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viernes, 7 de mayo de 2021

Felipe II




 

Felipe II. Valentín Vázquez de Prada

  

Felipe II (Valladolid, 1527, San Lorenzo de El Escorial, 1598) era hijo del emperador Carlos I de España y V de Alemania.  Bajo su reinado el imperio español alcanzó su máxima extensión y esplendor, como nunca otro imperio antes había alcanzado. Supo heredar y aumentar el prestigio internacional de su padre, adecuando su modo de gobernar a los nuevos retos y necesidades del imperio.

 

El catedrático e historiador Valentín Vázquez de Prada realiza en esta obra una valiosa profundización en la personalidad del monarca. Se adentra en su perfil humano y en su modo de entender el gobierno, y lo hace aportando la documentación que apoya sus afirmaciones. Consigue así liberar a Felipe II de los estigmas creados o amplificados por la leyenda negra, y nos ofrece una imagen certera no sólo de la persona y trayectoria del rey, sino de la sociedad de su tiempo.

 

Vázquez de Prada no esconde los defectos del monarca, pero pone en valor unas virtudes poco conocidas, que hacen brillar a Felipe II por encima de todos los gobernantes de su tiempo, y de muchos otros que le sucedieron después.

  

Virtudes y defectos 

A Felipe II se le ha llamado el rey prudente, destacando una virtud que le llevaba a una honda reflexión sobre las consecuencias de sus actos antes de tomar decisiones. 

En torno a esa virtud de la prudencia aparecen defectos:  cierto rigorismo, irresolución, desconfianza de las opiniones ajenas, excesiva reflexión, invencible timidez, talante frío y serio. Pero sobresale por encima de todo su ejemplar conducta personal, como hombre y como gobernante, sobre todo si se le compara con otros monarcas contemporáneos.

Tenía un estricto sentido de la justicia. Era sincero y piadoso en su vida religiosa. Sus creencias cristianas eran sólidas. Estaba convencido de que la fe cristiana era el más poderoso factor de civilización y la mejor aportación que España podía llevar a los pueblos sin civilizar de su imperio, y lo estableció como una de sus prioridades. Gracias a su tenacidad y a sus disposiciones, la fe cristiana arraigó pronto en toda América y en el archipiélago que lleva su nombre, las islas Filipinas, que son hoy el tercer país con más católicos del mundo, detrás de Mexico y Brasil. 

Una estricta valoración de los problemas de gobierno y de la importancia del Estado le llevó a realizar, o al menos consentir, hechos que, aunque parezcan normales a la luz de la mentalidad de su tiempo, se resisten a encajar en los presupuestos morales del monarca. El más significativo, señala Vázquez de Prada, fue el ajusticiamiento del barón de Montigny, que había sido acusado de sedición y traición por las revueltas en los Países Bajos. Cuando creía que lo exigía el bien del Estado, la severidad filipina era implacable.

       

Los ejércitos españoles

Se han criticado las atrocidades cometidas por los ejércitos españoles en Flandes, sin duda amplificadas por los creadores de la leyenda negra sobre España y por sus enemigos políticos. Pero sería necesario tener en cuenta que entonces toda guerra se hacía bajo la ley común del pillaje, y que los capitanes se mostraban incapaces de frenar los desmanes de las tropas, ansiosas de venganza y mal pagadas.

Además, señala el historiador, en esos ejércitos los españoles eran numéricamente una pequeña parte; la mayoría la formaban extranjeros de diversas procedencias, en su mayor parte alemanes.


San Lorenzo de El Escorial, lugar predilecto de Felipe II (wikipedia)

  

El influjo de la Iglesia y la obra de España en el mundo 

La Iglesia española, pese a los defectos atribuibles a su riqueza, mantuvo centros culturales e instituciones hospitalarias y de beneficencia en España y en todos los rincones del Imperio. Fue siempre una institución abierta, que no se afincó en sus privilegios, sino que supo dirigirse en su predicación y atenciones sociales a todos los sectores de la población.

