parlamentarias.

Ratzinger, como muchos otros católicos, se daba cuenta de que el nuevo despertar de la Iglesia, que todos anhelaban y por el que tanto había trabajado, sólo sería posible si se separaban del error las verdades de la fe. Y se sintió obligado a actuar.

Este libro fue su respuesta a la situación de desconcierto. Está basado en las charlas que había pronunciado meses antes en la universidad, en 1967, con el aula abarrotada de alumnos y profesores, que veían en Ratzinger una nueva estrella que lucía con fuerza en el firmamento de la teología y de la Iglesia.

El libro desarrolla los elementos esenciales de la fe cristiana siguiendo el hilo del Credo de los apóstoles. Ratzinger hace una defensa de la fe desde la razón. Es muy significativa la historia que introduce en el prólogo, "La dicha de Hans", que molesto y cansado de tener que cargar con pepitas de oro, las cambia por un caballo, y este por una vaca, y esta por un ganso, y finalmente por una piedra de afilar, que acaba tirando al agua sin perder ya mucho, para ser libre y disfrutar por fin de la libertad.  Así hace el cristiano que se deja llevar de un trueque a otro, cuando percibe las pretensiones de la fe como una carga demasiado pesada.

Algunos, que se presentaban como progresistas y en realidad agudizaban la crisis de la Iglesia, criticaron esta obra magnífica. Pensaban que Ratzinger militaba en sus filas, y ahora comenzaron a acusarle de conservador. Pero, como explicó Benedicto XVI a Peter Seewald, periodista y escritor alemán, ser conservador es muy distinto de ser tradicionalista o reaccionario, ya que el conservador sabe que conservar siempre debe ser al mismo tiempo evolucionar.

La profundidad de las ideas, la claridad expositiva y la belleza del lenguaje, hicieron que el libro se convirtiera pronto en un éxito editorial, que no ha dejado de difundirse desde entonces. Es un placer para la inteligencia deletrear el Credo acompañados por la sabiduría y la potencia intelectual del futuro Benedicto XVI.

Veo un pdf del libro en este enlace. 

Sobre el Credo se puede consultar también este libro gratuito de Javier Echevarría. 

 

viernes, 31 de mayo de 2013

Morder la bala, de Lucía Méndez



Morder la bala. Relato íntimo del gobierno del PP. 

Lucía Méndez (La esfera de los libros, 2012) 




    Morder la bala (bite the bullet) es una expresión inglesa, usada al parecer por primera vez por Rudyard Kipling. Un famoso western de 1975 lleva ese título. Alude a la fortaleza y sacrificio con que es necesario afrontar la adversidad. Es necesario operar, no hay anestesia, y al herido se le da una bala para que la apriete entre los dientes. Es cuanto puedes hacer para mitigar el dolor: apretar los dientes, aguantar como puedas. Hay que hacer lo correcto aunque suponga un trago amargo. 


    De esta imagen se sirve la periodista Lucía Méndez para describir la difícil situación que desde el minuto cero de su mandato afronta Mariano Rajoy al llegar al gobierno de la nación. Una crisis económica sin precedentes le obliga a tomar medidas de gobierno que son auténtica cirugía sin anestesia en la carne de la ciudadanía. A nadie le gusta, pero hay que hacerlo. 

martes, 27 de marzo de 2012

La ética debe imperar sobre la economía, y no al revés





    El profesor de antropología  filosófica Higinio Marín iluminaba sabiamente ayer, en el Foro IESE de Valencia, el problema de fondo de la crisis que padecemos.

    La economía, ciencia de apenas 300 años de vida, nació reclamando autonomía de cualquier otra norma ética. "El mercado es el mercado", o "la pela es la pela". La misma autonomía de la ética que para la política reclamó Maquiavelo, quien venía a decir que el político debe regirse por unos principios distintos de los que marca la ética del común de los mortales.

    Si el político quiere triunfar como político, decía Maquiavelo, tiene que saber mentir. La "razón de Estado" puede justificar engaños o crímenes, guerras y bombas atómicas arrojadas sobre cientos de miles de civiles inocentes. Y no, esa autonomía de la ética no pude ser buena ni para la economía ni para el sistema. Los resultados lo demuestran.

