Episodios Nacionales. Benito
Pérez Galdós. Ed. Aguilar, 1971 (Obras completas)
Este
clásico de la literatura española consiste en un conjunto de cuarenta y seis
novelas históricas, que Benito Pérez Galdós comenzó a escribir en 1872, con el
episodio Trafalgar, y culminó en 1912, con el dedicado a Cánovas. Tenía en
proyecto varios episodios más, que abarcarían hasta Alfonso XIII, pero no llegó
a concluirlos.
Los
Episodios Nacionales constituyen un valioso retrato de la vida española entre
1805 y 1880. Entorno a personajes reales que fueron protagonistas de la historia
española, Galdós da vida a otros de ficción que le sirven para recrear usos y costumbres populares
del momento. Toma pié de los hitos más importantes acaecidos en España durante
el siglo XIX, pero pone el foco sobre todo en el modo de vivir, pensar y actuar de las gentes. El
resultado es una crónica de tono cercano y costumbrista, más que un tratado de
rigor histórico.
Galdós, nominado al premio Nóbel de literatura en 1912, domina con maestría el lenguaje.
Aprovecha su habilidad como escritor para
ponerla al servicio de sus ideas políticas, aun a costa de deformar o
caricaturizar la realidad cuando le conviene. Emplea profusamente la ironía y
la exageración para dejar en ridículo a personajes que encarnan ideas distintas
a las suyas.
En ese estilo caricaturesco con frecuencia no sale bien parado el
clero, ni los seguidores de partidos distintos al suyo, como los carlistas. Carga las tintas en lo que llama despectivamente la España tradicional, cuyos personajes dibuja siempre como fanáticos e intransigentes. Y enfrente sitúa a personajes amables, atentos y caritativos, que por supuesto pertenecen siempre a la España futura, que es la de su partido liberal.
Se
percibe en sus escritos la evolución de su pensamiento político. Sus inicios
fueron liberales, y se vinculó al Partido Progresista de Sagasta, con el que
fue elegido diputado en 1886. Más tarde pasó al Partido Republicano, y
finalmente en 1910 participó con Pablo Iglesias, fundador del PSOE, en la
Conjunción Republicano-Socialista.
Esa
trayectoria queda reflejada en los Episodios, con cierto sesgo anticlerical
creciente. Es un sesgo que siempre acompañó al partido republicano, y fue heredado después por el partido socialista. Junto al sesgo anticlerical, crece en sus
relatos el pesimismo y la tendencia a reflejar ambientes sórdidos.
En
sus últimos años Galdós abandonó la política desencantado, y se sumó al pesimismo respecto a España de muchos intelectuales de finales del XIX y principios del XX. El estado de
ánimo que le provocaba los políticos españoles se refleja en estas líneas de su
último Episodio Nacional, dedicado a la época de Cánovas:
“Los dos partidos
que se han concordado para turnar pacíficamente en el poder, son dos manadas de
hombres que no aspiran más que a pastar en el presupuesto. Carecen de ideales,
ningún fin elevado les mueve, no mejorarán en lo más mínimo las condiciones de
vida de esta infeliz raza pobrísima y analfabeta. Pasarán unos tras otros
dejando todo como hoy se halla, y llevarán a España a un estado de consunción
que de fijo ha de acabar en muerte. No acometerán ni el problema religioso, ni
el económico, ni el educativo; no harán más que burocracia pura, caciquismo,
estéril trabajo de recomendaciones, favores a los amigotes, legislar sin
ninguna eficacia práctica, y adelante con los farolitos...”
Contrasta
ese tono amargo con el que empleaba en los Episodios de la primera época, épico
y esperanzado. Por ejemplo, en Bailén, publicado en 1873:
“Bien puede decirse que la estrategia,
y la fuerza y la táctica, que son cosas humanas, no pueden ni podrán nunca nada
contra el entusiasmo, que es divino.”
Los Episodios
Nacionales de Galdós, aunque desiguales, constituyen una pieza imprescindible para
acercarse a la historia de la literatura española. Al menos alguno de ellos,
como Trafalgar o La batalla de los Arapiles, parecen de lectura obligada. Se
puede aprender mucho de la riqueza de su vocabulario, y además en buena parte
son de lectura fácil y entretenida.
