Trinitarios, 13. Juan
de Ribera Ivars. Ed Brief, 2008
Interesante y documentada novela histórica, inspirada en
hechos reales, que describe el turbulento ambiente en la Valencia
de los años 1933 a 1936. La mayor parte de los personajes son reales, y los
pocos de ficción son perfectamente verosímiles.
Juan Ivars, periodista, ha logrado un conmovedor relato de la historia de la
familia Villalonga, dos de cuyos miembros
-los hermanos Pilar y Antonio- fueron asesinados en 1936, sin otro motivo
que el odio a la fe y la envidia.
El relato tiene la fuerza de lo conocido y vivido por parientes cercanos, de lo
escuchado de labios de testigos directos en tertulias familiares, en el hogar
de la calle Trinitarios: el hogar de una familia que
perdonó y olvidó, señas de identidad
de la fe cristiana asumida y vivida.
Pero el perdón y el olvido no están reñidos con la necesidad
de acudir a la historia para aprender. A la historia real, no a la tergiversada
por intereses ideológicos o de partido. Y para aprender, no para arrojarla al
rostro de nadie. Es bueno conocer sin prejuicios lo que sucedió, para evitar
nuevos desastres, para prevenir a la bicha antes de que vuelva a
intentar devorarnos. Eso es lo que a mi juicio consigue Juan Ivars con esta interesante novela histórica.
Enmarca con acierto los sucesos valencianos en la
situación española e internacional del momento, describiendo sucintamente pero con
precisión el perfil de personas y fuerzas sociales claves: Alcalá Zamora, Azaña, Martínez Barrio (ministro de la República y Gran Maestro
del Gran Oriente Español), Largo Caballero,… Cita fuentes documentales al
referirse a la actuación de determinados sindicatos y a las tramas de algunas logias masónicas, con sus
consignas de “erradicar la superstición” y “neutralizar” a los católicos, y los
puntos de encaje o fricción con las conclusiones del 7º Congreso de la
Internacional Comunista.
Este Congreso se celebró en Moscú en agosto de 1935, y se propuso
la creación de un Frente Popular en los países con gobiernos de derechas
o liberales para arrebatarles el poder. Declaró
a España como objetivo prioritario donde instaurar una sociedad comunista
mediante la revolución, "pasando por
encima de las vidas de cuantos no estuvieran de acuerdo."
Recrea el ambiente político de esos años: “un gobierno de
derechas –el de Niceto Alcalá Zamora- sin proyecto ni liderazgo”, que no supo
imponerse sobre las insidias y descalificaciones de la izquierda, ni ofrecer
una esperanza razonable en el progreso. Y
una agitación social creciente,
alimentada por soflamas y arengas. Se acabaron desvaneciendo las garantías
legales que pueden proteger a los ciudadanos.
Resulta oportuno alertar del peligro que encierra el lenguaje
incendiario de algunos agitadores de la política , tan cargado en ocasiones de
odio, agresividad y demagogia: tres elementos profundamente antidemocráticos. Un lenguaje de trinchera, donde el que piensa diferente es declarado “enemigo”
al que es necesario batir y erradicar. Una propaganda electoral orientada a despertar
odio hacia el “adversario”, presentándolo como sujeto vil y despreciable. Es el
lenguaje de agitadores especializados en focalizar a la gente para que “actúe
de acuerdo con sus intereses políticos, bien distintos de lo que interesa al
pueblo”.
Uno queda prevenido respecto a personajes
al estilo Largo Caballero, quien declaraba que “admitimos la democracia cuando
nos conviene. Cuando no, tiramos por el atajo y dejamos de lado la legalidad
para conquistar el poder”.
Un pueblo crédulo, al que no se ha ofrecido la cultura necesaria,
es fácil de manipular con cualquier mentira. Y puede ser llevado hacia el caos por quienes entienden la política no como servicio al bien común, sino
como instrumento de poder y dominio. Por quienes no dudan en hacerse más revolucionarios que nadie y precipitar el
conflicto social hasta la confrontación, si piensan que así pueden sacar
tajada. Pero la bicha, una vez despierta, resulta incontrolable. Y acaba arrastrando a todos. Los sembradores
de odio, afirma Juan Ivars, “dejaron a España preparada para derrotar a España.”
En el libro aparecen también personajes entrañables, como don Eladio España, sacerdote del Real Colegio del Corpus Christi, cuyo proceso de beatificación está en marcha, que ayudó a miles de universitarios valencianos mediante el sacramento de la Confesión.
Es especialmente conmovedor el relato, casi a tiempo real, de los últimos momentos de Antonio y Pilar, presos en San Miguel de los Reyes y en la cárcel de mujeres. Impresionan detalles como el Rosario perpetuo: una cuerda con 10 nudos, que pasaba de celda en celda, escondida en una caja de cerillas: una cadena humana de oración ininterrumpida, día y noche, que mantenía la entereza sobrenatural ante una previsible muerte injusta y despiadada.
Es especialmente conmovedor el relato, casi a tiempo real, de los últimos momentos de Antonio y Pilar, presos en San Miguel de los Reyes y en la cárcel de mujeres. Impresionan detalles como el Rosario perpetuo: una cuerda con 10 nudos, que pasaba de celda en celda, escondida en una caja de cerillas: una cadena humana de oración ininterrumpida, día y noche, que mantenía la entereza sobrenatural ante una previsible muerte injusta y despiadada.
Una entereza reconocible también en quienes desconsolados esperaban
fuera. Como doña Pilar, madre de los dos hermanos, que tuvo ánimos para escribir sobre el féretro de su hija las esperanzadoras
palabras de Jesús: “Yo os daré una alegría que nadie os podrá quitar.”
Estamos ante una lectura de las que dejan poso, que ayudan a pensar libres de prejuicios partidistas, y llenan de deseos de ser mejor persona y ayudar a los demás.