Es muy difícil comprender la obra de España en el mundo sin tener en cuenta la influencia de la Iglesia en los ideales españoles. El clero era muy numeroso, aproximadamente el 10 % de la población. Su estructura era muy abierta, y al estamento clerical tenían acceso tanto segundones de la nobleza como numerosos artesanos y humildes labradores, que alcanzaron los más elevados puestos eclesiásticos. 

Aunque por la crisis fueron atraídas al estado eclesiástico personas movidas por la búsqueda de una seguridad, sin embargo, una gran parte de los eclesiásticos eran de cultura y virtudes reconocidas. Distinto era el caso del bajo clero secular, cuya formación era escasa y su vida miserable.


Libertad religiosa

Felipe II se resistió a admitir lo que hoy llamamos libertad religiosa, y entonces se conocía como tolerancia religiosa. Pero tampoco la aceptaban los demás soberanos contemporáneos en sus respectivos súbditos.

Los europeos de la época veían en toda invocación a la libertad de conciencia, en toda agitación religiosa, un elemento perturbador, un factor de división y desorden. No se veía siquiera como solución práctica, pues la experiencia demostraba que acarreaba más divisiones y tumultos. Y en el mantenimiento de la unidad religiosa estaba implicada la autoridad de los príncipes y la misma convivencia pacífica de los súbditos. 

La religión reforzaba la idea de autoridad y le suministraba fundamentos. Cualquier convicción en materia de culto llevaba implícita una amenaza contra el mismo trono, y representaba un primer paso para la pérdida del control del reino. 

Aparte de consideraciones de fe y de doctrina religiosa, para España el protestantismo era un enemigo insoslayable, señala el autor, pues se había mostrado como elemento disolvente de la política imperial en Alemania y en los Países Bajos.


Interior de San Lorenzo de El Escorial (foto: José Javier Martín, flikr)


Impulsor de las ciencias, las humanidades y el arte

        Bajo el reinado de Felipe II alcanza su esplendor el Siglo de Oro español, en el que emergen figuras tan egregias como santa Teresa de Jesús, san Juan de la Cruz, Miguel deCervantesTomás Luis de Victoria o Juan de Herrera, que ocupan las cimas más altas cada uno en su género.

A Felipe II se debe la primera Academia de Matemáticas de Europa, y fue mecenas de numerosos proyectos científicos, en temas tan avanzados como los estudios sobre la calidad de las aguas. 




Estos son sólo algunos de los rasgos que apunta esta interesante biografía, que constituye a mi juicio una aproximación muy valiosa a ese momento crucial de la Historia de España. 


De esa historia somos herederos los españoles. En esa historia -con sus luces y sombras- se ha ido fraguando nuestra cultura, y de ese legado todavía disfrutamos en nuestras vidas ordinarias. No está de más una mirada agradecida hacia las cosas buenas que hemos recibido de nuestros antepasados. Y reconocer las malas, que gracias a Dios suelen ser menos, para evitar repetirlas.

 

 

 


 

martes, 26 de enero de 2021

La mujer nueva




La mujer nueva. Carmen Laforet. Ed Destino libro, 1955.

 

Menos conocido que Nada, con el que ganó el premio Nadal en 1944, La mujer nueva es un libro precioso, en cierto modo autobiográfico, en el que se narra la vida de una joven mujer en los años de la postguerra civil española.

 

Paulina, en plena guerra civil, se casa con Eulogio, joven soldado republicano, en un matrimonio sin valor religioso ni siquiera civil. Terminada la guerra Eulogio se ve obligado a huir a México. Paulina es encarcelada, y da a luz en la cárcel a su hijo Miguel.

 

Cuando al cabo de los años regresa Eulogio, Paulina es una mujer sufrida y con muchas dudas y preguntas sobre el sentido de la vida, sobre la religión –cuyo inusitado auge contempla con recelo-, sobre el verdadero sentido de su unión con Eulogio.

 

Un pariente de Eulogio, Antonio, más joven que ella y que vive en el mismo pueblo, ha entrado en su vida sentimental, recordándole afectos que creía superados o desaparecidos, muy distintos o nunca hallados en Eulogio. Pero Antonio está casado con Rita, joven mujer enferma. Y Paulina decide escapar a Madrid.