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Pérez Galdós con 51 años, retrato de Sorolla |
Me ha sorprendido
gratamente encontrar en el texto de los Episodios frases que solía emplear en
sus escritos y en su predicación oral san Josemaría, lo que quizá indica que debió
leerlos en su juventud. Es sabido que el fundador del Opus Dei era aficionado a
la lectura desde niño. Tenía dotes como narrador por su graciosa expresividad: entretenía a sus hermanas pequeñas
contándoles cuentos. La claridad de sus escritos y de su predicación oral, que
ha sido resaltada por especialistas, se fue labrando sin duda gracias a lacalidad de sus lecturas infantiles.
He anotado algunas de esas frases o
expresiones que Josemaría Escrivá empleó con frecuencia, que bien podrían ser herencia de la lectura de Galdós. O quizá
sencillamente sean frases castizas, que emplearon ambos porque ya pertenecían
al acervo popular español.
En cualquier caso, las dejo aquí, para quien desee profundizar en el sentido de esas expresiones. Creo recordar que había alguna coincidencia más, pero no llegué a tomar nota.
-Mendizábal, (3.25; 898):
“Señor de Calpena, usted pitará!” (por triunfará, tendrá éxito). San Josemaría
usaba esa expresión para referirse a personas que dan pasos decididos y bien
orientados en su compromiso personal.
-Mendizábal, (2.20; 896):
“Religioso de verdad, sin aspavientos.”
San Josemaría era amigo de la sencillez en todas las facetas de la vida, y usaba
la expresión “sin aspavientos” especialmente para referirse al modo de vivir la
piedad cristiana, que debía ser interior, recia, sin manifestaciones externas
aparatosas. Lo aplicaba también al modo de cumplir el deber, sin hacerlo valer y sin ostentación.
-Zumalacárregui, (28.266;
874): “los pobres ojalateros” (Galdós se refiere a los carlistas). San Josemaría señalaba el peligro de excusarse con circunstancias
externas pasada o futuras (“ojalá
hubiera pasado esto o lo otro”) para no asumir la responsabilidad del presente. Solía llamarlo mística ojalatera.
-Zumalacárregui (26.250; 874):
“Una raza que al inclinarse para caer en
tierra, ya está pensando en cómo levantarse.” El fundador del Opus Dei solía
referirse a la lucha interior diciendo que el peligro no está en caer (somos
humanos y cometemos errores) sino en no querer levantarse cuando uno ha caído.
-Los Apostólicos, 18.184;
620: “Como aquí no hay cumplimientos, que
es palabra compuesta de cumplo y miento…” Así prevenía san Josemaría del
peligro de conformarse con un
cumplimiento anodino y rutinario, sin el brío propio del amor, que requiere
compromiso y energía. Esto, para quien sabe que Dios le espera en el
cumplimiento amoroso de sus deberes ordinarios, es grave, porque está falto de amor. Un cumplmiento anodino bien puede acabar sigificando "cumplo y miento." Lo explicaba muchas veces el sucesor de san Josemaría al frente del Opus Dei, el beato Álvaro del Portillo.
-Cádiz, 3.32: “Yo gozo
extraordinariamente al ver frente a mí los caracteres altivos (…); gusto de ver bullir la sangre impetuosa del que
no quiere ser domado ni … “ (En otra pasaje hay un diálogo en el que alguien se
dirige a un joven: “Veo bullir en ti la
sangre de tu padre…”) Josemaría Escrivá, en alguna ocasión, hablando en la intimidad con
fieles del Opus Dei, les decía: “¿Sabéis por qué os quiero tanto? Porque veo bullir en vosotros la sangre de Cristo.”
-El Grande Oriente, (21.370):
“Aparta, Señor, de mí lo que me apartó
de Ti” (Inscripción grabada en una antigua casa en la calle de la Cabeza,
de Madrid). San Josemaría solía usarlo en presente, como oración personal:
“Aparta, Señor de mí lo que me aparte de Ti.” Tenía en su habitación unos azulejos con esas palabras, para traerlas con frecuencia a su mente.
-El Grande Oriente, (15.325):
“La amaba en globo, con sus defectos, conociéndolos y
aceptándolos…” El santo de lo ordinario, como llamaba san Juan Pablo II a san
Josemaría, insistía en que la caridad consiste en querer a los demás como son, con sus defectos, aunque precisamente porque les queremos les debemos ayudar con
paciencia y cariño a superarse.
