Inteligencia emocional. Daniel Goleman
Durante años pasó casi desapercibida esta cualidad
del ser humano, que nos permite afrontar satisfactoriamente los problemas que
surgen en las relaciones interpersonales. Se cualificaba a las personas según
su Coeficiente Intelectual, un índice en el que no se contemplaban las
emociones ni la capacidad de controlar los sentimientos y modularlos para que
nuestras relaciones interpersonales sean armoniosas.
Daniel Goleman explica en este libro, publicado en
1995, qué son las emociones, la importancia que tienen en nuestra vida personal
y en las relaciones sociales, y cómo podemos aprender a educarlas. Porque la inteligencia
emocional, clave para resolver adecuadamente los conflictos humanos, se puede
educar y hacer crecer. Goleman concluye que, para tener éxito en la vida, la
gestión de las emociones es más determinante que el coeficiente intelectual.
Además de escritor y periodista, Goleman es sobre todo psicólogo, y ofrece una práctica relación
de consejos para ayudar al lector a identificar y gestionar sus sentimientos y
estados de ánimo. Muchos problemas de convivencia y de salud surgen porque no somos
capaces de distinguir el origen de nuestras emociones, y tampoco nos detenemos
a tratar de comprender los sentimientos y estados de ánimo de nuestros
interlocutores. Esa carencia nos inhabilita para la relación fluída y
fructífera, tanto en la vida familiar como en la laboral o
social.
Hay que pararse a pensar: un enfado puede
cortocircuitarse si antes de darle expresión somos capaces de detectar alguna
información que pueda mitigarlo.
Podemos mitigar la ansiedad, que siempre está provocada
por una preocupación crónica y reiterativa, muy diferente a la reflexión
constructiva acerca del problema objetivo que pueda estar provocándola.
Hay que saber descubrir cuándo una preocupación se
está volviendo crónica, para desactivarla antes de que degenere en ansiedad y
nos encierre en una actitud rígida ante el problema. Si no aprendemos a
controlar la preocupación, viviendo el presente y analizando fríamente el
problema, esa preocupación reiterativa puede degenerar en fobias y obsesiones.
Muy interesante los consejos acerca de cómo generar
estados de ánimo positivos, y desarrollar la capacidad de transmitirlos a los
demás. Es muy bueno su análisis, basado siempre en la observación práctica de
las conductas, sobre la tristeza, la esperanza, el arte de criticar, el estrés,
y los recursos para cambiar los estados de ánimo negativos: escribir es uno de
ellos.
Goleman se detiene también en analizar el carácter,
del que con frecuencia olvidamos que se puede reformar para mejorarlo. A veces,
como decía san Josemaría, la expresión “son cosas de mi carácter” intenta tapar
que algunas manifestaciones torpes de nuestra conducta son precisamente debidas
a nuestra "falta de carácter", y a que no nos decidimos a poner el esfuerzo necesario por adquirir los hábitos que constituyen el “buen carácter”.
Si la depresión es una de las enfermedades más
extendidas en nuestros días, Goleman afirma que, aunque la tendencia a la depresión
tenga un origen parcialmente genético, su causa principal parece radicar en los
hábitos mentales pesimistas, que predisponen a reaccionar mal ante los pequeños
contratiempos de la vida.
Puesto que se trata de hábitos, hay que ser
conscientes de que en el fondo “el destino te lo montas tú”. Se trata de
promover hábitos saludables, habilidades emocionales, que nos impedirán caer en
la depresión. Así, afrontar los problemas, sin rehuirlos. Pensar, antes de
actuar. Revisar y modificar las creencias pesimistas ligadas a la depresión:
por ejemplo, tomar resoluciones de trabajar mejor para sacar mejores
rendimientos, en vez de pensar que uno no sirve. También conviene cultivar el arte del buen humor.
Muy adecuados también los consejos para desarrollar
la virtud de la amistad:
-mejorar la expresividad de nuestras emociones;
-aprender a
distinguir la expresividad emocional de los demás, los gestos y palabras, incluso
el tono de voz o la mirada, a través de los que se manifiesta su estado de
ánimo (triste, alegre, agobiado…) que nos permitirá sintonizar adecuadamente,
con empatía;
-mejorar la comunicación interpersonal, saber hacer esas preguntas que
facilitan el diálogo;
-aprender a observar y escuchar a los demás para averiguar
cómo se sienten;
-decir algo agradable cuando hacen algo bien;
-sonreír y brindar
colaboración, propuestas, aliento…
En definitiva, hábitos necesarios para
mejorar la comunicación, que es la base de la comunión interpersonal y la unidad en la familia y en las organizaciones laborales.
Muy interesantes sus comentarios y consejos sobre
la asertividad, que es la capacidad de expresar los sentimientos directa y serenamente, con sencillez, sin agresividad, sin gritos, sin echar la culpa a otros, o sin ese permanecer
silenciosamente a la defensiva, en ocasiones más temible para uno mismo y para los demás.