La madre de Rita, Clara, ferviente católica, es la única que percibe el hondo sufrimiento de Paulina y su crisis existencial. La noche que Paulina hace el viaje en tren a Madrid, Clara la pasa en la iglesia, rezando de rodillas ante el Sagrario, pidiendo a Dios la conversión de Paulina y una luz que ilumine su vida.

 

Paulina despierta en un bello amanecer castellano.  Raptada por la contemplación de la belleza del campo y de sus casas, siente la presencia inefable de Dios que entra en su vida y la ilumina. A partir de ese momento Paulina cambia, aunque aún deberá pasar por muchas crisis y dudas hasta resolver su futuro.

 

El libro está bien trazado, denota un hondo conocimiento de la fe católica, y quizá haya sido relegado precisamente por su inspiración cristiana. Algunos han hablado de él como un libro feminista, que tuvo que esconder su contenido -avanzado para la época- en un barniz católico que buscaría captar la benevolencia de la censura.

 

Pero Carmen Laforet escribió siempre en clave autobiográfica, y sus libros reflejan sus propias inquietudes interiores. Leyó a Edith Stein y otros conversos, y tenía preferencia por los libros de  Santa Teresa de Jesús, especialmente Las Moradas. Fue amiga de escritoras como Elena Fortún, y con ella mantuvo una rica correspondencia que evidencia sus crisis interiores y su profundo anhelo de Dios. 


Laforet dedica el libro a la famosa tenista y escritora Lilí Alvarez, "mi madrina de confirmación", que también influyó mucho en su itinerario espiritual, provocando un proceso similar al de Paulina. Lilí llevó a Carmen Laforet a hacer ejercicios espirituales, como la protagonista de la novela. 


Hay pues algo más que un barniz religioso en este libro. Más bien refleja, en mi opinión, la alegría de una profunda experiencia espiritual, que le llevó al encuentro con Dios, y su deseo de contarla. Esa vivencia extraordinaria fue para Carmen Laforet una luz de esperanza en la noche oscura de su vida. 


Está bien tratado el ambiente y la mentalidad de la postguerra en España. Con esta obra Laforet obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1955.



 


domingo, 19 de enero de 2014

Edith Stein, una gran intelectual, patrona de Europa

El verdadero rostro de Edith Stein.
Waltraud Herbstrith 
Ed Encuentro






Breve biografía de Edith Stein, gran intelectual,  discípula de Husserl, conversa al catolicismo, y asesinada por los nazis en el campo de concentración de Auschwitz . Fue canonizada por Juan Pablo II como santa Teresa Benedicta de la Cruz


El libro traza con rigor  el itinerario humano, intelectual  y religioso  de Edith Stein. De familia judía, siente una profunda atracción hacia la religión católica, de la que envidia el trato íntimo y filial con Dios. Experimenta una sacudida interior cuando ve a una sencilla mujer, con la cesta de la compra, recogida en oración hablando confiadamente con su Dios en un templo católico.


La lectura casual de El libro de la Vida de santa Teresa de Jesús le ilumina intelectualmente: “aquí está la verdad”, piensa. Siempre sintió una gran atracción por la santa de Ávila.  El libro describe con precisión los avatares e incomprensiones sufridos en su vida académica y universitaria, y en los años de claustro en el convento de carmelitas, hasta su deportación por los nazis y el asesinato en el campo de exterminio.


Resalta en la narración la firmeza de carácter, el rigor intelectual y la rectitud de conciencia de esta mujer fuerte, que supo mantenerse fiel a Dios hasta dar la vida. "Que no tenga ningún amor que no sea verdadero, que no tenga ninguna verdad sin amor."


Como dijo Juan Pablo II al nombrarla copatrona de Europa: "En ella, todo expresa el tormento de la búsqueda y la fatiga de la «peregrinación» existencial. Aun después de haber alcanzado la verdad en la paz de la vida contemplativa, debió vivir hasta el fondo el misterio de la cruz."


     Ver también esta reseña de su autobiografía "Estrellas amarillas"