    Si en economía, como en política, el "listo" es el que miente mejor. Si se admira al financiero "sagaz" que sólo piensa en su propio beneficio y coloca con engaño productos tóxicos. Si el interés personal es la única norma del mercado, y se desprecia el interés común... aquello tarde o temprano revienta.

    Si la norma ética no se asume a nivel personal por todos y cada uno, el sistema se caerá una y otra vez, por más "órganos vigilantes" que se introduzcan.

    La ética es algo personal, pero eso no significa que sea sólo para vivirla en casa. Sólo personas honradas son capaces de edificar una sociedad justa. Sin esa honradez no hay confianza, término muy aireado ahora en las organizaciones. Pero lo que hay que airear es que generar confianza requiere mucho más que hablar de ella. Generan confianza las personas que son capaces de dar no sólo lo justo, sino más de lo que les correspondería.

    Claro que este dar más de lo justo sólo puede nacer de un impulso ético de origen religioso. Pero no hay que asustarse: estamos hechos de esa pasta.

    Resumen: crisis económica, sí. Pero sobre todo lo que tenemos es una crisis de modelo de economía, que se ha querido mantener independiente de la ética. Y así no funciona ni funcionará.

sábado, 6 de marzo de 2010

BANESTO

    


    Cada día suceden en el mundo cosas graves e importantes, pero con frecuencia nos afectan más pequeñas cosas caseras que grandes acontecimientos mundiales. 

    Hoy he sabido de una de esas cosas caseras que llenan de pena y rabia. Un bancario de un lamentable banco -llamado BANESTO- acude a una pobre mujer y la engatusa asegurándole que en BANESTO no cobran tasas ni mantenimiento, y que contrate con ellos el lector de tarjetas para su tienda. 

    La pobre mujer se cree lo de que no cobran tasas: se lo ha asegurado en persona el propio bancario, que parece respetable con su corbata, y que se ha tomado la molestia de acercarse hasta su tienda. La pobre mujer cree en la palabra de las personas: ¿por qué iba a dudar? Y firma el contrato en el que efectivamente no se mencionan para nada las tasas. 

    Pero con asombro al cabo de pocos meses descubre que BANESTO le ha cobrado dos tasas de 30 €. Acude al bancario a pedir explicaciones y que se subsane el error. El bancario remolonea primero, y acaba espetándole que seguramente no le devolverán nada: en realidad -le acomete airado a la pobre mujer- con usted estamos perdiendo dinero. 

    Atónita, la pobre mujer pregunta en concepto de qué son esos 60 € que han desaparecido de su cuenta, si él mismo le había asegurado que no hay tasas de mantenimiento, ni se mencionan en el contrato. Pero la respuesta del bancario de BANESTO la deja aún más desolada: si no está contenta, váyase a otro banco. No se puede creer lo que está escuchando. Pero aún le quedan fuerzas para pedir que le enseñen el contrato: no es posible, está en Madrid… 

    Y la pobre mujer sale del banco humillada. Eso fue hace pocos días. Hoy ha recibido noticias BANESTO: otra tasa sin justificar de otros 30 €. Ya suman 90. Hay bancos (mejor dicho, banqueros y bancarios) que aún no se han enterado de que la causa de la gran crisis que padecemos ha sido la avaricia y la mentira, y siguen practicando sus vicios con pertinacia. 

    ¿Adónde nos quieren llevar? ¿Quieren instaurar un régimen de lobos y tiburones? ¿Qué hacemos con gente que miente como recurso profesional? ¿Si hacen eso a pequeña escala, qué harán sus jefes con los grandes números? ¿Quién puede confiar en un banco que roba de ese modo? 

    ¿Y quién vigila que los bancos no roben? ¿Hay todavía justicia? Lo vamos a comprobar en breve, porque si consentimos estas cosas en apariencia pequeñas y caseras, cada vez sucederán más tragedias mundiales.

Observador