Joseph
Ratzinger publicó este libro en 1968, cuando era un joven y aclamado catedrático de Teología en la
universidad de Tubinga. Como perito conciliar, había contribuido en
el Concilio Vaticano II a modernizar el lenguaje de la Iglesia, a hacerlo más cercano
y comprensible a las mentes de su tiempo. Pero ahora, cuando el Concilio debería haber
empezado a dar frutos, contemplaba con estupor que se extendía el desconcierto.
Muchos
confundían el pluralismo en teología, que había existido siempre en la Iglesia,
con la falsificación de la verdad de la fe. Desde muchos púlpitos no se daba a
conocer la doctrina de la Iglesia, sino opiniones de teólogos de escasa
formación. Se extendía entre el pueblo la inseguridad en la fe, porque en
sermones, artículos y libros aparecían errores teológicos que nadie contestaba.
Se desacralizaban el sacerdocio y la liturgia, y se intentaban trasplantar a la
Iglesia las formas de las democracias parlamentarias.
Ratzinger,
como muchos otros católicos, se daba cuenta de que el
nuevo despertar de la Iglesia, que todos anhelaban y por el que tanto había
trabajado, sólo sería posible si se separaban del error las verdades de la fe. Y
se sintió obligado a actuar.
Este
libro fue su respuesta a la situación de desconcierto. Está basado en las
charlas que había pronunciado meses antes en la universidad, en 1967, con el
aula abarrotada de alumnos y profesores, que veían en Ratzinger una nueva estrella
que lucía con fuerza en el firmamento de la teología y de la Iglesia.
El
libro desarrolla los elementos esenciales de la fe cristiana siguiendo el hilo
del Credo de los apóstoles. Ratzinger hace una defensa de la fe desde la razón.
Es muy significativa la historia que introduce en el prólogo, "La dicha de Hans", que molesto y cansado de tener que cargar con pepitas de oro,
las cambia por un caballo, y este por una vaca, y esta por un ganso, y
finalmente por una piedra de afilar, que acaba tirando al agua sin perder ya
mucho, para ser libre y disfrutar por fin de la libertad. Así hace el cristiano que se deja llevar de un trueque a otro, cuando
percibe las pretensiones de la fe como una carga demasiado pesada.
Algunos,
que se presentaban como progresistas y en realidad agudizaban la crisis de la
Iglesia, criticaron esta obra magnífica. Pensaban que Ratzinger militaba en sus
filas, y ahora comenzaron a acusarle de conservador. Pero, como explicó
Benedicto XVI a Peter Seewald, periodista y escritor alemán, ser conservador es
muy distinto de ser tradicionalista o reaccionario, ya que el conservador sabe
que conservar siempre debe ser al mismo tiempo evolucionar.
La
profundidad de las ideas, la claridad expositiva y la belleza del lenguaje,
hicieron que el libro se convirtiera pronto en un éxito editorial, que no ha dejado de
difundirse desde entonces. Es un placer para la inteligencia deletrear el Credo
acompañados por la sabiduría y la potencia intelectual del futuro Benedicto XVI.
Veo un pdf del libro en este enlace.
Sobre el Credo se puede consultar también este libro gratuito de Javier Echevarría.