-El Grande Oriente, (4.4.242):
“No puedo ni valgo nada.” San
Josemaría repetía esa frase con esas palabras en su oración personal: se veía
falto de todo mérito y por eso lo fiaba todo a su condición de hijo de Dios,
que es quien obra en cada uno y de quien nos vienen todos los bienes.
-El Equipaje del rey José, (1.18.183):
“…hasta que no ahorquen al último Papa
con las tripas del último fraile, no habrá paz…”
En alguno de sus encuentros
con un auditorio numeroso San Josemaría usó esa expresión en tono simpático,
poniéndola en boca de un anticlerical, “Decía
un anticlerical (quizá estaba pensando en este texto de Galdós): yo ahorcaría al último cura con las
tripas del último obispo…” para añadir con gracia a continuación: “Pues
¡qué mal gusto,no?! Yo os diré un modo mejor de acabar con los curas: ¡venid
todos, todos, a confesar!… ¡Y acabaremos todos los sacerdotes muertos de tanto
trabajo!¡A confesar, así nos mataréis a todos!”
San
Josemaría coincide con Galdós en señalar los defectos del clericalismo. Se
declaraba anticlerical, y hacía con frecuencia en su catequesis una defensa del "anticlericalismo bueno", por supuesto muy distinto del radical y violento, o del
que pretende restringir la libertad religiosa.
En
su predicación prevenía a laicos y sacerdotes contra el clericalismo, un modo
de actuar de algunos clérigos que pretende inmiscuirse en las libres decisiones
de los fieles laicos en cuestiones temporales. Y señalaba que también es
clericalismo la conducta de algunos fieles que reducen su condición de cristianos a la
participación en actividades eclesiásticas, y en cambio se inhiben de
participar con madurez en la vida pública bajo su responsabilidad personal. O
actúan haciendo valer su condición de católicos, en lugar de hacerlo como un
ciudadano más, que ejerce sus derechos y cumple con sus obligaciones de
ciudadano.
-La batalla de Arapiles, (cap.27.243):
“Es lo que yo llamo un ave doméstica. No, señor Araceli, no pidáis a la gallina que vuele como el águila. Le hablaréis el
lenguaje de la pasión y os contestará cacareando en su corral.”
En Camino, nº 7, san
Josemaría usa una expresión que recuerda este texto:
“No tengas espíritu pueblerino. —Agranda tu corazón, hasta que
sea universal, "católico". No vueles como un ave de corral, cuando puedes
subir como las águilas.“
Post scriptum:
Me ha alegrado esta noticia sobre la presentación de la edición comentada de Camino, publicada por el Centro en la Biblioteca para la Edición de Clásicos Españoles. El investigador Fidel Sebastián confirma el eco galdosiano en los escritos de san Josemaría Escrivá, y dice entre otras cosas:
¿Qué estilo tiene el lenguaje de Camino?
San Josemaría habla de las cosas más santas, como hablan Santa Teresa o San Juan de la Cruz o un Fray Luis de Granada, pero con un lenguaje absolutamente civil, que al que más se parece es al de Galdós. Si miráis la cantidad de citas que traigo de Galdós: este término, esta expresión, este giro. El estilo lingüístico de san Josemaría es muy de los escritores del realismo y naturalismo de esa época, y de los poetas que estaban más de moda como Gabriel y Galán, que era muy popular. Era lo que la gente, en los casinos, recitaba. Y eso es muy simpático. Varias expresiones de Camino se entienden mejor si vemos cómo las usa Galdós en su contexto. Es la gracia de contextualizar el léxico. También en esto se diferencia mucho de la edición de Pedro Rodríguez, que lógicamente no atiende este aspecto filológico porque no lo pretendía.
En mi opinión, san Josemaría habla la lengua de Galdós. La que hablaba la gente culta que quería ser natural. Habla con el lenguaje de la gente corriente. San Josemaría era, fundamentalmente, universitario. Su formación intelectual, era universitaria, pasó por el seminario, fue un cura excelente, era la adquirida de su paso por la facultad de derecho. Con una imagen galdosiana, su lenguaje se puede decir que es la llaneza. La llaneza galdosiana. Y con este tipo de léxico, al mismo tiempo, tiene la fuerza de un Fray Luis de Granada. Cuando trata de conmover, conmueve como el que más. San Josemaría conmovía a los públicos.